Denise, una exitosa empresaria de 25 años, dueña de una de las cosmetiqueras naturales más famosas de su país; contrata un hombre con el que tienen 10 años de diferencia para que sea su secretario. Pero las intenciones de este señor no son profesionalmente puras. Ha sido contratado por un tercer jugador que desea el secreto de su éxito. En un entramado de misterio ; suspenso y engaño; mientras ella le hace a él su tarea de infiltrado casi imposible ,este dúo empezará a compenetrarse. Traidores , falsos socios y amenazas convergeran en esta historia. ¿Cederá el corazón de él a los encantos de la chica o se mantendrá firme en su papel de doble agente? ¿ Conseguirá lo que ha ido a buscar? ¿Será capaz de traicionarla o ella lo descubrirá a tiempo? ¿ Sería capaz de perdonarlo?
Leer másDenisse se lleva una mano a la boca mientras busca algo en lo que sostenerse. No podía ser, definitivamente era un error. La foto de la joven rubia sigue ahí, demostrando su culpabilidad.—Tiene que haber un error en el sistema Richard. Ella nunca me haría daño. —dice con voz entrecortada.—Estoy verificándolo. La imagen vuelve a saltar. La chica arrebata el portátil de sus manos y aprieta una y otra vez los mismos comandos para recibir la misma respuesta. —Esto tiene que estar mal —se encuentra a punto de batir el computador contra el piso cuando Richard la detiene.Agarra su cintura por detrás y con la otra mano le quita el equipo dejándolo sobre la mesa. Ella se voltea y golpea su pecho para descargar la impotencia y la furia. Él solo la sostiene, la mantiene aprisionada en un intento de calmarla.—Tiene que estar mal Richard, tiene que estar mal —llora sobre su pecho —Ella no me traicionaría, ella no me traicionaría nunca. —Si hay un error
Richard borra el mensaje de la aplicación celular, una amenaza a la vida no es un buen contribuyente para el estrés. Por una vez tendría tiempo libre, llena su vaso de wiski y se sienta frente a la televisión. Unas horas más tarde Denisse sale del cuarto.—Debemos irnos —es lo primero que dice apagando el partido de Richard. —he pedido un taxi, debemos ir a la empresa y revisar el inventario total, contabilizar y otras cosas.—La doctora dijo que deberías descansar, y yo también quiero. —Estoy bien, he descansado y para eso te pago.—Quiero un aumento de sueldo —responde saltando del sillón.Denisse hace varias llamadas mientras van en el taxi. Sus dedos se mueven con rapidez sobre el táctil. Entran en el elevador del edificio administrativo pero en vez de subir, bajan hacia los almacenes, pasando por los laboratorios, tres pisos abajo.— ¿Aquí sí es donde escondes los cadáveres?—No tonto, esos los arrojo directo por el incinerador —contesta Denisse mientras un grupo de tres
Un sonido en el cristal los despierta. La luz de una linterna les encandila los ojos. Se separan de forma lenta queriendo mantener la comodidad en la que se habían envuelto. Darse cuenta de quien se las proporciona hace que separen mutuamente.— ¿Pedían ayuda? —pregunta el chofer de la grúa de carretera, que al fin ha llegado.Richard sale del auto mientras Denisse se queda acostada para volver a dormir, ayuda al otro hombre enganchar y subir el auto al remolque y regresa al puesto de conductor. El remolque se retira hacia el taller y los deja frente al edificio. Suben por el ascensor hasta el apartamento de Richard. Denisse camina directo a la habitación para seguir durmiendo pero su paso de frena al ver el cartel en la laptop.— ¿Qué es esto? —pregunta señalando la pantalla Los ojos de Richard se abren, todo el sueño que podría tener en ese momento se ha esfumado. Sus dedos se mueven rápidamente sobre el teclado mientras Denisse espera una respuesta. Una foto pasa a mostrar
Denisse duerme sobre el pecho de su hermano, que también duerme, en la parte trasera del coche. Parecen dos inocentes niños después de haber pasado un día jugando juntos. Richard los observa a través del espejo feliz de que al fin se hayan callado. Su estómago todavía duele, la chica lo había obligado a subirse a uno de esos juegos de ferias y había terminado devolviendo el desayuno a la naturaleza, siempre había odiado esos estúpidos juegos.Lleva una menta a su boca para limpiar el sabor del vómito, al fin se ven los cárteles de aeropuerto, al fin regresaría a su casa, aunque fuese acompañado del demonio, para descansar y dejar ese estúpido día atrás. Otras cosas cruzan por su mente, verificar la información que le había proporcionado la rubia no era tarea fácil, pero podría resolver muchos de sus problemas.Aprieta el claxon del auto para que los de atrás despierten sobresaltados, se ríe de forma maliciosa.—Siento despertarlos —la verdad era que no —Pero hemos llegado.Richard
Llegando al coche listos para entrar, Denisse oye una voz llamarla y voltea, era el inspector Valerios, la había seguido y por su respiración, a paso apurado. Ella cierra la puerta del auto de un tirón para acercarse a él. Con las manos cruzadas en posición defensiva avanza hacia el hombre, Richard aprovecha que se aleja para llamar a Carolina, pero no aparta la vista de su jefa.—Quiero que sepa que no consentiré de ninguna forma el acoso policial —afirma Denisse centrándose en esos ojos destilantes de azul.—Está bien —responde.—Es ilegal, no puede hacerlo —iba a seguir enlistando razones por la que no le permitiría acosarla, cuando cae en cuenta de sus palabras y su sereno rostro —Espere, ¿Qué ha dicho?—No pienso hacer nada en contra de su voluntad, señorita Lavender —su apellido sonaba seductor en aquellos labios —Solo me acercaré lo que usted me permita —le toma una mano, que ella ante el asombro no puede apartar, y la besa inclinando el torso mientras aquellos ojos siguen
Denisse camina revuelta por la habitación, ya falta poco para tener que ir al encuentro. Richard la observa un poco inquieto ya, por su ir y venir. El teléfono suena y ella se lanza sobre él como si su vida dependiese de ello, y es que la de alguien más si depende de eso. —Diga —responde y su corazón late a miles de revoluciones por segundo. —Tenemos a su hermano —responde la voz con la que había hablado hacía unos minutos. —Está bien —informa y ella suelta un suspiro —Lo encontramos a un lado de la carretera en el desierto. Está inconsciente y deshidratado. Voy camino al hospital con él en una ambulancia. Ya he informado a su padre. — ¿cómo le explicaría aquello a su padre? —Tengo que verlo. —Hace un intento por tomar su bolso para salir hacia el hospital. —No, debe seguir con el plan. —responde el inspector de forma inminente —No parece haber sido golpeado o sufrido de daños mayores. Siga con el plan, la llamaré si hay algún cambio.
Último capítulo