Un mes después, todo estaba preparado para la boda de Marta y Benito.
Laura, sería la madrina de la boda por parte de ella y Juan, el ex compañero de Benito quien lo acompañó la tarde en que ellos se reencontraron luego de más de doce años, sería el padrino.
La iglesia estaba decorada con flores blancas y rojas. La luz del atardecer se colaba por los coloridos vitrales. Marta caminaba hacia el altar, luciendo su delicado traje blanco, hermosa y radiante, mientras Benito la esperaba con una sonrisa nerviosa en los labios.
—Hoy comienza nuestra vida juntos —susurró Benito al tomar la mano de Marta—. Y no hay nada que pueda separarnos.
Mientras los invitados aplaudían, en las sombras, un joven observaba la escena desde lejos infiltrado entre los invitados. Su veía tenso y nervioso. Estaba allí, contratado por Raquel para cumplir su mandado, ponerle fin a aquella historia de amor.
—Hazlo durante la boda, no falles. —ordenó.
Cuando el joven logró colarse entre las primeras filas, su