Minah luchaba con todas sus fuerzas, tratando de zafarse de las garras implacables de su hermana.
Pero Elara era un torbellino de furia, una fuerza de la naturaleza imparable, y cada segundo que Minah resistía sentía que su vida se desvanecía poco a poco.
Sus músculos ardían, el aire le faltaba y la oscuridad comenzaba a envolver su visión.
Pensó, con un pavor helado, que estaba a punto de morir entre aquellas manos que alguna vez conoció como suaves.
Entonces, la puerta se abrió de golpe, estremeciendo el cuarto con su estrépito.
Rael, el Alfa, apareció en el umbral.
Sus ojos, fieros y llenos de autoridad, recorrieron la escena con rapidez. Sin dudarlo, se lanzó hacia Elara y apartó con una fuerza que hizo crujir los huesos a Minah, liberándola por fin de ese tormento. La tomó en sus brazos, sus manos firmes y protectoras, mientras Minah, temblorosa y débil, se aferraba el Alfa.
—¡Elara! —exclamó Rael, su voz vibrando con furia contenida—. ¡Casi matas a tu propia hermana!
Elara, sus ojos brillando con un fuego oscuro, le lanzó una sonrisa amarga, casi una mueca de desafío.
—Eso es lo que quiero —dijo con voz quebrada pero firme—. ¡Matarlos a los dos! A ti y a Minah.
El aire se volvió pesado. Rael dio un paso adelante, la tensión era tan palpable que parecía quemar la piel.
Con una rapidez devastadora, la abofeteó con una fuerza que resonó en todo el cuarto.
El golpe fue seco, implacable. Elara rio, un sonido cortante y loco, pero el hilo de sangre que escapó de su boca era la prueba del dolor que acababa de recibir.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro, confundiendo el rencor con el sufrimiento más profundo.
—¡Yo nunca seré tu luna, Rael! —gritó, con una voz que dolía y desgarraba—. ¡Yo, Elara, te rechazo! ¡Te rechazo a ti, Alfa Rael!
Rael la miró con una mezcla de ira, decepción y desesperación.
—¡Cállate! —ordenó, con voz autoritaria, una tormenta que no admitía réplica.
Dejó a Minah a un lado.
Sus manos se levantaron de nuevo y abofetearon a Elara una vez, y otra, con una fuerza que parecía querer arrancar toda resistencia de su cuerpo.
Elara cayó finalmente, desvanecida, como un suspiro vencido por la tormenta.
***
Rael y Minah salieron de la habitación, dejando atrás el silencio pesado y el eco de los golpes.
Minah se apoyó en la pared, con el rostro pálido y los ojos llenos de una rabia por haber sido lastimada por Elara.
Rael se acercó lentamente y la envolvió entre sus brazos, como si con ese abrazo pudiera protegerla de todo el tormento que se avecinaba.
—¿Qué haremos si ella no obedece, mi amor? —susurró Minah, con la voz quebrada y temblorosa, como si pronunciar esa pregunta fuera aceptar una derrota segura.
Rael apretó su cintura, buscando darle seguridad con la fuerza de su cuerpo y la calidez de su aliento.
—Ella obedecerá —respondió con voz firme, pero baja—. Y si no, usaré mi poder de Alfa. No le gustará, te lo aseguro.
Minah levantó la mirada, sus ojos se encontraron con los de él, llenos de esa determinación férrea que la había enamorado, pero en su pecho el miedo latía con fuerza.
Negó lentamente, con una mezcla de dolor y resignación que quebró el momento.
—No, mi amor —dijo, apretando los labios—. Mejor… renunciaré a ti. Quédate con mi hermana.
Rael la miró, incapaz de ocultar el dolor que le provocaban esas palabras.
—¡Minah! —exclamó, su voz cargada de emoción—. No digas eso, que me duele. ¡Eres mi mate! No lo olvides, no puedo renunciar a ti.
Ella se aferró a él con toda la fuerza que le quedaba, como si aquel abrazo pudiera salvarlos a ambos de la tormenta que se avecinaba, sonrió, segura de que él, nunca la dejaría.
—¿Crees que no me duele? —susurró, con lágrimas contenidas—. Pero si mi hermana me odia, si se niega a ser la Gran Luna, entonces sabes que estamos condenados. Según la profecía, nuestra manada está destinada a ser esclava del reino Rosso, sus sirvientes eternos, al menos que una Luna poderosa nos salve.
Rael la estrechó con más fuerza, como si en ese contacto pudiera ahuyentar la oscuridad que los rodeaba.
—Elara será mi Luna —dijo con voz firme y grave—. Por las buenas… o por las malas.