Elara fue traicionada por todos los que amaba. Su manada le dio la espalda, su prometido le engañó con su hermana… y el Alfa quien debía protegerla, la condenó. Exiliada y rota, Elara jura no volver a ser la loba débil que todos despreciaron. Hasta que cae en manos del reino de Rosso, y en los brazos de Jarek el rey Alfa de la manada enemiga, que es tan peligroso como misterioso. Él no quiere una Luna. No cree en vínculos. Pero el destino tiene otros planes. Elara está destinada a ser su Luna. Ahora, Elara deberá elegir: huir del lazo que la une a su enemigo… o usarlo para vengarse y reclamar el poder que siempre le negaron. Una cosa es segura: esta vez, ella será implacable.
Leer másPrólogo: El veneno y el lecho conyugal
La mano derecha de Elara se aferró a lo largo de la puerta de su habitación mientras el calor seco del verano mezclado con el olor a perfume se estrellaba contra sus fosas nasales.
La puerta de la habitación estaba entreabierta, y la luz que entraba por la rendija atravesaba el suelo, iluminando vagamente la escena del interior: la espalda desnuda de Rael estaba mojada de sudor, las manos de Minah—su hermana—, desnuda, se aferraban con desesperación a sus omóplatos.
En la cama nupcial que originalmente había sido preparada para Elara, como bestias en celo, yacían enredados, su prometido, y su hermana.
Los jadeos y gemidos se mezclaban con el crujir rítmico y áspero del colchón, que parecía gritar con cada movimiento.
—¡Ah, Rael, me encantas…! —susurró la voz que conocía mejor que ninguna—. ¿Por qué debo compartirte con Elara? Me duele verte con ella.
—Aguanta un poco más, hasta que se convierta en Luna.
La voz de Rael perforó los tímpanos de Elara.
—¿Todavía estaba bebiendo esa medicina de onagra?
—Si no fuera por esa medicina, la loba dentro de ella podría haber sido incontrolable, y entonces nuestros tres años de planificación se habrían ido por el desagüe —dijo Rael.
La poción.
La palabra se alojó con fuerza en las sienes de Elara.
El "tónico tranquilizante" que su hermana Minah le había dado durante tres años, aquella botella de tónico que decía que estaba destinada a despertar a la loba que llevaba dentro, era lo que la había mantenido somnolienta y cada vez más débil noche tras noche...
¡Resulta que era veneno!
***
Capítulo: Alfa traidor
Hoy, Elara cumplía dieciocho años.
Durante semanas, ella hizo todo lo posible para despertar a su loba interior.
Pero al llegar el amanecer, llegó el silencio habitual.
Su piel no ardió. Ni su corazón palpitó con la llamada.
Elara se sentó en el borde de la cama, sintiendo que algo en su interior se rompía lentamente.
¿Y si ella no era digna de la loba que estaba destinada a ser? ¿Y si solo era ...... que había nacido rota?
"Solo espera un poco más, Elara", recordó las palabras de Minah, su hermana, que siempre la consolaba con su voz suave y cálida, sintió una extraña frialdad al pasarle los dedos por la muñeca.
"Tu loba solo está dormida, despertará pronto". Su padre la abrazó y le tocó la frente con sus erizados bigotes.
"Nuestra pequeña cazadora, incluso solo en forma humana, puede correr por el bosque como el viento".
Pero, ellos no lo entendían.
No entendían que cuando cazaba, el olor a lobo que emanaba de sus compañeros le picaba en el estómago; no entendían que, en las reuniones tribales, el crujido de los huesos de las otras chicas al transformarse reverberaba en sus oídos como latigazos.
Se convirtió en una anomalía entre sus compañeras, en el hazmerreír de la manada.
Para colmo, faltaba una semana para la ceremonia que la uniría a Alfa Rael, la idea de no ser una buena Luna, ya pendía como una espada sobre su cuello.
Él era el hombre más temido, respetado y deseado, y el alfa más joven de la manada Granate; tres años atrás, cuando ella apenas había cumplido los quince y no entendía del todo lo que significaba el vínculo.
Cuando la luna estaba llena, él la tomó de la mano y su voz grave le provocó escalofríos:
"Eres mi luna, Elara. Eres la elegida de la Diosa de la Luna para mí”
Ella, cautivada por su voz grave y su majestuosa presencia, le creyó.
Aunque nunca había sentido esa conexión.
Pero él la eligió. Quería tenerla a su lado.
¿No era eso suficiente?
Sin embargo, las sombras acechaban en su mente.
Una cruel duda se colaba en sus momentos de soledad: ¿por qué ella? ¿Por qué la única loba que aún no había despertado? ¿Por qué no alguien más salvaje, más fuerte, más digno de un Alfa como él?
No obstante, se esforzó al máximo.
Era la mejor cazadora de su generación. Se movía rápido, en silencio, y mataba en el bosque.
Se disciplinó para aprender.
Sirvió humildemente. Amó con todo su corazón. Solo quería ser lo suficientemente buena.
Solo quería ser digna
Se miró en el espejo de bronce:
—No puedo mostrar debilidad, se dijo a sí misma, apretando los dedos contra las palmas de las manos.
—Rael necesita una Luna fuerte, no una Luna inútil y enferma.
***
Al llegar a la mansión de la manada, vio el auto de Alfa Rael ahí y ella sonrió emocionada.
Pero cuando entró en la casa, se sintió un poco extraña. La casa estaba en silencio. Todo parecía congelarse.
Caminó de puntillas por el pasillo, con los papeles del despacho esparcidos por el suelo y la silla de roble en la que solía sentarse torcida en un rincón.
Al crujir las escaleras, un sonido sordo llegó desde el primer piso, no el sonido de una discusión, sino un resoplo húmedo.
A Elara se le heló la sangre al instante y sus manos se agarraron con rigidez a la barandilla.
La puerta de la habitación estaba entreabierta y debería haberse dado la vuelta y echado a correr, pero sentía los pies como de plomo y se arrastró paso a paso hacia el umbral.
Entonces escuchó esa voz que conocía tan bien….
—Ah, Rael, me encantas —susurró esa mujer
Elara sintió que se le cortaba la respiración y que su corazón dejaba de latir por un momento.
—¿Por qué debería compartirte con Elara? Es demasiado doloroso.
—Lo siento, Minah. Así son las cosas. Elara se convertiría en la poderosa Luna de la manada, aunque aún no lo sepa ......
El mundo se desmoronó ante sus ojos y Elara se congeló.
—¿Qué harás si se entera? ¿Si descubre que le mentimos?
—Pero para entonces ya estaría marcada como Luna. Y entonces, tal vez... podrá conocer a su forma lobuna.
—¡Impediste que se convirtiera por tanto tiempo! —Minah gimió— ¿Cuándo vas a dejar de darle la poción que le preparo todas las mañanas para impedirlo?
—Mientras no se transforme antes de la ceremonia de alianza, solo será mi marioneta y Luna. Una vez que consolide el poder de la manada, naturalmente encontraré la forma de hacerla desaparecer “accidentalmente”.
Los ojos de Elara se sumieron en la oscuridad.
Tres años atrás, Minah le había dado esa poción, y le dijo que era un medicamento a base de onagra que debía tomar todas las noches antes de acostarse; tres años de despertarse siempre con dolor físico por las mañanas, pensando que era ansiedad por la transformación; tres años ......
Resultó que su alma de lobo que ansiaba día y noche estaba encerrada en lo más profundo de su alma por el par de perros viciosos, ¡con veneno!
Ellos. Todos traidores.
Se dio la vuelta, dispuesta a correr.
Y corrió sin mirar atrás. Gritó dispuesta a alejarse. Pero una voz la detuvo.
—¿Señorita Elara?
La sirvienta se quedó allí, mirándola confusa.
Entonces se abrió la puerta.
Rael y Mina salieron envueltos solo en sábanas, con los rostros pálidos por el miedo.
—¡Elara! ¡Las cosas no son lo que parecen! —exclamó Rael y se acercó a ella.
—¡Lo sé todo! —gritó ella, con la voz ronca y estrangulada—. ¡Maldita sea! Son traidores.
Rael intentó acercarse a ella, pero ella retrocedió como si lo odiara.
De repente se oyó un sordo estruendo procedente de su alma que había permanecido en silencio durante años.
No era el sonido de un latido, sino el de algún tipo de bestia que había estado durmiendo durante dieciocho años, oliendo el aroma sangriento de la traición, abriendo por fin sus ojos escarlata.
Un fuerte estruendo provenía de las profundidades de los huesos, y algo se agitaba frenéticamente bajo la piel, como un volcán a punto de entrar en erupción.
Un temblor. Un rugido silencioso.
Un golpe de ira, de dolor y de verdad.
El lobo en su interior... sintió su ira a pesar de que seguía dormido.
Por fin empezaba a despertar.
Al otro lado de la ventana, unas nubes oscuras taparon de repente el sol, sumiendo toda la habitación en la penumbra.
Algo había despertado por fin en el cuerpo de Elara.
Eyssa corrió lejos de allí, escapando de Bea, el corazón, latiéndole con fuerza en el pecho. La adrenalina la impulsaba, pero el miedo la seguía como una sombra.No podía permitir que Bea la alcanzara; sabía que su vida dependía de ello.Cada paso que daba resonaba en su mente, cada ruido a su alrededor la hacía mirar hacia atrás, esperando no encontrar a su perseguidora.Pronto, escuchó unos ruidos en la distancia, y su corazón se detuvo por un momento. Entonces lo vio: era él, su lobo, su amado Hester. La visión de su figura poderosa la llenó de alivio. Hester corría hacia ella, en su forma lobuna, ronroneando y lamiendo su rostro, como si quisiera borrar todo el miedo que la había consumido.En ese instante, Eyssa sintió que todo iba a estar bien.Los lobos de Hester los siguieron hasta encontrar a Bea.La tensión en el aire era palpable, y Eyssa sintió una mezcla de miedo y esperanza.Hester, en su forma humana, cambió rápidamente, y sin dudarlo, la abrazó con fuerza, como si nun
Eyssa, con la furia de su loba, se preparó para enfrentar a Bea, sabiendo que la batalla que se avecinaba no solo era por su vida, sino por el futuro de su cachorro.El bosque se convirtió en un escenario de confrontación, donde los lazos de sangre y amor se entrelazaban con la traición y el deseo de venganza.La atmósfera se volvió tensa, como un arco a punto de romperse, y todos los presentes sintieron que el destino de sus vidas pendía de un hilo.En el corazón del bosque, la lucha entre lo que era correcto y lo que era necesario estaba a punto de comenzar, y nadie podía predecir quién saldría victorioso.—Hijo, no es así, Heller… —dijo Bea, su voz temblando mientras intentaba alcanzar a su hijo con palabras de consuelo.—¡Tú…! ¿Eres…? ¿Eres solo esto? Una malvada, arruinaste la vida de mi padre, la de mi hermano, la de todos. ¿Por qué? ¿Por el trono? —Heller comenzó a reír con locura, una risa que resonaba en el aire como un eco sombrío, lleno de dolor y desesperación.—Heller —su
Al llegar al bosque, dejaron a Eyssa encerrada en el auto, el motor aun zumbando suavemente mientras la naturaleza rodeaba el vehículo con su silencio ominoso. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando sombras danzantes que parecían burlarse de la situación.Heller, con el corazón en un puño, salió del auto y comenzó a caminar de un lado a otro, la ansiedad y la rabia ardiendo en su interior.—Hijo —dijo Bea, su voz cortante, como el viento helado que soplaba entre los árboles.Él miró a su madre con una mezcla de rabia y dolor en sus ojos, el conflicto interno desgarrándolo.—¡Tú…! ¿Lo mataste? ¿Mataste a mi padre? —preguntó, su voz temblando, pero llena de acusaciones. Las palabras salieron de su boca como un grito de desesperación, cada sílaba impregnada de traición.Bea lanzó un suspiro, poniendo los ojos en blanco como si el peso de la situación le resultara molesto.—No seas tonto, Heller —respondió con desdén—. Tu padre ya no nos quería. Iba a elegir a Hester. ¿
Las puertas del palacio se abrieron con un crujido ominoso, y todos los presentes observaron con un nudo en la garganta cómo llevaban a Eyssa.La atmósfera estaba cargada de tensión, el aire se sentía pesado, como si el propio palacio estuviera consciente del peligro inminente.Hester ardía de desesperación, su corazón latía con fuerza mientras veía a su hermana ser arrastrada hacia un destino incierto.En el momento en que estaban a punto de subir a un auto, Bea apareció con una sonrisa que era todo menos inocente.Había un gesto de malicia en su rostro, y Hester sintió que el miedo se apoderaba de ella.De repente, Bea abrió la granada en sus manos y la lanzó con una risa burlona que resonó en el aire.—¡No! —gritó Eyssa, su voz llena de terror y desesperación al ver lo que esa malvada loba había hecho. Fue en ese instante que el rey Crystol se lanzó hacia la granada, no lo pensó, fue un impulso al imaginar que eso protegería la vida de su hijo, tratando de salvarlo de la inminente
Eyssa era llevada, arrastrada por la fuerza de los soldados que la custodiaban.Heller, el autoproclamado rey Alfa, había obligado a todo su ejército a colocarse frente al castillo, creando un espectáculo de poder y dominación.Solo el ejército Kan estaba dentro, junto a él, y su presencia era suficiente para llenar el ambiente de tensión.Heller estaba feliz, una sonrisa cruel se dibujaba en su rostro mientras esperaba la llegada de su prisionera. Entonces, la vio llegar, casi no lo podía creer: atada de manos y pies con hilo de plata, una cadena que simbolizaba su derrota. El estado de Eyssa lo sorprendió; su apariencia era desoladora, su rostro estaba sucio y su cabello, enmarañado.Heller soltó una risa burda, una risa que resonó en el aire como un eco de su satisfacción.—¡Eyssa! —exclamó, su voz llena de desdén—. Mírate, la princesa consorte, la nieta de un Rey Alfa. ¿Creíste que ibas a ganar? ¡Pobre, solo das lástima!La obligaron a caminar, sus pies descalzos, golpeando el sue
Hester abrazó a su madre con fuerza, como si temiera que, de soltarla, se desvaneciera entre sus brazos como un espejismo.Verla de nuevo era como recuperar un pedazo de alma perdido, como respirar la paz que durante tanto tiempo se le había escapado entre guerras, traiciones y noches interminables de odio.Aquella calidez materna le devolvía algo que había creído muerto: la certeza de que aún había algo puro en medio de la oscuridad.Pero, cuando levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de su padre, todo aquello se quebró.El aire se volvió denso, pesado, casi imposible de respirar. Crystol intentó sostener la mirada de su hijo, pero la vergüenza y los recuerdos lo golpearon con tal violencia que su cuello pareció doblarse bajo el peso de los años.—Hijo… —susurró apenas, como si aquella palabra pudiera recomponer todo lo roto.Hester se estremeció.Una ira tan vieja como sus cicatrices lo atravesó de pies a cabeza.Dio un paso hacia él, sus labios temblaban, y cuando habló
Último capítulo