Dos semanas. Habían pasado dos semanas desde aquella noche en el despacho, y Aurah sentía que estaba actuando en una obra de teatro donde todos conocían su papel menos ella. Cada mañana se ponía la máscara de profesionalidad, interactuaba con Ashton en reuniones con una cortesía gélida, y por las noches se permitía unos minutos para recordar cómo se habían sentido sus manos sobre su piel.Solo unos minutos. No más.El viernes por la tarde, mientras revisaba las pruebas para la nueva campaña, su teléfono sonó. Era Julia, de recepción.—Aurah, hay un mensajero con un paquete para ti. Dice que necesita entregarlo personalmente.Extrañada, Aurah bajó a recepción. El mensajero, un chico joven con casco de motocicleta bajo el brazo, le entregó un sobre de papel manila después de verificar su identidad.—¿Qué es esto? —preguntó ella, sin reconocer el remitente.—Ni idea, señorita. Solo sé que era urgente —respondió el chico, alejándose rápidamente.Aurah regresó a su escritorio y abrió el so
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