Las puertas del palacio se abrieron con un crujido ominoso, y todos los presentes observaron con un nudo en la garganta cómo llevaban a Eyssa.
La atmósfera estaba cargada de tensión, el aire se sentía pesado, como si el propio palacio estuviera consciente del peligro inminente.
Hester ardía de desesperación, su corazón latía con fuerza mientras veía a su hermana ser arrastrada hacia un destino incierto.
En el momento en que estaban a punto de subir a un auto, Bea apareció con una sonrisa que era todo menos inocente.
Había un gesto de malicia en su rostro, y Hester sintió que el miedo se apoderaba de ella.
De repente, Bea abrió la granada en sus manos y la lanzó con una risa burlona que resonó en el aire.
—¡No! —gritó Eyssa, su voz llena de terror y desesperación al ver lo que esa malvada loba había hecho.
Fue en ese instante que el rey Crystol se lanzó hacia la granada, no lo pensó, fue un impulso al imaginar que eso protegería la vida de su hijo, tratando de salvarlo de la inminente