Eyssa corrió lejos de allí, escapando de Bea, el corazón, latiéndole con fuerza en el pecho. La adrenalina la impulsaba, pero el miedo la seguía como una sombra.
No podía permitir que Bea la alcanzara; sabía que su vida dependía de ello.
Cada paso que daba resonaba en su mente, cada ruido a su alrededor la hacía mirar hacia atrás, esperando no encontrar a su perseguidora.
Pronto, escuchó unos ruidos en la distancia, y su corazón se detuvo por un momento. Entonces lo vio: era él, su lobo, su amado Hester.
La visión de su figura poderosa la llenó de alivio. Hester corría hacia ella, en su forma lobuna, ronroneando y lamiendo su rostro, como si quisiera borrar todo el miedo que la había consumido.
En ese instante, Eyssa sintió que todo iba a estar bien.
Los lobos de Hester los siguieron hasta encontrar a Bea.
La tensión en el aire era palpable, y Eyssa sintió una mezcla de miedo y esperanza.
Hester, en su forma humana, cambió rápidamente, y sin dudarlo, la abrazó con fuerza, como si nun