6/ soy esteril

—¿Me acompañas a buscar una botella de vino y las copas? —Laura dirigió la vista hacia su esposo una sonrisa nerviosa que no alcanzaba a disimular. 

—Sí, por supuesto. —contestó él.— ¡Vamos!

Laura lo tomó de la mano, estaba fría como témpano de hielo. Marcos entrelazó sus dedos con los de ella para darle un poco de su calor. En un gesto lleno de ternura, apoyó el rostro contra su brazo, mientras se dirigían a otra área de la mansión. 

Marta permaneció en silencio viendo como se alejaba su amiga en compañía de su marido. 

Una vez en la cocina, Marcos sacó una de las botellas de la vinera, mientras Laura abría las puertas del estante y tomaba las tres copas. Sus nervios eran tales, que una de las copas resbaló de su mano cayendo estrepitosamente contra el piso. 

—¡Ahh! —gritó ella. 

Marcos dejó la botella encima del mesón y se acercó a Laura.

—¿Te lastimaste? —preguntó él con preocupación. 

—No, no —contestó ella. 

—Vamos, Laura. ¿Qué es lo que sucede? No soy tonto y me he dado cuenta desde que entré al comedor que estás muy nerviosa. 

—Marcos… —Hizo una pausa— Hay algo que, que debo decirte. 

El hombre se cruzó de brazos y la miró directamente a la cara. 

—Habla Laura, ¿Qué está pasando? 

—He ido al médico y… me ha dicho que no podré quedar embarazada. 

El pelinegro la miró con aspaviento. Aquello era algo demasiado preocupante para él. 

—¿Qué dices? ¡Eso no puede ser! —exclamó confundido.

—¡Lo siento mucho! —dijo con voz temblorosa intentando contener las lágrimas. 

—Debe haber un error. Tienes que buscar una segunda opinión. 

—No, Marcos. No es un error ¡Soy estéril! —exclamó con los ojos nublados—Nunca, nunca podré darte ese hijo que tanto deseas. 

Laura se quebró, había estado tratando de controlarse, de parecer fuerte, pero no pudo. El dolor que llevaba dentro de su pecho era desgarrador. 

—No llores mi amor —Marcos la cubrió con sus brazos besando su cabeza, intentando consolarla.— Buscaremos otra opinión, adoptarlo uno, pero tendremos ese hijo. 

—No quiero un hijo adoptado. Sé que parecerá duro y hasta cruel de mi parte… —Levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su amado esposo— Quiero que lleve nuestro ADN, que tenga tus ojos, tu sonrisa, que se parezca a to, a mí. Eso quiero. 

Marcos guardó silencio, no quería perturbarla aún más de lo que ya estaba. Sacó de su bolsillo un pañuelo. 

—Limpia tus lágrimas, mi amor. Sé que para mí, es un sueño, tener un hijo y que harías lo que fuera por complacerme, pero no es necesario. Te amo y soy feliz a tu lado. 

—También quiero ser madre, Marcos. Tener a mi bebé en brazos, cuidar de él. —dijo mientras limpiaba las lágrimas de su rostro. 

—Regresemos a la mesa, tu amiga debe estar esperándote. 

—Hay algo más que debo… decirte. —murmuró ella. 

—Ahora no ¿vale? —Marcos tomó la botella de vino y las dos copas.— Falta una. 

Laura suspiró hondo. Marcos tenía razón, su amiga debía estar preocupada por lo que estaba pasando entre ellos. Tomó la tercera copa y caminó junto a su esposo hacia el área del comedor. 

—Toda va a estar bien, mi amor. —murmuró él. 

Ella asintió lentamente mostrando una sonrisa ladeada. 

Mientras tanto, Marta había recibido una llamada de su asistente y se encontraba hablando por teléfono, cuando oyó los pasos acercarse. 

—Te hablo luego, vale. —dijo cortando la llamada y dejando el móvil sobre la mesa con cierto nerviosismo. El momento de la verdad había llegado. Exhaló un suspiro y aguardó el regreso de la hermosa pareja. 

—Ya estamos de regreso —comentó Laura. 

Marta le sonrió notando los ojos aún enrojecidos de su amiga. Había estado llorando. 

—Pues estaba que ya me iba —bromeó— creí que os habían secuestrado. 

Marcos sonrió, jaló la silla para que Laura se sentara. Destapó la botella de vino y sirvió con precisión y elegancia cada una de las copas. 

—Bien, brindemos. —dijo él. 

—Por la mejor amiga que la vida pudo darme —refirió Laura  levantando su copa e intercambiando miradas con su amiga.

—Por este maravilloso reencuentro —respondió Marta.  

—A vuestra salud —refirió Marcos. 

El chinchinear de las copas resonó en la sala, Laura bebió la copa de un solo trago, mientras Marcos degustaba su bebida y Marta, apenas humedecía sus labios.

Durante la cena charlaron de forma amena sobre el viaje de Marcos, los negocios de Marta y Laura apenas sobre asuntos de la casa. Hubo un momento en el que se sintió fuera de lugar, pues su amiga y su marido hablaban sobre los negocios con entusiasmo y parecían entenderse a la perfección.  

—¿Entonces crees que sea un buen mercado, el uso de criptomonedas para las inversiones? —preguntó Marcos en tono serio y mostrando su desacuerdo. 

—Es la era digital.  —afirmó ella— todo se maneja a nivel tecnológico y son inversiones seguras. —Luego con una sonrisa traviesas agregó:— De igual manera, siempre hay que tener un plan B. 

—Vaya, veo que sabes como defenderte. —aseveró él. 

—Así es. Llevo tiempo en esto. 

Laura, interrumpió la platica levantándose de su asiento. 

—¡Iré por el postre! 

Marcos la tomó de la mano. 

—No te preocupes, mi amor. Yo iré, quédate con Marta. 

Ella asintió y volvió a sentarse. 

Una vez que Marcos se adentró por el pasillo, en dirección a la cocina, Marta no se contuvo y le preguntó a su amiga:

—¿Habéis hablado? 

—Sí, pero sólo he podido decirle que soy estéril,  —murmuró ella, en voz baja— lo otro, ni me ha dado tiempo de decírselo. 

—Entonces aún no sabe que… 

Laura negó con la cabeza. 

—No, no me ha dejado decirle que… 

—¿Decirme qué, Laura?

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