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Era imposible fingir que no los había visto. Ainhoa, la chica que me había llamado, batía la mano frente a ella a modo de saludo y varios pares de ojos estaban centrados sobre mi persona. O, mejor dicho, sobra mi acompañante.

Jan tensó su agarre y sentí que tiraba ligeramente de mí.

―Son de la uni. ―Hice una mueca, un tanto forzada, y se colocó justo detrás de mí, sin liberar mi mano de la suya. Caminé hacia ellos, sintiendo su presencia a mi espalda.

Cuando me paré junto a las mesas que estaban rodeando, todos estaban estudiándonos. Sé que les importaba una mierda la coincidencia que nos había llevado a todos a ese lugar, pero lo que no podían pasar por alto era el enorme tipo que me acompañaba. Admito que Jan era el tipo de tipos a los que a todos ―mujeres y hombres― nos gusta admirar. No descartaría, incluso, que algunos estuvieran valorando la posibilidad de que tuviera un algo de lobo.

Era poco probable que se plantearan que fuera un cambiante puro, porque es raro que salgan de l
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