Aquel tortazo me devolvió a la realidad, aunque me hirió el orgullo mucho más de lo que quería admitir. Me llevé la mano a la mejilla dolorida: odiaba perder el control pero Kelly tenía razón. El muchacho era inocente. Notaba la adrenalina, el odio y la furia por todo mi cuerpo y supe que necesitaba sacarlo o volvería a estallar. Sabía lo que me iba a pedir sin necesidad de preguntarlo: salir a cazar Ejecutores, juntos, como habíamos hecho unos años atrás. Me dirigí a una salida del pueblo que estaba abandonada: tan sólo había una casa en ruinas rodeada de muchos árboles. Llegué al primero, me crují los nudillos y lancé con toda mi fuerza un puñetazo. El árbol se tambaleó pero no di tiempo a que se estabilizase antes de darle otro puñetazo con la otra mano. Odiaba a los Ejecutores y Kelly lo sabía muy bien. Los odiaba por lo que eran, por lo que hacían, por mis propios recuerdos. El árbol se rompió por la mitad y me dirigí hacia el siguiente. Evitaba pensar en ésa época. Aún p
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