El objetivo de la velada era aumentar el interés de Antoni por mí.
Eso lo tenía muy claro, y sabía que no lo iba a lograr si aparentaba ser una secretaria pobretona. En cambio, si no me asombraba con nada, si a sus ojos me veía como pez en el agua en donde quiera que me llevara, iba a asumir que estaba tratando, contra todo pronóstico, con una igual.
Esos solo eran suposiciones. Jamás imaginé lo que se avecinaba aquella noche. Cuando nos detuvimos frente al mar no lo comprendí. De hecho, me quedé observando temiendo que hubiera algún error, pero no era así. Antoni estacionó el auto en una esquina y se detuvo frente al mar. Era un sitio alejado de todo.
—¿Qué hacemos aquí? —me apresuré a preguntar al ver que se había limitado a observar la lejanía. Aquel lugar me traía recuerdos memorables, pero también otros que prefería no recordar. El mar, la costa, la arena y el olor a salitre habían formado parte fundamental de mi vida anterior y parte también de nuestra historia. Por un moment