La lluvia caía sobre el tejado de la vieja casa en Tokio, un sonido constante que mezclaba calma y presagio. Asahi Nakamura, el hijo menor del clan que llevaba siglos dominando las sombras de Japón, observaba el horizonte con ojos fríos y calculadores.
Había escuchado los rumores, La muerte de Alessandro De Luca Y El ascenso de su hija. Una mujer, esa información había descolocado a Asahi porque En un mundo donde el poder se medía con sangre y músculo, eso era una anomalía. Pero también, una amenaza. —¿Crees que será capaz? —preguntó su tío, un hombre de rostro curtido por la guerra y los negocios sucios, sentado a su lado. Asahi sonrió con ironía, entre tantos pensamientos ese era uno en particular que lo asaltaba. —Ella está consumida por la venganza, Eso la hace peligrosa Pero también vulnerable. El viejo asintió. —Los De Luca han sido nuestros enemigos por generaciones, Pero Alessandro era un hombre calculador. ¿Crees que su muerte fue un error? —No, Fue un mensaje Pero también una provocación. Asahi cerró los ojos por un momento, pensando en las consecuencias de estos actos. —Gianna De Luca es joven, pero ha demostrado que no es una niña a la que se pueda intimidar, Si no detenemos esto ahora, la guerra llegará a un punto sin retorno. — Su tío seguía comentando estas cosas, parecía como si le tuviera casi miedo a una simple mujer. Asahi a lidiado con cosas así en el pasado y este será uno de esos, donde la Princesa de la Mafia jugará a ser la Reina y luego caerá derrotada al darse cuenta que este mundo no es para mujeres. La mano de Asahi se posó sobre un tablero con piezas de shōgi. —Tenemos que ser inteligentes. La fuerza sin estrategia solo trae destrucción. Su mirada volvió a la ventana, hacia la ciudad iluminada por neones y sombras. —Quizás sea momento de jugar la partida más importante. No solo por el clan, sino por el equilibrio que amenaza romperse. Se dirigió al bar para prepararse una copa pero en ese momento Un mensaje en su móvil interrumpió sus movimientos. “La jefa De Luca ha declarado la guerra. Se preparan para atacar." Asahi apretó los puños rompiendo el vaso en el proceso, no quería iniciar una guerra con una niñata, pero si no le daba una advertencia seguiría jugando a las muñecas de la Mafia. En la penumbra del despacho privado, iluminado apenas por la luz tenue de una lámpara japonesa de papel, Asahi se reclinó en su silla mientras observaba a su mano derecha, Kaito. —Déjalos —dijo Asahi con una sonrisa fría—. A Gianna la veo como una niña caprichosa, mimada por su padre toda la vida, Que juegue a ser la reina de la mafia... pero ese papel no le durará mucho. Kaito lo miró con cautela, pero sabía que la confianza de Asahi en su juicio era casi inquebrantable. —¿No crees que deberíamos actuar ahora? Ella parece decidida y la gente la sigue. Asahi negó con la cabeza. —Los capos de Nueva York están divididos. Ella no tiene el apoyo completo, La guerra le va a enseñar rápido que no basta con coraje y rabia para gobernar. —Entonces esperaremos el momento oportuno —contestó Kaito—. Cuando cometa un error, lo aprovecharemos. Asahi asintió, su mirada fija en una foto antigua de su padre. —Paciencia, La paciencia siempre gana. Un mensaje nuevo llegó otra vez a su móvil, Lo miró distraído. —Gianna ha dado su primer golpe —murmuró. Kaito sonrió con una mezcla de respeto y desafío. —Entonces, el juego apenas comienza, después de todo no es una niñata mimada por su padre. Asahi se levantó de golpe lleno rabia interior y salió del despacho dando un portazo a su paso, la mansión estaba en absoluto silencio pero solo una de las tantas habitaciones era su destino. Bañada por la luz tenue de una lámpara de papel, proyectando sombras que danzaban suavemente sobre las paredes decoradas con caligrafías antiguas y fotografías familiares. Asahi se arrodilló frente al altar familiar, donde reposaban las imágenes y objetos que honraban a sus antepasados. Con voz baja y cargada de respeto, comenzó a hablar. —Padre, las cosas cambian más rápido de lo que esperaba. Gianna no es solo una niña caprichosa. Está creciendo en esta guerra, y no pienso subestimarla. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía un pequeño amuleto que su padre le había entregado años atrás. —Sé que esperas que continúe con el legado, que mantenga el honor y la fuerza del clan. Pero esta lucha es diferente. Es más personal de lo que imaginaba, esa mujer no se detendrá, ha llegado an mis oídos que piensa que fuimos nosotros los culpables de la muerte de su padre y comenzó atacar como venganza, se que hemos tenido una enemistad con la familia de Luca durante años, pero en este giro tan inesperado no hemos sido nosotros. Respiró hondo y apretó los labios. —Prometo que no defraudaré lo que me has enseñado. Pero necesito tu guía, aún desde aquí, para saber cuándo atacar y cuándo retirarme, no puedo dejar que mi organización se caiga por su falsa venganza. Un leve suspiro pareció llenar la habitación y Asahi cerró los ojos, imaginando la voz firme de su padre. “El verdadero poder no está solo en la fuerza, sino en saber cuándo ser fuerte y cuándo ser sabio." —Seguiré ese camino padre, te lo prometo — Susurro Asahi persignándose. Se levantó decidido, sintiendo el peso del legado y la carga de sus propias convicciones.