Capitulo 05

Nelly no respondió. El silencio de la mujer solo avivó la ira de Derek, quien, sin esperar una disculpa, le lanzó una orden cruel:

—¡Limpia el desastre que hizo el niño en mis zapatos, ahora mismo!

La humillación en el rostro de Nelly fue tan palpable como el miedo en los ojos de los niños. Rainer, el pequeño responsable de la mancha, se encogió. La madre, con el corazón encogido y la vergüenza en su interior, se dispuso a agacharse, pero una mano firme la detuvo con un tirón inesperado.

—Llévate a los niños —dijo Naomi, quién apareció en ese momento. Su voz calmada, pero con una frialdad que contrastaba con la ira de Derek.

—Acabo de darle una orden. ¿Por qué interfieres? —Derek la miró con furia.

Naomi ignoró a Derek y repitió con más firmeza:

—Nelly, haz lo que te digo.

La mujer, aliviada, tomó a sus hijos y se alejó rápidamente, mientras la mirada desafiante de Naomi se cruzaba con la de Derek. Se quedaron inmóviles, sus ojos entrelazados en un duelo de voluntades que duró varios segundos. Él rompió el silencio con una reprimenda llena de desprecio:

—¿Quién te crees para incitar a mis empleados a desobedecer mis órdenes?

—No iba a permitir que se humillara delante de sus hijos solo para satisfacer tu actitud arrogante. Con permiso.

Naomi intentó dar un paso para alejarse, pero Derek la sujetó del antebrazo con fuerza, impidiendo que se marchara.

—¿Qué dijiste? —preguntó él, su voz apenas un susurro cargado de amenaza.

—Suéltame. Disfrutas humillando a los demás para saciar tu ego. —dijo ella, zafándose de su agarre con un movimiento brusco y continuando su camino.

Derek se quedó en el pasillo, observándola marchar. Respiró hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que la audacia de esa mujer había provocado. Por un lado, pensó que era increíblemente atrevida; por el otro, que quizás simplemente estaba buscando ser despedida. La reconoció de inmediato: la misma mujer de la agencia que lo trató con el mismo desprecio y falta de respeto.

Naomi se dirigió rápidamente hacia donde estaba su hermana, intentando que su postura y expresión reflejaran tranquilidad, a pesar de que la rabia y el coraje la consumían por dentro.

—Tía, ¿por qué ese señor es tan grosero? —preguntó Railyn, con la voz llena de inocencia.

—Le habló muy feo a mi mamá, fue mi culpa —añadió Rainer, con lágrimas en los ojos.

Naomi se agachó para quedar a la altura de los niños, y sus manos acariciaron sus mejillas.

—Él no es grosero, mis amores. Está pasando por un momento difícil, de esos que pasamos los adultos. Ahora, vayan a lavarse las manos para que salgan a jugar al jardín.—dijo, intentando justificar la conducta de Derek para no sembrar en ellos una semilla de rencor.

Nelly, por su parte, se encontraba afligida. Naomi notó la tristeza en su rostro y, aunque deseaba reprocharle por permitir tal humillación, prefirió esperar.

—Tranquila, después hablamos —le susurró.

Minutos más tarde. En el área de las empleadas, Naomi se acomodó en una silla, su mente aún enredada en el desagradable encuentro con Derek. ¿Cómo era posible que un hombre con tanto poder y riqueza fuera tan desagradable y odioso? Estaba tan inmersa en sus pensamientos que casi no escuchó a la supervisora:

—Necesito una voluntaria para que vaya a la sala de conferencias y permanezca allí durante la reunión.

—¿Y qué haría una de nosotras ahí? —preguntó una de las empleadas.

—Solo es un requisito, por si a alguno de los presentes se le ofrece algo —explicó la supervisora—. La que vaya debe permanecer de pie a una distancia prudencial de la mesa.

Una idea se formó en la mente de Naomi. La sonrisa de emoción que iluminó su rostro fue genuina. La reunión era para nombrar a los nuevos directores de marketing, y ella quería estar allí para presenciar el nombramiento de Tyler. Sin dudarlo, se levantó y se ofreció, y la supervisora aceptó de inmediato.

Los minutos se estiraron con la tensión palpable en la sala de conferencias. Los asistentes, impacientes, esperaban a Derek, quien, fiel a su estilo, se hizo esperar. De pronto, la puerta se abrió y él entró. Naomi lo miró de arriba abajo, notando que se había cambiado los zapatos. Un pequeño gesto, pero significativo, que le recordaba la mancha que había sido el detonante de su ira.

—Empecemos —dijo Derek, con un tono autoritario que no admitía réplica.

La reunión comenzó, con discusiones sobre estrategias comunicacionales y los proyectos que se entregarían a los nuevos directores de marketing. Finalmente, llegó el momento clave.

—Los aspirantes a los puestos de directores de marketing en las diferentes sucursales, pónganse de pie —anunció Derek.

Ocho hombres se levantaron. Derek escaneó los rostros, su mirada deteniéndose en el de Tyler Ross. Una sonrisa fingida se dibujó en sus labios, seguida de una expresión de incredulidad.

—¿Esto es una broma? —murmuró.

Derek buscó la carpeta de Tyler en la mesa. No se molestó en abrir el documento. No necesitaba leer nada.

—Tyler Ross, creo que estás en el lugar equivocado. No voy a nombrar al encargado de limpiar los pisos como director de marketing. No puedes tener nada que ofrecer en esa área.

Un murmullo de indignación se esparció por la sala. Los aspirantes se sentaron, con la cabeza baja.

—Derek, Tyler es muy bueno en mercadeo, ¿por qué no revisas su propuesta antes de tomar una decisión? —intervino Víctor.

—Es bueno limpiando en la agencia —replicó Derek, sin remordimiento, avergonzando a Tyler.

Naomi sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, una rabia que la hizo apretar los dientes con tanta fuerza que le dolieron. La urgencia de abofetearlo, de insultarlo, se apoderó de ella. Se contuvo, pero sus ojos no se apartaron de Tyler, cuyo rostro se había vuelto carmesí de la vergüenza.

Tyler había comenzado a trabajar en la Agencia Torres a los dieciséis años, pocos días después de que su madre los abandonara. Necesitaba alimentar a sus hermanas. Su primer empleo fue lavando autos, y fue así como conoció a Albín Torres, quien, conmovido por su historia, le ofreció un trabajo con un sueldo más digno.

—Todos nosotros hemos necesitado la ayuda de Tyler para resolver complicaciones en ventas tecnológicas. Él merece ese puesto —insistió Albín.

—Todos ustedes, pero yo no. Tyler, abandona la sala —ordenó Derek.

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