Laura y Marcos llevan tres años de casados, sin embargo, ella no ha podido darle lo que él más desea, un hijo. Ante su imposibilidad de concebirlo, se refugia en los brazos de su mejor amiga Marta, quien en un acto de bondad se ofrece a ser su vientre de alquiler. Sin embargo, lo que empezó como un gesto noble de amor y amistad pronto se convertiría en una pesadilla. Ya que Marta comenzó a desarrollar una conexión especial hacia Marcos. Ahora, mientras la fecha del parto se acerca, Laura descubre que su amiga no solo sueña con quedarse con su hijo, sino también con ocupar su lugar en la vida de Marcos. Una amistad que parecía indestructible, se convertirá en una guerra donde la amistad y la lealtad estarán en juego. ¿Logrará Laura recuperar a su esposo y a su hijo?
Leer másLaura terminó de arreglarse el vestido, salió del baño, regresó al consultorio y tomó asiento frente a su médico.
—¿Dígame doctor, cómo me encuentra? —preguntó con una sonrisa leve en los labios y llena de entusiasmo. El médico levantó el rostro, sonrió de manera forzada sosteniendo las hojas en la mano. —Laura —empezó, sin levantar la mirada—, los resultados de tus exámenes ya están aquí. —dijo en un tono serio. Ella sintió un nudo en la garganta y se inclinó hacia adelante con curiosidad. —¡Vamos doctor! ¿Qué es lo que quiere decirme? —preguntó con voz temblorosa. El doctor habló despacio: —Hay algo que debes saber. Tus resultados muestran que tu útero no se ha desarrollado como debería, por lo que presentas una condición denominada Hipoplasia uterina. —¿Qué? —Es cuando el útero es muy pequeño y subdesarrollado. También es conocido con el término de “útero infantil”. —respiró hondo y luego soltó— Eso significa que no podrás tener hijos. Laura cerró los ojos, intentando asimilar lo que acababa de escuchar. —Eso no puede ser, doctor —dijo llevándose las manos a la boca.— Debe haber un error. Yo, yo no puedo ser estéril. —Lo siento mucho, pero todo muestra que no podrá concebir nunca un hijo. Laura rompió en llanto, no podía creer que aquel diagnóstico fuese real. —Tiene que calmarse Sra Sánchez. Actualmente existen muchas opciones. Por ejemplo un vientre en alquiler, o adopción. Si lo que desea es tener un hijo, esta serían dos buenas opciones. —No, no —negó entre sollozos.— ¿no me entiende? Quiero un hijo propio, darle a mi esposo un hijo. —Lamento no poder ayudarla entonces, pero si cambia de opinión podemos intentarlo. Laura se levantó del asiento, tomó su cartera y salió del consultorio. Ya estando afuera se recostó de la pared y lloró desconsoladamente. ¿Cómo podría decirle a Marcos, que jamás podría darle un hijo? No uno que viniera de ella, concebido con amor. —¿Le sucede algo? —preguntó la paciente que acababa de ser llamada y se dirigía al consultorio. La mujer estaba embarazada. Laura la miró y no pudo evitar quebrarse nuevamente. Aquella mujer de apariencia humilde, con mucho más edad que ella, podía ser madre y ella… ella no. —No me sucede nada —respondió con hostilidad. Caminó hacia el ascensor. Entró y segundos después estaba saliendo de la clínica especializada. Subió a su coche, encendió el motor, sostuvo el volante con ambas manos apretando los labios con fuerza y sintiendo un vacío enorme dentro del pecho, como si algo le hubiera sido arrebatado sin siquiera haberlo tenido. “¿Nunca voy a tener un hijo mío?”, pensó, y las lágrimas brotaron incontenible. Golpeó el volante una vez, apenas, no le quedaban fuerzas para más. Se dejó caer contra el asiento, cubriéndose el rostro con las manos, llena de frustración. Nunca podría tener un hijo. Condujo por las calles de la ciudad, sin un rumbo fijo. Pensando en como darle aquella noticia a Marcos. Él, soñaba tanto ser padre, y ella tenía tantos deseos por darle un hijo… pero el cruel destino arrancaba de ella aquel deseo. En ese preciso instante, su móvil comenzó a sonar. Desde su asiento vio la pantalla encenderse “Mi amor” llamando. Negó con su cabeza. Aunque quisiera, no podía responderle, no en aquel momento en que sentía que su mundo se caía a pedazos. Recordó entonces a Marta, su única amiga, la única en quien podía confiar y contarle su desgracia. Con manos temblorosas, tomó el móvil del asiento de copiloto, buscó su contacto y le llamó. En tanto, en medio de una reunión, Marta vio la llamada de su amiga y sin importarle, se puso de pie y salió de la sala de juntas. —Debo atender esta llamada —dijo excusándose y saliendo hasta el pasillo. —Marta, te necesito. —Su voz era como una súplica. —¿Qué te sucede, Laura? —¿Puedes venir? Estaré en el bar. —Vale, que ya salgo para allá. Marta entró a la sala de juntas, tomó su cartera y salió sin dar muchas explicaciones dejando a sus socios llenos de asombro y desconcierto. Los murmullos y los juicios, no se hicieron esperar. —¿Qué se ha creído esta mujer? —replicó el CEO de la empresa. —Realmente es desconcertante, trabajar con alguien como Marta. —agregó otro de los miembros de la junta directiva. Sin embargo, para Marta, el simple hecho de recibir una llamada de Laura, era motivo suficiente para dejarlo todo de lado e ir en su ayuda. Desde muy chicas siempre habían sido grandes amigas y cuando una de las dos había necesitado de la otra, sin dudarlo, la otra acudía. Minutos después, Marta bajó de su coche y entró al bar. Buscó a su amiga con la mirada, Laura estaba sentada en la barra. Sin dudarlo, fue a su encuentro. Al verla, acercándose, Laura rompió en llanto. —No te preocupes, ya estoy aquí, querida. —Gracias, gracias por venir. —Sabes que nunca te dejaría sola, tía. Que lo hemos prometido, no lo olvides. Marta tomó asiento a su lado, sacó un pañuelo y se lo entregó a su amiga, mientras le pedía al bartender un Martini. —Vamos ahora dime por qué estás de esa manera. —No puedo tener hijos, nunca voy a ser madre. —dijo con voz temblorosa. —¿Pero qué estás diciendo, tía? —Eso, nunca podré darle un hijo a Marcos. Seguramente va a dejarme cuando lo sepa. —rompió en llanto. —Marcos te ama, no creo que quiera abandonarte. ¿Pero qué te ha dicho el médico? —Qué tengo útero infantil y por eso nunca podré quedar embarazada. Me ha propuesto que adopte o que… pero eso es imposible. No quiero correr el riesgo de que la madre del niño aparezca luego y aunque suene cruel, no sé si pueda llegar a verlo como un hijo. ¡Quiero que sea un hijo mío y de Marcos! —exclamó entre sollozos. —Primero debes calmarte, vale. Hay que pensar en otra opción. —También me ha hablado de un vientre en alquiler. Pero es algo riesgoso, si luego no quiere darme al bebé. —Sí, en eso tienes razón. Pero igual, debes calmarte. ¿Vale? Laura se refugió en los brazos de su amiga. Aunque se sentía destrozada por dentro, debía ser o parecer fuerte.Esa noche, durante el cierre de la convención, Marcos bebió un poco más de lo debido. Subió a su habitación y cayó tendido en su cama, olvidando la llamada que había prometido hacerle a Laura. Ella, mientras tanto, aguardaba ansiosa en su dormitorio su llamada. El hecho de que él llegaría poco antes de la cena, lo cambiaba todo. Necesitaba decirle la verdad. Contarle que no podía gestar en su vientre ese hijo tan anhelado que ambos esperaban. Decirle que había encontrado una manera de solucionarlo y durante la cena… darle la noticia de que Marta sería su vientre en alquiler. Pero… él no llamó. Desconcertada, Laura se recostó en la cama con el celular en la mano. Cada tanto lo encendía, esperando ver su nombre en la pantalla, anhelando que por fin sonara. Pero la llamada nunca llegó. El cansancio terminó venciéndola y se quedó dormida, pensando que quizá lo mejor sería contárselo todo cuando él regresara. La mañana siguiente amaneció algo nublada. Laura despertó y se levantó con rap
Marcos terminó de almorzar y regresó a su habitación en el lujoso hotel donde llevaba hospedado una semana. La convención internacional de empresarios en Londres, era realmente prometedora para él y su prestigiosa empresa. Tomó su celular para llamar a Laura. Ella a diferencia de otras veces, estaba algo distante y eso le preocupaba. Amaba a su esposa y si algo no deseaba era tener inconvenientes con ella por lo exigente de su trabajo. Le marcó por tercera vez en ese día y finalmente oyó su voz agitada del otro lado. —¿Dónde te habías metido, mi amor? Ayer no supe nada de ti, y hoy no me has escrito ni llamado. —Lo siento amor, es que ayer me reuní con mi amiga Marta ¿La recuerdas? Marcos se quedó pensativo, eran pocas las veces que recuerda haberla visto, pero sí, muchas las veces que oyó a Laura hablar de ella con admiración. —No mucho —respondió con dudas. —Estuvo en nuestra boda. —En ese momento, sólo tenía ojos para ti. Laura sonrió. Marcos había aparecido en su vida, no
—Yo seré tu vientre en alquiler. —¿Estás hablando en serio, tía? —preguntó mientras se incorporaba súbitamente. —Claro, tonta. No podría jugar con algo así. —dijo sonriendo:— Yo llevaré a vuestro hijo en mi vientre. Laura sintió que su corazón latía con fuerza y pronto las lágrimas descendieron por sus mejillas. Ambas se unieron en un abrazo fuerte y cálido. Su amiga, su mejor amiga, le ofrecía la oportunidad de ser madre, aunque sonaba un tanto descabellada la propuesta, no podía negarse a aceptarla. —Entonces, debemos planearlo todo para el regreso de Marcos. —El entusiasmo podía verse no sólo en sus palabras, sino en el brillo de sus ojos. —¡Vale! ¿Y cuando regresa? —preguntó con curiosidad.—Mañana en la tarde. Prepararé una cena especial donde sólo estaremos reunidos los tres. Me encargaré de organizarlo todo.—Vale, como tú digas, pero… mañana regreso a casa. Tengo varios pendientes por resolver, incluyendo comprar ropa cómoda para cuando comience a engordar —bromeó Marta.
—No sé que voy a hacer, Marta. No quiero perder todo lo que he logrado en estos tres años. —Eres fuerte, Laura —dijo sosteniéndola de ambos brazos.— Vas a salir de esto. Estoy segura de que Marcos no te dejará sola. Ni yo tampoco. ¿Lo sabes verdad? —Sí, lo sé. Siempre has estado a mi lado. —Sonrió— Desde que éramos una gilipollas, ¿Lo recuerdas? —bromeó. Marta frunció el ceño. —Vamos que la única gilipollas has sido tú, vale. —Sí, tienes razón. Yo siempre he sido la más tonta, ¿eh?—No lo digas de esa manera. Tú y yo, somos y seremos siempre las mejores amigas del mundo. —Tengo miedo de que Marcos me deje. Su sueño es tener un hijo. Me muero si lo pierdo. —Que no te va a dejar, tía. Que habéis nacido el uno para el otro. Laura sonrió. Las palabras de su amiga, le devolvían la esperanza a ratos aunque en el fondo sabía que sólo estaba escondiendo sus miedos. Para Laura contar con Marta, siempre ha sido algo importante, a pesar de las diferencias de carácter que hay entre ambas
Laura terminó de arreglarse el vestido, salió del baño, regresó al consultorio y tomó asiento frente a su médico.—¿Dígame doctor, cómo me encuentra? —preguntó con una sonrisa leve en los labios y llena de entusiasmo. El médico levantó el rostro, sonrió de manera forzada sosteniendo las hojas en la mano.—Laura —empezó, sin levantar la mirada—, los resultados de tus exámenes ya están aquí. —dijo en un tono serio. Ella sintió un nudo en la garganta y se inclinó hacia adelante con curiosidad. —¡Vamos doctor! ¿Qué es lo que quiere decirme? —preguntó con voz temblorosa.El doctor habló despacio:—Hay algo que debes saber. Tus resultados muestran que tu útero no se ha desarrollado como debería, por lo que presentas una condición denominada Hipoplasia uterina.—¿Qué? —Es cuando el útero es muy pequeño y subdesarrollado. También es conocido con el término de “útero infantil”. —respiró hondo y luego soltó— Eso significa que no podrás tener hijos.Laura cerró los ojos, intentando asimilar
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