Mundo ficciónIniciar sesiónLyra recordaba cada palabra dicha por su padre aquella fatídica noche, una que ahora debía revivir, como si no hubiera sido suficiente castigo haberla sufrido ya en su vida pasada.
El peso de ese recuerdo la aplastaba; revivirlo era peor que la muerte. Era como pisar el mismo campo minado dos veces, sabiendo exactamente dónde estallaría cada dolor.Sabía lo que vendría después: la urgencia de escapar por los túneles tallados en la roca siglos atrás, cuando la manada Luna Silente levantó su castillo. Toda la familia real conocía esos pasadizos. Eran su último recurso, la última línea que separaba la vida de la aniquilación.
—¡Lyra! —exclamó el alfa, su padre, sujetándola del brazo y obligándola a incorporarse—. ¡Tenemos que irnos!
Una mueca se dibujó en el rostro de Lyra. Ella sabía que era una maldita mentira.
Su padre no la acompañaría. La llevaría hasta la puerta secreta del salón de los ancestros, abriría el mecanismo oculto, la empujaría dentro para protegerla… y luego quedaría atrás, solo y sin defensa, enfrentando a la manada enemiga para ganar tiempo.
Tiempo que, en su vida anterior, solo había prolongado la tragedia inevitable.
—Padre… —Lyra intentó detenerlo, la voz rota por la desesperación. No quería volverlo a perder. Sentía como si alguien arrancara las costuras recién cerradas de su alma.
Quizás, si esta vez lo salvaba, habría una oportunidad para Luna Silente. Su pueblo no había luchado por ella, pero por su padre, el alfa Aldebran, el legendario guerrero, seguramente darían la vida.
Quizás esta vez el destino no sería tan cruel. Quizás.—No hay tiempo, hija. Tienes que vivir —continuó él, con palabras que la golpearon como cuchillas, no solo por escucharlas de nuevo, sino porque sabía lo que vendría después: muy pronto lo perdería.
—No entiendes —susurró Lyra, intentando arrastrarlo con ella antes de entrar al túnel—. ¡Tú también debes venir! ¡No te quedes!
Quería contarle, decirle que todo sería inútil, que mejor hiciera caso esta vez, que había una forma distinta. Pero ¿cómo explicarle, en tan poco tiempo, que ella ya había vivido todo aquello?
¿Cómo explicarle que estaba luchando contra la repetición de una tragedia escrita dos veces?Solo podía hacer una cosa: llevarlo consigo a como diera lugar.
Pero él era demasiado fuerte, demasiado grande. Un alfa en toda su potencia.
—Mi deber es proteger a mi manada —respondió con esa serenidad que solo los lobos sabios poseen—. Si no logro ponerte a salvo, no habrá esperanza para nadie.
Esperanza…
Esa palabra le supo a mentira. A sangre. A despedida.Lyra quiso gritar que no había esperanza, pero en lugar de ello solo pudo llorar.
—¡Padre, por favor! —suplicó, aferrándose a su brazo con toda la fuerza que tenía—. ¡No va a funcionar! ¡Tu sacrificio no salvará a nadie!
Él no la escuchó. O quizá sí, pero ya era demasiado tarde para cambiar nada. El destino parecía sordo a los ruegos, aun cuando venían de un corazón que ya lo había perdido todo.
La miró con esa calma ancestral que siempre la había marcado.
—Recuerda, hija: la Luna nunca se rinde —recitó el lema de la manada. Ese era su adiós.La empujó hacia adentro.
La puerta de piedra se cerró con un golpe sordo, apagando la luz… y segundos después, lo escuchó:
El rugido desafiante de su padre.
El choque de acero. Garras rasgando carne. El gorgoteo de la sangre al derramarse. Un golpe seco. Un último gruñido.Su padre… el último alfa de Luna Silente… caía una vez más.
Y el dolor… el dolor fue dos veces peor.
Porque ahora conocía el final. Porque ahora sabía que nada cambiaría. Porque ahora lo perdía consciente.“¿Por qué vuelvo a este día?”, se preguntó, temblando.
Era como si el destino quisiera verla romperse otra vez en los mismos lugares.Lyra mordió su puño para no gritar. Si hacía ruido, todo habría sido en vano. Era lo último que él habría querido.
El silencio era ahora su única arma.Las lágrimas la cegaban, pero no le impidieron avanzar.
Si el destino, en su infinita crueldad, la había devuelto a esa noche maldita, no se arrodillaría ante él otra vez.
Ya había sufrido demasiado.
Ya había perdido demasiado.—No volveré a ser presa —susurró entre dientes mientras avanzaba por los túneles húmedos y oscuros—. No volveré a ser Luna de Ronan. No esta vez.
Amaba a su gente, aunque ellos la hubieran traicionado.
Y ahora tenía una oportunidad que jamás había soñado: la oportunidad de cambiarlo todo.
“No todo”, se corrigió, “he vuelto a perder a mi padre”.
Pero no todo estaba perdido, aún no.
Miró hacia adelante, agudizando su visión de alfa. Conocía cada trampa oculta en esos pasadizos. Los había recorrido mil veces de niña, de la mano de Aldebran. El pecho le ardió al recordarlo, pero no se detuvo.
“¿Qué hice mal la última vez?”, se repetía.
Lo recordó todo:
El camino que tomó al salir del túnel.
Los soldados que la vieron. La traición de su sirvienta. La cadena de errores que la condujeron, inevitablemente, a los brazos de Ronan.No cometería ninguno ahora.
Esta vez, tomaría la ruta hacia la montaña.
Se exiliaría en una manada cercana. Buscaría aliados para destruir a la manada Fuego de Bruma. Acabaría con Ronan y con la sombra que había ensuciado toda su vida.Todos conocían la crueldad del alfa Ronan.
Ella más que nadie. Había sido suya. Había sentido sus garras, su fuerza desmedida, su odio eterno hacia Luna Silente.Y sabía muy bien cómo pensaba.
Cómo cazaba. Cómo poseía. Cómo mataba. Todo por placer. Todo por poder.Pero esta vez…
Conocía sus pasos antes de que él los diera.Un pensamiento la atravesó como un cuchillo:
Sebastián.Su bebé.
El único ser que había amado sin medida en aquella vida anterior.Y si ella no era entregada a Ronan… si no era tomada brutalmente por él esa primera noche, su hijo jamás nacería.
Su corazón se apretó.
—Sebastián… —susurró, llevándose una mano al vientre vacío.
El eco de un llanto fantasma recorrió el túnel. Lyra cerró los ojos, desgarrada.
Pero luego recordó cómo había muerto.
Cómo lo había encontrado degollado. Cómo, al final, ni siquiera su existencia había evitado su ejecución.—Ya no estás —dijo con voz quebrada—. Y si no pude salvarte antes… debo salvar lo poco que pueda.
Era tiempo de elegir un camino diferente.
Quizás, esta vez, una princesa intacta tendría más aliados que una Luna repudiada.
Quizás podría casarse con un príncipe o un alfa poderoso para sellar una alianza que aplastara a Ronan para siempre.
Y por primera vez en años —o en vidas— dejó escapar la verdad:
—Lo odio… lo odio con toda mi alma.
El odio la sostuvo en pie mientras avanzaba hacia la libertad.
Llegó al final del túnel.
El aire fresco de la cueva la recibió cuando empujó la compuerta oculta.
Lyra salió y respiró hondo.
El bosque nocturno la envolvió, pero no tenía tiempo para pensarlo mucho.
Las sombras eran más densas aquella noche. Quizás siempre lo fueron, pero ahora las veía con los ojos de alguien que sabía qué depredador las habitaba.Pronto, según recordaba, se encontraría con alguien y volvería a vivir todo de nuevo.
El inicio del fin.“Me transformaré y tomaré un camino diferente”, pensó.
Era lo más seguro.
Su cuerpo tembló y, en un parpadeo, su lobo negro emergió.
Sus sentidos se agudizaron.
Cada ruido, cada sombra, cada olor era ahora claro como el agua.Y entonces lo sintió.
Un aroma conocido. Peligroso. Dominante.
El mismo que la había marcado en su otra vida.
El mismo que había destruido todo lo que alguna vez amó.Ronan.
Y venía hacia ella.
Rápido.
Feroz. A la velocidad de un depredador que ya había encontrado a su presa.El miedo le atravesó los huesos.
Su padre estaba muerto.
Luna Silente estaba cayendo. Y ahora parecía que, sin importar cuánto luchara… estaba destinada a ser capturada otra vez.






