En el corazón la manada, la venganza se teje entre secretos y traiciones. Brad, hijo del poderoso Alpha Izan, está consumido por la sed de venganza hacia su padre y la mujer que provocó la muerte de su madre. Con la furia como guía, busca hacerles pagar por su dolor, y encuentra su oportunidad en Yara Álvarez, una humana inocente cuyo único crimen es ser hija de la amante de su padre. Decidido a aniquilar todo lo que la rodea, Brad no vacila en humillar a Yara para hacerla pagar por los pecados de su madre. Sin embargo, en su búsqueda despiadada, descubre una verdad perturbadora que desafía sus convicciones. A medida que la venganza consume su ser, ¿hasta dónde estará dispuesto a llegar para obtener justicia? En un torbellino de odio y oscuros secretos, la línea entre la venganza y la redención se desvanece. ¿Logrará Brad su cometido o la espiral de su propia sed de venganza lo conducirá a su perdición?
Leer másEl corazón de Yara latía como un tambor desbocado, golpeando contra la jaula de sus costillas mientras la perseguía la imagen de las manos de su madre, fuertes e inflexibles, empujando a la mujer sin nombre por el borde del acantilado.
Pegó un grito al despertarse.—Aahhhhh —se levantó respirando entrecortadamente y sus ojos se abrieron de golpe hacia la seguridad de su habitación.—Señorita Yara, tranquila, fue solo una pesadilla, todo está bien.La voz de la doncella, calmada y tranquilizadora, atravesó la oscuridad de sus pensamientos como una hoja de plata.—Lo sentí tan real, Marisol —susurró Yara, ocultando a duras penas el temblor que la sacudía por dentro.—Los sueños son engañosos, señorita —respondió Marisol, retirando las sábanas de seda con mano experta.Luego empezó a rebuscar en el armario y sus dedos bailaron sobre las telas hasta que se posaron en el vestido, el más hermoso que poseía Yara.—Es el gran día de su madre —dijo Marisol, mostrando el vestido a la luz, el sol de la mañana filtrándose a través de él como si bendijera los finos hilos. —Debe lucir como la hija de la novia.—¿Pero y si no me siento parte de todo esto? —. La pregunta de Yara quedó flotando en el aire, cargada de dudas—, ese no es mi mundo Marisol, mi mundo es aquí con ustedes.—La vida cambia, señorita. Nosotros también debemos cambiar con ella — respondió Marisol, ayudando a Yara a ponerse el vestido, atándoselo lo bastante apretado como para recordarle que debía respirar, pero no tanto como para sofocar la ansiedad que hervía bajo su piel.—Estás preciosa, es indudable que su belleza es inigualable, todos los chicos caerán rendidos ante sus pies —le aseguró Marisol, dándole un último toque con un delicado peine en el pelo.—Eres una exagerada —murmuró Yara, aunque su reflejo le devolvía un hermoso reflejo.Cuando llegó a la fiesta, todas las miradas se posaron en ella, unas llenas de admiración, otras de envidia y hasta otras de lascivia. El aire estaba cargado de susurros perfumados y el tintineo del cristal fino.Sin embargo, Yara sentía el peso de los ojos sobre ella, como un grillete que le recordaba que no pertenecía al grupo. Deambuló entre la multitud, como un espectro en su propia vida, hasta que su mirada se cruzó con el hombre más apuesto que había visto en su vida, quien no era más que Brad, el hijo del Alfa Izan.Estaba de pie al otro lado de la sala, alto y orgulloso como un árbol milenario, con su atlética figura como una silenciosa promesa de fuerza. Pero no era admiración ni curiosidad lo que parpadeaba en sus ojos acerados: era odio, crudo y desenmascarado."¿Por qué me mira así?" El pensamiento de Yara resonó en su mente mientras le devolvía la mirada, con la columna vertebral erguida en señal de desafío.—Así que eres Yara —la voz de Brad llegó hasta ella, grave y afilada como una espada desenvainada—, no esperaba verte aquí.—Se trata del enlace de mi madre. ¿Dónde más podría estar? —respondió ella, igualando su tono a la frialdad de él y sin entender por qué le hablaba de esa manera cuando ella no lo había visto nunca, por eso no entendía su animadversión.—Quizás en cualquier lugar, menos aquí… no creo que sea conveniente… por cierto, soy Brad, el hijo del alfa Izan — replicó él, y sus palabras atravesaron el zumbido festivo de la multitud.—Entiendo, al parecer no te ves muy contento con la unión de nuestros padres —expresó ella, desafiándolo con la mirada.—Tengo muchas razones para no estarlo —replicó él, con la mandíbula tensa.—Entonces tenemos algo en común —dijo Yara, encontrando una pizca de consuelo en su desdén compartido.—Lo dudo mucho —se alejó Brad, dejándola en medio del jolgorio, sola con sus pensamientos y una creciente sensación de presentimiento.Un rato después se sentía ahogada, necesitaba salir de allí para respirar aire fresco, así que decidió dar una vuelta por el jardín de la nueva casa de su madre.El crepúsculo pintaba de tonos violetas y dorados el jardín, mientras ella paseaba, su cabello flotando como un manto etéreo tras ella. Su belleza, inmaculada y deslumbrante, hacía voltear a cada criatura, humano o no, que se cruzaba por su camino.Mientras iba por una caminería se le atravesaron un trío de jóvenes que le cortaron el paso.—Disculpen —dijo suavemente, controlando el temor que la invadió— ¿Podrían dejarme pasar?—¿Dejarte ir? —rió uno con una sonrisa torcida, mirándola de arriba abajo —. No antes de que sepamos cómo se siente tener sex0 con una humana.—Por favor —imploró ella, el corazón, latiéndole en la garganta al intentar retroceder.—Tranquila, linda —gruñó otro, agarrándola por la muñeca—, te va a gustar lo que te vamos a hacer.—¡Suéltenme! —. Gritó, intentando zafarse, pero las manos de los jóvenes eran garras de deseo.Uno la empujó con fuerza hacia la hierba, y comenzó a desgarrarle la tela de su vestido con ansias salvajes, mientras emitían salvajes gruñidos, al mismo tiempo que se lanzaba sobre ella.—¡No! —susurró ella, la mente girando en un torbellino de terror y vergüenza.De repente, sintió cómo la liberaban de un peso, una sombra se posaba por encima de ellos. Era Brad que había aparecido, su figura imponente irrumpiendo en la escena como un vendaval de justicia.Con un rugido de furia, arrancó al joven de encima de ella, sacó sus garras y comenzó a destrozar al hombre.—Debieron irse cuando podían —gruñó Brad entre dientes, su mano destrozando la mandíbula de otro atacante.Yara se recogió, temblando, las lágrimas, manchando la tierra debajo de ella mientras se abrazaba, buscando protección en su propia vulnerabilidad, porque no entendía lo que ocurría.—¡Porque ya no podrán hacerlo! —rugió Brad, enviando al tercero a tropezar hacia la oscuridad del bosque.Luego se giró hacia ella y la tocó con suavidad.—Estás a salvo —, su voz ahora era un bálsamo suave. Se acercó, extendiendo sus brazos para envolverla en un refugio seguro.—Gracias —murmuró ella, permitiéndose ser sostenida, creyendo, solo por un momento, que, tal vez, podría estar realmente a salvo en este mundo donde la fantasía y el peligro bailaban tan cerca el uno del otro.El corazón de Roxana latía con fuerza mientras se acercaba a la entrada del aula magna. Sus pasos resonaron en el pasillo, marcando el ritmo frenético de su emoción contenida. Podía sentir cómo cada respiración era un suspiro de anticipación, una cuenta regresiva hacia el instante en que vería cristalizados años de esfuerzo y sueños.—¿Pueden creerlo? —preguntó ella, girándose hacia los rostros amorosos de sus padres, porque Nubia había ocupado el lugar de su madre, y sus suegros, quienes la flanqueaban como guardianes de su destino.—Siempre supimos que llegarías lejos —dijo Yara con una sonrisa cálida, ajustando un mechón rebelde del cabello de Roxana detrás de su oreja.—Estoy tan orgulloso, hija —dijo su padre, su voz teñida de emoción.—Gracias por estar aquí, por todo —murmuró Roxana, sintiendo cómo el peso de la gratitud llenaba su pecho.—Y Harvey... —comenzó ella, volviéndose hacia su esposo cuyo apoyo había sido su faro. —Sin ti...—Shh —la interrumpió Harvey con una mirada
Roxana, ya en su habitación del palacio, observaba un par de cunas gemelas, los pequeños lobeznos ronroneaban en su sueño. Sus pechos subían y bajaban en un ritmo tranquilo y sus diminutas manos se aferraron a las mantas que los envolvían.Harvey a su lado sonrió al mirarlos, su corazón lleno de amor y orgullo. Apenas podía creer lo afortunado que era: tener una compañera y a sus dos pequeños, recordar que estuvo a punto de perderlos, todo por no escucharla, lo hizo sentir miedo y su cuerpo estremecerse, pero le daba gracias a la diosa Luna que le hubiese dado una segunda oportunidad con la mujer que amaba, porque ahora era feliz.—Gracias, Roxy, por este regalo, por hacerme feliz —dijo en un susurro.—A ti por enseñarme lo valiosa que soy, una nueva vida y por darme la oportunidad de demostrarle a todos que a uno no lo define ser hijo de quien es.—sonrió Roxana, acariciando suavemente la piel de Harvey.Ella se quedó dormida en esa posición, mientras Harvey la observaba feliz, en ese
Roxana estaba sentada en primera fila en la clase de Anatomía, sin embargo, no estaba prestando la atención debida, porque había comenzado a sentir un leve malestar en su vientre.Deslizó su mirada por las páginas del libro de texto, sus dedos marcando líneas, la luz del aula bañaba su rostro concentrado, iluminando la determinación que había cimentado su lugar entre los estudiantes. Habían sido meses de esfuerzo que se reflejaban en notas sobresalientes, y en el respeto tácito de sus compañeros, que la habían aceptado como su futura reina y la admiraban.—Señorita Roxana —llamó el profesor, su tono interrumpiendo el silencio estudioso de la sala. —¿Podría venir aquí y explicar a la clase el funcionamiento del aparato unitario?Ella asintió, recogiendo su postura real, y caminó hacia el frente. Pero cada paso parecía desatar algo dentro de ella, una sensación peculiar. Sintió cómo una especie de hilo de agua salía de su interior. Al llegar junto al profesor, una oleada de humedad la
—¿Estás segura, Roxana? —preguntó Harvey, sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y sorpresa—, no lo creo, tú estabas bien preparada, tal vez te equivocaste, es imposible que hayas reprobado. —Sé que es una decepción para ustedes, porque esperaban lo mejor, pero… —comenzó a decir con la tristeza reflejada en su semblante, y la palidez producto de la decepción, pero fue interrumpida por su padre.—Debe haber un error, además, no puedes rendirte tan fácilmente —dijo Jayden en voz baja.Pero antes de que pudiera soltar una lágrima, Brad intervino con su habitual tono calmado.—Espera un minuto. ¿Estás segura de que buscaste bien?Roxana asintió, ya al borde de las lágrimas.Ilan caminó hacia donde estaba publicado el listado y se echó a reír, mientras todo lo miraba sin entender, hasta que él señaló en la cartelera. —Parece que alguien necesita usar lentes —dijo en tono juguetón.Roxana frunció el ceño y miró donde el dedo de Ilan apuntaba. Y allí estaba. Su nombre, escrito corre
Las páginas del libro se sucedían con rapidez bajo la luz de la lámpara. El reloj marcaba más de la medianoche y allí estaba ella, sumergida en la maraña de teorías, decidida a conquistar cada pregunta que la prueba le lanzaría. Brad, su suegro, había movido cielo y tierra para darle esta oportunidad, haciendo que presentara la prueba de conocimiento para optar al título de bachiller, la cual aprobó y por eso estaba allí, tres semanas después, preparándose para presentar la prueba de admisión a la facultad de medicina, y no pensaba desaprovechar esa oportunidad, aunque sus ojos pedían clemencia al sueño.—Amor, ya es tarde —murmuró Harvey, su presencia como un faro en la penumbra del estudio. —Deberías descansar, además los bebés quieren dormir.—Ellos entienden que ese es el sueño de su madre y me apoyan, te prometo que será solo un capítulo más —insistió ella, casi automáticamente, sin levantar la vista del texto.—Siempre dices eso —respondió Harvey con una sonrisa tenue, conoced
Harvey cogió la mano de Roxana mientras paseaban por las calles empedradas, su risa se mezcló con el suave parloteo de la ciudad que les rodeaba.Su misión había sido desentrañar el mundo ante sus ojos curiosos, desenvolver cada rincón del globo como un precioso regalo que por fin podía recibir. Hasta ahora, las ciudades históricas, con sus grandes bulevares y sus impresionantes plazas, que hasta ese momento no habían sido más que producto de su imaginación, extraídas de libros que había leído escondida en la biblioteca de la manada donde se crió, o de cuentos de segunda mano que compraba cuando lograba escapar, cuidando de no ser descubierta.Pero ahora, cada día desplegaba nuevas maravillas para Roxana: el sol que proyectaba tonos dorados sobre los tejados antiguos, el aroma de las especias exóticas que bailaban en el aire, la sinfonía de lenguas extranjeras que zumbaban con las intrincadas melodías de la vida, el ir y venir de la gente, todo era un mundo lleno de maravillas para el
Último capítulo