El aire entre ellos pareció cargarse de electricidad. Aurah dio otro paso adelante.
—¿Y qué sientes exactamente?
Ashton rodeó el escritorio, acortando la distancia entre ellos hasta quedar a apenas un metro.
—Sabes lo que siento.
—Quiero oírtelo decir —insistió ella—. Sin paredes de cristal, sin excusas de profesionalidad. Solo tú y yo.
Los ojos de Ashton se oscurecieron, y Aurah vio cómo su autocontrol comenzaba a resquebrajarse.
—Siento que me estoy volviendo loco —confesó finalmente—. Pienso en ti cuando debería estar concentrado en el trabajo. Te busco en cada reunión, en cada pasillo. Me encuentro inventando razones para hablar contigo, para estar cerca de ti. Y luego me odio por ello, porque soy tu jefe, porque tengo responsabilidades, porque...
—Porque tienes miedo —completó Aurah.
—Sí —admitió él, y la honestidad en su voz la sorprendió—. Tengo miedo. De esto. De nosotros. De lo que podría pasar.
Aurah dio el último paso, eliminando casi toda distancia entre ellos.
—¿Y si dejam