Una asistente decidida a rehacer su vida termina envuelta en enredos románticos con su jefe irresistible, su ex tóxico y unas amigas con demasiadas ideas… todo bajo el cielo de Madrid. Clara tenía un plan. Bueno… más bien una lista mental: superar a su ex infiel, recuperar el control de su vida y no enamorarse de su nuevo jefe, Gonzalo Ferraz, de sonrisa peligrosa y el poder de hacerle olvidar hasta cómo se deletrea "profesionalismo". _________________ Pero claro, los planes rara vez sobreviven al primer mensaje equivocado de WhatsApp, especialmente cuando ese mensaje lleva un emoji de berenjena... y acaba en el móvil del jefe. Ups. Entre juntas que arden más que el café de la oficina, domingos que empiezan con calamares y terminan con miradas bajo las estrellas, y amigas que no entienden el concepto de “discreción”, Clara tendrá que decidir si sigue sus reglas… o las del corazón. _______________________ Una comedia romántica con sabor a Madrid, donde los jefes pueden ser tentadores, los ex una pesadilla, y los líos, inevitables. Cuando el amor se cuela entre la agenda y el Excel… más vale tener un plan B.
Leer másLa cena transcurrió con fluidez, entre bromas, conversaciones profundas y alguna que otra mirada que ninguno de los dos terminaba de sostener demasiado tiempo. Gonzalo demostró ser tan buen conversador como caballero, asegurándose de que Clara disfrutara cada momento.Cuando llegó el postre, una tarta de chocolate y avellanas con un sorprendente toque de sal marina, Gonzalo se inclinó ligeramente hacia delante.—Espero que no te arrepientas de haber aceptado esta cena.Clara, que disfrutaba del último bocado de su postre, lo miró con un destello en los ojos.—Todavía no ha acabado la noche, ¿no? Quizá estás a tiempo de estropearlo.—Me gustan los retos —dijo él, y su sonrisa se amplió, segura, cálida, y, por un instante, Clara se preguntó cómo había llegado hasta allí con un hombre como él.Tras salir del restaurante, Gonzalo la guió hasta el coche con la misma elegancia que había mantenido durante toda la noche. Le abrió la puerta una vez más, y Clara, acostumbrada a las prisas y la
Clara hizo una videollamada con sus amigas, les contó todo, necesitaba que la ayuden a pensar con claridad. Gonzalo estaba alargando todo, se habrá arrepentido del trato que tenían. No entendía nada. Creyó que sería algo superficial, ligero.—Esta iba a ser mi primera aventura, desde el instituto estuve enamorada de Hugo, o eso creía, ahora lo dudo.—Lo idealizaste amiga, y él se aprovechó de ti, yo creo que no era amor, solo estabas cómoda con eso, ya sabes, por todo eso que nos inculcan: nacer, crecer, reproducirse y morir —dijo Paula.Martina soltó una carcajada.—Somos animales de costumbres, amiga, creo que el tal Gonzalo te está mostrando otra perspectiva, mientras no esperes demasiado, todo estará bien. Se nota que él no es de los que sueñan con la casita de cercas blancas, jardín delantero, un perro…—Ya te entendí Martina, yo solo quiero que me folle, no entiendo, ¿por qué tarda tanto?—Pregúntale —sugirió Paula, con la desfachatez que la caracterizaba.—Bueno, hoy me dijo q
Cuando Gonzalo despertó, estaba solo en la cama. A través de la puerta entreabierta llegaban los sonidos apagados de cubiertos entrechocando y Still loving you sonaba de manera distante.Se sentó en el borde de la cama, se pasó una mano por el pelo revuelto, recogió sus zapatos y su saco, y salió de la habitación. En el salón, dejó sus pertenencias sobre el respaldo del sofá antes de dirigirse hacia la cocina.—No quise despertarte, te veías muy mono durmiendo —dijo Clara al verlo aparecer, con una sonrisa ligera en los labios, cogió su móvil y bajó el volumen de las bocinas.—¿Mono? —replicó Gonzalo, arqueando una ceja y adoptando un tono de broma—. No parece un elogio apropiado para un hombre.—No quería elogiarte. —Clara le devolvió la mirada con picardía antes de girarse hacia la encimera—. Ven, te he preparado el desayuno. No sabía lo que te gusta, así que hay un poco de todo.Gonzalo se sorprendió.—¿Para qué te molestaste? Podría haber ido a desayunar al Starbucks.Clara se en
—Te ves mal, Clara. ¿Puedo pasar? —dijo él, mirándola con ese aire tranquilo que conseguía sacarla de quicio.Ella no respondió. Simplemente se giró, caminó tambaleante hacia el sofá y se dejó caer sobre él como si el mundo no existiera.Gonzalo cerró la puerta y avanzó hacia la mesilla, donde la botella de vino a medio terminar parecía confirmar lo que ya sospechaba.—Siempre el mismo día… —murmuró Clara, señalando el televisor con un gesto vago—. Es muy triste. Ella al final se muere.—Gracias por arruinarme la película. —Gonzalo intentó bromear mientras se sentaba a su lado.Clara lo miró de reojo, con los ojos enrojecidos.—¿Qué haces aquí?—Quedamos en que nos veríamos hoy. —Le recordó, acomodándose en el sofá con aire relajado.—Te envié un mensaje. Te dije que no me sentía bien… puede que sea algo contagioso.Gonzalo alzó una ceja, divertido.—La borrachera no es viral, Clara.Ella bufó, y se pasó una mano por el pelo, despeinándose aún más.—Creí que te habías arrepentido, com
Las tres amigas estaban sentadas en el sofá, rodeando la mesita del salón. La cajita, abierta en el centro, parecía un invitado inesperado al debate. Martina, con su habitual curiosidad tecnológica, le hizo una foto y se puso a buscar en internet.—Definitivamente, eso —dijo señalando la caja con el dedo, mientras alzaba una ceja— no es para las orejas.—¡Os lo dije! —chilló Paula, llevándose las manos a la cabeza, como si estuviera viendo una revelación divina.Clara frunció el ceño, mirándolas alternativamente.—¿Y dónde se supone que se ponen?Martina no contestó de inmediato. Se limitó a girar el móvil con aire solemne y mostrárselo a Clara.—Mira.Clara resopló, arrebatándole el móvil con impaciencia. Empezó a deslizar las imágenes, sus ojos se abrían un poco más con cada deslizamiento.—Esto es material de fanfic, literalmente —comentó Martina con una sonrisa divertida mientras observaba la reacción de su amiga.—Ni se te ocurra —le advirtió Clara, mirándola de reojo.Martina al
Para Gonzalo, las citas nunca habían sido más que una combinación de cenas y sexo. Le gustaba la simplicidad de las cosas cuando no había expectativas más allá de una noche agradable. Ya había pasado por eso del compromiso, y no resultó ser una experiencia agradable, prefería no complicarse. Sin embargo, Clara era diferente. Hablar con ella le resultó refrescante, pero al mismo tiempo lo desconcertó. Nunca antes se había interesado realmente por los sueños o aspiraciones de las mujeres con las que salía. Para él, ser soltero tenía muchas ventajas, y no estaba dispuesto a renunciar a ellas.Es cierto que Clara había despertado su interés desde el primer momento en que la vio. Había algo en ella que no terminaba de encajar en las categorías que solía asignar a las personas. A pesar de eso, tenía un plan B, por si lo que estaban a punto de hacer terminaba siendo un completo desastre. Si todo salía mal, pensó que podría ofrecerle invertir en su sueño: sacarla de la empresa, proporcionarle
Gonzalo, sin prisa alguna, abrió la tapa de la caja y la giró hacia ella.Clara se quedó boquiabierta.—¿Me estás regalando… unos pendientes?—No cualquier pendiente —respondió él, con ese tono despreocupado—. Pero hoy no los usaremos. —Se encogió de hombros, como si aquel regalo fuera lo más natural del mundo.Clara lo miró fijamente, sin saber si reírse o lanzarle la caja a la cabeza. Finalmente, optó por lo primero.—Estás completamente loco —dijo, dejando escapar una carcajada que sonó más genuina de lo que esperaba.—Quizá. Pero admítelo, no lo viste venir.Ella negó con la cabeza, aún sonriendo. Era cierto, no lo había visto venir. Hacía días que no se permitía reírse de nada, y esa pequeña distracción, por absurda que fuera, resultaba inesperadamente liberadora.—Tienes razón. No lo vi venir. Pero… ¿cómo se usan? —preguntó, levantando la cajita para inspeccionarla.Gonzalo no respondió de inmediato. Se limitó a sonreír, como si supiera algo que ella no sabía.—Todo a su tiempo,
—Me gustas, Clara, pero no voy a mentirte. No estoy buscando nada serio. Si podemos pasar tiempo juntos, sin comprometernos y sin que influya en el trabajo... —dijo Gonzalo con voz calmada, casi como si aquello fuera una propuesta de negocios.Clara se atragantó con el vino y tuvo que dejar la copa sobre la mesa antes de que la escena terminara en desastre.—Yo tampoco busco nada serio —respondió, aunque las palabras le sonaron extrañas incluso a ella misma.La verdad era que Clara no estaba buscando absolutamente nada, ni algo serio ni algo para pasar el rato. Su exnovio, con quien había compartido sueños, planes y la seguridad de que pasarían el resto de sus vidas juntos, estaba a punto de casarse con la mujer con la que la había engañado. Cuatro miserables meses después de haber roto. La rabia se le acumulaba en el pecho como una bola que no podía expulsar. Ni siquiera lloraba; ya no le quedaban lágrimas, solo un vacío lleno de frustración y un caos emocional que no sabía cómo orde
Paula alzó las manos al cielo al ver el mensaje de Gonzalo, convencida de que el jefe de Clara iba muy en serio. Martina, con su humor habitual, no tardó en bromear con hacerse cargo del “paquete”, mientras Clara se hundía en el sofá, roja como un tomate, repitiendo que estaba completamente perdida. Paula, en cambio, creía que estaba a punto de vivir la aventura de su vida.Entonces, el móvil de Clara vibró. Era una alerta de Instagram. Una nueva publicación de Hugo: él, la rubia y una sonrisa que nunca le había dedicado a ella. Sin pensarlo más, Clara abrió el chat con Gonzalo. Escribió un simple “Vale”, y el respondió al instante: Estoy en camino. Se quedó paralizada, leyendo y releyendo el mensaje mientras el cerebro intentaba procesarlo. ¿Había leído bien? ¿De verdad su jefe estaba en camino? Clara entró en pánico al ver el mensaje: Gonzalo estaba en camino. Mientras Paula y Martina revolvían la cocina en busca de algo dulce, ella gritaba como si se avecinara un apocalipsis. Qui