Cap. 7: El señor del aeropuerto, ¿es mi papá?
El murmullo de la ciudad no llegaba a los pisos más altos de la Torre Balmaceda, donde el aire olía a éxito, y el silencio imponía más que cualquier palabra.
Allí, tras un escritorio de acero pulido y pantallas interactivas, Iker Balmaceda repasaba la presentación de un prototipo con una ceja ligeramente arqueada, como si el mundo estuviera siempre obligado a impresionarlo.
—Mañana a las nueve tiene reunión con la directora de la Fundación ALIJG —informó su asistente personal, una mujer joven, discreta y eficiente.
Él no levantó la vista de la pantalla.
—¿Qué demonios es eso?
—Una organización dedicada al desarrollo infantil, con especial énfasis en niños con altas capacidades. Están interesados en asociarse con Balmaceda Robotics para programas de estimulación cognitiva a través de inteligencia artificial. Se envío la propuesta hace como un mes y recibimos respuesta hace dos semanas, quieren entrevistarse con usted.
—Ah, cierto —masculló Iker, apoyándose contra el respaldo de la si