Estaba en ese punto donde había perdido todo. Mi prometido me había traicionado, mis padres habían muerto en un incendio horas después provocado por él junto con la mujer con la que me había sido infiel. Me vendieron como esclava en el mercado negro para luego ser rescatada por mi mate, el Rey alfa y el hombre que tampoco quería saber de mi. Era hora de demostrar que era más de lo que ellos pensaban.
Leer másEra imposible que las cosas pudieran cambiar de un momento a otro de la forma en la que lo habían hecho. La vida de mis sueños se había esfumado de mis manos en un segundo y ahora las voces de las personas que tanto amaba se habían convertido en tan solo un grito de auxilio en mis oídos.
Había estado esperando un final feliz a mis veinticinco años y solo había recibido dolor, lágrimas de sangre y tanto sufrimiento que sentía que mi corazón iba a sangrar y a explotar dentro de mi pecho. Nunca esperé que las cosas terminaran así. Con mis manos y rodillas raspadas, con el cuerpo lleno de barro y el cabello vuelto un revoltijo y el corazón tan roto, que sentía que sus pedazos cortaban mi interior de una forma rápida y precisa. Siete horas antes Connor era básicamente el hombre de mis sueños. No era mi mate y aunque todo licántropo ansiaría tener a su alma gemela en estos tiempos era demasiado difícil con la gran división y expansión de los licántropos alrededor del mundo. Por eso me había comprometido con Connor y había mantenido un noviazgo de ocho meses antes de comprometernos y aunque el lazo que manteníamos no era el que nuestros ancestros deseaban, realmente era uno de los más fuertes, porque después de todo el amor no lo era todo y yo tenía en mis manos la responsabilidad de darle a mi manada el siguiente alfa. Yo y mi prometido gobernaríamos la manada juntos para que mis padres pudieran retirarse. Y todo estaba perfectamente en su lugar hasta ese momento en el que fui a casa de Connor sin avisar. Mis manos sudaban un poco, porque por primera vez me entregaría a él. Había estado esperando mucho tiempo por ello y aunque se suponía que debía esperar nuestra noche de bodas, para eso solo faltaba una semana y quería experimentarlo para que ese día no fuera un total desastre. Me había preparado para la ocasión colocándome un vestido blanco un poco ajustado pero con la falda suelta. Mi cabello estaba suelto con sus ondas salvajes ondulándose a mis espaldas. Pero cuando me detuve frente a la puerta, mi corazón se destrozó un poco. Como hija de un alfa tenía mis sentidos mucho más mejorados y eso consecuentemente le pasaría a Connor cuando recibiera mi mordida. Pero ahora era una desventaja para él no haberme escuchado, porque yo si lo escuchaba a él a la perfección mientras gemía de forma descontrolada el nombre de danna. Sin pensarlo, sin siquiera analizarlo abrí la puerta de su casa e ingresé directamente a la sala en donde Danna; la mujer que había hecho mi infancia, mi adolescencia y mi vida una pesadilla, se encontraba cabalgándolo de forma violenta. Ambos se sobresaltaron cuando me escucharon entrar, pero Connor fue el más conmocionado de los dos, ya que pude ver el miedo asomándose por su rostro sudoroso. Él sabía que la había cagado. —¿Cómo pudiste hacerme esto? —mis lágrimas descendían sin parar por mi rostro mientras mi corazón se hacía añicos con cada segundo que pasaba. Ambos desnudos frente a mi y ella sin el más mínimo rastro de vergüenza. Porque había logrado arrebatarme algo más, pero esta vez algo que valoraba y amaba. —Ava, no es como crees, esto no es lo que crees. Ni siquiera esperé a que dijera algo más. Él iba a mentirme en mi propia cara, así que solo opté por darme la vuelta y correr al bosque mientras las lágrimas espesas y molestas corrían por mi rostro. Me adentré en el bosque a paso veloz, corriendo de la misma forma en la que mi corazón se había hecho añicos. Tan rápido que simplemente no lo vi venir. Mis pasos se detuvieron cuando llegué al lago a las afueras de la manada y me senté en una roca mientras las lágrimas seguían cayendo cada vez más rápidas y dolorosas. ¿Por qué, Connor me había hecho esto? ¿Desde cuando estaban juntos? Probablemente a él solo le había importado mi título. Una forma rápida de ascender en la línea alimenticia. Probablemente cuando termináramos casados me tendría como muchos alfas a sus lunas. Utilizadas solo para procrear. La noche fue cayendo de forma rápida. Y como sabía que debía regresar para la cena con mi familia, me puse de pie para comenzar a acercarme. No sabía que les diría, se notaba que había estado llorando, se veía lo rota que estaba en esos momentos. Pero esa fue la menor de mis preocupaciones cuando me acerqué por completo. Porque el olor a humo y madera quemada me dijeron que algo muy malo estaba pasando. Sintiendo mi corazón palpitar a una velocidad atemorizante, mis pasos se apresuraron a llegar a la manada y lo que encontré me dejó simplemente devastada. Como si no hubiera pasado por suficiente dolor. Mi casa, la casa de mis padres estaba en llamas. Un grito de puro pavor y pánico escapó de entre mis labios y me apresuré hasta la entrada, pero uno de los guerreros de mi padre me detuvo con rostro apenado. —Ya los sacamos —me advirtió —pero dentro era demasiado difícil respirar, Ava. Un grito doloroso escapó de mi y más lágrimas seguían descendiendo. Mi pecho se apretó y mi respiración se entrecortó. Probablemente me estaba desmayando pero ni siquiera me dio tiempo a reaccionar, cuando Connor me sostuvo en sus brazos. —Yo me haré cargo —le dijo, pero su voz ya sonaba lejana, como si estuviera debajo del agua —será difícil para ella afrontar todo esto sin mi. Y quise gritar porque lo menos que quería era tenerlo cerca, el hombre que se casaría en una semana conmigo, el hombre que decía amarme y se había estado acostando con otra mujer. Mientras había jurado serme totalmente fiel. *** —Haz que se despierte, no tenemos toda la puta noche. Debes deshacerte de ella antes del amanecer. O todo esto será en vano. —Puedo convencerla de quedarse conmigo. —Claro y yo me quedo mirando todo desde afuera, ni muerta dejaré que se quede con todo por lo que he luchado demasiado y justo ahora tengo la oportunidad de evitarlo. —Danna… —Vienen a llevársela, pero debe estar despierta, no hay vuelta atrás. Todos saben que el Alfa te dio su bendición antes de morir, y te pidió cuidar a su hijita y a la manada. Todos lo vieron así que todo esto es tuyo ahora, nuestro… porque mi plan fue el que nos trajo hasta aquí, así que cierra la boca, Connor y haz lo que te digo. Hubo un silencio largo y aunque la inconsciencia me llamaba nuevamente, no tuve más remedio que abrir los ojos para ver a donde me habían llevado estos dos y lo que vi no me gustó. Solo había bosque. Inevitablemente intenté comenzar a gritar, ya había escuchado lo que pasaría así que no les iba a dar la oportunidad de siquiera intentarlo. Pero grande fue mi sorpresa y mi decepción cuando al recobrar la consciencia de mi cuerpo, noté mis manos y rodillas amarradas y una mordaza que cubría mi boca para evitar que gritara. Las lágrimas se deslizaron nuevamente y traté de alejarme lo más que pudiera de aquellos seres tan despreciables. —Mira que bien, ya despertaste. La voz de Danna en ese momento parecía mi peor pesadilla. —Y justo a tiempo porque ya vienen por ti. Cuando vi a dos hombres acercarse a nuestra posición. Comencé a jalar las cuerdas y a tratar de gritar a través de la mordaza pero nada de aquello dio resultado. Era inútil. —Arruinaste el plan A llegando sin avisar así que yo recurrí al plan B. Asesinamos a tus padres, te hacemos desaparecer a ti y el yerno adorado del alfa se queda con el puesto sin nadie en su camino que se interponga. Me gusta más este porque puedo ocupar el puesto yo desde el principio ¿no es maravilloso? Mandarla al infierno era lo único que quería hacer en el momento y aunque estaba amordaza esas fueron las únicas palabras que intenté decir. —¿Están seguros de que la harán desaparecer por completo? —cuestionó Connor un poco nervioso —¿No sería mejor matarla? Lo que se espera es que nunca pueda regresar. Por la diosa Luna, no creí que mi corazón pudiera haberse roto más. Pero era exactamente lo que estaba ocurriendo al escuchar sus palabras. —La manada del Rey siempre necesita de esclavas —dijo uno de ellos —y además de que nadie sabe lo que hacen con ellas, nunca regresan. Y tras esas palabras levantó su puño y lo dirigió a mi rostro para noquearme. —Hasta nunca Eva —y esas fueron las últimas palabras que escuché antes de volver a caer en la oscuridad.El norte lo llamaba, no con el grito de la batalla que se avecinaba, sino con el susurro antiguo de la tierra que había sido su hogar, el eco de un amor que el tiempo y la distancia no habían logrado apagar. Cael se movía como una sombra entre los árboles, su esencia contenida, sus pasos ligeros sobre la alfombra de hojas secas. Cada fibra de su ser estaba tensa, no por el miedo, sino por la cautela. No podía permitirse dejar rastro, no ahora que la esperanza de su reencuentro ardía con una intensidad casi dolorosa en su pecho.El viento, que antes le traía el frío abrazo de la soledad, ahora le susurraba promesas. Llevaba consigo el aroma de la tierra húmeda, el dulzor de las últimas flores de otoño, y, más importante aún, un rastro apenas perceptible, pero inconfundible, de Ava. Era un perfume que se había grabado en su alma, una mezcla de sándalo, jazmín y algo tan singularmente suyo que le hacía temblar. Se aferró a ese hilo invisible, dejándose guiar por él a través de bosques de
La melancolía se aferró a Cael como una sombra, tejiendo un manto de tristeza que se arrastró con él por los corredores de su fortaleza. El frío metal de las paredes ya no era un recordatorio de su poder, sino un eco de su soledad. Cada grieta en la piedra era una cicatriz, un recuerdo de lo que había perdido: su manada, su reino, y lo más doloroso de todo, a Ava. La mujer que amaba, la luna de su noche más oscura, ahora era solo un recuerdo que ardía con una intensidad agridulce.Habían pasado meses, tal vez años, desde que la había visto por última vez. La última vez que había sentido su calor, la última vez que había inhalado su aroma a flores silvestres y lluvia de verano. El exilio era un castigo brutal, no por la distancia, sino por el silencio. El silencio de su voz, de sus risas, del suave murmullo de sus palabras de aliento.Cael se detuvo frente a una ventana, el cristal helado contra la palma de su mano. Afuera, el sol del crepúsculo pintaba el cielo con tonos de naranja y
El Despertar de CaelMi estancia en el castillo de Damián, el rey vampírico, fue extraña. La palabra "extraña" apenas araña la superficie de la paradoja que se había convertido mi existencia. Había pasado casi toda mi vida, cada aliento, cada fibra de mi ser, haciendo lo que el Consejo me dictaba. Mi propósito, mi única razón de ser, había sido cazar, perseguir y aniquilar a los vampiros. Eran la plaga, la oscuridad, el enemigo jurado. Y ahora, aquí estaba, respirando el mismo aire que ellos, bajo el mismo techo, compartiendo silencios con su monarca. Era una burla cruel del destino, una broma macabra que el universo había decidido gastarme.Los primeros días fueron un tormento silencioso. Cada sombra que se movía, cada susurro en los pasillos, me ponía los nervios de punta. Mis sentidos, afinados durante siglos para detectar la presencia vampírica, estaban en constante alerta, pero no por peligro, sino por la simple proximidad de lo que una vez fue mi presa. Esperaba el ataque, la tr
El eco de la promesaSeis meses. Seis largos y tortuosos meses habían pasado desde la última vez que Ava vio los ojos de Cael, el brillo de su cabello oscuro bajo la luna, la promesa silenciosa en su despedida. Seis meses de añoranza, una punzada constante en su pecho que nunca se disipaba, un recordatorio persistente del vínculo roto. La tristeza era una sombra que la seguía, un lamento silencioso por la separación, pero la necesidad de mantenerse ocultos, de esperar el momento adecuado para reclamar lo que les pertenecía, era una verdad ineludible.Un pequeño y agudo grito rompió el silencio de la modesta cabaña. Luego otro, un coro diminuto que resonó en el aire. Ava sonrió con un cansancio tierno. "Mis pequeños tienen hambre", susurró para sí misma, una frase que se había convertido en el mantra de su nueva vida. Se levantó de la estera donde meditaba, sus músculos tensos por el entrenamiento matutino.Los últimos meses habían sido un torbellino de emociones y responsabilidades. L
El bosque parecía interminable, un laberinto oscuro y opresivo que se extendía en todas direcciones. Las ramas desnudas, retorcidas por el tiempo y el viento, se curvaban como garras esqueléticas en la penumbra creciente, sus sombras danzando y retorciéndose sobre el suelo cubierto de hojas secas y musgo húmedo. Cada sombra, cada eco del viento entre los árboles, era un recordatorio fantasmal de lo que había dejado atrás: su reina, su reino, su orgullo herido y su trono usurpado. Llevábamos corriendo desde hacía horas, una fuga incesante y agotadora, sin detenernos más que para realizar breves y tensas verificaciones de nuestras rutas, para ocultar meticulosamente nuestros rastros entre la maleza o para asegurar, con la paranoia de los fugitivos, que nadie nos seguía, que la larga y traicionera mano de Henrik aún no nos alcanzaba. El aire frío de la noche, aunque limpio y purificador, no lograba disipar el hedor a peligro inminente que se aferraba a nosotros. Pero por más que el cuerp
El bosque parecía interminable, un laberinto oscuro y opresivo. Las ramas desnudas se curvaban como garras esqueléticas en la penumbra creciente, sus sombras danzando y retorciéndose en el suelo cubierto de hojas. Cada sombra, cada eco del viento, era un recordatorio fantasmal de lo que había dejado atrás: su reina, su reino, su orgullo herido. Llevábamos corriendo desde hacía horas, sin detenernos más que para realizar breves y tensas verificaciones de nuestras rutas, para ocultar meticulosamente nuestros rastros entre la maleza o para asegurar, con la paranoia de los fugitivos, que nadie nos seguía, que la larga mano de Henrik aún no nos alcanzaba. Pero por más que el cuerpo resistiera, que los músculos ardieran y los pulmones gimieran por aire, era la mente la que comenzaba a quebrarse bajo el peso de la culpa y la incertidumbre.Ava.Su nombre era un eco constante en mi mente, un mantra doloroso que se repetía con cada paso. Cada paso lejos de ella se sentía no solo como una separ
Último capítulo