La joven CEO y su esclavo

La joven CEO y su esclavoES

Romance
Última actualización: 2025-07-20
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Resumen
Índice

Denise, una exitosa empresaria de 25 años, dueña de una de las cosmetiqueras naturales más famosas de su país; contrata un hombre con el que tienen 10 años de diferencia para que sea su secretario. Pero las intenciones de este señor no son profesionalmente puras. Ha sido contratado por un tercer jugador que desea el secreto de su éxito. En un entramado de misterio ; suspenso y engaño; mientras ella le hace a él su tarea de infiltrado casi imposible ,este dúo empezará a compenetrarse. Traidores , falsos socios y amenazas convergeran en esta historia. ¿Cederá el corazón de él a los encantos de la chica o se mantendrá firme en su papel de doble agente? ¿ Conseguirá lo que ha ido a buscar? ¿Será capaz de traicionarla o ella lo descubrirá a tiempo? ¿ Sería capaz de perdonarlo?

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Capítulo 1

La entrevista

—Siguiente —dice la voz femenina tras el escritorio, sin levantar la vista de los papeles. Traza una cruz roja en la esquina del último currículum y saca el siguiente de la carpeta.

Él entra al escuchar su llamado y echa un vistazo alrededor. Las paredes grises están decoradas con cuadros en blanco y negro de Marilyn Monroe, dando al lugar un aire moderno. Con paso seguro, avanza hacia las sillas frente a la joven, aparta una y se sienta. El hombre, de cabello castaño, se ajusta la camisa del traje—que se ajusta a su figura atlética—y apoya las manos sobre las piernas con un gesto que delata cierta arrogancia.

—Buenos días, señor Anderson —saluda ella, pronunciando su apellido con dificultad mientras sus ojos verdes se clavan en los suyos, negros y profundos.

—Richard Andersen —corrige él, deslizando la mirada hacia el organizador con forma de panda sobre el escritorio.

—Ah, señor Andersen. Impresionante currículum —reconoce, jugueteando con un rizo café que cae sobre su blusa rosa palo.

—Sé que mi edad no es la usual para el puesto —señala, al notar que ella sigue leyendo—, pero le aseguro que eso solo suma experiencia.

—Treinta y cinco años —lee en voz alta—. No es lo típico para un secretario, cierto. —Una sonrisa sarcástica se dibuja en sus labios de tono nude.

—Asistente —rectifica, pero ella ignora el comentario.

—Graduado con honores... hace mucho, supongo —murmura, lo suficiente para que la oiga—. Y quince años en Gabin Associations.

—Lo que demuestra mi lealtad.

—Sin duda. ¿Motivo de renuncia? —Cruza las piernas y se recuesta en la silla, proyectando seguridad.

—Dejó de ser un desafío profesional.

—¿O la esposa de su jefe dejó de serlo? —su tono es pícaro—. Los rumores corren en el mundo empresarial. —Hace un movimiento con la mano, como si algo caminara sobre la mesa.

—Falsos. —Mantiene su mirada, desafiante.

—Me alegra oírlo. La integridad es importante —dice con un dejo de cinismo—. ¿Cómo se sentiría trabajando para alguien más joven?

La idea de ser niñero de alguien como ella no le entusiasma, pero se esfuerza por disimularlo.

—Si a sus veinticinpo años ya dirige una exitosa empresa cosmética, es evidente su competencia —responde, adulándola levemente.

Ella se inclina hacia adelante, apoyando los brazos sobre el escritorio en un gesto intimidante. Es la prueba definitiva.

—¿Sabe qué implica este trabajo?

—Llevo quince años haciéndolo —replica, como si la pregunta fuera absurda.

—¿Qué haría si a las 2 AM le pido un consolador nuevo?

La pregunta lo toma por sorpresa, pero no pierde la compostura.

—Preguntaría pulgadas y color —responde sin vacilar.

—¿Y si necesito espiar a mi pareja?

—Fotos y videos en 4K, desde varios ángulos.

—¿Y si alguien insiste en contactarme? —esta, al menos, parece razonable.

—Diría que está ocupada... de mil formas distintas.

Ella sonríe, satisfecha. Hasta ahora, es el mejor candidato.

—Bien. Le avisaremos si el puesto es suyo en las próximas horas.

Ambos se levantan y se despiden con un apretón de manos.

---

(...)

—¿Qué les preguntaste? —la rubia casi escupe su batido del asombro—. Tu descaro no tiene límites, Denisse. —Baja la voz al notar las miradas en la cafetería.

Los clientes vuelven a sus asuntos. Es su lugar favorito, cerca del edificio de la empresa.

La rubia limpia su blusa manchada de café mientras su amiga le pasa más servilletas, conteniendo la risa.

—Si trabajarán conmigo, deben estar preparados para mi madre —Denisse bebe un sorbo—. La pobre agarró su crucifijo. Seguro sigue rezando por mi alma. —Se ríe al recordarlo.

—¿Con cuál te quedas? —La rubia señala los currículos—. Este es guapo —apunta a uno de veinte años—. Recién graduado, el mejor de su clase.

—Demasiado joven. No quiero demandas por acoso.

—¿Lo acosarías? —bromea la rubia.

—Tú, seguro.

—La mujer con experiencia queda descartada por sensible. ¿Y la chica joven?

—¿Para que se acueste con mis novios? No, gracias —traga con dificultad, un mal recuerdo cruzando su mente.

—¿Y el madurito? —La rubia sonríe, recordando su porte impecable.

—Parecería mi padre regañándome —murmura Denisse—. Aunque... quizá aguante más de lo que creo.

—Si no lo quieres, yo me lo quedo.

—Carolina —la regaña con cariño.

—Vale, mi sugar daddy esperará —ambas ríen—. ¿Y tu ex imbécil?

Denisse revuelve su café, la tristeza asomando.

—Lo siento, no debí mencionarlo —se apresura Carolina.

—No importa, lo superé —fuerza una sonrisa.

—Entonces, ¿decidido?

—¿El qué?

—Tu asistente. ¿Te quedas con el madurito?

Denisse mira la foto en el currículum.

—Sí. Me quedo con él.

---

(...)

Mientras conduce, el teléfono suena en el auto. Presiona el botón del manos libres sin apartar la vista de la carretera.

—Señor Anderson —la voz burlona lo hace arquear una ceja.

Ella gira su silla, de espaldas a la puerta.

—Andersen —corrige, convencido de que lo hace adrede.

—Disculpe —su risa es apenas audible—. Felicitaciones: es mi nuevo secretario.

—Asistente administrativo —replica, sin entusiasmo.

—Exacto —dice, como si disfrutara humillarlo—. Mañana a las 6 AM. Ah, y señor Anderson...

—Andersen —masculla.

—Lleve paraguas. Podría mojarse —susurra antes de colgar.

Molesto, marca otro número.

—¿Noticias? —pregunta una voz femenina al otro lado.

Ella camina hacia el balcón, el móvil pegado a la oreja, y enciende un cigarrillo. Su pelo rojo ondea sobre la bata.

—Entré —confirma—. Ser niñero de esa loca... ¿sabes lo que me preguntó?

—Nada que no puedas manejar —lo tranquiliza—. Es temporal. Pronto volverás a tu verdadero trabajo.

—Esperemos —suspira. Una música suena de fondo—. ¿Dónde estás?

—En Madrid. Reuniones de negocios. Nada importante.

—¿Qué llevas puesto? —pregunta, bajando la voz.

—Algo que querrías arrancarme —se burla—. Llámame con más novedades.

—Así será.

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