DIEZ

Tres meses. Tres meses habían pasado desde aquel día en la sala de juntas, desde que Ashton y Aurah decidieron dejar de esconderse. Tres meses de ajustes, de aprendizaje, de construir algo nuevo y sin precedentes en Luxus Creative.

La reestructuración propuesta por Lieberman había funcionado sorprendentemente bien. Bajo la supervisión directa de Marina Vázquez, Aurah había florecido, demostrando un talento para la estrategia creativa que complementaba perfectamente su visión artística. Su equipo ahora manejaba cuatro cuentas importantes, incluyendo la expansión internacional de Esmeralda.

Ashton, por su parte, había encontrado un equilibrio entre sus responsabilidades en Madrid y su contribución al proyecto de Londres. Viajaba una semana al mes, como habían acordado, y aunque las ausencias eran difíciles para ambos, habían aprendido a valorar el tiempo juntos con una intensidad renovada.

Esa mañana de viernes, Aurah observaba la ciudad desde la ventana de su nuevo despacho. No era tan grande como el de Ashton, pero tenía las mismas vistas impresionantes y, lo más importante, era suyo. Un espacio que había ganado con su trabajo, no con sus conexiones personales.

Su teléfono vibró con un mensaje.

"¿Lista para el fin de semana? Paso por ti a las 6. Empaca ligero."

Aurah sonrió. Ashton había estado misterioso toda la semana, mencionando un "plan especial" para el fin de semana, pero negándose a dar detalles. Lo único que sabía era que involucraría conducir hasta algún lugar a unas horas de la ciudad.

"Define 'ligero'. ¿Hablamos de vestido de cóctel o de botas de montaña?"

La respuesta llegó casi de inmediato.

"Ambos. Y algo para nadar."

Intrigante. Aurah estaba a punto de responder cuando Vanessa apareció en la puerta de su despacho, con una expresión de curiosidad mal disimulada.

—¿Has visto esto? —preguntó, mostrándole su teléfono con un correo electrónico abierto.

Era un mensaje de Recursos Humanos anunciando una celebración para esa tarde: "Brindis especial a las 5 PM en el Rooftop para despedir el trimestre. Asistencia obligatoria." Nada inusual, excepto por la última línea: "A petición de Ashton Moreau, Director Creativo."

—¿Ashton organizando un brindis social? —Vanessa alzó una ceja—. El mismo hombre que solía escabullirse de las fiestas de Navidad después de quince minutos. Algo trama.

Aurah frunció el ceño, igualmente sorprendida. En todos sus años en Luxus, y en los meses que llevaban juntos, Ashton nunca había mostrado interés por los eventos sociales de la empresa.

—Quizás es parte de su nueva política de "accesibilidad" —sugirió, aunque ella misma no lo creía—. Ya sabes, desde que Lieberman le pidió que fuera más cercano con el equipo.

Vanessa la miró con escepticismo.

—Claro, y yo soy la Reina de Inglaterra. —Se sentó en el borde del escritorio—. ¿No te ha dicho nada?

—Absolutamente nada —confirmó Aurah—. Solo mencionó planes para el fin de semana. Quizás el brindis es porque se va de viaje.

—A Londres otra vez?

—No, es algo diferente —respondió Aurah, notando que su curiosidad crecía—. Pero sea lo que sea, supongo que lo averiguaremos esta tarde.

El resto del día pasó con una mezcla de trabajo intenso y especulaciones dispersas. Varias personas se acercaron a Aurah con teorías cada vez más elaboradas: ¿Ashton anunciaría una reestructuración mayor? ¿Se iría definitivamente a Londres? ¿Habría vendido su parte de la agencia?

A las 4:55, Aurah guardó sus cosas y se dirigió al Rooftop junto con el resto del personal. El espacio había sido decorado con sencilla elegancia: luces suaves, mesas altas con manteles blancos, camareros circulando con copas de champán y canapés. A diferencia de otras celebraciones de Luxus, no había cartelería corporativa ni pantallas con presentaciones. Solo gente, comida y bebida.

Ashton aún no había llegado, lo cual era extraño. Él, que era tan puntual que solía bromear diciendo que su reloj interno estaba sincronizado con el meridiano de Greenwich.

Aurah tomó una copa y charló con algunos compañeros, intentando parecer relajada a pesar de la creciente sensación de que algo importante estaba a punto de suceder. A las 5:10, cuando la terraza estaba llena y el murmullo de conversaciones alcanzaba su punto máximo, las puertas se abrieron y Ashton entró.

Llevaba su traje habitual de trabajo, pero algo en él era diferente. Quizás la forma en que sonreía abiertamente, o cómo saludaba a todos con gestos relajados, o el brillo particular en sus ojos cuando la encontró entre la multitud. Se dirigió directamente hacia ella, besándola suavemente frente a todos. Aunque su relación ya no era un secreto, estas muestras públicas de afecto seguían siendo raras en el entorno laboral.

—Hola —dijo, su voz un tono más grave de lo habitual—. Siento llegar tarde.

—Justo a tiempo para tu propio evento —respondió Aurah, estudiando su rostro—. ¿Vas a decirme de qué va todo esto?

Ashton sonrió misteriosamente.

—En un momento.

Se acercó al centro de la terraza y golpeó suavemente su copa con una cucharilla. El ruido de las conversaciones se apagó gradualmente, todos los ojos volviéndose hacia él.

—Gracias a todos por venir —comenzó, su voz clara y serena—. Sé que para algunos es una sorpresa verme organizando un evento social.

Hubo risas dispersas. La fama de Ashton como workaholic era legendaria en Luxus.

—Pero hoy tengo algo importante que compartir con todos ustedes. —Hizo una pausa, buscando a Aurah con la mirada—. Hace exactamente seis meses, cometí el error más afortunado de mi vida.

El corazón de Aurah dio un vuelco. Sabía a qué se refería: aquella primera noche en su despacho, cuando ambos cruzaron una línea que cambiaría sus vidas para siempre.

—Durante años —continuó Ashton—, pensé que el éxito se medía en títulos, en cuentas ganadas, en premios colgados en una pared. Construí muros alrededor de mí, convencido de que la distancia profesional era la única forma de liderar.

Hizo una pausa, y Aurah pudo ver la vulnerabilidad en sus ojos, la honestidad cruda que ahora era capaz de mostrar.

—Y entonces conocí a alguien que me demostró lo contrario. Alguien que rompió cada uno de mis muros con su talento, su integridad y su valor para desafiarme cuando nadie más se atrevía.

Los ojos de todos se dirigieron hacia Aurah, que sintió el calor subir a sus mejillas.

—Estos últimos meses han sido los más felices y productivos de mi carrera —continuó Ashton—. No a pesar de haber encontrado el amor, sino gracias a ello. Porque cuando encuentras a la persona adecuada, no te resta: te multiplica.

Se acercó a Aurah, tomando su mano entre las suyas.

—Hoy quiero agradecerles a todos por su apoyo durante esta transición. Por creer que dos personas pueden ser profesionales y estar enamoradas al mismo tiempo. —Miró directamente a Lieberman, que levantó su copa en un saludo silencioso—. Y quiero agradecerte especialmente a ti, Aurah, por enseñarme que algunas reglas están hechas para ser reescritas.

El Rooftop estaba completamente en silencio ahora, todos pendientes de cada palabra. Aurah podía sentir las lágrimas formándose en sus ojos, pero no le importaba. Esto era real, esto era honesto, esto era todo lo que habían trabajado por construir.

—Pero hay algo más —añadió Ashton, y su voz adquirió un tono diferente, más íntimo—. Algo que no tenía planeado hacer aquí, pero que de repente me parece el lugar perfecto.

Para absoluta sorpresa de Aurah, y de todos los presentes, Ashton Moreau, el hombre más controlado y reservado de Luxus Creative, se arrodilló frente a ella, sacando una pequeña caja de terciopelo del bolsillo de su chaqueta.

El mundo pareció detenerse. Aurah sintió que el aire abandonaba sus pulmones mientras Ashton abría la caja, revelando un anillo de platino con un solitario engarzado en un diseño minimalista y elegante. Tan él. Tan ellos.

—Aurah Roberts —dijo, su voz suave pero firme—, me has enseñado que el amor verdadero no es un plan B, un añadido a la vida que construyes. Es el fundamento sobre el que todo lo demás se asienta.

Tomó su mano izquierda, mirándola con una intensidad que hizo que el resto del mundo desapareciera.

—Te quiero más de lo que creí posible querer a alguien. Y quiero pasar el resto de mi vida demostrándotelo. —Respiró profundamente—. ¿Te casarías conmigo?

El silencio era absoluto. Aurah sentía el latido de su corazón en los oídos, las lágrimas ahora corriendo libremente por sus mejillas. Pero no eran lágrimas de duda o confusión. Eran lágrimas de absoluta certeza.

—Sí —respondió, su voz quebrada por la emoción—. Mil veces sí.

La terraza estalló en aplausos y vítores mientras Ashton deslizaba el anillo en su dedo y se levantaba para besarla. Un beso diferente a todos los anteriores, cargado de promesas que ahora tenían un nuevo significado, una nueva dirección.

Cuando se separaron, sonriendo entre lágrimas, fueron inmediatamente rodeados por sus compañeros. Felicitaciones, abrazos, brindis improvisados. La celebración que comenzó como un simple brindis de fin de trimestre se convirtió en una improvisada fiesta de compromiso.

En medio del bullicio, Ashton se inclinó para susurrarle al oído:

—¿Sorprendida?

Aurah rio, secándose las lágrimas.

—Completamente. ¿Cuánto tiempo llevabas planeando esto?

—El anillo lo compré hace un mes —confesó—. Pero la idea de hacerlo aquí, frente a todos... eso fue inspiración del momento.

—¿Así que este era tu plan para el fin de semana? —preguntó, mirando el anillo que brillaba en su dedo.

Ashton negó con la cabeza, una sonrisa traviesa en sus labios.

—Oh, no. El fin de semana sigue en pie. Acabo de reservar una pequeña villa en la costa. Para celebrar... en privado.

Le guiñó un ojo, y Aurah sintió el familiar calor expandiéndose por su cuerpo. Después de tantos meses, después de todo lo que habían vivido, el deseo entre ellos seguía siendo tan intenso como el primer día.

—¿Y si nos escapamos ahora? —sugirió, inclinándose para rozar sus labios contra la oreja de Ashton—. Creo que ya hemos cumplido con nuestras obligaciones sociales.

Ashton rio, atrayéndola más cerca.

—Tentador, muy tentador. Pero creo que nuestros amigos nunca nos lo perdonarían. —Miró alrededor, a los rostros sonrientes que los observaban con genuina alegría—. Media hora más, ¿de acuerdo? Y luego... todo el fin de semana es nuestro.

Aurah asintió, permitiendo que Vanessa la arrastrara para examinar más de cerca el anillo, seguida por un coro de compañeras que querían todos los detalles. Mientras respondía preguntas y aceptaba felicitaciones, su mirada seguía volviendo a Ashton, que la observaba desde el otro lado de la terraza con una expresión que le quitaba el aliento.

Exactamente media hora después, tal como había prometido, Ashton la rescató del grupo de compañeros que la rodeaba.

—Lo siento, pero tenemos un vuelo que tomar —dijo, con una mentira tan descarada que todos rieron.

—¿Un vuelo? Pensé que íbamos a conducir —murmuró Aurah mientras se despedían.

—Eso fue antes de comprometernos —respondió él, guiñándole un ojo—. Ahora tenemos que celebrar a lo grande.

Bajaron juntos en el ascensor, sus manos entrelazadas, el nuevo peso del anillo en el dedo de Aurah un recordatorio constante del paso que acababan de dar.

—¿De verdad vamos a tomar un vuelo? —preguntó cuando las puertas se abrieron en el vestíbulo.

Ashton sonrió, tirando de ella hacia la salida.

—No exactamente. Pero he cambiado los planes. La villa en la costa puede esperar. Tengo algo mejor en mente.

El coche de Ashton esperaba en la acera, ya cargado con sus maletas. Aurah no pudo evitar reír.

—¿Estabas tan seguro de que diría que sí?

—No —respondió él con sorprendente seriedad—. Estaba aterrorizado. Pero esperaba que lo hicieras.

El trayecto fue diferente a lo que Aurah esperaba. En lugar de dirigirse hacia las salidas de la ciudad, Ashton condujo hacia el centro, deteniéndose finalmente frente a uno de los hoteles más lujosos de Madrid.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó, confundida.

—Primera parada de nuestra celebración —respondió él, entregando las llaves al valet antes de rodear el coche para abrir su puerta—. Tenemos reserva para cenar.

El restaurante del hotel era famoso por su exclusividad y su vista panorámica de la ciudad. Normalmente, habría que reservar con meses de antelación.

—¿Cómo conseguiste mesa? —susurró Aurah mientras el maître los conducía a una mesa junto a la ventana, perfectamente situada para contemplar el atardecer sobre Madrid.

—Tengo mis recursos —respondió Ashton con una sonrisa enigmática—. Y puede que haya mencionado que era para una ocasión muy especial.

La cena fue perfecta: platos exquisitos, vino excepcional, una conversación que fluía entre risas y planes para el futuro. Por primera vez desde que se conocían, hablaron abiertamente de posibilidades que antes parecían lejanas o imposibles. Una casa juntos, quizás fuera de la ciudad. Posibles destinos para la luna de miel. Incluso, tentativamente, la idea de formar una familia algún día.

—Nunca pensé que querría hijos —confesó Ashton mientras compartían un postre—. Mi infancia fue tan caótica, con mis padres siempre viajando, siempre inmersos en sus propios mundos artísticos... Me prometí que no repetiría ese patrón.

—¿Y ahora? —preguntó Aurah suavemente.

Él la miró con una intensidad que la estremeció.

—Ahora puedo imaginar una niña con tus ojos y tu determinación —respondió—. O un niño con tu sonrisa y tu capacidad para ver lo bueno en los demás. Y en lugar de asustarme, me emociona.

Aurah sintió que su corazón se expandía. Había tanto amor en sus palabras, tanta confianza en un futuro compartido.

—Estamos adelantándonos un poco, ¿no crees? —dijo, aunque la idea de una familia con Ashton le provocaba una calidez indescriptible—. Apenas nos hemos comprometido.

—Tienes razón —concedió él—. Un paso a la vez. Aunque —añadió con una sonrisa traviesa—, hay ciertos aspectos de hacer una familia que podríamos empezar a practicar inmediatamente.

Aurah rio, sintiendo el rubor subir a sus mejillas.

—Señor Moreau, ¿está sugiriendo lo que creo?

—Absolutamente, futura señora Moreau —respondió él, y la forma en que pronunció esas palabras envió una corriente eléctrica por la columna de Aurah—. De hecho... —Hizo una pausa significativa, sacando una tarjeta-llave del bolsillo de su chaqueta—. Resulta que tengo reservada la suite presidencial de este hotel para el fin de semana completo.

Aurah arqueó una ceja, divertida y excitada a partes iguales.

—¿Así que este era tu plan B si decía que no? ¿Ahogar tus penas en la suite presidencial?

Ashton negó con la cabeza, tomando su mano y besando suavemente sus nudillos.

—No hay plan B, Aurah —dijo, su voz bajando a un tono íntimo que solo ella podía escuchar—. Solo tú. Siempre tú.

La intensidad de su mirada, la promesa en sus palabras, despertaron en Aurah un deseo casi insoportable.

—Tal vez deberíamos pedir la cuenta —sugirió, su voz ligeramente temblorosa.

La sonrisa de Ashton se volvió predadora.

—Ya está pagada.

El trayecto hasta la suite fue una tortura dulce. El ascensor privado parecía moverse con deliberada lentitud, y la presencia de Ashton a su lado, sin tocarla pero irradiando un calor que podía sentir a través de su ropa, era casi insoportable.

Cuando finalmente llegaron a la suite, Aurah apenas tuvo tiempo de admirar la opulencia del espacio —ventanales del suelo al techo, mobiliario elegante, una terraza privada con jacuzzi— antes de que Ashton la atrajera hacia él, besándola con una pasión que le robó el aliento.

Sus manos recorrieron su cuerpo con la familiaridad de quien conoce cada curva, cada punto sensible, pero también con la reverencia de quien sigue descubriendo nuevos misterios. Aurah respondió con igual fervor, desabotonando su camisa con dedos impacientes, deseando sentir su piel contra la suya.

Se desnudaron mutuamente entre besos y caricias, entre promesas susurradas y palabras de amor. Cuando finalmente se unieron, fue con una intensidad que iba más allá de lo físico. Era la culminación de un viaje que había comenzado aquel día en el despacho de cristal, un viaje de descubrimiento mutuo, de vulnerabilidad compartida, de barreras derribadas y reconstruidas como puentes.

Después, tendidos entre las sábanas de seda, sus cuerpos entrelazados y sus respiraciones acompasándose gradualmente, Aurah observó el anillo que brillaba en su dedo a la luz de la luna que entraba por la ventana.

—Es perfecto —murmuró, admirando la forma en que la piedra capturaba y reflejaba la luz—. Como tú.

Ashton rio suavemente, besando su hombro.

—Estoy muy lejos de ser perfecto, Aurah. Pero contigo, siento que puedo ser la mejor versión de mí mismo.

Ella se giró para mirarlo, trazando el contorno de su mandíbula con sus dedos.

—Eso es el amor verdadero, ¿no crees? No necesitar ser perfecto para ser amado perfectamente.

Él sonrió, atrayéndola más cerca.

—¿Cómo te volviste tan sabia?

—Tuve un buen maestro —respondió ella, besándolo suavemente—. Un hombre que me enseñó que a veces hay que romper las reglas para encontrar lo que realmente importa.

Se quedaron así, hablando en susurros mientras la noche avanzaba, planeando su futuro entre caricias y promesas. No sabían exactamente cómo sería ese futuro, qué desafíos traería, qué alegrías les esperaban. Pero sabían una cosa con certeza: lo enfrentarían juntos, como iguales, sin jerarquías ni secretos.

A la mañana siguiente, Aurah despertó antes que Ashton. Lo observó dormir, su rostro relajado, sin las líneas de tensión que solían marcarlo durante el día. Nunca lo había visto tan en paz.

Se deslizó fuera de la cama sin hacer ruido y salió a la terraza, envuelta en una de las batas del hotel. La ciudad se extendía ante ella, bañada en la luz dorada del amanecer. Respiró profundamente, sintiendo una especie de plenitud que nunca antes había experimentado.

Unos brazos fuertes la rodearon desde atrás, y Ashton apoyó su barbilla en su hombro.

—Buenos días, prometida —susurró, besando su cuello.

Aurah se recostó contra él, disfrutando de su calor, de su fuerza, de su presencia constante.

—Buenos días, prometido —respondió, saboreando la palabra, su novedad, su promesa.

—¿En qué piensas? —preguntó él, siguiendo su mirada hacia el horizonte.

—En nosotros —respondió honestamente—. En cómo empezamos. En todo lo que hemos superado para llegar aquí.

Ashton la giró suavemente para mirarla a los ojos.

—¿Sabes qué es lo más increíble? —dijo, acariciando su mejilla—. Que esto es solo el comienzo.

Aurah sonrió, consciente de la verdad en sus palabras. Era solo el comienzo. Un nuevo capítulo en una historia que habían decidido escribir juntos, sin miedos, sin reservas, sin planes alternativos.

Porque cuando encuentras lo que realmente importa, no necesitas un plan B.

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