NUEVE

Las semanas siguientes transcurrieron en una especie de doble vida que Aurah jamás habría imaginado llevar. En la oficina, ella y Ashton mantenían una relación estrictamente profesional: "Señor Moreau" y "Señorita Roberts", reuniones formales, correos electrónicos protocolarios. Nadie en Luxus Creative —ni siquiera Vanessa, a quien Aurah evitaba mentir pero a quien tampoco confiaba toda la verdad— habría sospechado que algo había cambiado entre ellos.

Pero fuera del cristal y el acero de aquel edificio corporativo, existía otra realidad. Noches en la casa de la colina, fines de semana completos envueltos en una burbuja de intimidad, encuentros clandestinos en restaurantes a las afueras de la ciudad, mensajes de texto que hacían sonreír a Aurah en momentos inesperados del día.

Era una dualidad agridulce. Por un lado, Aurah disfrutaba de la privacidad que les permitía construir algo genuino sin la presión de ojos curiosos. Por otro, había momentos en que le dolía fingir indiferencia cuando lo que quería era cruzar el despacho de Ashton y besarlo sin importarle quién pudiera verlos.

Aquella mañana de lunes, Aurah preparaba la presentación para uno de los clientes más importantes de Luxus. Su ascenso a creativa senior había sido formalizado oficialmente semanas atrás, y ahora tenía su propio equipo, sus propios proyectos. Era todo lo que había soñado profesionalmente, y se sentía orgullosa de haberlo logrado por méritos propios, no por su relación con Ashton.

—Tierra llamando a Aurah —la voz de Vanessa la sacó de sus pensamientos—. Llevas cinco minutos mirando la misma diapositiva.

Aurah parpadeó, volviendo a la realidad.

—Lo siento, estaba... pensando en un enfoque diferente —improvisó.

Vanessa la miró con suspicacia, sentándose en el borde de su escritorio.

—¿Un enfoque diferente o un director creativo diferente? —preguntó con una sonrisa pícara—. No creas que no me he dado cuenta.

El corazón de Aurah se aceleró.

—¿Dado cuenta de qué?

—De que has estado diferente estas semanas. Más... no sé, radiante.

Aurah intentó mantener su expresión neutra.

—Es el ascenso. Y el hecho de que finalmente puedo crear en lugar de tomar notas para que otros creen.

—Ajá —Vanessa no parecía convencida—. Y no tiene nada que ver con cierta persona que también parece inusualmente de buen humor últimamente. Tan de buen humor que ayer Lucas hizo una broma sobre si había probado alguna droga nueva.

Aurah rio, intentando restar importancia al comentario.

—Creo que estás viendo cosas donde no las hay, Vanessa. Ashton y yo apenas hablamos fuera de lo profesional.

Su amiga la miró fijamente durante unos segundos, como evaluando la veracidad de sus palabras, antes de encogerse de hombros.

—Si tú lo dices —concedió finalmente—. Aunque para que conste, creo que harían buena pareja.

Aurah estaba a punto de responder cuando la puerta de la sala de creativos se abrió. Ashton entró, impecable como siempre en su traje gris oscuro, seguido por Carolina Vega, la ejecutiva de Esmeralda.

—Buenos días —saludó, su mirada deteniéndose un segundo de más en Aurah antes de dirigirse al resto del equipo—. Carolina ha venido para la presentación final. Nos reuniremos en la sala principal en diez minutos.

Todos asintieron y comenzaron a recoger sus materiales. Aurah sintió el familiar hormigueo en el estómago que experimentaba cada vez que Ashton entraba en una habitación. Llevaban casi dos meses viéndose en secreto, y aún así, su presencia seguía afectándola como el primer día.

Mientras terminaba de organizar sus archivos, notó que Carolina se acercaba a Ashton, colocando una mano en su brazo y hablándole en voz baja, con una sonrisa que iba más allá de lo profesional. Sintió una punzada de celos, rápidamente seguida por culpabilidad. No tenía derecho a sentir celos. Después de todo, su relación con Ashton era un secreto. Para el resto del mundo, él seguía siendo soltero.

Durante la reunión, Aurah presentó su parte del proyecto con profesionalidad y seguridad. Ashton la observaba desde el otro lado de la mesa, con aquella mirada analítica que solo ella sabía interpretar ahora: orgullo, respeto, deseo contenido.

—Impresionante trabajo, Aurah —dijo Carolina cuando terminó—. Sabía que tenías potencial desde aquella primera cena. Me alegra que Luxus haya sabido retener tu talento.

—Gracias —respondió Aurah con una sonrisa cortés—. Luxus es donde quiero estar.

Sus ojos se desviaron involuntariamente hacia Ashton, que la miraba con una intensidad que le quitó el aliento por un segundo.

La reunión continuó con la presentación de otros aspectos del proyecto. Cuando finalizó, todos comenzaron a recoger sus cosas. Aurah se disponía a salir cuando Julia, la recepcionista, apareció en la puerta.

—Señor Moreau, el señor Lieberman está al teléfono. Dice que es urgente.

Ashton frunció el ceño. Kenneth Lieberman era el CEO de Luxus, y rara vez llamaba a menos que fuera algo importante.

—Voy enseguida —respondió, dirigiéndose rápidamente hacia su despacho.

Aurah continuó con su día, sumergida en el trabajo. Aquella noche tenían planes para cenar en la casa de la colina, y la anticipación la mantenía enfocada, deseando que las horas pasaran rápido.

A media tarde, su teléfono vibró con un mensaje de Ashton.

"Tenemos que hablar. Mi despacho, en 5 minutos."

La formalidad del mensaje y la ausencia del habitual tono cálido le produjo un escalofrío. Algo no iba bien.

Cuando entró al despacho de Ashton cinco minutos después, lo encontró de pie junto a la ventana, en la misma posición en que lo había visto tantas veces. Pero había algo diferente en su postura, una tensión que no había estado allí esa mañana.

—¿Qué ocurre? —preguntó Aurah después de cerrar la puerta.

Ashton se giró lentamente. Su rostro era una máscara de profesionalidad, pero Aurah había aprendido a leer las pequeñas señales: la línea tensa de su mandíbula, el minúsculo pliegue entre sus cejas.

—Me voy a Londres —anunció sin preámbulos.

Aurah sintió como si el suelo se moviera bajo sus pies.

—¿Qué?

—Lieberman me ha ofrecido dirigir la nueva sede de Luxus en Londres —continuó Ashton, su voz deliberadamente neutra—. Es una oportunidad única. La expansión internacional es un paso estratégico para la agencia, y... —se interrumpió, como si repentinamente se diera cuenta de que estaba divagando en términos corporativos.

—¿Cuándo? —preguntó Aurah, su voz apenas un susurro.

—La próxima semana. El contrato de alquiler de las oficinas se firma el lunes, y quieren que esté allí para supervisar todo desde el principio.

Aurah procesó la información, intentando mantener la calma a pesar del caos emocional que sentía. La próxima semana. Tan pronto. Tan... definitivo.

—¿Lo vas a aceptar? —preguntó, aunque algo en su interior ya conocía la respuesta.

Ashton la miró directamente, y por primera vez desde que había entrado, vio al hombre detrás del director creativo, al hombre con el que había compartido tanto más que una cama.

—Ya lo he aceptado —respondió con suavidad—. Esta mañana.

Las palabras cayeron como piedras entre ellos. Aurah dio un paso atrás, como si hubiera recibido un golpe físico.

—Ya veo —dijo, luchando por mantener su voz estable—. Felicidades por la promoción.

Ashton dio un paso hacia ella, pero se detuvo cuando Aurah levantó una mano, manteniéndolo a distancia.

—Aurah, por favor, déjame explicarte...

—No hay nada que explicar —lo interrumpió—. Es una gran oportunidad profesional. Cualquiera en tu posición la aceptaría.

—No es tan simple.

—Parece bastante simple desde donde estoy —replicó ella, la rabia mezclándose con el dolor—. Tomaste una decisión sobre tu futuro. Un futuro que, aparentemente, no me incluye.

—No es así —Ashton pasó una mano por su cabello, un gesto que Aurah conocía bien, señal de su frustración—. Quería hablar contigo antes, pero todo sucedió tan rápido. Lieberman me llamó esta mañana, necesitaba una respuesta inmediata.

—¿Y ni siquiera consideraste hablar conmigo primero? —la voz de Aurah temblaba ahora—. ¿Después de todo lo que hemos compartido?

Ashton la miró con una mezcla de culpa y determinación.

—Por supuesto que lo consideré. Pero... Aurah, esta es la oportunidad por la que he trabajado toda mi vida.

—Lo entiendo —dijo ella, y parte de ella realmente lo entendía—. Pero eso no cambia el hecho de que tomaste una decisión que afecta a ambos sin siquiera consultarme.

—Tú también tomaste decisiones sin consultarme —respondió él, un destello de frustración cruzando su rostro—. Cuando rechazaste la oferta de Carolina, no me preguntaste mi opinión.

—Eso fue diferente. Fue antes de... —Aurah se detuvo, consciente de dónde estaban—. Antes de nosotros.

Se miraron en silencio, el espacio entre ellos cargado de palabras no dichas, de promesas implícitas que ahora parecían a punto de romperse.

—Ven conmigo —dijo Ashton repentinamente.

Aurah parpadeó, sorprendida.

—¿Qué?

—A Londres. Ven conmigo —repitió, con más convicción—. Luxus London necesitará un equipo creativo fuerte. Podría recomendarte. Con tu talento, sería fácil justificar tu contratación.

Aurah lo miró incrédula.

—¿Me estás ofreciendo un trabajo?

—Te estoy ofreciendo una solución.

—¿Una solución? —La indignación reemplazó momentáneamente al dolor—. ¿Así es como lo ves? ¿Como un problema logístico que resolver?

Ashton frunció el ceño, claramente confundido por su reacción.

—Estoy tratando de encontrar una manera de estar juntos, Aurah. Creí que eso era lo que querías.

—¿Lo que yo quería? —Aurah rio sin humor—. Lo que yo quería era un compañero, Ashton. Alguien que me viera como su igual, no como una subordinada a la que puede mover de un lado a otro según sus planes.

—No es así en absoluto —protestó él—. Te respeto como profesional, lo sabes.

—¿De verdad? Porque desde donde estoy, parece que sigues viendo nuestra relación a través del prisma de la jerarquía. Tú decides, yo acato.

Ashton se pasó ambas manos por el rostro, visiblemente frustrado.

—Estás malinterpretando todo esto. No se trata de jerarquía, se trata de oportunidades. Para ambos.

—¿Y qué pasa con lo que he construido aquí? —cuestionó Aurah—. Mi equipo, mis proyectos, la credibilidad que he ganado con tanto esfuerzo. ¿Debo dejarlo todo para seguirte a Londres y comenzar de cero, como tu... qué? ¿Tu asistente? ¿Tu amante secreta?

—No sería así —insistió Ashton—. Podríamos ser abiertos sobre nuestra relación en Londres. Nadie nos conoce allí, no habría rumores ni prejuicios.

Aurah lo miró fijamente, una realización dolorosa formándose en su mente.

—Eso es lo que realmente te preocupa, ¿verdad? No cómo me sentiría yo dejándolo todo, sino cómo te verían a ti si nuestra relación se hiciera pública aquí.

Ashton no respondió inmediatamente, y ese silencio fue más revelador que cualquier palabra.

—No es tan simple, Aurah —dijo finalmente—. Aquí hay una historia, un contexto. La gente hablaría, cuestionaría tu ascenso, mi juicio profesional...

—Así que sigue siendo sobre las apariencias —concluyó ella, el dolor afilándose en sus palabras—. Sobre mantener la fachada perfecta del director creativo intachable.

—Estás simplificando algo muy complejo —protestó Ashton—. Por supuesto que me importa cómo te afectaría a ti, a tu carrera. Por eso creo que Londres es la solución ideal. Un nuevo comienzo para ambos.

Aurah negó con la cabeza, sintiendo que algo fundamental entre ellos se estaba rompiendo.

—Un nuevo comienzo que decidiste unilateralmente. Un futuro que diseñaste sin consultarme. —Lo miró directamente a los ojos—. Dime la verdad, Ashton. Si yo te dijera que no puedo ir a Londres, que mi vida está aquí, ¿renunciarías a esa oportunidad por mí?

Ashton desvió la mirada, y Aurah tuvo su respuesta antes de que él hablara.

—No es justo que me pidas eso —dijo finalmente—. Es mi carrera, Aurah. He trabajado toda mi vida para llegar a este punto.

—Y yo he trabajado toda mi vida para llegar donde estoy —respondió ella con calma—. La diferencia es que yo nunca te pediría que renunciaras a tus sueños por mí. Solo quería ser parte de la decisión.

Un silencio pesado cayó entre ellos. A través de las paredes de cristal, la vida en la oficina continuaba, ajena al drama que se desarrollaba en el despacho.

—Lo siento —dijo Ashton finalmente—. Tienes razón. Debí hablarlo contigo antes. Pero eso no cambia mi decisión, ni cambia lo que siento por ti.

Aurah lo miró, viendo al hombre del que se había enamorado y, al mismo tiempo, al extraño que acababa de romper algo precioso.

—Creo que necesito tiempo para procesar todo esto —dijo, dirigiéndose hacia la puerta.

—Aurah, por favor —la voz de Ashton la detuvo—. No dejes que esto termine así.

Ella se giró, una triste sonrisa en sus labios.

—¿Sabes qué es lo más irónico? Que finalmente entiendo por qué funcionaba lo nuestro. Era fácil ser valientes cuando nadie lo sabía, cuando podíamos jugar a la casita en tu refugio de las colinas. Pero en el momento en que la vida real intervino, volviste a ser el mismo hombre que huyó después de nuestra primera noche juntos. El hombre que tiene miedo de lo que siente.

—Eso no es justo —protestó Ashton—. No estoy huyendo. Estoy tomando una decisión profesional.

—Dime que no consideraste, ni por un segundo, que Londres también significaba escapar de lo complicado que se estaba volviendo esto entre nosotros —desafió Aurah—. Dime que no sentiste alivio al pensar que podrías evitar todas las conversaciones difíciles sobre hacer pública nuestra relación aquí.

Ashton guardó silencio, y Aurah asintió, confirmando sus sospechas.

—Eso pensé.

Con esas palabras, salió del despacho, cerrando la puerta suavemente tras ella. No miró atrás, no vio cómo Ashton se dejaba caer en su silla, con el rostro entre las manos. No quería que él viera las lágrimas que comenzaban a formarse en sus ojos.

Regresó a su escritorio, recogió sus cosas mecánicamente y se dirigió al ascensor. Necesitaba salir del edificio, respirar aire que no estuviera cargado con la colonia de Ashton, con promesas rotas y futuros truncados.

En el vestíbulo, su teléfono vibró con un mensaje.

"Te quiero. Por favor, no renuncies a nosotros. Hablemos esta noche, en la colina. Solo tú y yo."

Aurah miró las palabras en la pantalla, sintiendo una mezcla de amor, dolor y rabia que amenazaba con asfixiarla. "Te quiero." Era la primera vez que Ashton lo decía, o lo escribía. Y tenía que ser ahora, cuando todo parecía desmoronarse.

No respondió. Guardó el teléfono y salió a la calle, dejando que la lluvia fina que había comenzado a caer se mezclara con las lágrimas que ya no podía contener.

Vanessa se presentó en su apartamento dos horas después, con vino, helado y una expresión de preocupación.

—Prácticamente saliste corriendo de la oficina —dijo mientras entraba—. ¿Qué ha pasado?

Aurah consideró mentir, inventar alguna excusa sobre sentirse enferma o un problema familiar. Pero estaba cansada de mentir, de esconderse.

—Ashton y yo hemos estado viéndonos —confesó, las palabras saliendo como un torrente—. En secreto. Desde hace casi dos meses. Y ahora se va a Londres y quiere que vaya con él, pero ni siquiera me consultó antes de aceptar el puesto, y... —se interrumpió, las lágrimas volviendo a surgir.

—Oh, cariño —Vanessa dejó las bolsas sobre la mesa y abrazó a su amiga—. Lo sabía. No los detalles, pero sabía que algo pasaba entre vosotros.

Sentadas en el sofá, con copas de vino en la mano, Aurah le contó todo: la noche en el despacho, las semanas de distanciamiento, la reconciliación, los fines de semana en la casa de la colina, la felicidad clandestina que habían construido. Y finalmente, la noticia de Londres y la discusión de esa tarde.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Vanessa cuando Aurah terminó su relato.

—No lo sé —admitió ella, jugueteando con el borde de su copa—. Una parte de mí quiere ir a su casa esta noche, como me pidió. Hablar, encontrar una solución. Pero otra parte siente que ya no hay nada que hablar. Él tomó su decisión sin mí. ¿Qué dice eso sobre cómo ve nuestra relación?

—Dice que es un hombre —respondió Vanessa con una pequeña sonrisa—. Los hombres, incluso los más brillantes, pueden ser increíblemente estúpidos cuando se trata de entender lo que realmente importa.

Aurah rio a pesar de las lágrimas.

—Debería estar furiosa con él —dijo.

—Probablemente —concedió Vanessa—. Pero también le quieres. Y cuando quieres a alguien, a veces le das otra oportunidad. No porque lo merezca, sino porque tú mereces la paz de saber que lo intentaste todo.

Aurah consideró las palabras de su amiga. ¿Estaba dispuesta a intentarlo de nuevo? ¿A confiar en que esta vez Ashton la trataría como una igual, no como un apéndice de sus propios planes?

—No puedo ir a Londres —dijo finalmente—. No así. No como un añadido a su gran plan.

—Entonces díselo —respondió Vanessa—. Establece tus términos. Si realmente te quiere, encontrará una manera.

Aurah asintió lentamente. Su amiga tenía razón. Merecía al menos la oportunidad de decir su verdad, de establecer sus condiciones.

—Gracias —dijo, abrazando a Vanessa—. Por escuchar. Por entender.

—Para eso estamos las amigas —respondió ella, devolviendo el abrazo—. Ahora, ¿quieres que me quede o prefieres estar sola?

—Creo que necesito pensar —dijo Aurah—. Aclarar mis ideas antes de hablar con él.

Después de que Vanessa se marchara, Aurah se dio una larga ducha, dejando que el agua caliente lavara parte de la tensión de su cuerpo. Se vistió con cuidado, eligiendo un atuendo que le diera confianza: jeans oscuros, una blusa verde que resaltaba sus ojos, botines cómodos. No se trataba de seducir esta noche, sino de hablar como iguales.

Antes de salir, tomó su teléfono y escribió un mensaje:

"Estaré allí a las 8. Tenemos que hablar."

La respuesta llegó casi instantáneamente:

"Te estaré esperando."

El camino hacia la casa de la colina nunca le había parecido tan largo. Cada curva, cada árbol le recordaba momentos compartidos, promesas susurradas, un futuro que ahora parecía desdibujarse.

Cuando finalmente llegó, vio el coche de Ashton aparcado frente a la casa. Las luces estaban encendidas, proyectando un resplandor dorado en la oscuridad. Por un segundo, consideró dar la vuelta, evitar la conversación que probablemente terminaría con más dolor. Pero se obligó a continuar. Merecía un cierre, fuera cual fuera.

Ashton abrió la puerta antes de que ella llamara, como si hubiera estado esperando junto a la ventana. Llevaba jeans y un suéter gris, el cabello ligeramente despeinado, como si hubiera pasado las manos por él repetidamente. Había una vulnerabilidad en su mirada que Aurah rara vez había visto.

—Gracias por venir —dijo, haciéndose a un lado para dejarla entrar.

Aurah pasó junto a él, sintiendo el familiar aroma de su colonia, luchando contra el impulso de refugiarse en sus brazos como había hecho tantas veces en esa misma entrada.

La casa estaba como siempre: acogedora, elegante en su sencillez. Pero había algo diferente esta noche. Un aire de finalidad, como si ambos supieran que lo que sucediera en las próximas horas definiría todo entre ellos.

—¿Quieres algo de beber? —ofreció Ashton, moviéndose hacia la cocina.

—No, gracias —respondió Aurah, manteniéndose de pie en medio del salón—. No he venido a socializar, Ashton. He venido a hablar.

Él asintió, acercándose pero manteniendo una distancia prudente, como si temiera que ella pudiera desvanecerse si se acercaba demasiado.

—Lo entiendo —dijo—. Y te escucho.

Aurah respiró profundamente, organizando sus pensamientos.

—No puedo ir a Londres —comenzó, yendo directamente al punto—. No así. No como una decisión tomada por ti, en la que yo solo tengo que seguirte.

Ashton asintió lentamente.

—Lo entiendo. Y lo lamento. Debí hablarlo contigo antes, consultarte, incluirte en la decisión.

—Pero eso no cambia el hecho de que te vas —continuó ella—. Y que yo no puedo acompañarte.

—¿No puedes o no quieres? —preguntó él suavemente.

—Ambas cosas —respondió Aurah con honestidad—. No puedo abandonar todo lo que he construido aquí para empezar de cero en un lugar donde sería vista como "la chica de Ashton Moreau". Y no quiero vivir a la sombra de tus decisiones, siempre un paso por detrás.

Ashton se acercó un poco más, sus ojos fijos en los de ella.

—Nunca te vería así —dijo con fervor—. Eres brillante por derecho propio, Aurah. Cualquiera que trabaje contigo lo ve inmediatamente.

—No se trata solo de cómo me verías tú —explicó ella—. Se trata de cómo me vería yo misma. Necesito construir mi propio camino, no seguir el tuyo.

Un silencio se instaló entre ellos, cargado de emociones no expresadas. Finalmente, Ashton habló:

—Así que es el final —no era una pregunta, sino una constatación dolorosa.

—No lo sé —respondió Aurah con sinceridad—. Solo sé que no puedo ir a Londres contigo. No ahora, no así.

—Te quiero —dijo Ashton, las palabras saliendo como si no pudiera contenerlas más—. No te lo había dicho antes, y debería haberlo hecho. Te quiero, Aurah. Y la idea de perderte... —se detuvo, la emoción quebrando su voz.

Aurah sintió que algo se rompía dentro de ella. Verlo así, vulnerable, humano, la desarmaba. Pero no podía ceder, no en esto.

—Yo también te quiero —admitió, las palabras apenas audibles—. Pero a veces el amor no es suficiente. No cuando queremos cosas diferentes, no cuando estamos en momentos distintos de nuestras vidas.

Ashton dio otro paso hacia ella, ahora tan cerca que podía sentir su calor.

—¿Y si encontráramos otra solución? —propuso—. ¿Y si... rechazara la oferta de Londres?

Aurah lo miró sorprendida.

—No puedes hacer eso. Es tu sueño, tu oportunidad.

—Tú también eres mi sueño —respondió él con sencillez—. Y me he dado cuenta hoy, cuando creí que te había perdido, que ningún ascenso, ningún título vale la pena si no estás a mi lado para compartirlo.

Aurah negó con la cabeza, confundida por el giro inesperado.

—No puedo pedirte que renuncies a eso por mí.

—No me lo estás pidiendo —dijo Ashton, tomando suavemente sus manos—. Lo estoy ofreciendo. Porque te quiero, y porque quiero construir algo real contigo. Algo que no sea un secreto, algo que no requiera escondernos.

—Pero Londres...

—Habrá otras oportunidades —la interrumpió—. Para ambos. Juntos.

Aurah lo miró, buscando en sus ojos cualquier signo de duda o resentimiento futuro. Solo encontró certeza, amor y algo que parecía paz.

—No quiero que te arrepientas —dijo, su voz temblorosa—. No quiero que algún día me mires y pienses en lo que podrías haber sido si no fuera por mí.

Ashton acunó su rostro entre sus manos, una sonrisa suave en sus labios.

—Lo único de lo que me arrepentiría sería perderte —dijo—. Londres, la expansión, los títulos... son solo trabajos, Aurah. Pero lo que tenemos... esto es real. Esto es lo que importa.

Se miraron en silencio, el espacio entre ellos cargado de posibilidades, de futuros alternativos, de caminos que se bifurcaban y se unían.

—¿Estás seguro? —preguntó Aurah finalmente.

—Nunca he estado más seguro de nada —respondió él.

Y entonces la besó, un beso que sabía a promesa, a nuevo comienzo, a verdad finalmente reconocida. Aurah respondió con igual fervor, sintiendo que algo que había estado roto dentro de ella comenzaba a sanar.

Cuando se separaron, Ashton apoyó su frente contra la de ella, sus ojos cerrados como si quisiera grabar este momento en su memoria.

—Hay algo más que debo hacer —dijo—. Algo que debí hacer hace tiempo.

—¿Qué?

La miró, una determinación nueva en sus ojos.

—Hablar con Lieberman. Explicarle por qué no puedo ir a Londres, y también... hablarle de nosotros. De nuestra relación.

Aurah contuvo el aliento.

—¿Estás seguro? Eso podría...

—Es lo correcto —la interrumpió con suavidad—. Ya no quiero escondernos, Aurah. Quiero poder tomarte de la mano en la oficina, besarte cuando me apetezca, sin preocuparme por quién nos ve o qué piensa.

—Pero tu reputación... —comenzó ella.

—Al diablo con mi reputación —dijo Ashton con una sonrisa—. Prefiero ser conocido como el hombre que ama abiertamente a una mujer brillante que como el director creativo perfecto pero solitario.

Aurah rio, las lágrimas mezclándose con la risa.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con Ashton Moreau?

Él también rio, atrayéndola más cerca.

—Soy el hombre en el que me has convertido —respondió, besando su frente—. El hombre que por fin se ha dado cuenta de lo que realmente importa.

Se quedaron así, abrazados en medio del salón, la ciudad extendiéndose a sus pies a través del ventanal, un mosaico de luces en la oscuridad. No había certezas sobre lo que vendría después, sobre cómo reaccionaría Lieberman o el resto de Luxus. Pero había algo más importante que las certezas: había confianza. Confianza en ellos, en lo que habían construido, en lo que podrían construir juntos.

—¿Cuándo hablarás con Lieberman? —preguntó Aurah después de un largo silencio.

—Mañana a primera hora —respondió Ashton con determinación—. No quiero esperar más. Quiero empezar esta nueva etapa cuanto antes.

Aurah asintió, una mezcla de nerviosismo y esperanza agitándose en su interior.

—¿Y si las cosas se complican? ¿Si no lo acepta bien?

Ashton se separó ligeramente para mirarla a los ojos.

—Entonces enfrentaremos las consecuencias juntos —dijo con sencillez—. No hay plan B, Aurah. Solo nosotros, eligiéndonos mutuamente por encima de todo lo demás.

La firmeza en su voz, la absoluta seguridad, derritió las últimas barreras de duda en el corazón de Aurah. Este no era el Ashton indeciso, el que huía de las complicaciones. Este era un hombre que finalmente había encontrado algo por lo que valía la pena luchar.

—Te quiero —susurró, las palabras saliendo con naturalidad, sin reservas.

—Y yo a ti —respondió él, sellando la promesa con un beso.

Esa noche, mientras hacían el amor frente a la chimenea, en el suelo alfombrado del salón, fue diferente a todas las anteriores. No había secretos entre ellos, no había miedos no expresados, no había un futuro incierto acechando en las sombras. Solo existían ellos dos, sus cuerpos y almas encontrándose en un baile que parecía tan antiguo como el tiempo mismo y, sin embargo, nuevo y deslumbrante cada vez.

Después, envueltos en una manta, contemplando las brasas moribundas, Ashton le contó su plan. Hablaría con Lieberman, sería honesto sobre su relación, propondría ajustes en la estructura jerárquica de Luxus para evitar conflictos de interés. Si el CEO insistía en mantenerlo alejado del proyecto de Londres, sugeriría otras formas de contribuir a la expansión internacional sin tener que trasladarse. Posibilidades, alternativas, todas ellas basadas en un principio fundamental: Aurah y él eran un equipo ahora.

—Pareces muy seguro de que todo saldrá bien —comentó ella, trazando perezosamente líneas imaginarias en el pecho de Ashton.

Él sonrió, besando la parte superior de su cabeza.

—No estoy seguro de nada, excepto de ti. De nosotros. Y eso es suficiente.

Durmieron entrelazados, como tantas otras noches, pero esta vez sin el temor al despertar, sin la ansiedad de la separación inminente, sin el peso de un secreto que cada día se volvía más difícil de mantener.

La mañana siguiente amaneció radiante, el sol filtrándose a través de las ventanas, bañando la habitación en una luz dorada que parecía augurar buenos tiempos. Aurah despertó envuelta en los brazos de Ashton, que ya estaba despierto, observándola con una expresión de serena felicidad.

—Buenos días —susurró él, besando suavemente su frente.

—Buenos días —respondió ella, estirándose como una gata satisfecha—. ¿Llevas mucho tiempo despierto?

—El suficiente para memorizar cada centímetro de tu rostro —dijo con una sonrisa—. Y para hacer café. Está en la cocina cuando quieras.

Aurah rio, incorporándose.

—Eres absurdamente perfecto por las mañanas. Debería odiarte por eso.

—Pero no lo haces —replicó él, tirando suavemente de ella para robarle un beso.

Se prepararon juntos, moviéndose por la casa en una cómoda coreografía que habían perfeccionado durante sus fines de semana compartidos. Esta vez, sin embargo, había un propósito diferente, una anticipación que flotaba en el aire.

Acordaron ir a la oficina en coches separados, una última concesión al secreto que pronto dejarían atrás. Ashton llegaría primero, para hablar con Lieberman antes de que la actividad diaria de Luxus estuviera en pleno apogeo. Aurah llegaría después, para darles tiempo.

Se despidieron en la entrada de la casa, un último beso cargado de promesas y esperanza.

—Pase lo que pase hoy —dijo Ashton, sosteniendo sus manos entre las suyas—, recuerda que te quiero. Que eres lo más importante para mí.

—Tú también lo eres para mí —respondió ella, apretando sus manos—. Llámame en cuanto hayas hablado con él.

Ashton asintió, besándola una vez más antes de dirigirse a su coche. Mientras lo veía alejarse por el camino sinuoso, Aurah sintió una mezcla de nerviosismo y exhilaración. Hoy cambiaría todo, para bien o para mal.

El trayecto hasta su apartamento para cambiarse le pareció interminable. Su mente saltaba entre escenarios, imaginando cómo sería trabajar abiertamente junto a Ashton, sin fingir indiferencia, sin encuentros clandestinos. O, en el peor de los casos, cómo sería si uno de ellos tuviera que dejar Luxus. ¿Estarían realmente dispuestos a sacrificar tanto por su relación?

Cuando finalmente llegó a la oficina, el ambiente parecía normal: el zumbido de conversaciones, teléfonos sonando, el aroma del café. Pero había algo diferente, algo que no podía identificar exactamente. Quizás era solo su percepción, agudizada por la anticipación.

Vanessa la interceptó en el vestíbulo, con una expresión que oscilaba entre la curiosidad y la preocupación.

—¿Has hablado con él? —preguntó en voz baja, tirando de Aurah hacia un rincón apartado.

—Sí —respondió Aurah, incapaz de contener una pequeña sonrisa—. Anoche. Fue... esclarecedor.

—¿Y? —presionó Vanessa—. No me dejes así.

—Decidió no ir a Londres —dijo Aurah, su voz apenas un susurro—. Por mí. Por nosotros.

Vanessa abrió mucho los ojos.

—¿En serio? Vaya, está realmente enamorado.

—Esta mañana iba a hablar con Lieberman —continuó Aurah—. Para explicarle la situación, y también... para hablarle de nuestra relación.

—Oh, Dios —Vanessa parecía entre impresionada y preocupada—. Eso es... un gran paso.

—Lo sé —Aurah miró a su alrededor, notando que algunas personas las observaban con curiosidad—. ¿Ha pasado algo raro hoy? Siento que todos están... no sé, diferentes.

Vanessa frunció el ceño.

—Ahora que lo mencionas, hay cierto ambiente. Lieberman llegó temprano, lo cual es extraño en sí mismo. Y ha habido mucho movimiento en la sala de juntas principal.

El corazón de Aurah dio un vuelco. La sala de juntas principal solo se utilizaba para reuniones importantes, decisiones estratégicas o... crisis.

—¿Has visto a Ashton? —preguntó, intentando que su voz sonara casual.

—No desde que llegué —respondió Vanessa—. Pero su coche está en el aparcamiento, así que debe estar aquí.

En ese momento, el teléfono de Aurah vibró en su bolsillo. Un mensaje de Ashton, breve y críptico:

"Sala de juntas principal. Ahora. No te preocupes."

Mostró el mensaje a Vanessa, que soltó un pequeño silbido.

—Parece que las cosas se están moviendo rápido —comentó—. ¿Quieres que vaya contigo?

Aurah negó con la cabeza.

—Tengo que hacer esto sola —dijo, agradecida por el ofrecimiento pero decidida a enfrentar lo que viniera con la misma valentía que Ashton había mostrado.

Se dirigió hacia la sala de juntas, consciente de las miradas que la seguían. Cuando llegó a la puerta de cristal esmerilado, respiró profundamente antes de llamar suavemente con los nudillos.

—Adelante —la voz de Lieberman, fuerte y clara, la invitó a entrar.

La sala estaba ocupada por varias personas: Lieberman en la cabecera de la larga mesa, Ashton a su derecha, y tres personas más que Aurah reconoció como miembros de la junta directiva. Todos la miraron cuando entró, y por un momento terrible, sintió que había caído en una trampa.

Pero entonces vio la expresión de Ashton: serena, casi sonriente, sus ojos comunicándole que todo estaba bien. Se relajó ligeramente.

—Señorita Roberts, gracias por unirse a nosotros —dijo Lieberman, un hombre de unos sesenta años con una presencia imponente pero afable—. Por favor, tome asiento.

Aurah se sentó en la silla vacía junto a Ashton, notando que habían dejado ese espacio específicamente para ella. ¿Coincidencia o señal?

—Ashton nos ha estado informando de algunos... desarrollos interesantes —continuó Lieberman, con un tono que no revelaba si consideraba esos desarrollos positivos o negativos—. Incluyendo su decisión de declinar la oferta de Londres.

Aurah miró a Ashton, que asintió levemente, confirmando que había sido sincero, que había mantenido su palabra.

—También nos ha hablado de la naturaleza de su relación con usted —añadió Lieberman, dirigiéndose ahora directamente a Aurah—. Una relación que, según entiendo, ha estado manteniendo en secreto durante los últimos dos meses.

No era una pregunta, pero Aurah sintió la necesidad de responder.

—Así es, señor —dijo, su voz más firme de lo que esperaba—. Queríamos estar seguros de lo que sentíamos antes de hacer pública nuestra relación.

Lieberman la miró fijamente durante unos segundos que parecieron eternos.

—Ya veo —dijo finalmente—. Y ahora están seguros.

—Completamente —intervino Ashton, y por primera vez desde que Aurah había entrado, tomó su mano sobre la mesa, a la vista de todos—. Por eso estoy dispuesto a rechazar Londres o cualquier otra oferta que signifique separarme de Aurah.

El gesto, tan simple y a la vez tan significativo, pareció sorprender a los presentes. Lieberman observó sus manos unidas con una expresión indescifrable.

—El asunto —dijo finalmente— es que Luxus tiene políticas muy claras sobre relaciones entre empleados, especialmente cuando existe una relación jerárquica directa.

—Lo entendemos perfectamente —respondió Ashton—. Y estamos dispuestos a hacer los ajustes necesarios. Mi renuncia, si es preciso.

Aurah lo miró alarmada. Esto no era parte del plan que habían discutido.

—O la mía —se apresuró a añadir—. No quiero que la carrera de Ashton se vea perjudicada por nuestra relación.

Ashton apretó su mano, silenciosamente agradeciéndole pero también indicándole que no era necesario.

Para sorpresa de ambos, Lieberman soltó una carcajada.

—¿Su renuncia? —dijo, mirando a Ashton—. ¿La del mejor director creativo que ha tenido esta agencia en décadas? ¿O la suya? —añadió, dirigiéndose a Aurah—. ¿La de la joven que ha revitalizado nuestra aproximación al mercado femenino y que acaba de conseguirnos la renovación del contrato con Esmeralda?

Los miró a ambos, ahora con una sonrisa franca.

—No, no vamos a prescindir de ninguno de ustedes —continuó—. Lo que vamos a hacer es adaptar nuestra estructura.

Explicó entonces su plan: una reorganización que ya había estado considerando desde hacía tiempo. Aurah dejaría de reportar directamente a Ashton, pasando a depender jerárquicamente de Marina Vázquez, la directora de estrategia. Esto eliminaría el conflicto de interés directo sin afectar al trabajo de ninguno de los dos.

—En cuanto a Londres —añadió Lieberman, mirando a Ashton—, entiendo su decisión de quedarse. Pero la expansión internacional sigue siendo una prioridad para Luxus, y necesitamos su visión en el proyecto.

—Por supuesto —asintió Ashton—. Estoy dispuesto a contribuir de cualquier manera que no implique trasladarme permanentemente.

Lieberman sonrió, complacido.

—¿Qué le parecería supervisar el proyecto desde aquí, con viajes periódicos a Londres? Digamos, una semana al mes durante los primeros seis meses. Después podríamos reducirlo.

Ashton miró a Aurah, buscando su aprobación. Ella asintió, sonriendo. Era una solución perfecta: Ashton podría ser parte del proyecto que tanto le apasionaba, sin tener que renunciar a su relación.

—Me parece excelente —respondió Ashton.

—Perfecto —Lieberman se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa—. Solo una cosa más: quiero que su relación sea pública a partir de ahora. Nada de secretos, nada de esconderse. Una relación clandestina da lugar a rumores, y los rumores son malos para el negocio.

Aurah y Ashton intercambiaron una mirada sorprendida. De todas las reacciones que habían anticipado, esta era la última que esperaban.

—¿Está seguro? —preguntó Ashton—. Algunos clientes podrían...

—Los clientes valoran la honestidad —lo interrumpió Lieberman—. Y el talento, que ustedes tienen de sobra. Además —añadió con un brillo travieso en los ojos—, nada vende mejor una agencia de publicidad que una buena historia de amor en su seno. Demuestra que tenemos corazón, además de cerebro.

Hubo risas alrededor de la mesa, y Aurah sintió que una carga inmensa se levantaba de sus hombros. No solo no estaban en problemas, sino que Lieberman estaba transformando lo que podría haber sido una crisis en una oportunidad.

La reunión continuó con detalles sobre la reorganización y el proyecto de Londres. Cuando finalmente terminó, Lieberman se acercó a ellos mientras los demás salían.

—Conozco el amor cuando lo veo —dijo en voz baja, solo para ellos—. Mi esposa era mi asistente cuando la conocí, hace cuarenta años. A veces, las reglas están para romperse... o reescribirse.

Con una última sonrisa cómplice, salió de la sala, dejándolos solos.

Aurah y Ashton se miraron, aún procesando lo que acababa de ocurrir. Luego, simultáneamente, rompieron a reír, una risa de puro alivio, de felicidad inesperada.

—No puedo creerlo —dijo Aurah cuando finalmente recuperó el aliento—. De todos los escenarios que imaginé...

—Este era el mejor posible —completó Ashton, atrayéndola hacia él—. Y ahora, señorita Roberts, creo que tenemos un anuncio que hacer.

Salieron de la sala de juntas tomados de la mano, conscientes de las miradas sorprendidas que los seguían mientras caminaban por los pasillos acristalados de Luxus. No les importaba. Ya no había necesidad de esconderse, de fingir indiferencia, de mantener las distancias.

El contrato invisible que habían firmado esa mañana era más vinculante que cualquier documento legal: una promesa de honestidad, de apoyo mutuo, de amor sin condiciones. Y aunque el camino futuro tendría sin duda sus propios desafíos, ahora sabían que podían enfrentarlos juntos, a la luz del día, sin paredes de cristal que los separaran.

Mientras Ashton la besaba suavemente frente a todos, sellando su compromiso de forma pública, Aurah pensó en aquel primer día en su despacho, en cómo todo había comenzado con una mirada, con el fuego contenido dentro del cristal. Ahora ese fuego ardía libremente, iluminando no solo sus vidas, sino también el camino hacia un futuro que construirían juntos, paso a paso, día a día.

Sin jerarquías. Sin secretos. Solo ellos, eligiéndose mutuamente cada día.

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