La casa estaba en penumbras cuando regresé del bosque.
Las luces apagadas, las ventanas cerradas a cal y canto.
Un silencio espeso lo cubría todo, como si el aire mismo estuviera conteniendo la respiración.
Me apoyé contra la puerta principal durante unos segundos, temblando aún por lo que había vivido.
Mi corazón golpeaba salvajemente en mi pecho, intentando encontrar un ritmo que ya no me pertenecía.
Algo dentro de mí había cambiado.
No podía seguir fingiendo que todo era normal.
Subí las escaleras con pasos pesados.