Mundo ficciónIniciar sesiónJamás imaginé que perdería mi virginidad de esa manera. Mi padre quería venderme, y mi virginidad era lo único que le importaba. Así que me fui a un bar de mala muerte, lleno de hombres lobos, para entregársela a un desconocido antes de que mi padre pudiera ponerme precio. Lo que empezó como un acto de rebeldía se convirtió en el inicio de algo que no podía controlar. Porque aquel desconocido no era cualquiera. Y lo que vino después… cambió mi vida para siempre.
Leer másLYCAN Estoy tirado en la hamaca, con el sol dándome en la cara y el culo medio dormido de estar tanto rato aquí, pero no me pienso mover. Porque lo que tengo delante es jodidamente perfecto. Elena está sentada en el césped, con nuestro hijo de tres años jugando con sus rizos, riéndose como si el mundo fuera suyo. Y lo es. Porque si alguien merece toda la felicidad del puto universo, es ella. Y él. Y esa barriga que crece cada día más. Dos meses. Solo dos malditos meses para ver la carita de nuestra niña. Y sé, lo sé con cada fibra de mi cuerpo, que va a ser igual de fuerte, igual de valiente, igual de increíble que su madre. Me duele el pecho. Como si el corazón se me estuviera estirando de tanto amor. Y no me lo creo. No me creo que esto sea mío. Que ella sea mía. Que este pequeño terremoto que corre por el jardín sea mi hijo. Que esa niña que aún no ha nacido ya me tenga completamente rendido. Porque yo no me merezco tanto. No después de todo lo que hice, de todo lo que oculté, de
ELENA Lycan caminó hacia mí. Hasta que estuvo tan cerca que pude sentir su respiración. Levantó la mano despacio, como si temiera que fuera a apartarme. Pero no lo hice. Sus dedos rozaron mi mejilla. Y en cuanto me tocó… todo cambió.Vi un destello y de pronto, imágenes. Como si alguien hubiera abierto una puerta en mi cabeza.Me agarré a sus brazos, porque sentí que me iba a caer. Él me sostuvo. Y entonces lo vi todo.Lo vi solo, en su habitación, con la mirada perdida y llorando en silencio mientras sostenía una de mis camisetas. Lo vi hablar con Liora, con miedo, con culpa, con desesperación, le suplicaba que no me hiciera daño. Lo vi protegerme, incluso cuando yo creía que me estaba traicionando. Y sentí su amor, su miedo, su dolor y la verdad.No había mentiras en lo que vi, solo heridas y amor. Un amor tan profundo, tan salvaje, tan real… que me atravesó el pecho. Mis piernas flaquearon. Pero él me sostuvo más fuerte.—Elena —susurró, con la voz rota—. ¿Lo ves?Asentí, con lág
ELENA A lo lejos escuché rugidos de motores. Me giré de golpe y vi que venían más coches. Se acercaban por el camino de tierra, levantando una nube de polvo tras ellos.Mi cuerpo se tensó. El corazón me dio un vuelco. Sabía perfectamente lo que significaba. La manada de Lycan estaba aquí.Los coches se detuvieron en fila, como si estuvieran preparados para entrar en combate. Las puertas se abrieron. Y uno a uno, empezaron a bajar.—¿Por qué están aquí? —le solté a Lycan, sin bajar la mano—. ¿Qué se supone que vas a hacer?Lycan se acercó un paso, solo uno. Y lo miré como si la visita de la manada fuera una traición.—No están aquí para hacerte daño —dijo, con la voz baja—. Están aquí porque yo les pedí que vinieran. Para protegerte.—¿Protegerme? —me reí—. ¿De qué? ¿De ti?—¡Elena! —exclamó, con los ojos brillando—. Yo te amo. Jamás he pensado en quitarte a nuestro bebé. Jamás.—¿Ah, no? —le solté, cruzándome de brazos—. ¿Y entonces por qué hablabas con Liora? ¿Por qué te fuiste
ELENA Solo podía pensar en Lycan. En su dolor. En su maldita soledad. Parecía que una maldición lo envolvía, como si la Diosa Luna se divirtiera con él. Le mostraba a su compañera de vida… y luego se la arrancaba de las manos, una y otra vez. Como si le dijera: “No mereces amor.”Y él… se lo creía. Creía que algo malo había en él. Que era su culpa. Que su amor traía muerte.Pero no. Y Lycan no era el culpable de las muertes. Era Liora, una asesina.Y eso me rompía. Porque pensé que tal vez jugó conmigo, porque su deseo era tener un cachorro y ya cansado de tantas muertes... Pensó en quitarme a mí bebé.Jamás había pensado en castigar a alguien. Nunca. No estaba hecha para eso. Pero en ese momento… La idea se me cruzó por la cabeza. Y no se fue.Liora me estaba haciendo la vida imposible. A mí, a Lycan, a mis hermanas e incluso a mí hijo.Y sí, se merecía un castigo. Uno que le doliera. Uno que no pudiera borrar con una sonrisa falsa ni con sus trucos.Pero entonces apareció
ELENA No sé cómo, pero lo sentí. Liora estaba cerca. Aquí, en la entrada de Moonveil.No me lo pensé. No me puse a analizar si era seguro, si debía esperar, si alguien más debía ir primero. Me levanté, salí del dormitorio y empecé a caminar directa hacia la entrada. Con el corazón latiendo fuerte, pero sin miedo.Sabía que Lycan también estaba en camino. Lo sentía en el aire, en la forma en que el viento se movía, en cómo el medallón vibraba contra mi pecho. Pero me daba igual todo.No pensaba huir. Ya había huido demasiado. Había corrido, me había escondido, me había callado y ya estaba cansada de esconderme como si fuera débil. Si ellos pensaban que se iban a encontrar a la misma mujer que conocieron… Estaban muy equivocados.Ya no era Elena la miedosa. Era Briselle, la bruja. Y si alguien iba a por mi hijo, a por mí, a por lo que amo… Iban a tener que enfrentarse a todo lo que era.Vi a Seraphine a lo lejos pero no me detuvo. Solo me miró y asintió. Porque ella también sab
ELENA Después de la cena, en el salón fue quedando en silencio. Las conversaciones se apagaban poco a poco, y todos se retiraban a sus casas.Pero Natalia y yo no queríamos dormir aún. Necesitábamos aire.Así que salimos y comenzamos a caminar por las calles de Moonveil. El pueblo estaba tranquilo. Solo caminábamos. Pero entonces… el medallón sobre mi pecho comenzó a brillar. Pero esta vez, la luz era más intensa. Me detuve. El mundo a mi alrededor se desapareció. Ya no estaba en Moonveil. Mi mente había viajado. Y la visión me golpeó con brutalidad.Lycan estaba de pie en medio de su habitación destrozada. Sus ojos estaban rojos, llenos de lágrimas. Su pecho subía y bajaba y su voz… sonaba desgarradora.—¡Elena! —gritaba—. ¡Elena!Su cuerpo temblaba. Golpeaba las paredes. Se arrodillaba. Lloraba como si el mundo se le hubiera roto. Como si no pudiera respirar sin mí.Y yo… lo sentía. Sentía su sufrimiento como si fuera mío. Lo amaba tanto que me dolía. Poco después, la visión se de
Último capítulo