El Rooftop estaba abarrotado cuando Aurah llegó. Había ido a casa a cambiarse, optando por unos jeans ajustados y una blusa negra que dejaba sus hombros al descubierto. No era su estilo habitual, pero esta noche necesitaba sentirse diferente, poderosa. Necesitaba olvidar cómo los dedos de Ashton habían acariciado su rostro, cómo sus labios habían estado a punto de encontrarse.
Vanessa la recibió con un cóctel ya preparado.
—¡Por fin! Pensábamos que te habías arrepentido.
El equipo creativo ocupaba una zona con sofás en la esquina de la terraza. Aurah se unió a ellos, agradeciendo la calidez con que la mayoría la recibió. Incluso Lucas parecía haber suavizado su actitud.
Como Ashton había predicho, Carolina se sentó junto a ella en cuanto tuvo oportunidad. Le habló del puesto en Esmeralda, de las posibilidades de crecimiento, del salario que casi duplicaba lo que Aurah ganaba actualmente.
—Piénsalo —le dijo al terminar su exposición—. No necesito una respuesta inmediata, pero no esperes demasiado. Las buenas oportunidades no duran eternamente.
—Gracias por la oferta —respondió Aurah con sinceridad—. Es muy halagador que pienses en mí para ese puesto. Te daré mi respuesta la próxima semana.
La conversación derivó hacia temas más generales, y Aurah se encontró disfrutando genuinamente de la compañía de sus colegas. Por primera vez desde que había entrado a Luxus, se sentía parte del equipo, no solo una forastera observando desde la periferia.
Estaba riendo de un chiste de Vanessa cuando lo vio.
Ashton acababa de entrar al Rooftop. Llevaba ropa informal —jeans oscuros y una camisa azul remangada hasta los codos— pero seguía teniendo ese aire de autoridad natural que lo distinguía en cualquier entorno. Su mirada recorrió el lugar hasta encontrarla.
Aurah apartó la vista, fingiendo interés en la conversación a su alrededor. Pero era demasiado consciente de cada movimiento de Ashton. Lo vio saludar a algunos compañeros, detenerse en la barra para pedir una bebida, y finalmente dirigirse hacia donde estaban ellos.
—Vaya, parece que nuestro ilustre director ha decidido honrarnos con su presencia —comentó Lucas con cierta ironía—. Debe ser la primera vez que viene a una de estas reuniones.
Cuando Ashton llegó a su altura, todos guardaron un silencio expectante. A pesar de la ropa informal, seguía siendo el jefe.
—He oído que estamos celebrando un gran éxito —dijo, levantando su copa—. Por el equipo de Esmeralda, y especialmente por la aportación de Aurah. Sin ella, no estaríamos aquí.
Todos brindaron, y Aurah no tuvo más remedio que mirar a Ashton directamente. Su expresión era indescifrable, pero había algo diferente en él. Una resolución, una determinación que no había visto antes.
Durante la siguiente hora, Ashton se integró en las conversaciones con una naturalidad que sorprendió a todos. Reía, contaba anécdotas de proyectos pasados, escuchaba con atención. Pero nunca se acercó directamente a Aurah, manteniéndose siempre al otro lado del grupo, como si respetara una frontera invisible.
Empezaba a hacerse tarde y algunos ya se marchaban cuando el teléfono de Aurah vibró con un mensaje.
Necesitamos hablar. De verdad. A solas.
Levantó la vista y encontró la mirada de Ashton al otro lado del círculo. Él hizo un gesto sutil hacia la salida antes de disculparse con el grupo y marcharse.
Aurah esperó unos minutos, debatiéndose internamente. Una parte de ella quería ignorar el mensaje, protegerse del dolor de otro casi-encuentro. Pero la otra parte, la que había sentido la caricia de sus dedos y el calor de su aliento, necesitaba saber qué tenía que decir.
Se despidió del grupo alegando cansancio y tomó el ascensor hasta la planta baja. Al salir del edificio, lo vio apoyado contra la pared en un callejón lateral, alejado de la entrada principal.
—Pensé que no vendrías —dijo él cuando Aurah se acercó.
—Yo también lo pensé.
La noche era cálida, pero Aurah sintió un escalofrío. Estaban solos, sin paredes de cristal, sin ojos observándolos. Solo ellos dos y la tensión que parecía crecer cada vez que se encontraban.
—¿Vas a aceptar la oferta de Carolina? —preguntó Ashton directamente.
—No lo he decidido —respondió ella—. Pero no has pedido hablar conmigo a solas para preguntarme eso.
Ashton asintió, reconociendo la verdad en sus palabras. Se pasó una mano por el pelo, aquel gesto que Aurah ya conocía tan bien.
—Quería disculparme por lo de antes —dijo finalmente—. No debí... no debimos...
—¿No debimos qué? —lo interrumpió Aurah—. ¿Ser honestos con lo que sentimos? ¿O solo te arrepientes de casi besarme?
—No me arrepiento —la voz de Ashton adquirió un tono más grave, más intenso—. Y ese es el problema, Aurah. No me arrepiento en absoluto. Y debería.
Dio un paso hacia ella, reduciendo el espacio entre ellos.
—Llevo semanas intentando ignorar esto —continuó—. Diciéndome que es solo una atracción pasajera, que soy tu jefe, que hay mil razones por las que no debería siquiera pensar en ti de esa manera.
Otro paso más cerca. Aurah podía ver las sombras que las pestañas de Ashton proyectaban sobre sus pómulos.
—Y luego entras en una habitación, y todos esos argumentos desaparecen —su voz era apenas un susurro ahora—. Solo puedo verte a ti. Solo puedo pensar en ti.
Aurah contuvo el aliento. Las palabras que había deseado escuchar durante tanto tiempo estaban ahí, suspendidas entre ellos.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? —preguntó, desafiándolo por última vez.
Los ojos de Ashton recorrieron su rostro, deteniéndose en sus labios.
—Lo correcto —respondió—. Al menos, por esta noche.
Antes de que Aurah pudiera procesar lo que significaban esas palabras, Ashton dio un paso atrás, creando distancia entre ellos.
—Ve a casa, Aurah —dijo con voz firme pero suave—. Piensa en la oferta de Carolina, en tu futuro profesional. Y yo... yo pensaré en cómo manejar esto. Porque tienes razón: no va a desaparecer solo porque lo ignoremos.
Aurah sintió una mezcla de frustración y un extraño respeto. Por primera vez, veía al hombre debajo del director creativo, al hombre que luchaba contra sus deseos por hacer lo que consideraba correcto.
—De acuerdo —concedió finalmente—. Pero Ashton... no tenemos que estar tras paredes de cristal para ser honestos el uno con el otro.
Él asintió, con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Lo sé. Y eso es lo que me asusta.
Con esas palabras, se alejó hacia la calle principal para buscar un taxi, dejando a Aurah en el callejón, con más preguntas que respuestas pero con la certeza de que, por primera vez, habían logrado verse realmente, sin barreras ni pretensiones.
La semana había pasado como en una nebulosa para Aurah. Después de rechazar formalmente la oferta de Carolina —quien lo tomó con más resignación que sorpresa—, Ashton había cumplido su palabra: un nuevo contrato como creativa senior la esperaba en recursos humanos, con un salario que competía con el ofrecido por Esmeralda.
Lo que no había llegado era la conversación prometida. Ashton mantenía una distancia profesional exquisita: cordial en las reuniones, constructivo en sus críticas, generoso en su reconocimiento público del trabajo de Aurah. Pero nunca a solas, nunca demasiado cerca, nunca una mirada que durara más de lo estrictamente necesario.
Era viernes por la noche y la oficina estaba casi vacía. La mayoría se había marchado temprano para disfrutar del inicio del fin de semana, pero Aurah se había quedado revisando los últimos detalles de la propuesta que presentarían el lunes. No porque fuera necesario —el trabajo estaba esencialmente terminado—, sino porque no tenía prisa por volver a su apartamento vacío.
La luz de la oficina de Ashton seguía encendida, un rectángulo dorado en el pasillo en penumbra. Aurah sabía que él también estaba allí, probablemente revisando presupuestos o planificando la siguiente campaña. Siempre trabajando, siempre controlando. Siempre manteniéndose ocupado para no tener que enfrentar lo que había entre ellos.
Cansada de esperar una iniciativa que no llegaba, Aurah tomó una decisión. Si él no iba a hablar, lo haría ella. Con determinación, recogió sus cosas, apagó su ordenador y se dirigió hacia el despacho de Ashton.
La puerta estaba entreabierta. Llamó suavemente con los nudillos antes de asomar la cabeza.
—¿Molesto? —preguntó.
Ashton levantó la vista de su ordenador, sorprendido de verla allí. Llevaba las mangas de la camisa remangadas y la corbata aflojada. El cabello, habitualmente perfecto, estaba ligeramente despeinado, como si hubiera pasado los dedos por él repetidamente.
—Aurah... —dijo su nombre como si fuera algo valioso y peligroso al mismo tiempo—. No, no molestas. Pasa.
Ella entró, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del pestillo al encajar resonó con una finalidad que ninguno de los dos pudo ignorar.
—Dijiste que íbamos a hablar —comenzó Aurah, manteniéndose cerca de la puerta—. Ha pasado una semana.
Ashton suspiró, recostándose en su silla y frotándose los ojos.
—He estado ocupado.
—Ambos sabemos que esa no es la razón.
Él la miró directamente entonces, con aquella intensidad que parecía atravesarla.
—Tienes razón —admitió—. He estado evitándolo. Evitándote.
—¿Por qué? —preguntó Aurah, avanzando hacia el escritorio—. Cumpliste tu parte del trato. Tengo mi nuevo contrato, mi nuevo puesto. Somos dos adultos que trabajan juntos. ¿Qué hay que evitar?
Ashton se levantó lentamente, como si cada movimiento requiriera un esfuerzo consciente.
—Evito esto, Aurah —respondió, su voz más grave de lo habitual—. Lo que pasa cada vez que estamos solos en una habitación. Lo que estoy sintiendo ahora mismo al mirarte.