Entre Balas Y Susurros

Entre Balas Y SusurrosES

Mafia
Última actualización: 2025-08-16
May  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Durante más de 30 años, la mafia de Nueva York y la mafia Japonesa han estado en una guerra silenciosa de tráfico de armas, drogas, asesinatos selectivos y sabotajes han marcado su historia. Pero un frágil tratado de Paz fue firmado pero solo por apariencia, cuando un acuerdo comercial entre los de Luca y un cartel europeo fracasa brutalmente, el padre de Gianna es asesinado en su propia mansión, frente a testigos. Todo apunta al Clan Arakawa y la sangre del viejo pacto se rompe. Su hija Gianna es empujada al poder como nueva jefa de la familia, contra la voluntad de los viejos consejeros y enemigos que dudan de ella, Gianna jura venganza y declara la guerra total contra los Arakawas. Lo que Gianna no sabe es que hay algo más oscuro detrás de la muerte de su padre y los enemigo Arakawas podría No ser quien ella cree que son.

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Capítulo 1

La última Cena

El silencio de la mansión era distinto aquel día. No era un silencio tenso, como el que llegó con la muerte, sino uno más íntimo. Cálido. Los pasillos olían a madera vieja y vino añejo. El sol entraba por los ventanales y bañaba de oro las alfombras persas y los cuadros de los antepasados De Luca. Todo parecía estar en su sitio.

Gianna caminaba descalza por el mármol frío del pasillo, con una copa de vino en la mano y el cabello aún mojado tras la ducha, Aún era muy temprano, La cena con los europeos sería esa noche, pero por ahora, el mundo estaba en pausa.

Se acercó a la terraza donde Su padre yacía sentado en el sillón de cuero negro, con un puro encendido entre los dedos y los ojos clavados en el horizonte de Nueva York. Gianna Sonrió, Su perfil se recortaba contra el cielo anaranjado de la tarde, como si formara parte del paisaje, ella amaba a su padre era lo único que le quedaba después de la muerte de su madre hace once años ya.

En realidad, era la única familia que le quedaba.

—¿Estás escondiéndote otra vez, Gianna? —preguntó su padre sin mirarla, con su voz grave y gastada por los años y haciendo rodar el hielo en el whisky con la otra mano.

La sonrisa de Gianna se hizo más grande al escucharlo, camino un par de pasos y se recostó en la baranda de piedra que había al frente.

—No me escondo, todo lo contrario, Te observo. Me gusta cuando estás en modo filosófico.

Su padre soltó una risa, una risa verdadera que solo ella escuchaba y hacía que su corazón latiera de felicidad.

—Entonces prepárate para un sermón —bromeó de nuevo, Gianna se giró para mirarlo y la mirada seria de su padre la hizo estremecer, el sentido del humor se había ido y ahora frente a ella estaba sentado el hombre de negocios que siempre fue — ¿Sabes por qué aún no te he dejado entrar al negocio?.

Esta pregunta la tomó desprevenida, frunciendo el ceño se preguntó a donde quería llegar su padre con aquello, pero siguiéndole el rollo, se atrevió a contestar.

—Porque soy mujer.

—No — dijo él con voz firme — Porque eres mi hija, y lo único que he querido proteger de este mundo, Todos estos años he enterrado cuerpos, he firmado acuerdos con demonios y he matado por mantener nuestro apellido, Pero a ti — Su padre fijó la vista de nuevo al final del horizonte, donde el sol ya se estaba ocultando — A ti te quería limpia.

Gianna apretó la copa entre los dedos, aquella conversación no le gustaba para nada, desde que se había despertado estaba sintiendo un mal presentimiento, algo que le estrujaba el corazón y se lo hacía añicos, invadiéndola en una tristeza que no tenía razón.

—Entonces no me conoces, papá. — Soltó Gianna volteándose para darle la espalda, no quería que su padre viera en sus facciones que algo le afligía.

¿Pero qué?

Su padre posó esos ojos oscuros en ella que lo decían todo sin necesidad de palabras. Se levantó con dificultad, la edad ya le pesaba en sus rodillas y con un poco de lentitud se acercó a ella. Le tomó el rostro con ambas manos como cuando era niña, obligándola a que lo mirara.

—Te conozco más de lo que crees, Eres igual que tu madre, Hermosa y peligrosa pero prométeme algo.

El corazón de Gianna se hacia cada vez más chiquito, se negaba a dejar que las lágrimas cayeran y que aquella tristeza la siguiera invadiendo.

—¿Qué?

—Si alguna vez yo caigo, no te hundas conmigo, No busques venganza. Busca poder porque el poder es lo único que sobrevive cuando el amor y la justicia ya no sirven.

Ella asintió, aunque por dentro todo le dolía al escucharlo.

—¿Sabes que te amo, verdad? —dijo su padre en voz baja.

—Lo sé —susurró, con el corazón en la garganta y la respiración a punto de fallarle.

Y en ese instante, donde solo estaba ella y la única familia que le quedaba, la única razón por la que estaba hoy en este vida, el único al que le debía todo y al único que amaba. En ese mismo instante el mundo pareció detenerse.

El sol bañaba sus rostros, El humo del puro se elevaba en espirales perezosas Y por un momento, solo un momento, Gianna sintió que el tiempo se congelaba y en los brazos de su padre todo sería eterno.

—Ve — Dijo su padre separándose de ella — Ve a tu habitación y alístate para esta noche.

Gianna asintió, plantándole un beso en la mejilla se alejó de su padre, la noche se acercaba y con ella la llegada de los europeos.

Ya en la noche, la lluvia golpeaba los ventanales de la mansión De Luca con insistencia, como si presintiera lo que estaba por suceder. Afuera, los jardines estaban custodiados por hombres armados, y en el interior, la mesa del comedor brillaba con copas de vino tinto, cubiertos de plata y platos servidos con una precisión casi ceremonial.

Todo estaba listo. Todo estaba limpio.

Gianna De Luca observaba desde un rincón, su vestido negro ajustado a su figura como una segunda piel. Su cabello oscuro caía en ondas suaves, y su mirada, a pesar de su juventud, tenía el filo de una mujer que había visto demasiado. Aunque su padre siempre la había mantenido al margen de los negocios más sucios, no era ajena a la sangre, No del todo, no como lo creía su padre.

Don Alessandro De Luca, su padre, se encontraba en la cabecera de la mesa Sonriendo relajado como si estuviera feliz, Gianna se preguntaba cuantas veces había practicado esa sonrisa en su habitación Porque Gianna, sabía con total certeza que era falsa.

Frente a él, tres representantes del cartel europeo asentían con entusiasmo mientras brindaban, El acuerdo estaba sellado y todo parecía ir bien.

—A la prosperidad —dijo uno de ellos en francés, alzando la copa.

—Y a la paz —respondió Alessandro, con una sonrisa que dejaba mucho que desear, su padre había anhelado ese acuerdo durante mucho tiempo, más del debido.

Gianna no se fiaba. Había algo en el aire, una tensión silenciosa como si los muros mismos contuvieran la respiración.

Fue cuando después de unas horas y muchos tragos demás las luces parpadearon, un crujido eléctrico estalló y susurros en la oscuridad preguntaron que pasaba.

El primer disparo sonó.

Gianna se llevó las manos a la cabeza y Todo parecía suceder en segundos, Las ventanas estallaron, Hombres encapuchados irrumpieron disparando sin piedad.

Gianna se tiró al suelo, guiada por su instinto más puro, gateo con cuidado hasta el sitio donde sabía que estaba su padre sentado. Se levantó en medio del escándalo y se abrazó a su padre.

—Papá— Gianna estaba sollozando, la noche había ido bien, los negocios habían sido acordados y los europeos estaban felices.

—Gianna, corre, escóndete — Decía su padre desesperado intentando alejar a su hija del caos que se estaba presentando, pero mientras más intentaba alejarla más se aferraba Gianna a su espalda. —Hija, por favor.

—No, si te pasa algo yo me muero, no me iré de aquí.

—Tienes que irte, Hija por fav...

Las palabras quedaron en el aire, Dos balas atravesaron en el pecho y una tercera en el cuello.

Gianna miró con horror como estas habían atravesado el cuerpo del único hombre que la amaba.

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