TRES

El despertador sonó demasiado pronto para el gusto de Aurah. Apenas había dormido, reviviendo cada momento de la noche anterior, cada palabra, cada mirada... aquel roce de dedos que había enviado descargas eléctricas por todo su cuerpo.

Se quedó mirando su armario abierto mientras bebía el primer café. ¿Qué se ponía una cuando acababa de ser ascendida a creativa y su jefe —el mismo que la había tocado casi imperceptiblemente la noche anterior— la esperaba en la oficina?

Normalmente optaría por algo discreto: pantalón, blusa, quizás un blazer. El uniforme no oficial de Luxus. Pero hoy... hoy quería algo diferente.

Sacó un vestido rojo que había comprado en rebajas y nunca se había atrevido a usar en el trabajo. No era escandaloso, pero sí más ajustado de lo habitual, con un corte que acentuaba su figura y un escote que sugería más de lo que mostraba. Lo combinó con unos tacones negros y un maquillaje ligeramente más intenso que el habitual, prestando especial atención a sus labios.

Vamos a ver hasta dónde llegan tus "no complicaciones", Ashton Moreau.

Cuando entró en la oficina, notó las miradas. Vanessa silbó por lo bajo al verla.

—¿A qué debemos el cambio? —preguntó con una sonrisa cómplice—. Espera, no me digas... ¿tiene algo que ver con que anoche saliste con el Dios Griego?

Aurah rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

—Era una cena de trabajo con clientes, y no fue solo con él.

—Claro, claro... —respondió Vanessa, escéptica—. Pues la oficina ya arde con rumores.

—¿Qué rumores? —preguntó Aurah, súbitamente alerta.

—Que te ha ascendido a creativa. Lucas está que trina; dice que no es justo saltarse el proceso habitual. Pero Carolina de Esmeralda llamó esta mañana para decir que estaban encantados con "la nueva incorporación al equipo creativo". Así que, enhorabuena, chica.

Aurah se mordió el labio. No había pensado en cómo reaccionarían sus compañeros.

—No quiero problemas con nadie, Vanessa. Solo estoy haciendo mi trabajo.

—Pues con ese vestido, vas a hacer mucho más que...

La frase quedó interrumpida cuando Ashton apareció por el pasillo. Llevaba su habitual traje impecable, el cabello perfectamente peinado, pero había algo diferente en su expresión cuando vio a Aurah. Un destello de sorpresa, seguido inmediatamente por un intento de neutralidad que no logró del todo.

—Buenos días —dijo, deteniéndose frente a ellas.

—Buenos días, señor Moreau —respondió Vanessa, lanzando una mirada significativa a Aurah antes de alejarse con discreción.

Por un momento, Ashton y Aurah se quedaron solos en el pasillo. Él la observó de arriba abajo, sin intentar disimular esta vez.

—Color interesante para una reunión de presupuestos —comentó, con un tono que oscilaba entre la ironía y algo más oscuro, más intenso.

—¿Hay algún código de vestimenta para creativos que desconozca? —preguntó ella, sosteniendo su mirada.

Ashton entrecerró ligeramente los ojos, como midiendo el desafío en su voz.

—No. Los creativos tienen libertad para expresarse —respondió finalmente—. Te espero en mi despacho en media hora para discutir tu integración al equipo. Y Aurah...

—¿Sí?

—Trae café para los dos. Tengo la sensación de que va a ser una reunión... intensa.

Con esas palabras y una última mirada indescifrable, se alejó por el pasillo.

Aurah respiró profundamente. El primer asalto había terminado en tablas.

El despacho de Ashton parecía más pequeño aquella mañana, o quizás era la tensión lo que reducía el espacio entre ellos. Aurah dejó las dos tazas de café sobre la mesa y tomó asiento frente a él, cruzando las piernas con deliberada lentitud.

—Te he asignado el proyecto de la línea masculina de Esmeralda —dijo Ashton sin preámbulos, empujando una carpeta hacia ella—. Es un subproyecto menor del principal, pero importante. Si lo haces bien, será tu entrada oficial al departamento creativo.

Aurah tomó la carpeta, rozando intencionadamente los dedos de Ashton en el proceso. El sutil cambio en su respiración le indicó que el gesto había tenido el efecto deseado.

—¿Por qué la línea masculina? —preguntó mientras hojeaba los documentos—. Anoche parecían más interesados en mi visión sobre el público femenino.

—Precisamente por eso —respondió Ashton, recostándose en su silla—. Quiero ver si eres versátil o solo tienes una perspectiva. En publicidad necesitamos gente que pueda ponerse en cualquier piel.

Aurah levantó la mirada de la carpeta y sonrió.

—¿En cualquier piel? Interesante elección de palabras.

Ashton se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa. Sus ojos parecían más verdes que grises esta mañana, intensos, casi depredadores.

—¿Qué estás haciendo, Aurah?

La pregunta, directa y sin rodeos, colgó entre ellos. Aurah sabía exactamente a qué se refería: al vestido, a los gestos, a la provocación velada en cada palabra.

—Mi trabajo —respondió con fingida inocencia—. ¿Hay algún problema?

—Sabes perfectamente que lo hay —su voz era baja, controlada, pero con un filo peligroso—. Anoche dejé claro que no quiero complicaciones.

—Y yo estuve de acuerdo —replicó Aurah, inclinándose también, reduciendo el espacio entre ellos—. No veo dónde está la complicación en que me vista como quiera o en que tengamos una conversación profesional.

Ashton la miró fijamente, como si intentara leer más allá de sus palabras. Su mandíbula se tensó levemente.

—Parece que me equivoqué contigo —dijo finalmente—. Pensaba que eras más... profesional.

La palabra golpeó a Aurah como una bofetada. Se irguió en la silla, el juego súbitamente olvidado.

—Te equivocas si crees que mi ropa o mi forma de hablar definen mi profesionalidad —respondió, y esta vez no había coqueteo en su voz, solo determinación—. Tomaré este proyecto y lo convertiré en la mejor campaña que hayas visto. Y lo haré vistiendo como me dé la gana.

Se levantó, recogiendo la carpeta y su café. Pero antes de que pudiera dar un paso hacia la puerta, Ashton la tomó de la muñeca. No era un agarre fuerte, pero fue suficiente para detenerla y enviar un hormigueo por todo su brazo.

—¿Qué estás intentando, Aurah? —preguntó de nuevo, pero esta vez había algo diferente en su tono. Casi una súplica.

Aurah miró la mano que la sujetaba y luego a sus ojos.

—Quizás solo intento descubrir qué hay detrás de esa perfecta fachada tuya —respondió con sinceridad—. Qué esconde el hombre que me toca la mano en un bar y luego pretende que no ha pasado nada.

Ashton soltó su muñeca como si quemara, pero no apartó la mirada.

—Hay cosas que es mejor no descubrir, Aurah.

—¿Por qué? ¿Porque podrías perder el control? —se aventuró ella, dando en el clavo al ver cómo él tensaba la mandíbula—. ¿Es eso lo que tanto te asusta?

—No sabes de lo que hablas —su voz era apenas un susurro, pero cargado de intensidad—. No me conoces.

—Entonces déjame conocerte —desafió Aurah—. O mejor aún, demuéstrame que realmente no hay nada entre nosotros. Que todo está en mi imaginación.

Se miraron en silencio, la tensión entre ellos tan densa que casi podía tocarse. Aurah vio el conflicto en los ojos de Ashton, la lucha interna entre el deseo y el control.

Finalmente, él rompió el contacto visual y se pasó una mano por el cabello, un gesto inusualmente vulnerable para alguien tan compuesto.

—Tienes hasta el viernes para presentarme un borrador del concepto —dijo, regresando al tono profesional—. Demuéstrame que tu talento va más allá de tu capacidad para... distraer.

Aurah asintió, sabiendo que había ganado y perdido al mismo tiempo. Había confirmado la atracción, pero también había reforzado la barrera que él había levantado.

—El viernes tendrás el mejor concepto que hayas visto —respondió, encaminándose hacia la puerta—. Y Ashton...

—¿Sí?

—No es mi intención distraerte. Solo quiero que me veas. De verdad.

Con esas palabras, salió del despacho, dejando a Ashton solo con sus pensamientos y la persistente fragancia de su perfume.

El resto de la semana fue un extraño juego del gato y el ratón. Aurah se sumergió en el proyecto, trabajando más horas de las necesarias, consultando con el equipo de diseño, investigando tendencias. Pero también mantuvo su nuevo estilo: vestidos que destacaban su figura, tacones más altos, un aire de confianza que antes disimulaba.

Ashton, por su parte, parecía evitarla y buscarla al mismo tiempo. La observaba en las reuniones, hacía comentarios sobre su trabajo que oscilaban entre la crítica y la admiración, y ocasionalmente se quedaba trabajando hasta tarde, cuando la oficina estaba casi vacía, creando encuentros "casuales" en la sala de descanso o el pasillo.

El jueves por la noche, cuando casi todos se habían ido, Aurah estaba en la sala de creativos, rodeada de bocetos e impresiones de su campaña. Estaba tan concentrada que no oyó a Ashton acercarse.

—Deberías irte a casa —dijo él, sobresaltándola—. Mañana es la presentación.

Aurah se giró para encontrarlo apoyado en el marco de la puerta, con la corbata aflojada y la camisa ligeramente arrugada después de un largo día.

—Quiero que sea perfecto —respondió, estirándose para aliviar la tensión de su espalda.

Ashton entró en la sala y se acercó a la mesa, examinando los bocetos esparcidos.

—Ya veo... —murmuró, revisando las imágenes—. Es bueno. Muy bueno, de hecho.

—¿Sorprendido? —preguntó Aurah, sin poder evitar cierto tono de satisfacción.

—No —respondió él, levantando la mirada—. Sabía que eras buena. Por eso te di la oportunidad.

Había sinceridad en su voz, y por un momento, la tensión sexual dio paso a algo más cálido, más real.

—Gracias por creer en mí —dijo Aurah, y por primera vez en días, no había un doble sentido en sus palabras.

Se miraron en el silencio de la oficina vacía, con solo el zumbido suave de los ordenadores como fondo.

—Aurah, yo... —comenzó Ashton, pero se detuvo, como si no encontrara las palabras adecuadas.

—¿Sí? —lo animó ella, conteniendo la respiración.

Él negó con la cabeza, como despertando de un trance.

—Deberías irte a casa y descansar —repitió, retrocediendo hacia la puerta—. Mañana es un día importante.

Pero antes de salir, añadió:

—El rojo te queda bien. Aunque sea... una provocación.

Y con esas palabras, se marchó, dejando a Aurah con una sonrisa en los labios y la certeza de que, poco a poco, las defensas de Ashton comenzaban a resquebrajarse.

Como el cristal que, expuesto al fuego demasiado tiempo, inevitablemente termina cediendo al calor.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP