La presentación había sido un éxito rotundo.
Aurah observaba desde su asiento cómo los ejecutivos de Esmeralda asentían con entusiasmo mientras Ashton concluía la reunión con su habitual elegancia discursiva. Ella había expuesto su parte —el concepto para la línea masculina— con una seguridad que sorprendió incluso a los más escépticos del equipo creativo.
—Esta campaña captura perfectamente la esencia de lo que buscábamos —dijo Marcos Herrera, el CEO de Esmeralda, mirando alternativamente a Ashton y Aurah—. La dualidad entre tradición e innovación, fuerza y sensibilidad... es exactamente lo que nuestra marca necesita.
—El mérito del concepto es de Aurah —respondió Ashton con una generosidad que ella no esperaba—. Ha sabido entender en apenas una semana lo que nosotros llevamos meses intentando articular.
Las miradas de admiración que recibió Aurah estaban mezcladas con expresiones de sorpresa y, en el caso de Lucas, un mal disimulado resentimiento. Pero nada de eso importaba. No cuando Ashton acababa de reconocer públicamente su trabajo.
—Entonces está decidido —concluyó Carolina, la jefa de producto—. Seguimos adelante con ambos conceptos, el de la línea femenina que ya teníamos aprobado y este nuevo enfoque para la masculina. Quiero que Aurah siga al frente de esta parte del proyecto.
La reunión terminó entre apretones de manos y promesas de futuros éxitos. Cuando los ejecutivos de Esmeralda se marcharon, el equipo creativo se dispersó, dejando a Aurah recogiendo sus materiales. Se sentía eufórica pero agotada; había dormido apenas cuatro horas la noche anterior, perfeccionando cada detalle.
—Nos vemos en el Rooftop a las ocho —le dijo Vanessa al pasar junto a ella—. Todo el equipo va a celebrar. Y sí, es obligatorio que vengas. Eres la estrella del día.
Aurah sonrió, asintiendo. El Rooftop era un bar en la azotea de un edificio cercano, frecuentado por los empleados de Luxus después del trabajo. Nunca había ido con ellos, siempre encontrando una excusa para mantener la distancia profesional. Pero hoy era diferente. Hoy había ganado su lugar.
Estaba guardando las últimas láminas en su carpeta cuando su teléfono vibró con un mensaje.
Mi despacho. Ahora. -A
Tan escueto, tan autoritario. Tan Ashton.
El corazón de Aurah se aceleró mientras se dirigía hacia allí. ¿Habría cometido algún error que no hubiera notado? ¿O quizás quería felicitarla en privado?
La puerta del despacho estaba cerrada, algo inusual a esa hora del día. Aurah llamó suavemente antes de entrar.
Ashton estaba de pie junto a la ventana, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en algún punto de la ciudad. Se había quitado la americana y la corbata, y los primeros botones de su camisa estaban desabrochados. Parecía tenso.
—¿Querías verme? —preguntó Aurah, cerrando la puerta tras ella.
No obtuvo respuesta inmediata. Ashton siguió contemplando el exterior durante unos segundos antes de girarse. Cuando lo hizo, la intensidad de su mirada casi la hizo retroceder.
—¿Por qué aceptaste la cena con Carolina y los demás? —preguntó sin preámbulos.
La pregunta desconcertó a Aurah.
—Porque... me invitaron. Como parte del equipo.
—Podrías haber dicho que tenías otros planes.
Su tono era neutro, pero había algo más, una especie de irritación apenas contenida que Aurah no entendía.
—No tengo otros planes —respondió, confundida—. Y sería extraño rechazar una invitación para celebrar un proyecto en el que he trabajado.
Ashton se pasó una mano por el cabello, un gesto que Aurah había aprendido a interpretar como señal de frustración.
—Carolina está organizando esa salida porque quiere hablar contigo a solas.
—¿Y eso es malo porque...?
—Porque va a ofrecerte trabajo en Esmeralda —espetó Ashton—. Como directora creativa junior para su nueva sub-marca.
Aurah parpadeó, sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque me lo ha dicho. Antes de irse me ha preguntado si tenías contrato de exclusividad con Luxus —Ashton caminó hasta su escritorio y apoyó ambas manos sobre la superficie—. Obviamente no lo tienes, porque eres secretaria. Ni siquiera has firmado como creativa todavía.
Aurah procesó la información, tratando de entender por qué Ashton parecía tan alterado.
—Y eso te molesta... ¿por qué exactamente? —preguntó, dando un paso hacia él—. ¿Porque Carolina quiere "robarme", o porque ya no podrías tenerme cerca para... provocarte?
Los ojos de Ashton se oscurecieron. Se incorporó lentamente, como un depredador preparándose para saltar.
—Ten cuidado con lo que insinúas, Aurah.
—No estoy insinuando nada —respondió ella, avanzando otro paso—. Solo intento entender por qué te importa tanto lo que yo haga. Profesionalmente hablando, claro.
Se miraron fijamente, la tensión entre ellos creciendo con cada segundo que pasaba. La oficina de cristal los exponía a cualquiera que pasara, pero en ese momento parecían habitar un universo paralelo donde solo existían ellos dos.
—No quiero que te vayas —dijo finalmente Ashton, con una voz tan baja que Aurah apenas pudo oírlo.
—¿Por qué?
—Porque eres buena. Eres exactamente lo que necesita Luxus —respondió, pero su mirada decía mucho más.
—¿Solo Luxus? —se atrevió a preguntar Aurah.
Ashton cerró los ojos un momento, como si librara una batalla interna.
—Rechaza la oferta —dijo al abrirlos de nuevo—. Te haré un contrato como creativa senior. Mejor salario, mejores condiciones.
Aurah sonrió, acercándose hasta quedar al otro lado del escritorio, frente a él.
—¿Me estás sobornando, Ashton?
—Te estoy ofreciendo lo que mereces.
—¿Y qué sabes tú lo que yo merezco?
La pregunta quedó flotando entre ellos, cargada de implicaciones. Ashton rodeó el escritorio lentamente, eliminando la última barrera física entre ambos.
—Sé que mereces más de lo que Carolina puede ofrecerte —dijo, deteniéndose a escasos centímetros de ella—. Sé que mereces trabajar en un lugar donde valoren tu talento, no solo tu... apariencia.
—¿Insinúas que Carolina me quiere contratar por cómo me veo? —preguntó Aurah, ofendida.
—Estoy diciendo que yo te valoro por tu mente —respondió Ashton, y su mirada bajó momentáneamente a los labios de ella—. Aunque me sea difícil ignorar todo lo demás.
El aire entre ellos se volvió denso, electrificado. Aurah podía sentir el calor que emanaba del cuerpo de Ashton, oler su perfume mezclado con ese aroma único que era solo suyo. Estaban tan cerca que bastaría un pequeño movimiento para que sus cuerpos se tocaran.
—Demuéstralo —susurró ella.
La respiración de Ashton se aceleró visiblemente. Sus ojos, ahora casi completamente verdes, recorrieron el rostro de Aurah con intensidad, deteniéndose en cada detalle como si quisiera memorizarlo.
—Aurah... —comenzó, y su voz contenía una advertencia.
—¿Qué? —desafió ella—. ¿Vas a decirme otra vez que no quieres complicaciones? ¿Que soy tu empleada? ¿Que las paredes son de cristal y todos pueden vernos?
—Exactamente eso —respondió él, pero al mismo tiempo, su mano se elevó para rozar suavemente la mejilla de Aurah.
El contacto envió un escalofrío por todo su cuerpo. Los dedos de Ashton acariciaron su piel con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de su mirada. Descendieron por su mandíbula hasta detenerse en la comisura de sus labios.
Aurah contuvo el aliento. El mundo exterior parecía haberse desvanecido. No existía la oficina, ni las paredes de cristal, ni los compañeros que podrían estar observando. Solo existía el calor de aquellos dedos y la promesa en aquellos ojos.
Ashton se inclinó lentamente. Aurah cerró los ojos, sintiendo su aliento cálido cada vez más cerca. Sus labios casi se rozaban...
El estridente sonido del teléfono del despacho rompió el hechizo. Ashton se apartó bruscamente, como si despertara de un trance. Miró alrededor, súbitamente consciente de donde estaban.
—Tienes que irte —dijo, dando un paso atrás—. Esto... esto no puede pasar.
Aurah abrió los ojos, aturdida por el cambio repentino. La decepción se mezcló con la frustración y algo parecido a la humillación.
—¿Siempre huyes así? —preguntó, incapaz de contener el dolor en su voz.
—No estoy huyendo —respondió él, pero no la miraba a los ojos—. Estoy siendo sensato. Somos profesionales, Aurah. Esto es una empresa, no un juego.
—¿Un juego? —repitió ella, incrédula—. ¿Eso crees que es para mí?
Ashton seguía sin mirarla. Recogió su americana del respaldo de la silla y se la puso con movimientos tensos.
—Ve a la cena con el equipo —dijo finalmente—. Escucha lo que Carolina tiene que ofrecerte. Y luego decide. Pero hazlo como profesional, no... no por esto. —Gesticuló vagamente entre ellos.
Aurah se irguió, recuperando su dignidad herida.
—"Esto" tiene un nombre, Ashton —dijo con calma forzada—. Se llama atracción. Y ambos sabemos que no va a desaparecer solo porque te niegues a mirarme a los ojos.
Sin esperar respuesta, se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo y añadió:
—Para tu información, no me interesa la oferta de Carolina. Me gusta Luxus. Me gusta mi trabajo. Y me gustaba pensar que mi jefe me respetaba lo suficiente para ser honesto conmigo.
No miró atrás al salir, no vio cómo Ashton cerraba los ojos y apoyaba la frente contra la pared de cristal, ni cómo sus dedos se apretaban en un puño, como si quisiera retener la sensación de su piel.
El Rooftop estaba abarrotado cuando Aurah llegó. Había ido a casa a cambiarse, optando por unos jeans ajustados y una blusa negra que dejaba sus hombros al descubierto. No era su estilo habitual, pero esta noche necesitaba sentirse diferente, poderosa. Necesitaba olvidar cómo los dedos de Ashton habían acariciado su rostro, cómo sus labios habían estado a punto de encontrarse.
Vanessa la recibió con un cóctel ya preparado.
—¡Por fin! Pensábamos que te habías arrepentido.
El equipo creativo ocupaba una zona con sofás en la esquina de la terraza. Aurah se unió a ellos, agradeciendo la calidez con que la mayoría la recibió. Incluso Lucas parecía haber suavizado su actitud.
Como Ashton había predicho, Carolina se sentó junto a ella en cuanto tuvo oportunidad. Le habló del puesto en Esmeralda, de las posibilidades de crecimiento, del salario que casi duplicaba lo que Aurah ganaba actualmente.
—Piénsalo —le dijo al terminar su exposición—. No necesito una respuesta inmediata, pero no esperes demasiado. Las buenas oportunidades no duran eternamente.
—Gracias por la oferta —respondió Aurah con sinceridad—. Es muy halagador que pienses en mí para ese puesto. Te daré mi respuesta la próxima semana.
La conversación derivó hacia temas más generales, y Aurah se encontró disfrutando genuinamente de la compañía de sus colegas. Por primera vez desde que había entrado a Luxus, se sentía parte del equipo, no solo una forastera observando desde la periferia.
Estaba riendo de un chiste de Vanessa cuando lo vio.
Ashton acababa de entrar al Rooftop. Llevaba ropa informal —jeans oscuros y una camisa azul remangada hasta los codos— pero seguía teniendo ese aire de autoridad natural que lo distinguía en cualquier entorno. Su mirada recorrió el lugar hasta encontrarla.
Aurah apartó la vista, fingiendo interés en la conversación a su alrededor. Pero era demasiado consciente de cada movimiento de Ashton. Lo vio saludar a algunos compañeros, detenerse en la barra para pedir una bebida, y finalmente dirigirse hacia donde estaban ellos.
—Vaya, parece que nuestro ilustre director ha decidido honrarnos con su presencia —comentó Lucas con cierta ironía—. Debe ser la primera vez que viene a una de estas reuniones.
Cuando Ashton llegó a su altura, todos guardaron un silencio expectante. A pesar de la ropa informal, seguía siendo el jefe.
—He oído que estamos celebrando un gran éxito —dijo, levantando su copa—. Por el equipo de Esmeralda, y especialmente por la aportación de Aurah. Sin ella, no estaríamos aquí.
Todos brindaron, y Aurah no tuvo más remedio que mirar a Ashton directamente. Su expresión era indescifrable, pero había algo diferente en él. Una resolución, una determinación que no había visto antes.
Durante la siguiente hora, Ashton se integró en las conversaciones con una naturalidad que sorprendió a todos. Reía, contaba anécdotas de proyectos pasados, escuchaba con atención. Pero nunca se acercó directamente a Aurah, manteniéndose siempre al otro lado del grupo, como si respetara una frontera invisible.
Empezaba a hacerse tarde y algunos ya se marchaban cuando el teléfono de Aurah vibró con un mensaje.
Necesitamos hablar. De verdad. A solas.
Levantó la vista y encontró la mirada de Ashton al otro lado del círculo. Él hizo un gesto sutil hacia la salida antes de disculparse con el grupo y marcharse.
Aurah esperó unos minutos, debatiéndose internamente. Una parte de ella quería ignorar el mensaje, protegerse del dolor de otro casi-encuentro. Pero la otra parte, la que había sentido la caricia de sus dedos y el calor de su aliento, necesitaba saber qué tenía que decir.
Se despidió del grupo alegando cansancio y tomó el ascensor hasta la planta baja. Al salir del edificio, lo vio apoyado contra la pared en un callejón lateral, alejado de la entrada principal.
—Pensé que no vendrías —dijo él cuando Aurah se acercó.
—Yo también lo pensé.
La noche era cálida, pero Aurah sintió un escalofrío. Estaban solos, sin paredes de cristal, sin ojos observándolos. Solo ellos dos y la tensión que parecía crecer cada vez que se encontraban.
—¿Vas a aceptar la oferta de Carolina? —preguntó Ashton directamente.
—No lo he decidido —respondió ella—. Pero no has pedido hablar conmigo a solas para preguntarme eso.
Ashton asintió, reconociendo la verdad en sus palabras. Se pasó una mano por el pelo, aquel gesto que Aurah ya conocía tan bien.
—Quería disculparme por lo de antes —dijo finalmente—. No debí... no debimos...
—¿No debimos qué? —lo interrumpió Aurah—. ¿Ser honestos con lo que sentimos? ¿O solo te arrepientes de casi besarme?
—No me arrepiento —la voz de Ashton adquirió un tono más grave, más intenso—. Y ese es el problema, Aurah. No me arrepiento en absoluto. Y debería.
Dio un paso hacia ella, reduciendo el espacio entre ellos.
—Llevo semanas intentando ignorar esto —continuó—. Diciéndome que es solo una atracción pasajera, que soy tu jefe, que hay mil razones por las que no debería siquiera pensar en ti de esa manera.
Otro paso más cerca. Aurah podía ver las sombras que las pestañas de Ashton proyectaban sobre sus pómulos.
—Y luego entras en una habitación, y todos esos argumentos desaparecen —su voz era apenas un susurro ahora—. Solo puedo verte a ti. Solo puedo pensar en ti.
Aurah contuvo el aliento. Las palabras que había deseado escuchar durante tanto tiempo estaban ahí, suspendidas entre ellos.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? —preguntó, desafiándolo por última vez.
Los ojos de Ashton recorrieron su rostro, deteniéndose en sus labios.
—Lo correcto —respondió—. Al menos, por esta noche.
Antes de que Aurah pudiera procesar lo que significaban esas palabras, Ashton dio un paso atrás, creando distancia entre ellos.
—Ve a casa, Aurah —dijo con voz firme pero suave—. Piensa en la oferta de Carolina, en tu futuro profesional. Y yo... yo pensaré en cómo manejar esto. Porque tienes razón: no va a desaparecer solo porque lo ignoremos.
Aurah sintió una mezcla de frustración y un extraño respeto. Por primera vez, veía al hombre debajo del director creativo, al hombre que luchaba contra sus deseos por hacer lo que consideraba correcto.
—De acuerdo —concedió finalmente—. Pero Ashton... no tenemos que estar tras paredes de cristal para ser honestos el uno con el otro.
Él asintió, con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Lo sé. Y eso es lo que me asusta.
Con esas palabras, se alejó hacia la calle principal para buscar un taxi, dejando a Aurah en el callejón, con más preguntas que respuestas pero con la certeza de que, por primera vez, habían logrado verse realmente, sin barreras ni pretensiones.
Las paredes de cristal comenzaban a romperse.