Seguí a Vex por la casa hasta que entramos en una armería de tortura.
"Armas y máquinas de tortura. Viven en la miseria, ¿por qué esforzarse en tener todo ésto? Además son de buena calidad" — pensé mientras observaba un stiletto.
— ¡Avanza! — dijo Vex tirando de la cadena. Le seguí hasta la entrada. Nada más salir, noté una presencia adicional. Intenté ver si había alguien más sin levantar la cabeza (debía aparentar derrota) pero no encontré a nadie. Me di cuenta que Vex no los había detectado, lo que me recordó el asalto de unos días atrás. Con un poco de suerte, había encontrado a ese par aunque la situación no fuese la más favorable.
Escuché unas ruedas junto con un pequeño grupo de personas. Sería la picota. También noté una segunda presencia, totalmente sigilosa, que los acompañaba desde los árboles. Estaba casi convencido de que eran ellos, acechándonos.
Escuché un silbido procedente del lugar de la primera presencia invisible y una voz maldiciendo. En el intercambio de pala