El mayor deseo de Ivana es vengarse del hombre que ocho años atrás la utilizó y destruyó su vida, para hacerlo cambia su identidad y, con un cambio radical de estilo, se infiltra en su empresa convirtiéndose en su secretaria personal. ¿Cuál es su objetivo? Enamorarlo y después romper su corazón. ¿Cuál es el problema? Que tal vez ella termine cayendo en su propia trampa. En un mundo de millonarios no todo es lo que parece y hay que jugar bien las cartas para terminar ganando.
Leer más—¿Estás lista?
Escuché la voz de mi mejor amiga y la miré a través del espejo que tenía en frente. Me estaba maquillando y preparando para comenzar mi nuevo trabajo. —Sabes que nací lista. —contesté. Me miró con interés y me volví hacia ella. Sabía que estaba preocupada. —¿Qué me quieres decir? —pregunté al fin. —No sé si sea buena idea que seas su secretaria. Estamos hablando de millonarios. En su mundo nosotras somos cucarachas. ¿Sabes lo que sucede con las cucarachas en la casa de la gente rica? —¿Que engordan y viven bien? —bromeé. —Que son aplastadas y exterminadas al menor descuido. —Nadie me va a aplastar… —Pero te pueden hacer daño. Me volví hacia el espejo y tomé el labial. —Sabes que tengo que hacer esto. Además, con mi nueva identidad, y con el cambio que he dado jamás me reconocerá. Ellie sonrió y supe de inmediato que no era una sonrisa sincera. Estaba preocupada. Y cómo no estarlo después de todo lo que le había contado. En ese momento supe que lo mejor habría sido mantenerla al margen de todo esto. Tras contemplar mi reflejo en el espejo por unos minutos más me puse de pie, tomé mi cartera y salí de la habitación seguida por Ellie. Lucía un vestido ajustado, ni tan formal ni tan informal, me lo había regalado Ellie semanas atrás justo para este día. —Rezaré por ti —me aseguró—. Y pondré treinta velas en tu nombre. —Oye, ve a ver si quemas el apartamento que ahí sí que seremos asesinadas y no precisamente por un millonario. Mi amiga se echó a reír seguro imaginando la furia que eso provocaría en Carlos, nuestro casero gruñón. Al salir, el taxi me estaba esperando. Me subí y le indiqué la dirección a la que me tenía que llevar. Lo dije con un nudo en el estómago. Creí que nunca diría aquella frase en voz alta. —¿Me puede llevar al Bigmax? El Bigmax era el tercer edificio más grande de la ciudad. El lugar al que toda chica modelo, costurera o diseñadora quería llegar y al que, al mismo tiempo, pocas accedían. De aquel edificio salían las modelos que encabezaban las revistas más prestigiosas, los vestidos que usaban las actrices en las grandes televisoras y premiaciones y las ropas que lucían las influencers en las redes sociales. ¿Cómo llegué hasta allí? Por dos motivos. Muchos dirán que fue suerte que una chica de suburbio como yo haya llegado hasta aquel lugar, pero lo que solo sé es que fui guiada por algo incluso más poderoso que la suerte misma, el odio y las ganas de realizar mi venganza. Fui pisoteada, acabada, pero jamás destruida. Renací de las cenizas y ahora estaba allí, admirando el que sería mi nuevo hogar. En aquel edificio pasaría los próximos días y con suerte conseguiría mi objetivo. Vengarme del hombre que tanto daño me había hecho en la adolescencia. Después de acomodarme el vestido y comprobar que todo estaba en orden un par de veces entré por fin hasta el enorme y lujoso recibidor. Una chica de cabello rizo escribía en su computadora a un lado del enorme salón. —Buenos días, soy Mary Elizabeth. Vengo para hacer efectivo mi contrato de trabajo. La chica me miró y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. —Dame unos segundos. Comenzó a teclear en la computadora y aproveché para echar un vistazo a mi alrededor. Desde el primer piso se apreciaba el lujo. Hasta el aire estaba perfumado. El piso relucía tanto que temí que se me vieran las bragas en el reflejo. Aquello parecía otro mundo, un universo al que acababa de acceder casi sin permiso. Una parte de mí no se creía que había llegado tan lejos. —Listo, te están esperando en el quinto A. Suerte con Antoni Casterly. Su última secretaria no tuvo tanta. —¿Qué quieres decir? —pregunté con curiosidad. La chica se puso roja y, tras mirar a su alrededor y ver que nadie la veía, me hizo un gesto para que me acercara. Me incliné de inmediato hacia ella. —Le encanta jugar con el sueño de las chicas como tú. Cuidado con lo que haces ahí arriba. —¿Cuál es tu nombre? —le pregunté entonces. La chica sonrió. —Soy Brittany. —Gracias por el consejo, Brittany, ha sido un placer conocerte. Cuando me di la vuelta y me encaminé hacia el elevador, sonreí abiertamente. Ella se equivocaba, el que tenía que temer era él por todo lo que le estaba a punto de suceder. No negaré que estaba nerviosa y que en el fondo hasta me encontraba un pelín asustada, pero cuando se abrieron las puertas del elevador mi asombro fue tal que olvidé hasta el motivo que me había llevado hasta allí. Aquel lugar había sido decorado con un gusto exquisito. El suelo de mármol relucía con la luz de los ventanales que mostraban una magnífica vista hacia la ciudad y, a lo lejos, se podía apreciar el azul intenso del mar. El lugar estaba dividido por oficinas, las más pequeñas de cristal y las más importantes, completamente cerradas, supuse que allí se encontraban los altos mandos. Aquellos que como el rey Midas transformaban en oro todo aquello que tocaban. —Tú debes ser Mary Elizabeth, ¿verdad? Salí de mi ensoñación para encontrarme con una cara menudita. Una chica aparentemente de mi edad me observaba con curiosidad. No tardaron en unirse tres más. —Sí —me aclaré la garganta—. Vengo por... —Por el puesto de secretaria personal. —recitaron todas ahogando algunas risitas. Las miré sin entender nada y una chica de piel morena y ojos marrones se acercó a mí. —Tú no nos conoces, pero nosotras a tí sí. En especial yo. Soy Daniela, trabajo en recursos humanos. Fui la encargada de investigar y revisar tu historial. —Yo soy Angela —murmuró otra chica de cabello negro y facciones asiáticas—. Trabajo en diseño. —Yo en marketing —habló la tercera, una chica bajita de ojos verdes y cabello rojo—. Soy Melissa. —Y yo soy Lourdes y soy secretaria. —dijo la última, una anciana de ojos azules y cabello rubio que usaba lentes de pasta. —Un placer conocerlas. Tenía entendido que yo sería la secretaria. —Oh, sí, yo te pasaré las llamadas importantes, las que tengan que ver con el jefe. En ese momento, como si acabara de ser invocado, las puertas del elevador se abrieron y lo vi después de tanto tiempo. Les juro que los 8 años que habían pasado desde la última vez se volvieron nada. Por un segundo deseé correr hacia él y partirle la cara de un puñetazo, pero no lo hice por dos motivos. Por un lado porque me sacarían de inmediato de la empresa y frustraría mi plan en el acto. Y porque, como la primera vez, su aura, aquella atmósfera de seducción que causaba en los demás, también me cautivó. Ojos azules, cabello castaño tirando a rubio, labios gruesos, brazos fuertes y manos grandes. Caminaba con una elegancia digna de admirar, como si de un ángel se tratara. Pero bien sabía que toda aquella majestuosidad no era más que una ilusión. En el fondo era el peor de los demonios y yo estaba allí para cortar sus alas. Decidida caminé hacia él captando su atención y traté por todos los medios de no parecer aterrada. Caminé como si de una pasarela se tratara y como si de aquel modelaje dependiera mi vida. —Buenos días —le dije estirando la mano—. Mi nombre es Mary Elizabeth. De ahora en adelante seré su nueva secretaria.Patrick era la elegancia misma personificada. Lo sé, puede que crean que exagero pero digo la verdad. Parecía un ángel, o mejor dicho, el demonio más hermoso del infierno. Caminaba y vestía como si de un modelo se tratara y hablaba hasta por los codos. Comenzó a saludar a todos y, cuando se detuvo frente a su hermano, sus ojos chocaron con los míos. Apartó la mirada, pero al instante la regresó y alzó las cejas con sorpresa.—A ti te conozco —dijo entonces.—No creo. —murmuré intentando disimular el rubor. —¿Trabajas en televisión? ¿Eres famosa? Negué con la cabeza y se me escapó una sonrisa. Estaba repitiendo lo que me había dicho en el antro de mala muerte en el que nos habíamos conocido.—Ahora me doy cuenta de que no te he visto antes, si abría visto esa sonrisa en otro momento, lo recordaría.Noté como Antoni a mi lado carraspeó.—¿Se conocen? —Nos encontramos el sábado cuando salí con mis amigas. —me apresuré a explicar.—¿Estás aquí desde el sábado y ahora es que vienes a s
—¿Qué tienes? —me preguntó mi amiga Ellie al ver que no decía nada. Las dos estábamos sentadas en el salón de nuestro apartamento.—No lo sé. Desde que hablé con esa chica me siento rara. Es como si hubiera dejado de sentirme importante. —¿Qué quieres decir?—Que no he sido la única en terminar destruida por Antoni. Hasta ahora somos tres. —¿Y eso en qué te afecta?—En que ahora comprendo por qué no me reconoció. No signifiqué nada para él. Solo fui otra en su colección. Me siento como la rosa del Principito que se creía especial y solo era una más.—Mary, ¿Y cómo es estar con él? Me imagino que pasan mucho tiempo juntos.Bufé y caminé hasta la cafetera de la cocina. Mientras me servía una taza contesté.—Quitando el viaje que hicimos todo ha sido muy profesional. Me trata con respeto, me indica lo que tengo que hacer, le paso las llamadas importantes y le recuerdo las citas y lo que tiene en la agenda. No tengo tiempo de nada. —Hay que ver, yo que creía que todo sería más emociona
Lo primero que vi al llegar a la empresa fue un descapotable blanco aparcado delante del edificio. Por el estilo y el color imaginé que era de Antoni. Uno parecido llevaba consigo el día que lo conocí, un Lamborghini blanco y no un corcel como le había dicho a Tobi. Entré al edificio y me encontré a Brittany en su puesto de trabajo. Bebía de una taza que tenía de dibujo un ¡Buenos días! y una carita sonriente.—Linda taza.—¿Te gustó? Yo amo estos detalles, me la regaló mi novio por navidad.—¿Antoni está arriba?—Sí, me dijo que te diera esto y que te cambiaras de ropa. En un rato baja y se van.Me tendió un vestido blanco escotado que meses atrás había visto en una revista. Era de la colección de primavera.—Pero... pero esto debe costar tres de mis salarios.—Lo sé, a él le gusta que sus secretarias vayan elegantes a los cócteles.—¿Vamos a un cóctel?—Sí —dijo Antoni mientras las puertas del ascensor se abrían y se le veía en toda su elegancia—. Y vamos con retraso, tenemos que c
Esperé mucho ese momento e imaginé todas las reacciones posibles que podía tener cuando me viera, pero jamás imaginé que ni siquiera llegaría a tener un triste déjà vu o al menos que me preguntara si me conocía de algún lado. Me había destrozado la vida y ni siquiera me recordaba. —Espero que cumpla con mis expectativas —empezó a decir después de estrecharme la mano—. Me gusta la gente puntual, ni se le ocurra llegar tarde y, por dios, compre ropa nueva. De ahora en adelante trabajará para Bigmax y tiene que estar a su altura.Tras decir eso se marchó. Yo me quedé en el mismo sitio, petrificada hasta que fui abordada por Lurdes. —No te lo tomes personal, don Antoni es un poco exigente con la vestimenta de sus empleados. Y no te preocupes por lo del dinero, la empresa cubre los gastos. Ven conmigo, bajaremos al almacén. Ahí Maxi y Julia tomarán las medidas.—¿Medidas? Lurdes se echó a reír al ver mi cara.—¿Pensabas que comprarías ropa de otras marcas? Será para que te echen mañana
—¿Estás lista? Escuché la voz de mi mejor amiga y la miré a través del espejo que tenía en frente. Me estaba maquillando y preparando para comenzar mi nuevo trabajo. —Sabes que nací lista. —contesté.Me miró con interés y me volví hacia ella. Sabía que estaba preocupada.—¿Qué me quieres decir? —pregunté al fin. —No sé si sea buena idea que seas su secretaria. Estamos hablando de millonarios. En su mundo nosotras somos cucarachas. ¿Sabes lo que sucede con las cucarachas en la casa de la gente rica?—¿Que engordan y viven bien? —bromeé.—Que son aplastadas y exterminadas al menor descuido.—Nadie me va a aplastar…—Pero te pueden hacer daño.Me volví hacia el espejo y tomé el labial.—Sabes que tengo que hacer esto. Además, con mi nueva identidad, y con el cambio que he dado jamás me reconocerá.Ellie sonrió y supe de inmediato que no era una sonrisa sincera. Estaba preocupada. Y cómo no estarlo después de todo lo que le había contado. En ese momento supe que lo mejor habría sido m
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