Esa noche, durante el cierre de la convención, Marcos bebió un poco más de lo debido. Subió a su habitación y cayó tendido en su cama, olvidando la llamada que había prometido hacerle a Laura.
Ella, mientras tanto, aguardaba ansiosa en su dormitorio su llamada. El hecho de que él llegaría poco antes de la cena, lo cambiaba todo. Necesitaba decirle la verdad. Contarle que no podía gestar en su vientre ese hijo tan anhelado que ambos esperaban. Decirle que había encontrado una manera de solucionarlo y durante la cena… darle la noticia de que Marta sería su vientre en alquiler. Pero… él no llamó. Desconcertada, Laura se recostó en la cama con el celular en la mano. Cada tanto lo encendía, esperando ver su nombre en la pantalla, anhelando que por fin sonara. Pero la llamada nunca llegó. El cansancio terminó venciéndola y se quedó dormida, pensando que quizá lo mejor sería contárselo todo cuando él regresara. La mañana siguiente amaneció algo nublada. Laura despertó y se levantó con rapidez. Tenía muchas cosas por hacer. Quería ser ella quien lo preparara todo. Por lo que se duchó, se vistió con ropa deportiva para sentirse cómoda y poder hacer todo lo que necesitaba. Bajó las escaleras y fue hasta la cocina por un café. Cuando pisó el último escalón, todo estaba impecable, limpio y arreglado; ya la empleada doméstica había llegado y ordenado la casa. —Buenos días Sra Laura. —Buen día Inés. ¿Me sirves un café? —En seguida señora. Mientras la mujer servía la taza de café, Laura revisó la despensa. Quería ver que estaba faltando para preparar su exquisita paella y el postre preferido de Marcos, sus churros con chocolate. —Luego de preparar el almuerzo, puedes irte y venir mañana en la mañana. Tendré una cena especial con Marcos y quiero que estemos solos él y yo. —Como usted ordene señora. Minutos después, Laura salió en su coche rumbo al mercado, necesitaba de ingredientes frescos. Estaba entusiasmada aunque nerviosa por aquella cena. Conocía bastante bien a su esposo, pero no sabía como podía reaccionar ante la idea de tener un hijo en un vientre ajeno al suyo. En varias oportunidades habían conversado sobre tener un hijo. Él deseaba que fuera planificado para que tuviese todo lo que necesitaba, no sólo comodidades sino el cuidado de sus padres y su dedicación. Marcos contaba con una excelente posición financiera, lo cual, le permitía darse el lujo de incluso tomarse un año completo y esperar juntos la llegada de su bebé. Sin embargo, ahora que Marta sería quien llevara en su vientre a su bebé, todo sería diferente. Laura exhaló profundo, tomó lo que necesitaba y regresó a su casa para almorzar y ocuparse de todo. Esa mañana, como de costumbre, Marta salió a trotar en cuanto el sol comenzó a despuntar. El aire fresco rozaba su piel y el ritmo constante de sus pasos parecía acompañar el intento de ordenar sus pensamientos, de encontrar claridad sobre lo que sería en adelante, su nuevo estilo de vida. El parque estaba tranquilo, apenas con unos cuantos madrugadores que compartían el mismo hábito. Entre ellos, a lo lejos, distinguió la silueta de un hombre que avanzaba en dirección contraria a la suya. Al principio no le prestó atención, pero a medida que la distancia se acortaba, un presentimiento le hizo tensar los hombros. Cuando por fin lo vio con claridad, sus ojos se llenaron de asombro. Era él, Ignacio, su ex. El encuentro fue inevitable. Sus miradas se cruzaron y un silencio tenso se instaló entre ambos, hasta que él habló primero. —Vaya, qué sorpresa —dijo Ignacio con voz grave. Marta exhaló un suspiro, intentando mantener la calma. —No le veo la sorpresa. Sabes que suelo ejercitarme a diario. —¿Sigues enojada conmigo? —preguntó él, clavando sus ojos en los de ella. —No —respondió con fría indiferencia—. Nuestra relación siempre estuvo clara: juntos, pero sin compromisos. —Hizo una breve pausa antes de añadir—. ¿Y cómo os va juntos? Ignacio bajó un poco la mirada. —Ya no estamos juntos. Digamos que no nos entendimos. Marta arqueó una ceja. —Pues os habéis desentendido muy pronto. ¿Cuántos años? O mejor dicho… ¿meses? —ironizó. Él dejó escapar una carcajada seca. —Un año. —¡Qué bien! Tú y yo llevábamos seis juntos —replicó con amarga contundencia. Ignacio la observó con una sonrisa ladeada. —¿Me extrañas? Marta consultó su reloj y negó con la cabeza. —No. No suelo extrañar nada de mi pasado. Y si me permites, aún me faltan unos cuantos metros por recorrer. Sin darle más tiempo para responder, reanudó su carrera. Ignacio permaneció inmóvil, siguiéndola con la mirada mientras ella se alejaba. —Voy a recuperarte Marta, te lo prometo. —dijo y continuó trotando. Horas más tarde, Laura terminó de maquillarse, se colocó un hermoso vestido de seda color verde agua, con cuello tipo halter, talle ajustado y falda que caía en pliegues. Recogió su cabello en un moño alto y uso el juego de pendientes y pulseras que Marcos le obsequio en su cumpleaños. Marta, en cambio, eligió un vestido largo con descote en V, color rosa tostado que resaltaba su esbelta figura. Dejó si cabellera rubia suelta y apenas colocó en su cuello una delicada cadena con un dije de un corazón de diamante. Marcos en tanto, tuvo un retraso en su vuelo, por lo que apenas alcanzó a llegar a su casa justo a las ocho de la noche. Entró a la mansión, dejó su maleta en la sala y fue hasta el comedor donde debía estar Laura con su invitada especial. La luz tenue de la habitación y el olor de la comida inundó el lugar. Apenas entró, Laura lo recibió con un beso efusivo. Un beso al que Marcos correspondió, un tanto incómodo no sólo por la presencia de la rubia sino también por aquel gesto de amor inesperado para él. —Te estaba esperando, amor. Llegas un poco tarde. —dijo ella enlazándose en su brazo. —Sí, el vuelo se retrasó un poco. —contestó él. —Ella es Marta, mi mejor amiga —dijo sonriendo.— ¿La recuerdas? Marcos no la recordaba, si acaso tenía una leve imagen de ella en su boda. Aún así no quiso ser descortés, por lo que asintió lentamente: —Hola, Marta…bienvenida a nuestra casa. —dijo él extendiendo su mano. —Hola —contestó ella apretando la suya y mirándolo fijamente. Aunque Marcos no tenía ni la menor idea de a que se debía la presencia de Marta esa noche, podía sentir la tensión en el ambiente. Laura se veía nerviosa, actuaba de forma extrovertida y la rubia no dejaba de mirarlo. ¿Qué de especial tenía esa reunión? ¿Qué hacía aquella rubia en su casa? ¿Qué se traían ambas mujeres entre manos? Pronto cada una de sus preguntas tendrían su respuesta…