Aurah se giró en sus brazos, sorprendida por la invitación.—¿Estás seguro? Pensé que querrías mantener esto...—¿En secreto? —completó él—. Sí, probablemente deberíamos. Pero eso no significa que no pueda invitarte a cenar.Ella sonrió, besándolo ligeramente.—Me encantaría.Salieron de la oficina separados pero conscientes el uno del otro, como imanes que sienten la atracción incluso a distancia. En el ascensor, sus dedos se rozaron brevemente, un recordatorio de lo que acababan de compartir.La cena fue sorprendentemente relajada. Hablaron de todo menos de trabajo: de libros, de música, de películas. Ashton resultó ser un conversador fascinante cuando se permitía bajar la guardia. Reía más fácilmente, gesticulaba con pasión al hablar de arte, escuchaba con genuino interés las opiniones de Aurah.Cuando la velada terminó, se despidieron en la calle con un beso casi casto, conscientes de los ojos que podrían estar observando.—Buenas noches, Aurah —dijo él, sus ojos prometiendo mucho
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