— Desista, Señor. No hay patrón alguno. — dijo Coren, varios días después. Ambos mirábamos un mapa con los puntos aproximados donde desaparecieron las carretas y dónde aparecieron los cuerpos de los soldados que las escoltaban.

— ¿Ya te rindes?

— Señor, no sé qué es lo que estamos buscando, pero no hay un patrón. Debería abandonar esta búsqueda.

Me giré para replicarle cuando, en el movimiento rápido, me pareció ver un patrón en el mapa, como si las líneas se hubieran convertido en un dibujo. Sonreí.

— Si hoy no doy con ello, lo dejaré. — aquello provocó una mirada de sorpresa en Coren que rápidamente se transformó en una de sospecha al ver mi sonrisa.

— Muchas gracias por aceptar la sugerencia, Señor.

"¿Qué has encontrado?" — me preguntó por privado.

"Dónde están. O eso creo."

"¿Y eso es..?"

"Un área. No veíamos el patrón porque buscábamos una ruta, pero resulta que en realidad... hay toda una área en la que suceden esas desapariciones y matanzas. Se ve más fácil al girar rápido, es como una mancha rojiazul."

"Pero también actúan fuera de esa zona" — me dijo Coren después de hacer el giro.

"Sí. Pero puede ser una distracción, por necesidad de recursos o por patrullaje o exploración. No lo sabemos. Sólo sabemos que las más numerosas se centran en esta zona, por lo que debe ser dónde actúan... o dónde viven".

"Vivirán en una chabola como los demás. No entiendo tu motivación."

"Ya te lo expliqué, Coren. Hay demasiado que ganar".

"Sí, lo hiciste. Y también que querías acercarte a La Asesina".

"Sería muy útil para mi propósito. Y hablando de ella, ahora que tenemos una zona, dime que tienes todo preparado para justificar mi ausencia".

"Ésta noche podrás salir e ir en su búsqueda. Hoy conseguiré unos buenos harapos mugrientos para el disfraz, además de hollín para oscurecer tu pelo. Ningún mendigo tiene el pelo rubio limpio y brillante".

"Muchas gracias, Coren. Consigue hollín extra para ensuciarme todo el cuerpo. Tiene que ser creíble".

"De nada. Pero por mucho hollín que te pongas, no podrás evitar oler demasiado bien".

"Para eso tengo una idea. No es la mejor pero tendrá que servir hasta que salga de la Capital".

"Prefiero no saberlo".

Sonreí y me retiré de la sala. Tenía muchas cosas que preparar antes de mi incursión.

***

Vi como Eldric salía de la sala de estrategia con una sonrisa demasiado ancha y entusiasmada. Aunque él insistía en que si salía bien le beneficiaba en sus planes contra el Consejo, no debería estar tan entusiasmado.

"El peligro le emociona" — me dijo mi lobo.

"No creo que sea eso. La fascinación que siente hacia La Sombra y La Asesina... no es normal. Especialmente hacia ella. No me lo ha dicho, pero sueña con esa emboscada. Le escuché el otro día cuando pasé por delante de su habitación de camino al baño. Me preocupa".

"Es más fuerte de lo que crees. Prefiero que investigue y se arriesgue a ser una marioneta del Consejo. No pongas tus inseguridades en él. Confía".

Noté cómo se retiraba de mi mente. Siempre hacia lo mismo: las pocas veces que aparecía, siempre era para decir alguna verdad incómoda antes de desaparecer de nuevo.

"A por los harapos..." — pensé con resignación y salí de la habitación con ese objetivo en mente.

Salí del Palacio y me dirigí hacia los bajos fondos. No me cambié de ropa, allí todos me conocían. Me dirigí hacia la taberna y tras pedir un whisky, me senté en una mesa a esperar. Cinco minutos después entró un joven de aproximadamente quince años.

— Señor, hoy no es un buen día para beber.

— Ningún día es bueno. Por eso lo hago hoy.

— No estoy de acuerdo. Sígame y le enseño el motivo.

Me bebí el whisky de un trago y seguí al crío. Nos dirigimos a una casa en un estado ligeramente aceptable. Al menos, tenía techo y paredes firmes. El niño tocó tres veces a la puerta y esta se abrió. Avanzamos ignorando al joven que la custodiaba.

— Aquí tiene su pedido. — me respondió el joven — ropa sucia, maloliente, desgastada y rota. La conseguimos de un mendigo. A cambio, le dimos ropa nueva y comida enlatada para una semana.

— Perfecto. ¿Y el segundo pedido?

— No ha sido fácil, pero conseguimos encontrar hollín. El problema es que nos obligaron a comprar un saco de cinco kilos. Al parecer es muy utilizado para la tinta de las plumas.

— Perfecto. Iba a pedir más, pero creo que con ésto será suficiente. Muchas gracias.

— Sobre el encargo especial, se encuentra disponible. Puedes recogerlo dónde siempre.

— Muchas gracias. Dile al Truhán que el pago estará donde siempre. — dije cogiendo las cosas y regresé al Palacio por el único pasadizo secreto que utilizaba.

Pasé el resto del día preparando todo el escenario, incluyendo difundir algunos rumores. Sin embargo, cuando llegó la noche, estaba todo listo. Fui a la entrada del pasadizo dónde me esperaba un joven rubio de ojos casi dorados. El chico pasó y avanzó con naturalidad. Con mucho sigilo, para no ser descubiertos, llegamos a la habitación de Eldric, que nos estaba esperando.

— Bien hecho, Coren. Se parece bastante a mi, si no se fijan mucho. — dijo observando al invitado especial.

— Muchas gracias, Señor. — me acerqué a Eldric para ayudarle cuando noté un olor desagradable a sudor — ¿Eso era tu plan?

— Sí. Estuve entrenando con intensidad pero no me duché. Eso junto con el hollín debiera ser suficiente hasta salir de la Capital.

El doble y yo ayudamos a Eldric a quitarse la ropa, ensuciar todo su cuerpo con hollín y vestirse con los harapos.

— Pareces un mendigo. — dijo el doble.

— Perfecto. Estoy listo. — dije después de comprobar que tenía un cuchillo sencillo para protegerme allí afuera.

— ¿Y ésta vez, cuál es el papel a interpretar? — preguntó el doble.

Fingir que estás muy enfermo. Casi en la inconsciencia.

— De acuerdo. — respondió.

Después de vestirlo como Eldric, se metió en su cama.

"Vuelve pronto, Eldric. Mantenme informado. Si necesitas un rescate, sólo pídelo".

"No exageres. No pasará nada".

Salió de la habitación: sentí como un nudo se formaba en mi pecho. Dijera lo que dijera mi lobo, no podía evitar preocuparme.