Cuando él se fue, Elara rompió en un llanto profundo, desgarrador, un grito de dolor contenido durante demasiado tiempo.En ese instante, volvió a ver a su loba, a Esla, proyectada con fuerza en su mente.La voz de su loba era clara, firme, un bálsamo en medio de la tormenta.“Elara, lo siento, soy tan débil, no pude defenderte por ese brebaje… voy a ayudarte a escapar, voy a salvarte, solo confía en mí… finge sumisión para ser libre. Entiende, finge sumisión”Elara la miró, furiosa y cansada.“No puedo” dijo con desesperación.Pero Esla no flaqueó, su voz fue más insistente y serena.“Elara, si no me obedeces, el dolor será insoportable para las dos. No solo para ti, también para mí”Elara bajó la mirada, la realidad la golpeó con brutalidad. Sabía que su loba no mentía.Ese dolor era un vínculo, una cadena invisible que la unía a Esla y a su propia supervivencia.Con un suspiro quebrado, asintió, aceptando aquel destino provisional, esa estrategia amarga que les daría la oportunidad
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