Tras cumplir la mayoría de edad, Taly debe abandonar el orfanato y empezar una vida como cualquier otro ser humano, pero para ella todo en esta vida debe verse con optimismo, por ello, a su llegada a la Casa Blanca y empezar como niñera de los hijos de Lucien Maddox, el presidente, en vísperas de navidad no pudo ser menos, pero las cosas no pueden ir peor cuando nada en esa casa es como parece, no hay niños adorables, ni personal entusiasta y mucho menos un jefe divertido; todo lo contrario, hay demonios llamados niños y un ogro como jefe; aun así, Taly está dispuesta a ponerlos a todos en cintura, incluyendo al propio presidente, quien despierta sensaciones que no se atreve a nombrar por pudor pero que ruborizarían a la misma Babilonia la Grande. Sin darse cuenta cómo, Taly se verá envuelta en matrimonio falso en el que de la nada se convirtirá en la primera dama, en madrastra de varios hijos y en la comidilla de la prensa al ser la mujer más joven en ser la primera dama del país.
Leer másEra un tres de octubre y Thalía Haretton se encontraba de espaldas a la puerta del orfanatorio que había sido su hogar por diezciocho años, con su maleta a un lado y con la vista al frente mirando con cierto desconcierto la enorme ciudad que se cernía a su alrededor.
Estaba nerviosa, solo un poco a decir verdad, pero eso no la amedrentaba, era una chica que jamás retrocedía ante nada ni nadie.
Se volvió con lentitud hacia la puerta deseando grabar el recuerdo de lo que había sido su casa. Levantó la vista a las habitaciones del piso superior y vio a los niños pequeños mirando por la ventana y, con pesar, su partida. Lanzó un suspiro al verlos. Esos niños fueron sus hermanos y algunos hasta sus hijos dado la aguerrida forma de protegerlos. Le pesaba dejarlos, pero siempre supo que ese era su destino. Tenía unas enormes ganas de llorar, de saber que jamás volvería a dormir en la mullida cama, ni tendría que madrugar para alcanzar agua caliente y que tampoco jugaría con ellos. Sabía que tenían miedo, el miedo al que todos los huérfanos se enfrentaban: crecer. Entre más grandes menos probabilidad tenían de ser adoptados, justo como le pasó a ella, por eso mismo en ese momento debía abrirse camino en el mundo como un ciudadano más, sola, con unas cuantas recomendaciones y el poco dinero que daba la institución como ayuda.
Thalía no era como cualquier jovenzuela de su edad que soñaba en convertirse en una profesional y ganar mucho dinero, ella se conformaba con un trabajo honesto y un sueldo modesto, lo que realmente anhelaba con toda su alma era una familia, esa que le negaron desde que nació. Taly quería casarse con un buen hombre y tener muchos hijos, los suficientes para nunca sentirse sola, tal vez no todos la entendieran, pero no era necesario, estaba segura de lo que quería y como cada cosa que se había propuesto, lo iba a lograr.
Miró una última vez el lugar que la vio crecer y con un gesto de alegría se despidió de aquellos que fueron sus compañeros, emprendiendo el camino hacia donde el destino le tuviera deparado.
Caminó algunas cuadras desde el orfanatorio hasta la parada de los autobuses cada vez más nerviosa, pero también con las ganas de empezar algo nuevo y vivir una vida diferente; no es que se quejara pero la expectativa de vivir algo distinto, fuera de los muros del orfanato la hacían sentir ansiosa.
Abordó el autobús que la llevaría a la dirección que la madre superiora le había dado para instalarse unos días en lo que encontraba un trabajo y para no gastar los fondos que tenía reservado para sobrevivir un tiempo.
Miraba con asombro toda la ciudad, ahora la veía desde una nueva perspectiva, todo le parecía diferente y no iba a negar que estaba asustada, muy asustada, tanto que tenía ganas de llorar.
La gente dentro del autobús parecía absorta en el celular, en alguna revista o solo estaban durmiendo, pero Taly veía todo con asombro y deleite. Era la primera vez que viajaría sin la compañía de las monjas del orfanato ni de sus compañeros.
La ansiedad se apoderaba de su cuerpo a cada milla que recorría el autobús, se preguntaba si sería capaz de sobrevivir por sí misma, pero a la vez buscaba alguna fuerza interior que sepultara sus deseos de volver. No era una opción. Tenía que seguir adelante, miles de huérfanos lo hicieron antes y ella lo sabía muy bien, no había manera de que volviera.
Su llegada a la terminal luego de veinte horas de viaje estuvo plagada de emociones contradictorias; por un lado tenía miedo, terror de enfrentarse al mundo sola y por otra se sentía con energías renovadas para salir y dar lo mejor de ella al mundo.
Se detuvo en medio de la acera sin saber a dónde dirigirse. Tenía la dirección escrita y no quedaba más que buscar un taxi. Le aterraba ver la enorme ciudad que se asomaba, pero necesitaba aprender a moverse y valerse por sí misma.
Esperaba paciente en la salida por un taxi mientras aferraba con fuerza su bolso y pequeña maleta. Había tanta gente que iba y venía que temía moverse.
Los taxis pasaban pero ninguno se detenía. Empezaba a enfadarse por lo que se movió unos pasos cuando vio a un chico sosteniendo una cartulina con su nombre.
Se dirigió hasta él no sin antes darle un vistazo de arriba a abajo por si era un ladrón o peor aún, un secuestrador.
—Buen día —dijo temerosa y lista para huir en cualquier momento—. Soy Thalía Haretton.
La sonrisa del chico no tan mayor a su edad le dio un poco más de confianza.
—Hola —respondió el joven, extendiendo la mano para presentarse—. Mi nombre es Antony pero puedes llamarme Tony. Soy hijo de Susan Mayer y me ha enviado por ti.
Taly sonrió ahora con más confianza y mayor seguridad.
—Le agradezco mucho, en realidad llevaba esperando mucho un taxi —canturreó jocosa y risueña—. Lo cierto es que empezaba a desesperarme.
—Sí, lo entiendo —aseguró moviendo la cabeza en afirmación—. Esta zona es muy concurrida pero bueno ya estoy aquí. —Tony se señaló a sí mismo y regaló a Taly una sonrisa enorme—. ¡Vamos! El auto está al otro lado.
Caminó a su lado arrastrando la pequeña maleta y aferrándose a su bolso como si de ello dependiera su vida
—Déjame ayudarte con eso. —Anthony alargó el brazo para tomar la maleta en sus manos y aligerar el peso para Taly—. La ciudad te encantará aunque ya falta poco para las fiestas de navidad y esto se pone un caos.
—Navidad —susurró Taly con añoranza—. Una navidad sola.
Le entraron unas ganas enormes de llorar. Sería su primera navidad sin el bullicio de los niños ni el alboroto de las monjas, sin las vendimias, las manualidades. Estaría sola, no robaría galletas, ni comería antes de tiempo. La navidad sería triste y gris.
—¿Sola? —inquirió el chico con sus grandes ojos mirándola fijamente—. La pasarás con nosotros y seguro que no te aburres, mi familia es escandalosa.
Taly sonrió tratando de espantar las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos y respiró profundo para tranquilizarse.
—¿Cómo es Washington? —preguntó la joven, con curiosidad—. ¿Crees que pueda encontrar un trabajo rápido? No traigo muchos fondos y debo empezar a trabajar cuanto antes. El orfanato otorga un subsidio para comenzar y cartas de recomendación, pero el dinero no es eterno, debo trabajar cuanto antes.
—La ciudad es ruidosa y cara —respondió viendo cómo la chica abría los ojos de par en par—, pero hay grandes oportunidades y seguro que encuentras algo por ahí. De hecho en el restaurante donde trabajo estaban solicitando una camarera, veré si puedo conseguirte una entrevista con el dueño.
Aquello animó a Taly al grado de regalar una sonrisa enorme a su interlocutor, quien la aceptó de buen grado y le dio un guiño.
El resto del camino, la pasaron en silencio, al menos él, ella por su puesto fue canturreando y recordando pequeños momentos en el orfanato.
Luego de un largo recorrido, llegaron a una casa pequeña, pero bonita. Entraron y casi al instante una mujer de unos cincuenta años asomó mirando con curiosidad a Taly.
La joven pensó que esa mujer debía ser Susan Mayer.
—Debes ser la pequeña Thalía. —El recibimiento calentó el corazón de Taly, quien sonrió con un toque genuino—. Este será tu hogar hasta que lo decidas. Pasa y ponte cómoda.
—Muchas gracias —contestó la joven y le dio un abrazo de agradecimiento—. Le prometo que me portaré bien, no llegaré tarde y tampoco voy a meter hombres a mi habitación para tener sexo y así no quedar embarazada, no tendrá quejas de mí.
—Eso… es bueno —dijo la mujer un poco curiosa de su discurso.
—La madre superiora dijo que no debía hacer nada de eso —aclaró sensata mientras la mujer mayor sonreía—. Dijo, ¡Taly! —engrosó la voz para sonar severa— No olvides que debes ser una jovencita juiciosa, no causes problemas, no llegues tarde, agradece los alimentos, come los nabos aunque no te gusten, ora todas las noches y queda estrictamente prohibido meter hombres a la habitación, si lo haces puedes quedar embarazada y eso será muy malo.
La señora Mayer estalló en carcajadas y le dio una palmada en el hombro antes de pedirle que tomara asiento.
—No te preocupes —dijo la mujer y señaló el sofá antes de servirle un poco de jugo.
Taly agradeció y terminó por sentarse en un pequeño sofá mirando alrededor. Era una casa pequeña pero confortable y para ella un lujo enorme tomando en cuenta las condiciones en las que vivían en el orfanato, que, aunque estaba limpio no tenía muchas comodidades.
»Debes estar hambrienta —mencionó Susan sacudiendo las manos de forma exagerada—. Ven, acompañanos.
Taly los siguió, sintiéndose cada vez más en confianza con ellos. Parecían buenas personas o eso pensaba ella tras la primera impresión que le habían dado.
Como cada día, se sentó y no pudo evitar dar gracias por lo alimentos causando una risilla en Tony, quien había empezado a comer y se atragantó al oír a la chica recitar toda una letanía de agradecimiento.
—Lo lamento —dijo Taly, algo sonrojada—. Es la costumbre.
—No te disculpes —agregó la señora mirando acusadora a su hijo—. Este bueno para nada deberá aprender a comportarse.
Los tres rieron y comenzaron a comer. Thalía comenzó a sentir que no todo estaba perdido y que al final parecía que si había sido adoptada.
—Has pensado qué harás ahora que estás fuera —inquirió Susan con la mirada sobre Taly—. Roxanne me ha dicho que buscarás trabajo, pero eres joven quizás quieras estudiar.
—Podría hacer ambas cosas —contestó con un suspiro—, pero por el momento buscaré un trabajo para mantenerme y después pensaré en algo más.
—Entonces no se diga más —agregó Tony, golpeando la mesa y sobresaltándolas—. Desde mañana te ayudo a encontrar trabajo. Hablaré con mi jefe, es un restaurante muy caro y llegan personas muy exclusivas, pero las propinas son buenas y además, así podré verte y venir contigo a casa en lo que aprendes a moverte por la ciudad. Washington es enorme, no es como Kentucky.
Taly sonrió emocionada ante la perspectiva de obtener su propio dinero y empezar a salir de aprietos sin causar tantas molestias.
Le indicaron su habitación y Taly subió a descansar sin salir de nuevo hasta la mañana siguiente, luego de caer rendida.
—Que bajo ha caído Lucien —dijo la mujer mientras le observaba, al mismo tiempo, Taly vio un auto negro avanzar a su lado, en sentido contrario a ella y con un rechinido de llantas.Aquello llamó su atención, pero no pudo ver de quien se trataba puesto que tenía los vidrios arriba, solo pudo ver la mano cuando la sacó por la ventanilla y le hizo una seña a Jules pero no bajó el cristal del todo. En su mano izquierda llevaba una pulsera con una placa brillante, un anillo enorme en el anular y sobre todo, tenía un lunar en la muñeca, justo a solo un centímetro del término de la palma de la mano, ahí donde los médicos presionaban para buscar el pulso.Taly miró a la mujer e intentó pasar a su lado, ignorándola por completo, pero Jules la tomó del brazo y la hizo mirarla.»¿Crees que has ganado? —preguntó desde su altiva posición—. Quiero que sepas que no soy la clase de mujer que pierde alguna vez—. No acostumbro a hacerlo, soy siempre la que gana, de eso puedes estar segura. Te prometo q
El jadeo indignado de la joven fue suficiente para hacerlo reír. —¿Flácidas tetas? —Las cejas de Taly casi se habían unido entre sí del coraje que sintió que le dijera eso—. Ni en sus mejores sueños un anciano decrépito va a volver a tener por caridad unas tetas como las mías entre sus manos. No señor, las mías son cotizadas, que lo sepa y en cuanto a mi trasero al menos mis pompas no son de toalla como las suyas.—Nadie mejor que un hombre para catar y emitir un juicio —respondió el presidente, sorprendiéndola y en un vano intento por coquetear con ella, pero en su opinión, parecía que no estaba dando resultados, puesto que la veía esquiva—. Somos expertos en eso, señorita Haretton.—Ya, claro —refutó ella no dispuesta a dejarse vencer—. Lo hacen aquellos que tienen buen trasero no los que tienen un trasero de víbora.Se irguió orgullosa de lo que acababa de decir y lo miró retándolo a decir algo mejor.—Las víboras no tienen trasero —replicó Lucien con un tono jocoso—. Así que no t
Los tres niños señalaron a Taly, quien sonreía orgullosa de su hazaña ante los ojos muy abiertos de Lucien.El hombre boqueó sin poder comprender cómo es que su niñera estaba haciendo algo tan descabellado y encima parecía orgullosa de haberlo hecho.—Tiene que ser una puta broma —mencionó sin poder creer que eso estaba pasando. Se suponía que su niñera estaba para cuidar de ellos no para hacer que sus hijos se tornaran peor.—Le dije que aprenderían la lección y lo han hecho —dijo Taly, sacando el pecho y levantando la barbilla como si fuera una heroína mientras él boqueaba como pez fuera del agua—. Nunca volverán a hacerme una travesura.El presidente parecía a punto de desmayarse ya sea del coraje o de la impresión, ella nunca lo sabría, pero segura de que al menos Lucien sabía que tenía todo bajo control.Salió del lugar sin decir nada y despotricando contra el mundo. Cansado de tener que lidiar con eso también.»Ya es casi noviembre chicas, han pensado en la decoración de fiestas
Taly se apartó de golpe y asestó una bofetada al presidente, tan sonora y fuerte que su mano dolió, pero no se inmutó en absoluto puesto que se sintió violentada; sobre todo después de lo que había pasado entre ellos y también estaba muy enfadada, era como si el hombre en cuestión creyera que podía hacer de ella lo que le diera la gana.—Lo siento —dijo Lucien cuando recuperó el sentido y sin saber por qué había actuado de esa manera.—¡No quiero que me vuelva a tocar o mandaré todo al demonio! —exclamó una furiosa Taly—. No voy a tolerar que juegue conmigo, así que será mejor que no haya ni diga nada en absoluto o provocará que me enferme de rabia y terminé por exponerlo.—Lo lamento, no debí hacer eso —reflexionó y trató de tocarla pero ella se alejó—. Creo que será mejor que volvamos dentro y… si no es mucho pedir, preferiría que no estuvieras demasiado cerca del embajador.No se atrevió a nombrar lo que sentía, pero sí que pensó que debía hacer una especie de introspección, aunque
Conoció a algunos congresistas, a sus esposos, inclusive algunas celebridades y más pronto que tarde se vio encontrándose con el único hombre al que le dio una sonrisa genuina, el embajador Franklin, quien en cuanto la vio, se acercó a ella para saludarla.—Señorita Haretton, debo decirle que esta noche está particularmente hermosa —dijo el hombre con un deje adulador mientras las otras mujeres alrededor de ellas esperaban el mismo cumplido—. Damas, ustedes también lucen hermosas. Es claro que esta noche además de la fina porcelana y la cubertería carísima, ustedes son las joyas del lugar.Las mujeres se sintieron halagadas y le agradecieron sus hermosos cumplidos, entretanto, Taly soltó una risilla a sabiendas de que el hombre estaba dándoles lo que ellas deseaban oír.Mientras tanto y, luego de una amena charla, todos fueron llevados al comedor en donde desde luego, el presidente gozó de un asiento privilegiado junto a Taly, quien no tardó en darse cuenta de que estaban hablando de e
Morgan entornó los ojos cada que escuchaba un «auch» de la boca de Taly mientras la arreglaban para la cena de esa noche. Los maquillistas estaban divertidos con el comportamiento de la joven, quien luego de lo que ella llamó, una tortura medieval, terminó por dejarse caer en la cama del cansancio.—Niña, vas a destruir el cabello —dijo la peinadora.—Los niños deben estar por llegar —anunció la niñera y de inmediato se levantó para ir a trabajar; no obstante, la mujer negó y le dijo que estaba todo bien y se harían cargo de ellos por ese día.Taly frunció el ceño y durante las siguientes horas se sometió a faciales, masajes, torturas para quedar hermosa y dormitó un par de veces ante el aburrimiento.Finalmente y horas después, logró estar lista. Eran casi las ocho de la noche cuando pudo verse al espejo luego de que le ayudaran a colocarse el vestido de esa noche.Se paró frente al enorme espejo y se miró antes de boquear un par de veces y mirar a Morgan, quien parecía orgullosa de s
Último capítulo