Mundo de ficçãoIniciar sessãoEstaba en ese punto donde había perdido todo. Mi prometido me había traicionado, mis padres habían muerto en un incendio horas después provocado por él junto con la mujer con la que me había sido infiel. Me vendieron como esclava en el mercado negro para luego ser rescatada por mi mate, el Rey alfa y el hombre que tampoco quería saber de mi. Era hora de demostrar que era más de lo que ellos pensaban.
Ler maisEl norte lo llamaba, no con el grito de la batalla que se avecinaba, sino con el susurro antiguo de la tierra que había sido su hogar, el eco de un amor que el tiempo y la distancia no habían logrado apagar. Cael se movía como una sombra entre los árboles, su esencia contenida, sus pasos ligeros sobre la alfombra de hojas secas. Cada fibra de su ser estaba tensa, no por el miedo, sino por la cautela. No podía permitirse dejar rastro, no ahora que la esperanza de su reencuentro ardía con una intensidad casi dolorosa en su pecho.El viento, que antes le traía el frío abrazo de la soledad, ahora le susurraba promesas. Llevaba consigo el aroma de la tierra húmeda, el dulzor de las últimas flores de otoño, y, más importante aún, un rastro apenas perceptible, pero inconfundible, de Ava. Era un perfume que se había grabado en su alma, una mezcla de sándalo, jazmín y algo tan singularmente suyo que le hacía temblar. Se aferró a ese hilo invisible, dejándose guiar por él a través de bosques de
La melancolía se aferró a Cael como una sombra, tejiendo un manto de tristeza que se arrastró con él por los corredores de su fortaleza. El frío metal de las paredes ya no era un recordatorio de su poder, sino un eco de su soledad. Cada grieta en la piedra era una cicatriz, un recuerdo de lo que había perdido: su manada, su reino, y lo más doloroso de todo, a Ava. La mujer que amaba, la luna de su noche más oscura, ahora era solo un recuerdo que ardía con una intensidad agridulce.Habían pasado meses, tal vez años, desde que la había visto por última vez. La última vez que había sentido su calor, la última vez que había inhalado su aroma a flores silvestres y lluvia de verano. El exilio era un castigo brutal, no por la distancia, sino por el silencio. El silencio de su voz, de sus risas, del suave murmullo de sus palabras de aliento.Cael se detuvo frente a una ventana, el cristal helado contra la palma de su mano. Afuera, el sol del crepúsculo pintaba el cielo con tonos de naranja y
El Despertar de CaelMi estancia en el castillo de Damián, el rey vampírico, fue extraña. La palabra "extraña" apenas araña la superficie de la paradoja que se había convertido mi existencia. Había pasado casi toda mi vida, cada aliento, cada fibra de mi ser, haciendo lo que el Consejo me dictaba. Mi propósito, mi única razón de ser, había sido cazar, perseguir y aniquilar a los vampiros. Eran la plaga, la oscuridad, el enemigo jurado. Y ahora, aquí estaba, respirando el mismo aire que ellos, bajo el mismo techo, compartiendo silencios con su monarca. Era una burla cruel del destino, una broma macabra que el universo había decidido gastarme.Los primeros días fueron un tormento silencioso. Cada sombra que se movía, cada susurro en los pasillos, me ponía los nervios de punta. Mis sentidos, afinados durante siglos para detectar la presencia vampírica, estaban en constante alerta, pero no por peligro, sino por la simple proximidad de lo que una vez fue mi presa. Esperaba el ataque, la tr
El eco de la promesaSeis meses. Seis largos y tortuosos meses habían pasado desde la última vez que Ava vio los ojos de Cael, el brillo de su cabello oscuro bajo la luna, la promesa silenciosa en su despedida. Seis meses de añoranza, una punzada constante en su pecho que nunca se disipaba, un recordatorio persistente del vínculo roto. La tristeza era una sombra que la seguía, un lamento silencioso por la separación, pero la necesidad de mantenerse ocultos, de esperar el momento adecuado para reclamar lo que les pertenecía, era una verdad ineludible.Un pequeño y agudo grito rompió el silencio de la modesta cabaña. Luego otro, un coro diminuto que resonó en el aire. Ava sonrió con un cansancio tierno. "Mis pequeños tienen hambre", susurró para sí misma, una frase que se había convertido en el mantra de su nueva vida. Se levantó de la estera donde meditaba, sus músculos tensos por el entrenamiento matutino.Los últimos meses habían sido un torbellino de emociones y responsabilidades. L
El bosque parecía interminable, un laberinto oscuro y opresivo que se extendía en todas direcciones. Las ramas desnudas, retorcidas por el tiempo y el viento, se curvaban como garras esqueléticas en la penumbra creciente, sus sombras danzando y retorciéndose sobre el suelo cubierto de hojas secas y musgo húmedo. Cada sombra, cada eco del viento entre los árboles, era un recordatorio fantasmal de lo que había dejado atrás: su reina, su reino, su orgullo herido y su trono usurpado. Llevábamos corriendo desde hacía horas, una fuga incesante y agotadora, sin detenernos más que para realizar breves y tensas verificaciones de nuestras rutas, para ocultar meticulosamente nuestros rastros entre la maleza o para asegurar, con la paranoia de los fugitivos, que nadie nos seguía, que la larga y traicionera mano de Henrik aún no nos alcanzaba. El aire frío de la noche, aunque limpio y purificador, no lograba disipar el hedor a peligro inminente que se aferraba a nosotros. Pero por más que el cuerp
El bosque parecía interminable, un laberinto oscuro y opresivo. Las ramas desnudas se curvaban como garras esqueléticas en la penumbra creciente, sus sombras danzando y retorciéndose en el suelo cubierto de hojas. Cada sombra, cada eco del viento, era un recordatorio fantasmal de lo que había dejado atrás: su reina, su reino, su orgullo herido. Llevábamos corriendo desde hacía horas, sin detenernos más que para realizar breves y tensas verificaciones de nuestras rutas, para ocultar meticulosamente nuestros rastros entre la maleza o para asegurar, con la paranoia de los fugitivos, que nadie nos seguía, que la larga mano de Henrik aún no nos alcanzaba. Pero por más que el cuerpo resistiera, que los músculos ardieran y los pulmones gimieran por aire, era la mente la que comenzaba a quebrarse bajo el peso de la culpa y la incertidumbre.Ava.Su nombre era un eco constante en mi mente, un mantra doloroso que se repetía con cada paso. Cada paso lejos de ella se sentía no solo como una separ





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