Mundo ficciónIniciar sesiónHabía pasado más de un siglo desde el día en que las criaturas que creíamos mitológicas —hombres lobo y vampiros— caminaron libremente entre nosotros. El mundo intenta mantenerse en equilibrio… aunque la paz nunca es sencilla. Atlantic, la típica chica buena a la que la vida ha decidido poner a prueba, sufre el ataque de un grupo de vampiros renegados. A raíz de ese encuentro conocerá a Valentín, un vampiro de la Guardia de Sangre, y a Jan, un licántropo con quien sentirá una conexión imposible de ignorar que desafiará a la propia naturaleza. Sin saberlo, el destino de los tres quedará entrelazado de una forma tan imprevisible como peligrosa, marcando el inicio de una historia de pasión, secretos y conspiraciones que pueden cambiar el curso de la historia de la humanidad. ¿Hasta dónde llegarías por lo que amas cuando el destino se escribe con colmillos y sangre?
Leer másEstaba sentada en una silla detrás del escritorio del director. Me sentía pequeña. Y nerviosa. Terriblemente.
No es que aquel hombre de casi sesenta años fuera un vampiro o un cambiante, ni mucho menos: mi universidad era privada, lo que equivalía a que, a cambio de una buena suma de dinero, se garantizaba una educación entre alumnos y personal únicamente humano.
Había pasado ya más de un siglo desde lo que en los libros de historia se conoce como la Apertura. Criaturas hasta entonces consideradas mitológicas se convirtieron en una realidad en nuestras calles.
Supongo que no es del todo justo decir nuestras calles, porque ellos llevaban viviendo escondidos entre nosotros desde siempre. Se han hecho infinidad de estudios y comparaciones genéticas y aunque tampoco es que lo sepamos todo al respecto, sabemos que los cambiantes, por ejemplo, son una especie con un origen más antiguo que el homo sapiens (o séase el clásico humano de gama media, como yo).
Provienen de un primo hermano del homo sapiens, un tal homo neanderthalensis (o algo así, nunca he sido muy fan de la prehistoria o de la historia en general). Durante mucho tiempo los científicos pensaron que se había extinguido hasta que aparecieron sus descendientes directos, los cambiantes o también conocidos como hombres lobo o licántropes. Lo que sea. Podría decirse que los cambiantes son algo así como primos hermanos del humano clásico y, la verdad, puede ser difícil desenmascararlos porque han evolucionado de forma muy similar a nosotros.
Sin embargo, ahora que sabemos que existen, puedes sospechar que estás frente a uno de ellos cuando te encuentras a un tipo extremadamente caliente, que desprende una mezcla de sensualidad y superioridad que no pasa desapercibida. Además de esos aires suyos, suelen destacar por su fuerza y son bastante territoriales, al margen de que les gusta andar con los suyos y, en general, pasan de los que no somos como ellos. En cualquier caso, solo tienes la certeza de que es un cambiante si lo ves transformarse. O si tienes una muestra de sangre del tipo en cuestión y un kit de screening, claro está.
Lo que me lleva a recordar a nuestros hermanos, genéticamente hablando: los vampiros.
Olvidad el mito: no están muertos y no necesitas una estaca para matarlos, pero, por desgracia, suelen tener un apetito de sangre bastante incómodo para los que no somos de su raza, sino su comida. A nivel evolutivo provienen de una desafortunada variación de mutaciones que ha creado una subespecie de homo sapiens.
Ellos aseguran que son la evolución del humano tradicional y algunos nos miran como miraríamos nosotros al hombre de las cavernas, como si fueran estúpidos, carentes de habilidades y aburridamente primitivos. Esos son los menos malos. Los hay que nos miran como si fuéramos un bistec con guarnición, claro está. Aunque existen leyes para evitar que nos cacen, algunos no han dejado de hacerlo. Los vampiros tienen una Guardia de Honor para evitar que ese tipo de cosas pasen, y la policía se ocupa de mantener las calles más o menos seguras, pero uno nunca puede fiarse de un vampiro. No por el hecho de ser genéticamente más cercanos dejan de ser los más siniestros. Y peligrosos.
En contra de las creencias populares, los vampiros pueden exponerse a la luz, aunque les produce quemaduras que, en casos muy graves, pueden llegar a poner su vida en un compromiso, pero hablamos de casos extremos. En humanos hay una enfermedad parecida llamada porfiria que comparte algunas mutaciones con las de los vampiros, como si se tratara de un punto perdido entre ambas especies.
Sin embargo, los humanos con porfiria, excepto por eso de tener que vivir tapados hasta las cejas para no quemarse con el sol y hacer una vida noctámbula, no tienen nada más de excepcional. Los vampiros, en cambio, poseen una vida mucho más larga, especialmente si se alimentan regularmente con sangre humana y no se limitan a sangre animal. Al margen de ser longevos, tienen poderes mentales con los que pueden aturdir a los humanos y poseen una fuerza y agilidad dignas de los héroes de los cómics. No vuelan, pero bien podría parecer que lo hacen.
Afortunadamente, la aversión de los vampiros por los cambiantes es mayor que hacia los humanos. En parte porque dependen de nosotros para sustentarse y en parte porque durante siglos, por lo visto, lobos y vampiros han estado matándose los unos a los otros sin que nosotros nos enteráramos de que lo hacían. Igual un poco estúpidos si somos, los humanos.
Como pasa en el mundo animal, los humanos somos compatibles genéticamente con los vampiros, pero también con los lobos. Que no es algo habitual, las mezclas entre especies, pero los linajes puros, aquellos que no han sido contaminados por sangre de vampiro ni de lobo, suelen tener ciertos privilegios respecto al resto de los humanos, siempre y cuando dispongan del dinero suficiente para poder ejercerlos.
Si los humanos nos comparamos con unos u otros, el futuro de nuestra especie queda un poco en entredicho. A nuestro favor está que somos la raza mayoritaria y ellos tienen demasiados problemas los unos con los otros como para estar demasiado pendientes de nosotros. Yo siempre pienso que, si hemos sobrevivido durante tantos siglos con ellos viviendo a nuestra sombra, supongo que no nos extinguiremos, al menos a corto plazo, ahora que viven de forma pública. Hay grupos humanos mucho más fatalistas, pero es que está claro que no tenemos las de ganar.
—Atlantic —escuché mi nombre.
El director De Pablo y mis padres me miraban de nuevo con esa expresión entre enfadada y triste. No acababan de decantarse en cómo sentirse respecto a mi mísera capacidad de atención.
—Lo siento —me excusé.
—Tienes que intentar concentrarte, cielo —me pidió mi madre, sentada a mi lado, mientras mi padre se mantenía de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado sobre la pared—. El director De Pablo nos estaba comentando que los resultados de tus últimos parciales han sido muy justos. Sé que te esforzaste mucho, no queremos que te culpes, ¿de acuerdo?
—Lo siento, mamá —contesté suspirando al ver la decepción en sus ojos azules—. Últimamente me duele mucho la cabeza y todo lo que hago me sale mal. No puedo concentrarme.
—Lleva un par de años con cefaleas incapacitantes —expuso mi padre, incluso si lo más probable era que ya tuviera consciencia, porque había requerido asistencia en la enfermería en más ocasiones de las que me gustaría admitir—. Nuestro médico le pidió una resonancia magnética y le han hecho ya varias analíticas, pero aún no hemos encontrado nada que lo justifique. Al principio lo orientó como migrañas, pero tampoco le funciona el tratamiento, así que sigue en estudio.
—A veces el dolor de cabeza o el cansancio pueden venir condicionados por el estrés o por la depresión —expuso el señor De Pablo, intentando mostrarse solidario con nosotros—. Quizás Atlantic necesita un descanso. Un año sin libros en el que potenciar sus aficiones o sus habilidades. No todas las personas tienen que ser médicos, arquitectos o economistas. Si encuentra la motivación adecuada, estoy seguro de que encontrará un futuro y una profesión acorde a ella. ―Hizo una pausa mientras mis padres digerían lo que yo ya sabía que acabaría sucediendo en aquella reunión―. Su hija es talentosa, los cuestionarios de capacitación siempre han sido muy buenos y su habilidad manual es excelente, pero no rinde adecuadamente para que podamos continuar con su formación en nuestra universidad.
Boom.
Ya estaba dicho.
Y mi mundo acababa de irse a la m****a.
Gruñó por lo bajo, el gruñido de su lobo ansiando mi contacto, mientras tiraba del sujetador para poder liberarlos. Sentí cómo empezaba a acariciarlos, mientras mil sensaciones recorrían mi cuerpo y sentía que mi cuerpo se preparaba ansioso, sabiendo exactamente lo que vendría a continuación. Quizás hacía tan solo unos meses que estábamos juntos pero nuestro vínculo nos hacía saber, de forma precisa, lo que sentía o necesitaba el otro. Y estaba claro que nos necesitábamos el uno al otro. Justo en ese momento. Ahora y siempre. Jan era dulce, divertido, pero cuando estábamos juntos en ese grado de intimidad parte de su lobo tomaba el control, un lobo dominante y hasta cierto punto exigente. Mi compañero perfecto. Sentí cómo nos fundimos, nuestros cuerpos buscándose de forma frenética, nuestras bocas ancladas como si aquello fuera lo único que existiera en el mundo. Me agarré a su cuello, como si una necesidad primitiva surgiera en mí. No era nada nuevo, sentir cómo todo explotaba mientr
No era la primera vez que pese a ser una loba, no sentía la obligación de acatar sus órdenes. No es que fuera algo personal, simplemente no reaccionaba como el resto de los lobos. De acuerdo, yo era rara hasta como loba. Pero le había prometido intentar asumir su rol de alfa. Creo que a Jan no le importaba que yo no fuera realmente sumisa a su persona, incluso lo encontraba divertido. Excepto cuando consideraba que había un peligro para mí o para la manada. En ese tipo de decisiones, estaba claro que no tenía intención de dar su brazo a torcer. Y ésta era una de esas veces.—Podrías supervisar lo que sea que tu primo quiere montar aquí —me pidió con mirada esperanzada—. Y hace tiempo que dices de pasar más tiempo con tus padres. Tómatelo como unas pequeñas vacaciones.—Sigo sin estar de acuerdo —le contesté.—Si no s
Llegamos al local sin incidencias. En el coche hablamos de nuestros gustos musicales y la verdad es que cada vez me sentía más cómoda con Valentín, como si de alguna forma hubiera encontrado su espacio en mi vida. Bajamos del coche y Hang nos miró desde la entrada, arrugando la nariz.—Yo también noto la peste a chucho, si te sirve —le soltó Valentín a modo de saludo con un destello de diversión en la mirada.—Siempre tan encantador —le contestó Hang haciendo una mueca pero sin gruñirle, que ya era más de lo esperable.—¿Qué tal el día? —le pregunté a Hang ignorando las pullas de esos dos.—Los ha habido mejores —me contestó finalmente, tras aguantar la mirada de Valentín sin acobardarse lo más mínimo.—¿Ha pasado algo? —le pregunté hacie
Debería haber sospechado algo cuando esa sonrisa prepotente asomó a sus labios, dándole un toque juvenil a ese rostro normalmente frío. Serio. Formal. Sentí cómo tiraba de mí y sus brazos me rodeaban con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar a aquello, sentí que mis pies dejaban de tocar el suelo y creo que un pequeño gemido de sorpresa se escapó de mis labios mientras Valentín empezaba a reír por lo bajo tras aterrizar sin dificultad con un golpe suave, sobre el tejado del edificio.—Joder —le dije mientras volvía a respirar con dificultad. Valentín me miró con una sonrisa y se sentó sobre el tejado quedando oculto de las miradas curiosas que nos habían estado siguiendo hasta ese momento.—Aquí estaremos tranquilos y las vistas no están mal —señaló con mirada confiada, con una pizca de diversi&oacu
Había pasado de ser una humana parcialmente escondida en medio de una multitud de caras en un aula cualquiera, a ser el centro de atención. Y en serio, yo no estaba hecha para eso. Entre los paliduchos, el hecho de que un miembro de la Guardia me hubiera ofrecido su casa, su protección, era algo así como un sueño. Así que me había convertido en el centro ya no de su rabia, sino de su envidia. Pero de esa que hace que te sonrían y te dejen pasar al frente de la quilométrica cola de la cafetería del bar. Cosas de esas. Horroroso, vamos. Diana tampoco estaba especialmente agradecida con esas atenciones, casi como si nos hubiéramos convertido en las reinas de los paliduchos de la facultad. Ya no solo de nuestra clase, sino de la facultad al completo. Vale que un vampiro era caro de ver. Pero de aquí a esa adoración, era bochornoso.Aunque Diana llevaba peor lo de los cambiantes. Que hubiera
Valentín se quedó quieto, observando cómo los lobos se movían a su alrededor, ignorando su presencia por primera vez. Mi primo. Era normal que no pudiera aceptar que yo formaba parte de aquello y si él quería tener algo conmigo, tendría que aceptar que a través del lazo de sangre que nos unía, él también formaba parte de la manada. De alguna forma.—Suerte que el resto de la familia está muerta —afirmó finalmente Valentín, con gesto cansado—. Esto es una aberración.—Ya sabes el camino de vuelta —le informó Jan mientras bostezaba y me cogía de la cintura, para sentarse de nuevo en la silla, conmigo en su regazo. Valentín se acercó a nosotros y miró los planos sobre la mesa, con expresión curiosa. Se sentó en la silla que había ocupado antes Ned, con expresión tranquila. Casi
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