Durante más de 30 años, la mafia de Nueva York y la mafia Japonesa han estado en una guerra silenciosa de tráfico de armas, drogas, asesinatos selectivos y sabotajes han marcado su historia. Pero un frágil tratado de Paz fue firmado pero solo por apariencia, cuando un acuerdo comercial entre los de Luca y un cartel europeo fracasa brutalmente, el padre de Gianna es asesinado en su propia mansión, frente a testigos. Todo apunta al Clan Arakawa y la sangre del viejo pacto se rompe. Su hija Gianna es empujada al poder como nueva jefa de la familia, contra la voluntad de los viejos consejeros y enemigos que dudan de ella, Gianna jura venganza y declara la guerra total contra los Arakawas. Lo que Gianna no sabe es que hay algo más oscuro detrás de la muerte de su padre y los enemigo Arakawas podría No ser quien ella cree que son.
Leer másEl silencio de la mansión era distinto aquel día. No era un silencio tenso, como el que llegó con la muerte, sino uno más íntimo. Cálido. Los pasillos olían a madera vieja y vino añejo. El sol entraba por los ventanales y bañaba de oro las alfombras persas y los cuadros de los antepasados De Luca. Todo parecía estar en su sitio.
Gianna caminaba descalza por el mármol frío del pasillo, con una copa de vino en la mano y el cabello aún mojado tras la ducha, Aún era muy temprano, La cena con los europeos sería esa noche, pero por ahora, el mundo estaba en pausa. Se acercó a la terraza donde Su padre yacía sentado en el sillón de cuero negro, con un puro encendido entre los dedos y los ojos clavados en el horizonte de Nueva York. Gianna Sonrió, Su perfil se recortaba contra el cielo anaranjado de la tarde, como si formara parte del paisaje, ella amaba a su padre era lo único que le quedaba después de la muerte de su madre hace once años ya. En realidad, era la única familia que le quedaba. —¿Estás escondiéndote otra vez, Gianna? —preguntó su padre sin mirarla, con su voz grave y gastada por los años y haciendo rodar el hielo en el whisky con la otra mano. La sonrisa de Gianna se hizo más grande al escucharlo, camino un par de pasos y se recostó en la baranda de piedra que había al frente. —No me escondo, todo lo contrario, Te observo. Me gusta cuando estás en modo filosófico. Su padre soltó una risa, una risa verdadera que solo ella escuchaba y hacía que su corazón latiera de felicidad. —Entonces prepárate para un sermón —bromeó de nuevo, Gianna se giró para mirarlo y la mirada seria de su padre la hizo estremecer, el sentido del humor se había ido y ahora frente a ella estaba sentado el hombre de negocios que siempre fue — ¿Sabes por qué aún no te he dejado entrar al negocio?. Esta pregunta la tomó desprevenida, frunciendo el ceño se preguntó a donde quería llegar su padre con aquello, pero siguiéndole el rollo, se atrevió a contestar. —Porque soy mujer. —No — dijo él con voz firme — Porque eres mi hija, y lo único que he querido proteger de este mundo, Todos estos años he enterrado cuerpos, he firmado acuerdos con demonios y he matado por mantener nuestro apellido, Pero a ti — Su padre fijó la vista de nuevo al final del horizonte, donde el sol ya se estaba ocultando — A ti te quería limpia. Gianna apretó la copa entre los dedos, aquella conversación no le gustaba para nada, desde que se había despertado estaba sintiendo un mal presentimiento, algo que le estrujaba el corazón y se lo hacía añicos, invadiéndola en una tristeza que no tenía razón. —Entonces no me conoces, papá. — Soltó Gianna volteándose para darle la espalda, no quería que su padre viera en sus facciones que algo le afligía. ¿Pero qué? Su padre posó esos ojos oscuros en ella que lo decían todo sin necesidad de palabras. Se levantó con dificultad, la edad ya le pesaba en sus rodillas y con un poco de lentitud se acercó a ella. Le tomó el rostro con ambas manos como cuando era niña, obligándola a que lo mirara. —Te conozco más de lo que crees, Eres igual que tu madre, Hermosa y peligrosa pero prométeme algo. El corazón de Gianna se hacia cada vez más chiquito, se negaba a dejar que las lágrimas cayeran y que aquella tristeza la siguiera invadiendo. —¿Qué? —Si alguna vez yo caigo, no te hundas conmigo, No busques venganza. Busca poder porque el poder es lo único que sobrevive cuando el amor y la justicia ya no sirven. Ella asintió, aunque por dentro todo le dolía al escucharlo. —¿Sabes que te amo, verdad? —dijo su padre en voz baja. —Lo sé —susurró, con el corazón en la garganta y la respiración a punto de fallarle. Y en ese instante, donde solo estaba ella y la única familia que le quedaba, la única razón por la que estaba hoy en este vida, el único al que le debía todo y al único que amaba. En ese mismo instante el mundo pareció detenerse. El sol bañaba sus rostros, El humo del puro se elevaba en espirales perezosas Y por un momento, solo un momento, Gianna sintió que el tiempo se congelaba y en los brazos de su padre todo sería eterno. —Ve — Dijo su padre separándose de ella — Ve a tu habitación y alístate para esta noche. Gianna asintió, plantándole un beso en la mejilla se alejó de su padre, la noche se acercaba y con ella la llegada de los europeos. Ya en la noche, la lluvia golpeaba los ventanales de la mansión De Luca con insistencia, como si presintiera lo que estaba por suceder. Afuera, los jardines estaban custodiados por hombres armados, y en el interior, la mesa del comedor brillaba con copas de vino tinto, cubiertos de plata y platos servidos con una precisión casi ceremonial. Todo estaba listo. Todo estaba limpio. Gianna De Luca observaba desde un rincón, su vestido negro ajustado a su figura como una segunda piel. Su cabello oscuro caía en ondas suaves, y su mirada, a pesar de su juventud, tenía el filo de una mujer que había visto demasiado. Aunque su padre siempre la había mantenido al margen de los negocios más sucios, no era ajena a la sangre, No del todo, no como lo creía su padre. Don Alessandro De Luca, su padre, se encontraba en la cabecera de la mesa Sonriendo relajado como si estuviera feliz, Gianna se preguntaba cuantas veces había practicado esa sonrisa en su habitación Porque Gianna, sabía con total certeza que era falsa. Frente a él, tres representantes del cartel europeo asentían con entusiasmo mientras brindaban, El acuerdo estaba sellado y todo parecía ir bien. —A la prosperidad —dijo uno de ellos en francés, alzando la copa. —Y a la paz —respondió Alessandro, con una sonrisa que dejaba mucho que desear, su padre había anhelado ese acuerdo durante mucho tiempo, más del debido. Gianna no se fiaba. Había algo en el aire, una tensión silenciosa como si los muros mismos contuvieran la respiración. Fue cuando después de unas horas y muchos tragos demás las luces parpadearon, un crujido eléctrico estalló y susurros en la oscuridad preguntaron que pasaba. El primer disparo sonó. Gianna se llevó las manos a la cabeza y Todo parecía suceder en segundos, Las ventanas estallaron, Hombres encapuchados irrumpieron disparando sin piedad. Gianna se tiró al suelo, guiada por su instinto más puro, gateo con cuidado hasta el sitio donde sabía que estaba su padre sentado. Se levantó en medio del escándalo y se abrazó a su padre. —Papá— Gianna estaba sollozando, la noche había ido bien, los negocios habían sido acordados y los europeos estaban felices. —Gianna, corre, escóndete — Decía su padre desesperado intentando alejar a su hija del caos que se estaba presentando, pero mientras más intentaba alejarla más se aferraba Gianna a su espalda. —Hija, por favor. —No, si te pasa algo yo me muero, no me iré de aquí. —Tienes que irte, Hija por fav... Las palabras quedaron en el aire, Dos balas atravesaron en el pecho y una tercera en el cuello. Gianna miró con horror como estas habían atravesado el cuerpo del único hombre que la amaba.Dos semanas después del trato con Ren, Gianna estaba en su oficina revisando las ganancias inesperadas por la nueva ruta abierta. Todo iba demasiado bien, La mercancía llegó sin problemas y Alfonso confirmó que Marsella respondió con rapidez, Incluso recibió una nota de Ren que la hizo sonreír.“El este es tuyo, como prometimos."Todo era perfecto.Demasiado perfecto.Entonces llegó el mensaje.Una llamada corta, codificada, desde una de sus casas de seguridad en Milán.—Gianna... tienes que venir Ya.El corazón le dio un vuelco ¿Que había ocurrido? Colgó la llamada sin hacer preguntas. Recogió su chaqueta y su cartera corriendo a la salida.—Llévame a Milán —Ordenó, su mente imaginando lo peor que podía haber sucedido.Al llegar, salió apresurada ingresando al Lugar, La casa de seguridad estaba patas arriba pero Sin rastros de sangre no había signos de pelea. Pero todo revuelto con precisión quirúrgica. Los discos duros, Los papeles cifrados, La lista de nombres de los compradores eu
La sala de reuniones de Asahi estaba completamente en penumbras, apenas iluminada por las luces cálidas del techo. Todo en ese lugar estaba hecho para infundir respeto, desde la madera japonesa tallada, hasta las esculturas más costosas de todo Tokio. Un silencio absoluto y la presencia imponente del hombre que lo dirigía todo.Asahi estaba sentado en la cabecera de la mesa, No bebía, No hablaba. Solo observaba el documento que tenía frente a él. Su mano derecha, Akihiro, esperaba en silencio, sabiendo que la tormenta vendría.Finalmente, Asahi, lleno de Ira se dignó a hablar.—¿Quién fue el idiota que autorizó este desvío de mercancía por Busan?Akihiro se aclaró la garganta, su jefe era de temer y las palabras que dijera a continuación tendrían consecuencias en el futuro. Es por eso que debía tener cuidado con lo que dijera.—La ruta fue abierta por orden directa de Ren, Dijo que era para evitar las inspecciones de aduanas en Shanghai.Akihiro trago saliva nervioso, el Líder no des
El restaurante estaba cerrado al público. Solo quedaban luces tenues y el aroma a jazmín que subía desde los inciensos disimulados en las esquinas. La reserva no figuraba en ningún registro, y el personal que servía había sido elegido por su silencio.Gianna llegó puntual.Vestía de negro, con una chaqueta entallada que hacía juego con sus labios rojos. Llevaba el cabello recogido en una coleta alta, lo justo para que nadie pensara que venía a seducir... aunque sabía que su presencia ya lo hacía por sí sola.Al fondo del salón, sentado como si ya le perteneciera todo, estaba Ren Nakamuy, Japonés. Ambicioso. Encargado de manejar la distribución marítima de Asahi en toda Asia.Y, según su información, cansado de ser solo un peón en la mesa del Emperador.—Gianna —dijo él, sin levantarse—. Es un honor... aunque poco sabio.—A veces hay que hacer cosas poco sabias para ganar guerras —respondió ella, sentándose frente a él—. Sobre todo cuando tu emperador empieza a parecerse más a un cadáv
La luz del atardecer teñía de rojo los ventanales del despacho de Gianna. La torre era alta, con vista al puerto donde los contenedores se apilaban como piezas de ajedrez olvidadas. Ella se descalzó con un suspiro, dejando caer los tacones de charol negro junto a la alfombra persa. Sus pies dolían, pero su mente ardía más.—¿Te parece que estoy jugando? —murmuró, para nadie en particular, mientras deslizaba un dedo sobre la copa de vino tinto que descansaba sobre su escritorio.Había pasado el día lidiando con idiotas. Viejos hombres con trajes caros que aún pensaban que una niña no debía dirigir un imperio de armas, drogas y favores. Le sonreían en reuniones, pero la apuñalaban en la sombra.¿Casarse?¿Que mierda se pensaban estos viejos?Ese era su padre que se dejaba manejar por ellos pero ella no, ella no sería una marioneta más y no se dejaría gobernar por ellos.Su padre ya no estaba, los tiempos cambiaban y era hora de que esta organización conociera nuevas reglas.Todo se le e
Con la respiración agitada y el corazón encendido en brasas, Gianna no sabía que hacer. Estaba claro que el consejo no la apoyaba, sólo había pasado unos pocos días y ya los viejos estaban en su contra.Unos golpes en la puerta de su despacho la sacaron de sus pensamientos, se levantó un poco con dificultad, su cuerpo dolía y estaba tan cansada, llevaba días sin poder dormir bien...Sentía como las horas sin sueño le pasaban factura.Al abrir, encontró a los cinco capos de la familia. Sus miradas eran duras, llenas de duda y cálculo. Ninguno ocultaba que esperaban que ella titubeara, que cediera, que se rindiera.—Gianna —comenzó Vittorio Mancini, el más veterano— El clan necesita estabilidad. No podemos permitir que la sangre nos nuble el juicio.—No estoy aquí para discutir estabilidad —respondió ella con voz firme sin dejarse intimidar por este viejo consejero— Estoy aquí para liderar. Y para que quede claro, ni uno solo de ustedes decidirá mi camino.Los hombres intercambiaron mi
La lluvia caía sobre el tejado de la vieja casa en Tokio, un sonido constante que mezclaba calma y presagio. Asahi Nakamura, el hijo menor del clan que llevaba siglos dominando las sombras de Japón, observaba el horizonte con ojos fríos y calculadores.Había escuchado los rumores, La muerte de Alessandro De Luca Y El ascenso de su hija. Una mujer, esa información había descolocado a Asahi porque En un mundo donde el poder se medía con sangre y músculo, eso era una anomalía. Pero también, una amenaza.—¿Crees que será capaz? —preguntó su tío, un hombre de rostro curtido por la guerra y los negocios sucios, sentado a su lado.Asahi sonrió con ironía, entre tantos pensamientos ese era uno en particular que lo asaltaba.—Ella está consumida por la venganza, Eso la hace peligrosa Pero también vulnerable.El viejo asintió.—Los De Luca han sido nuestros enemigos por generaciones, Pero Alessandro era un hombre calculador. ¿Crees que su muerte fue un error?—No, Fue un mensaje Pero también un
Último capítulo