Richard esperaba en la acera cuando un grito helador rompió el silencio. Sin pensarlo, saltó las escaleras de tres en tres, dejando el ascensor atrás. Al llegar, encontró a Denise pálida, sentada en el suelo frente al cadáver putrefacto de un ave de rapiña. Saltó sobre el animal y la ayudó a levantarse, casi arrastrándola hasta el sofá mientras buscaba algo donde meter el cuerpo.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó después de lavarse las manos.
—Prepárame un té —ordenó ella con voz temblorosa.
Él obedeció, usando la cafetera eléctrica y sirviendo la infusión en una ridícula taza de unicornios. Mientras se lo entregaba, notó sus ojeras profundas y el apartamento minimalista: la cama deshecha visible tras una puerta, lo que parecía un estudio cerrado a la izquierda. Seguro ahí guardaba sus secretos industriales.
—Puedes quedarte callada o decirme qué pasa —sugirió.
Sin responder, ella abrió su laptop y le mostró un correo:
*"Estimada Srta. Lavender:*
*Le pedimos reconsiderar el lanzamien