Entre las paredes de cristal de la agencia de publicidad más prestigiosa de Madrid, algunos secretos arden demasiado intensamente para permanecer ocultos. Aurah Roberts lo tiene todo planeado: a sus 23 años, con un título de marketing recién conseguido, comenzar como secretaria ejecutiva en Luxus Creative es solo el primer peldaño de su ambiciosa carrera. Inteligente, tenaz y con un talento que no puede ocultar, está dispuesta a trabajar el doble para demostrar que merece algo más que tomar notas en reuniones. Lo que no ha planeado es la atracción inmediata que siente por su jefe, Ashton Moreau, el enigmático director creativo conocido como "el Dios Griego". A sus 27 años, Ashton es el ejecutivo más joven y temido de la agencia: brillante, exigente y con una frialdad profesional que mantiene a todos a distancia. Cuando una noche de trabajo hasta tarde cruza la línea entre lo profesional y lo personal, ambos se ven atrapados en un juego peligroso donde las reglas corporativas chocan con un deseo imposible de ignorar. Lo que comienza como una aventura apasionada pronto se complica cuando Aurah consigue un merecido ascenso y los rumores empiezan a circular por la oficina.
Leer másAurah Roberts había aprendido a no odiar los lunes.
—Ponte las pilas, tía, que hoy te toca reunión con el Dios Griego —le susurró Vanessa, pasándole un café mientras ambas caminaban por el pasillo acristalado de Luxus Creative.
Ignoró el comentario con una sonrisa educada. El "Dios Griego" era como las secretarias llamaban a Ashton Moreau, su jefe directo y el hombre más inalcanzable del edificio. No solo por ser socio junior con apenas veintisiete años, sino por aquella frialdad profesional que lo envolvía como una armadura.
—Es solo la presentación del proyecto Esmeralda —respondió Aurah, intentando que su voz sonara neutra mientras ordenaba los documentos que llevaba en la mano.
Pero no era solo nada cuando se trataba de Ashton.
Desde que había entrado a trabajar como secretaria ejecutiva hacía tres meses, había intentado mantener la compostura. Era difícil cuando él la miraba con aquellos ojos que cambiaban del marrón al verde según la luz, como si pudiera leer cada uno de sus pensamientos. Aurah se había licenciado con honores en Marketing, pero su primer trabajo no había sido lo que esperaba. Sin embargo, estar en Luxus Creative, aunque fuera como secretaria, era un paso hacia su sueño.
La sala de reuniones principal era toda de cristal: paredes transparentes que convertían cada encuentro en un espectáculo para el resto de la oficina. Aurah entró primera para preparar la presentación y colocar las carpetas.
El aroma llegó antes que él. Una mezcla de sándalo y algo más primitivo que Aurah no sabía identificar. Cuando Ashton entró, el aire pareció densificarse.
—Buenos días, señorita Roberts.
Su voz. Grave. Contenida. Peligrosa.
—Buenos días, señor Moreau —respondió ella sin levantar la mirada de su tablet—. La presentación está lista y he añadido los cambios de última hora que envió anoche.
—¿A qué hora los recibiste?
—A las dos de la madrugada —contestó ella, ahora sí, mirándolo directamente.
Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Ashton. Aurah sabía que habría esperado una queja, un reproche velado. Pero ella no era así. Si había aprendido algo creciendo en una familia trabajadora era que el camino hacia arriba requería esfuerzo y silencio.
—No era necesario que los incorporaras tan pronto —dijo él, y por un segundo, Aurah creyó ver algo parecido a la admiración en sus ojos.
—Prefiero tener todo controlado.
Ashton asintió levemente mientras se quitaba la americana del traje y la colgaba en el respaldo de su silla. El movimiento tensó la camisa blanca contra su torso, y Aurah tuvo que obligarse a desviar la mirada hacia la pantalla.
El resto del equipo creativo fue entrando. Cinco personas más que hablaban y bromeaban con una familiaridad que Aurah aún no había conseguido. Ella seguía siendo la nueva, la secretaria que había llegado con un título universitario bajo el brazo y demasiadas ambiciones.
La reunión comenzó y Aurah tomaba notas eficientemente, interviniendo solo cuando le preguntaban algo específico sobre calendarios o datos. Pero cada vez que levantaba la vista, se encontraba con la mirada de Ashton sobre ella. No era una mirada lasciva ni irrespetuosa. Era algo peor: era una mirada analítica, como si estuviera intentando resolver un problema especialmente complejo.
A mitad de la presentación, cuando Lucas, el director de arte, mostraba los bocetos para la campaña, Aurah se atrevió a hacer una sugerencia:
—Disculpen la interrupción, pero ¿han pensado en utilizar una paleta más cálida para el segmento femenino? Los estudios demuestran que...
—Señorita Roberts —la voz de Ashton cortó el aire como un látigo—, ¿podría reservar sus aportaciones creativas para cuando se le soliciten? Estamos en mitad de una presentación.
El silencio que siguió fue denso. Aurah sintió cómo el calor subía por su cuello hasta sus mejillas, pero mantuvo la compostura.
—Por supuesto, señor Moreau. Disculpe la interrupción.
Lo que Ashton no sabía es que Aurah había crecido con tres hermanos mayores. Sabía encajar los golpes y devolverlos cuando menos lo esperaban.
La reunión continuó, y cuando todos comenzaban a recoger, Ashton se dirigió nuevamente a ella:
—Tu idea sobre la paleta de colores —dijo en voz baja, mientras los demás salían—. Era buena. Envíame un informe con los estudios que mencionabas.
Aurah parpadeó, sorprendida.
—Lo haré hoy mismo —respondió, intentando que no se notara el temblor en su voz.
—Y, Roberts...
—¿Sí?
—La próxima vez que tengas una idea, escríbela y pásala después. No me gusta que interrumpan las reuniones, pero tampoco que se desperdicien buenos conceptos.
No era una disculpa, pero se acercaba bastante viniendo de él. Aurah asintió, recogiendo sus cosas mientras sentía la mirada de Ashton siguiendo cada uno de sus movimientos.
Las horas pasaban lentas en las oficinas de Luxus. Aurah terminó el informe sobre la paleta de colores y añadió algunas referencias visuales que podrían servir de inspiración. Se lo envió a Ashton por correo y continuó con sus tareas diarias.
A las siete, cuando la mayoría ya se había marchado, su teléfono sonó.
—Ven a mi despacho —la voz de Ashton, sin preámbulos.
El despacho de Ashton era diferente al resto de la oficina. Mientras todo eran cristaleras y espacios abiertos, él había insistido en tener una pared de madera oscura donde colgaban algunos premios y una pintura abstracta de colores intensos. "Necesito un lugar donde pensar sin ser observado", había dicho cuando alguien cuestionó por qué el director creativo más joven quería aislarse.
Aurah entró después de llamar suavemente con los nudillos. Ashton estaba de pie junto a la ventana, con la ciudad a sus espaldas. El atardecer dibujaba su silueta en tonos dorados y rojizos.
—Has hecho un buen trabajo con el informe —dijo sin girarse.
—Gracias.
—¿Dónde estudiaste marketing?
—En la Complutense. Me gradué hace seis meses.
Ahora sí se giró, y Aurah sintió un escalofrío cuando sus ojos se encontraron.
—¿Y qué hace una graduada en marketing trabajando como secretaria?
La pregunta dolía, porque tocaba precisamente donde más insegura se sentía.
—Es un inicio. Todos empezamos en alguna parte.
Ashton dio unos pasos hacia ella. Aurah permaneció quieta, aunque todo su cuerpo le gritaba que retrocediera.
—Mañana tenemos una cena con los ejecutivos de Esmeralda —dijo él, cambiando de tema bruscamente—. Quiero que vengas.
No era una invitación. Era una orden.
—¿Como secretaria o...? —comenzó ella.
—Como parte del equipo creativo —la interrumpió—. Tu visión sobre el público femenino es interesante. Quiero que la escuchen.
Aurah tragó saliva. Era exactamente lo que había estado esperando: una oportunidad de demostrar que podía ser más que una secretaria.
—Por supuesto, estaré preparada.
—Es a las nueve, en El Jardín —añadió él—. Vestimenta formal.
El Jardín era uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Aurah calculó mentalmente si su presupuesto soportaría comprar algo adecuado.
Cuando se disponía a marcharse, Ashton habló de nuevo:
—Y, Roberts...
—¿Sí?
—Si vas a formar parte del equipo creativo, llámame Ashton, no "señor Moreau". Suena a que tengo cincuenta años.
Una diminuta sonrisa curvó los labios de Ashton, tan breve que Aurah podría haberla imaginado. Pero algo en su interior le dijo que no, que había sido real.
—Entendido... Ashton.
Su nombre en sus labios sonaba a promesa, a peligro. A fuego contenido tras un cristal que estaba a punto de romperse.
Aquella noche, mientras intentaba conciliar el sueño, Aurah no podía dejar de pensar en la cena del día siguiente. Y en cómo los ojos de Ashton parecían arder cuando la miraba fijamente... justo antes de apartar la vista, como si el mismo contacto visual le quemara.
Sus sueños estuvieron poblados de cristales que se fundían y manos que nunca llegaban a tocarse.
El despertador sonó demasiado pronto para el gusto de Aurah. Apenas había dormido, reviviendo cada momento de la noche anterior, cada palabra, cada mirada... aquel roce de dedos que había enviado descargas eléctricas por todo su cuerpo.Se quedó mirando su armario abierto mientras bebía el primer café. ¿Qué se ponía una cuando acababa de ser ascendida a creativa y su jefe —el mismo que la había tocado casi imperceptiblemente la noche anterior— la esperaba en la oficina?Normalmente optaría por algo discreto: pantalón, blusa, quizás un blazer. El uniforme no oficial de Luxus. Pero hoy... hoy quería algo diferente.Sacó un vestido rojo que había comprado en rebajas y nunca se había atrevido a usar en el trabajo. No era escandaloso, pero sí más ajustado de lo habitual, con un corte que acentuaba su figura y un escote que sugería más de lo que mostraba. Lo combinó con unos tacones negros y un maquillaje ligeramente más intenso que el habitual, prestando especial atención a sus labios.Vam
Tres meses. Tres meses habían pasado desde aquel día en la sala de juntas, desde que Ashton y Aurah decidieron dejar de esconderse. Tres meses de ajustes, de aprendizaje, de construir algo nuevo y sin precedentes en Luxus Creative.La reestructuración propuesta por Lieberman había funcionado sorprendentemente bien. Bajo la supervisión directa de Marina Vázquez, Aurah había florecido, demostrando un talento para la estrategia creativa que complementaba perfectamente su visión artística. Su equipo ahora manejaba cuatro cuentas importantes, incluyendo la expansión internacional de Esmeralda.Ashton, por su parte, había encontrado un equilibrio entre sus responsabilidades en Madrid y su contribución al proyecto de Londres. Viajaba una semana al mes, como habían acordado, y aunque las ausencias eran difíciles para ambos, habían aprendido a valorar el tiempo juntos con una intensidad renovada.Esa mañana de viernes, Aurah observaba la ciudad desde la ventana de su nuevo despacho. No era tan
Las semanas siguientes transcurrieron en una especie de doble vida que Aurah jamás habría imaginado llevar. En la oficina, ella y Ashton mantenían una relación estrictamente profesional: "Señor Moreau" y "Señorita Roberts", reuniones formales, correos electrónicos protocolarios. Nadie en Luxus Creative —ni siquiera Vanessa, a quien Aurah evitaba mentir pero a quien tampoco confiaba toda la verdad— habría sospechado que algo había cambiado entre ellos.Pero fuera del cristal y el acero de aquel edificio corporativo, existía otra realidad. Noches en la casa de la colina, fines de semana completos envueltos en una burbuja de intimidad, encuentros clandestinos en restaurantes a las afueras de la ciudad, mensajes de texto que hacían sonreír a Aurah en momentos inesperados del día.Era una dualidad agridulce. Por un lado, Aurah disfrutaba de la privacidad que les permitía construir algo genuino sin la presión de ojos curiosos. Por otro, había momentos en que le dolía fingir indiferencia cua
Los días siguientes transcurrieron en una extraña calma. En la oficina, Ashton y Aurah mantenían una relación profesional cordial pero distante. Nadie habría sospechado, al verlos discutir sobre paletas de colores en una reunión, que tres noches antes habían compartido sus secretos más profundos en un café apartado del mundo.Y sin embargo, algo había cambiado. Eran pequeños detalles: la manera en que Ashton consultaba la opinión de Aurah antes que la de nadie más, cómo sus ojos se demoraban un segundo de más en ella cuando creía que nadie miraba, mensajes de texto inocuos pero constantes sobre temas no relacionados con el trabajo."¿Has leído a Cortázar? Creo que te gustaría." "La exposición de mi madre se extendió dos semanas más. Quisiera mostrarte algunas fotos que no viste." "He descubierto un restaurante tailandés cerca de la galería. La comida es increíble."Aurah respondía con cautela al principio, luego con creciente entusiasmo. Su relación comenzaba a reconstruirse, ladrillo
Dos semanas. Habían pasado dos semanas desde aquella noche en el despacho, y Aurah sentía que estaba actuando en una obra de teatro donde todos conocían su papel menos ella. Cada mañana se ponía la máscara de profesionalidad, interactuaba con Ashton en reuniones con una cortesía gélida, y por las noches se permitía unos minutos para recordar cómo se habían sentido sus manos sobre su piel.Solo unos minutos. No más.El viernes por la tarde, mientras revisaba las pruebas para la nueva campaña, su teléfono sonó. Era Julia, de recepción.—Aurah, hay un mensajero con un paquete para ti. Dice que necesita entregarlo personalmente.Extrañada, Aurah bajó a recepción. El mensajero, un chico joven con casco de motocicleta bajo el brazo, le entregó un sobre de papel manila después de verificar su identidad.—¿Qué es esto? —preguntó ella, sin reconocer el remitente.—Ni idea, señorita. Solo sé que era urgente —respondió el chico, alejándose rápidamente.Aurah regresó a su escritorio y abrió el so
El fin de semana pasó con una lentitud exasperante para Aurah. Revisó su teléfono más veces de las que quisiera admitir, esperando un mensaje que nunca llegó. Se dijo a sí misma que no importaba, que lo del viernes había sido solo sexo, una explosión inevitable después de tanta tensión acumulada. No había promesas, no había compromisos.Entonces, ¿por qué dolía tanto su silencio?El lunes llegó envuelto en una lluvia persistente que empapaba la ciudad. Aurah entró a Luxus con el cabello húmedo y el ánimo bajo, pero decidida a mantener la compostura. Era una profesional. Lo que había ocurrido entre ella y Ashton no afectaría su trabajo.—¡Dios mío, estás empapada! —exclamó Vanessa, acercándose con una taza de café—. ¿Has visto el caos que hay afuera? El metro reventado, taxis imposibles...Aurah agradeció la normalidad de la conversación mientras se quitaba el abrigo mojado. La oficina bullía con la actividad habitual de un lunes por la mañana: llamadas, risas, el sonido de teclados y
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