Cada vez se escuchaban más cerca los pasos. Respiré hondo. Si descubrían que había hablado con el chico, podrían actuar más rápido, pero tampoco podía fingir estar envenenado, podrían comprobarlo con facilidad. Tampoco podía estar despierto sin preguntar por lo que le hubiese pasado a ese hombre.

Me senté en una de las sillas y fingí estar dormido. Segundos más tarde, escuché cómo se abría la puerta.

— Me hubiera gustado escucharlo. — dijo la voz de un hombre.

— No te perdiste nada. No gritó. Sólo se reía como un loco mientras repetía: Las Hojas vendrán y os matarán. — respondió la voz del que tenía el bigote de morsa.

— Así que es el soplón.

— Sí. ¿Los has encontrado?

— No.

— Eso es un problema.

— Lo sé. Acabemos ésto y vayámonos.

— ¿No vas a intentarlo, Vex?

— ¿Estás loco? Ayer calcinaron al grupo de Korr.

— ¡Joder! Eran el doble que nosotros. ¿No sería mejor huir ahora?

— No. No podemos dejar al traidor libre. Al parecer enviaron el mensaje hace unas horas