El amanecer siempre trae consigo un aire de promesa. De comienzos. Pero aquella mañana tenía un sabor distinto.
Era un amanecer de despedidas.
El campamento temporal, en las afueras del bosque de Haldrin, bullía con la energía de la partida. Las tropas, los mensajeros, los aprendices de magia... todos se preparaban para volver a sus tierras, a sus vidas, a reconstruir lo que había sido dañado.
Yo también debía partir.
Pero no antes de soltar el último nudo que me ataba al pasado.
Mis pasos me llevaron, casi sin pensarlo, a la colina donde Ronan y yo solíamos entrenar en los primeros días de la guerra. Aquel