Cerré la puerta del pasadizo secreto y me giré para dar un último vistazo a la gran muralla que rodeaba a la capital. Salir de la Capital era algo muy fácil si conocías los lugares adecuados.
Volví a mirar el camino que se extendía frente a mi mientras mi corazón martilleaba de emoción y miedo en mi pecho. Nunca había salido de la capital para algo más que observar las patrullas. Era tan emocionante como terrorífico.
Avancé hasta alejarme de la capital. El camino estaba lleno de árboles. De vez en cuando, oía a los pájaros y veía pequeños animales, como conejos, corriendo por la zona.
Había analizado el mapa antes de salir así que me dirigí hacia un río. Me acerqué al borde y observé a mi alrededor, buscando posibles personas: necesitaba estar solo. No vi a nadie así que agarré un puñado de barro y comencé a esparcirlo por mi pelo, mi cuerpo y parte de la ropa: un mendigo no tenía solamente hollín y sudor. Aproveché para beber un poco antes de reanudar mi camino: el lugar estab