GIULIA El sol apenas se asomaba por las rendijas de la ventana del sótano cuando me levanté. El reloj marcaba las seis en punto, el tiempo ideal para preparar un desayuno perfecto. Me moví con cuidado, deslizándome por la habitación silenciosa para no despertar a Isabella. Me acerqué a su camita y le susurré suavemente al oído:—Voy a la cocina, regresaré pronto… No salgas de aquí, ¿sí?—Sí, mamá —murmuró medio dormida, acurrucada entre las mantas.Me quedé unos segundos contemplando su rostro sereno, temiendo que, al dar la vuelta, el mundo que habitábamos en esa mansión volviera a pesar sobre mis hombros. Tocaron a la puerta y salí de prisa. Se trataba de Aurora. —Acá está tu uniforme, es lo único que debes utilizar mientras estás en la cocina o sirves la comida en el comedor. Ni siquiera: Buenos días, ¿dormiste bien?Respiré hondo y fui al baño para cambiarme. El uniforme estaba impecable, blanco, con bordes azules. En la cocina ya me esperaba Marco, a su lado, dos chicas jó
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