Mundo ficciónIniciar sesiónLa reunión se transformó en un campo de batalla verbal. Algunos de los miembros se levantaron y salieron, mientras Víctor y Albín se enfrentaban a Derek con acusaciones y reproches por su actitud cruel e injustificada. El ambiente se volvió insostenible.
Estar en esa reunión fue el peor error de la vida de Naomi, un trago amargo que jamás debió probar. Nunca debió insistir en ir, porque se obligó a ser testigo de la humillación más grande que su hermano, la luz de sus ojos, había sufrido. Observó cómo las esperanzas de Tyler se desmoronaban, su talento y esfuerzo pisoteados sin piedad por un hombre que creía que el dinero le daba el derecho de tratar a los demás como objetos desechables. La sangre le hirvió, un torbellino de rabia crecía en su interior, queriendo explotar en un grito de justicia y venganza. Tyler, con una frialdad sorprendente, se dispuso a salir, pero no sin antes sujetar a Naomi por el brazo y arrastrarla fuera de la sala. La conocía demasiado bien; la furia en los ojos de la joven era una señal de que no dudaría en enfrentarse a Derek Torres. — Suéltame, Tyler. ¡Déjame decirle a ese infeliz lo que se merece!— gritó Naomi, intentando zafarse del agarre de su hermano. —Ahora no, Naomi. No es el momento para más escándalo.— le respondió Tyler, conduciéndola a la habitación. Una vez allí, Naomi caminaba de un lado a otro, incapaz de calmarse. —¡No puedo creer que ese imbécil te hiciera eso!— exclamó, con la voz rota por la impotencia. —Algo me decía que esto iba a pasar.— musitó Tyler, desplomándose en la cama. Quería llorar, liberar la frustración que le quemaba el pecho, pero se prohibía hacerlo. Desde que se hizo cargo de sus hermanas, juró ser la roca que las sostendría, y las rocas no derraman lágrimas. — No te preocupes, Tyler. Otras agencias valorarán tu gran trabajo. Él se lo pierde.— lo animó Naomi, tratando de inyectarle un poco de esperanza, aunque la suya se había esfumado. Minutos después, Naomi decidió volver con las demás empleadas. Iba caminando por el pasillo cuando se encontró con Nelly, quien se acercó con los ojos llorosos, el rostro pálido y la tristeza dibujada en cada gesto. —¿Qué te pasa?— le preguntó Naomi, sintiendo un escalofrío. —Me despidieron.— sollozó Nelly. —Me quedé sin empleo. Naomi se quedó sin aliento. —¿Qué? ¡No entiendo! —Al parecer, Derek Torres no solo es arrogante, sino que también es vengativo.—explicó Nelly, la voz ahogada por las lágrimas. Una opresión indescriptible se apoderó del pecho de Naomi. Un nudo de rabia y dolor se anudó en su garganta, y la necesidad de gritar se hizo incontrolable. Buscó un rincón solitario y se refugió en la quietud, dejando que las lágrimas que había contenido brotaran sin control, quemándole las mejillas. — Naomi, ¿por qué te pones así? Es solo un trabajo.— le dijo Nelly, que la había seguido y se acomodó a su lado. —Ese maldito humilló a Tyler, lo trató como a un don nadie, como si no tuviera valor.— respondió Naomi, su voz un murmullo roto. —Lo trató como a un simple limpiador de pisos. —¿Qué?— preguntó Nelly, sin poder creer lo que oía. —¡Fue horrible!.— gimió Naomi. —Gracias a Dios que no estuviste ahí para presenciar esa escena tan vergonzosa. El rostro de Tyler se tiñó de rojo por la vergüenza. Derek Torres es un desgraciado. Puede tener mucho dinero, pero carece de sentimientos.—expresó entre sollozos, el dolor de su hermano pesando sobre ella. —Cálmate.— le pidió Nelly, abrazándola. —Ese hombre es el ser más inhumano que existe. No tiene ni idea de cuánto luchó mi hermano para terminar de estudiar. Pero, claro, ¿qué va a saber él? Si siempre lo ha tenido todo sin hacer el más mínimo esfuerzo. Nunca ha pasado hambre ni necesidades como nosotros. —Siento tanta pena por Tyler. Estaba tan ilusionado con ese puesto.— dijo Nelly, con la voz cargada de compasión. —¡Dios! Los señores Torres no le enseñaron a su hijo el significado de la humildad, ni a tener empatía con los demás, sin importar su estatus económico. Para Derek, las personas pobres no somos nada, no tenemos ningún valor. ¡Cómo me gustaría tener la oportunidad de decirle en su cara que no es superior a mi hermano ni a nadie!. Las hermanas Ross mantuvieron esa conversación de desahogo por casi una hora, su rabia y frustración canalizadas en un torrente de palabras contra Derek Torres. Lo que no sabían era que, a unos pocos pasos de ellas, oculta entre la vegetación del jardín, doña Alba descansaba del bullicio de la fiesta. Doña Alba escuchó cada palabra, cada lamento. No quiso interrumpir, solo dejó escapar un largo suspiro de arrepentimiento. Se sentía culpable por el carácter de su nieto y lamentó haberlo consentido tanto. Las palabras de esas jóvenes la entristecieron profundamente. Eran de bajos recursos, sí, pero no merecían ser humilladas. La celebración se tornó aburrida para muchos de los presentes, especialmente para el festejado, quien platicaba con su esposa sobre lo sucedido en la reunión. El señor Víctor se molestó con Albín porque siempre le sacaba en cara las cosas que hacía Derek. Él sabía que su hijo tenía una conducta un tanto agresiva, pero, de todos modos, era su hijo. Horas más tarde, a pesar de los inconvenientes, la fiesta fue todo un éxito. En el salón de eventos, la familia y los amigos brindaban con el señor Víctor por un año más de vida. Dicen que la noche guarda muchos secretos y una magia tenebrosa. Era pasada la medianoche, y la mayoría de los visitantes de la villa estaban ya en sus habitaciones, rendidos por el alcohol o simplemente agotados por el bullicio de la fiesta. Derek se encontraba en una esquina del salón, pensativo y distante de todos. Consumía alcohol en exceso, su cabeza daba vueltas y su cuerpo se sentía inestable. Odiaba la sensación de perder el control de sí mismo, por lo que decidió dejar la bebida y dirigirse a su habitación. Una vez allí, tropezó con la mesita que adornaba el espacio, derribando la botella de whisky que había en ella. "¡Maldita sea!", exclamó al ver el líquido esparcido por todo el piso de madera.






