No quería imaginarme a quién entrenaba Jan, pero era consciente de que sabía de muchas mujeres que pagarían generosamente para ganarse un poco de atención de alguien como él. Intentarían tontear con él y no tenía del todo claro si él era de esos a los que les gusta seguir el juego a cualquier mujer bonita que estuviera dispuesta a abrirse de piernas o se limitaría a mantenerse a una relación meramente profesional. Mejor no pensar mucho al respecto.
Tampoco quería imaginarlo sudado. O sin camiseta. Bueno… querer, quería, pero mejor no hacerlo allí en medio o acabaría con un calentón, roja como un tomate y humillada por el hecho de que, al ser un lobo, podía percibir que me ponía tontorrona.
―Creo que lo de trabajar está bien, pero los humanos del montón que no tienen algo que aportar no suelen acabar bien.
―Tú tienes mucho que aportar. ―Su respuesta fue casi instintiva y me arrancó una sonrisa.
―Claro, ¡muchísimo! ―me burlé.
―Mucho más que ese grupito de antes. ―Hizo una mueca―. No te