Mundo ficciónIniciar sesiónLia siempre creyó que su destino era obedecer a su padre cazador, hasta que conoció al vampiro encadenado en el sótano… y descubrió que su alma estaba conectada a la suya. Pero lo que parecía una condena se volvió aún más peligroso cuando, en una noche de luna llena, un alfa la reclama como suya, develando una verdad oculta... Lia no pertenece a un solo mundo. El lazo entre los tres puede ser el inicio de un poderoso linaje de híbridos... o el despertar de una guerra que podría acabar con todos. Rodeada de pasión, engaños y peligros, Lia se enfrenta a la decisión más imposible de su vida pero… ¿cómo elegir, cuando entregarse a uno significa renunciar al otro?
Leer másEl olor a hierro impregnaba el aire del sótano, fundiéndose con la estela invisible que dejaba el incienso de hierbas que mantenían débiles a los vampiros.
Las cadenas de plata que abrazaban las muñecas de Dorian ardían y dejaban marcas rojas. Era una tortura lenta y continua. Su cabello tan oscuro como el carbón caía sobre sus ojos, ocultando la rabia y el orgullo de un depredador reducido a bestia enjaulada. Aún sumido en aquél estado de debilidad, pudo percibir pisadas bajando los escalones y latidos acelerados, antes de sentir una suave fragancia floral. El estricto padre de Lia le había advertido que tenía prohibido acercarse al sótano. Por eso no lograba entender qué era la fuerza en su interior empujandola a desafiar las reglas. Los cazadores habían vuelto al pueblo hacía algunas noches, llevando consigo a Dorian, y desde entonces no pudo dejar de soñar con aquél misterioso vampiro. Lia no sabía cómo pero estaba segura de que se trataba de él. Las llamadas cálidas de las velas que evitaban sumir el sótano en penumbras apenas iluminaban al hombre encadenado. Lia se detuvo en el último escalón sin entender cómo había llegado allí. Lo último que recordaba era escuchar cómo alguien susurraba su nombre entre sueños y entonces recobró la consciencia estando frente a él. Como si una parte de ella hubiera atendido al llamado. Estar frente a él despertaba una sensación extraña en su vientre, era una mezcla de nervios pero también de algo desconocido que parecía encenderse en su interior. Entonces, él la miró. Lia olvidó como respirar cuando reconoció el odio que ensombrecía la mirada de aquél vampiro, pero también el rastro de algo que no logró descifrar pero que la hizo estremecer. Fué como si él… la reconociera. —No eres como los demás —pronunció Dorian con voz ronca, ladeando la cabeza y detallandola como el depredador que estudia a su presa cuando ésta se acerca—. Puedo olerlo en tí. Lia retrocedió un paso, sintiendo una mezcla de ofensa y fascinación a la vez. —No sabes nada de mí. —Sé más de lo que crees —aseguró él. El gris oscuro en su mirada le recordó a una tormenta acercándose, cuando un destello pareció iluminar sus iris en la penumbra—. Sé que puedes sentirme en tus sueños. El corazón de Lia dió un vuelco. En su mente, Lia escuchaba la órden de retroceder, de huir lejos de él. Era el enemigo, un vampiro que había matado a miles de los suyos, pero su cuerpo parecía no obedecer, sumido en un trance indescifrable. Intentó convencerse a sí misma que solo estaba imponiendo sobre ella algún extraño y peligroso control mental, por lo que debía ser más fuerte y alejarse. Sin embargo, la sensación que la atravesó al verlo en aquél estado se sintió demasiado real. Cansado, débil y con heridas que aún no se curaban, consecuencia de las torturas a las que su padre lo había sometido. No parecía un monstruo en ese instante, sino un hombre condenado. Lia percibió movimiento y voces cercanas, su cuerpo entero se tensó y contuvo la respiración. Si su padre la encontraba allí, las consecuencias serían terribles. Dorian notó el cambio en el cuerpo de Lia, estando frente a él no parecía sentirse amenazada, pero sí ante la posibilidad de que alguien la descubriera. —Vete —ordenó él, sintiendo el acelerado palpitar de Lia. Sintió su mirada oscurecerse y su mandíbula se tensó. Lia lo miró. Inconscientemente dió un paso hacia él, como si esa parte dentro suyo respondiera sin su permiso, y por algún motivo quisiera permanecer con él. Volvió a retroceder y dió una mirada hacia arriba, esperando que quien sea que estuviera allí se marchara para poder huir sin ser vista. —Huye cuánto puedas cazadora —. Escuchó la voz de Dorian y lo miró sobre su hombro. En el instante en que notó la manera en que tanto su voz como su rostro se habían ensombrecido, pasó saliva—. Porque una vez que te atrape serás mía… y no te dejaré ir, Lia. La piel de Lia se erizó y, como una serpiente arrastrándose por su columna vertebral, un estremecimiento le recorrió el cuerpo entero. ¿Cómo conocía su nombre? (***) La respiración irregular de Lia se mezclaba con los susurros que parecían acariciar su piel. Se despertó repentinamente y observó a su alrededor como si pudiera encontrar al dueño de aquella voz pero su habitación estaba vacía. Anoche había cruzado límites peligrosos y temía que la situación se le fuera de las manos. Porque cada vez que cerraba sus ojos, él volvía a adueñarse de ella. Como si tuviera una parte dormida que solo despertaba con él. Cada vez que Lia pasaba frente a la puerta de hierro no podía evitar que su mirada recayera sobre el frío metal. Él estaba ahí, lejos, pero aún así ella podía sentirlo. Cuando comenzó a atardecer, el padre Lia se reunió con otros hombres fuera de la cabaña. Sabía que no bajarían al sótano así que decidió acercarse. Miró a su alrededor antes de cruzar la puerta de hierro. Descendió los escalones con cuidado para evitar que el ruido la delatara. Una parte de ella sentía miedo pero la atracción inexplicable era más fuerte. En el fondo, sabía que no era del vampiro en el sótano de quien temía. Dorian se encontraba encadenado, encorvado y con la cabeza gacha. Su piel cremosa mostraba heridas y golpes más recientes. La falta de sangre lo tenía débil pero también impedía que sus heridas curaran. Alzó el rostro hacia ella y, a pesar de las heridas y de la plata ardiendo en su piel, una sonrisa tenue nació en sus labios, como si su sola presencia fuera suficiente para aliviarle el tormento. Llenó su pecho de aquél suave aroma floral. —Pensé que no vendrías —murmuró con voz áspera. Lia permaneció inmóvil un instante, como si estuviera hipnotizada. No podía negar que, incluso en cadenas, el vampiro desprendía un magnetismo oscuro y una belleza peligrosa que no pertenecía al mundo de los hombres. —¿Me estabas esperando? —Apenas pronunció la frase se arrepintió, como si esas palabras la delataran más que cualquier gesto. —Desde hace tiempo —respondió él, como si le confesara una verdad antigua. El aire se volvió espeso. Lia se acercó lentamente a él, aún manteniendo unos pasos de distancia, como quien se aproxima a un abismo. —No sé qué me está pasando —admitió al fin—. No puedo dejar de pensar en tí. —Lo sé —. Dorian la observaba como si pudiera llegar a todos los secretos ocultos en su alma—. Te sentí antes de verte. Había algo en su voz envolvente, en la intensidad en su mirada, que parecía atraparla cada vez más profundo en un océano del que no sabía si podría emerger. —¿Y qué es esto entonces? —preguntó, sin ser consciente de que estaba acercándose cada vez más a él—. ¿Acaso estás manipulando mi mente? —No, Lia. Dorian se enderezó, olvidándose de las heridas en su cuerpo y del ardor de la plata que rodeaba sus muñecas, imponiendo su presencia en la penumbra, alzándose como un príncipe de las sombras. Lia alzó el rostro para poder verlo a los ojos, sintiendo como si siglos enteros de soledad la reconocieran, preguntándose de dónde nacía ese sentimiento. —Lo que nos está pasando no es algo que alguien pueda controlar. Ni siquiera tú o yo. Las palabras retumbaron en ella, removiéndole algo dormido en lo más profundo. Un estremecimiento recorrió su piel, como si cada palabra encendiera una hoguera secreta. —¿Qué es entonces? —insistió, sintiendo que había algo que él no estaba diciéndole—. ¿Por qué no puedo evitar sentirme así? Como obedeciendo a un impulso prohibido, Lia extendió la mano. Acarició la piel de Dorian y el roce provocó que un calor naciera desde las puntas de sus dedos y se extendiera bajo su piel. Apartó la mano como si el toque ardiera, como si la hubiera marcado por dentro. —Nuestras almas están conectadas, Lia… Como si de un imán se tratara, Dorian avanzó cuanto las cadenas le permitieron, la tensión de sus músculos temblando bajo el hierro. Deseaba poder tocarla, lo necesitaba como si su vida dependiera de eso. —Mientes —replicó, retrocediendo un paso, aunque el temblor en su voz la traicionó. —¿Lo hago? Ella no supo qué responder. El silencio que siguió fue tan revelador como una confesión. Aunque esa verdad silenciosa no era algo que se pudiera esconder. —No hay forma de romper esto —continuó él con un tono sereno—. Ni el tiempo, ni la distancia, ni siquiera la muerte pueden arrancar este vínculo. Puedes preguntar si lo deseas. —¿Has perdido la cabeza? —lo acusó, sabiendo que no podía decirle a nadie al respecto. Ni siquiera quería pensar qué diría su padre si lo descubría. La puerta de la bodega se abrió de golpe. Lia se giró y vió a su padre descender, el rostro endurecido por una furia glacial. En su mano brillaba un cuchillo de plata. —Hora de terminar con esta abominación…Los días habían comenzado a correr con una calma engañosa, como si el bosque mismo contuviera la respiración antes del inminente rugido de la guerra. Los lobos entrenaban desde el amanecer, sus movimientos precisos resonaban como un solo latido en la tierra húmeda. Cassian se movía entre ellos, impartiendo órdenes con voz firme, su figura erguida y poderosa destacando entre la neblina matinal.Lia los observaba desde una de las colinas, rodeada de los niños de la manada que recogían flores silvestres para adornar las cabañas. Sus risas eran un respiro en medio del caos que se avecinaba. Una mujer de rostro sereno se acercó a ella con un ramo de lavandas.—Dicen que traen paz —comentó, colocándolas en sus manos.Lia sonrió, sintiendo la fragancia dulzona elevarse en el aire frío.—La necesitamos —susurró, acariciando las flores con los dedos.Su mirada regresó a Cassian. Los rayos del sol se filtraban entre los árboles y delineaba los músculos de su espalda bajo la camiseta húmeda.D
Los lobos se desvanecieron entre los árboles, sus siluetas fundiéndose con la penumbra del bosque, mientras los hombres que sostenían a la cazadora la llevaban de regreso a su celda.Mientras el silencio volvía a reinar en la quietud del bosque, casi se podía percibir el ruido de los pensamientos de Cassian y Dorian. Había algo en sus miradas que ni siquiera la oscuridad podía disimular. Una mezcla de duda y premonición.—¿Crees que se refería…? —las palabras de Cassian se desvanecieron en la brisa, como si temiera invocar aquello que ambos intuían.—No lo sé —respondió Dorian, girándose hacia él—. Pudo haber encontrado alguna manera de comunicarse con ellos pero, ¿ella cómo podría saberlo?Cassian frunció el ceño. El peso de la noche parecía más denso en ese momento, como si cada respiración costara un poco más.—¿Y si solo jugaba con nosotros?Dorian negó despacio, la mirada perdida en el bosque que se extendía frente a ellos.—No tendría sentido.—Debemos preguntárselo a Lia —decla
Cassian fue el primero en percibir que algo andaba mal con Lia, lo sintió como un tirón en lo más profundo de su pecho, como si algo lo arrancara del sueño ligero en que se mantenía. Dorian lo sintió apenas un instante después, un malestar helado que no le pertenecía. Ambos reaccionaron al unísono, sin necesidad de palabras, y salieron hacia la habitación de Lia encontrándose en el corredor. Ella apenas terminaba de acomodarse de nuevo en la cama, una sonrisa tenue curvó su boca al verlos entrar al mismo tiempo a su habitación. —¿Forjaron una amistad mientras estaba inconsciente? —murmuró con voz ronca por el sueño pero un deje de diversión que fué un respiro para Dorian y Cassian. —Por lo visto no tienes más fiebre —habló Cassian mientras avanzaba hacia ella, Dorian lo siguió y cerró detrás suyo—. Ambos te sentimos, ¿que te sucedió? Cualquier mínimo rastro de diversión en el rostro de Lia se desvaneció lentamente, reflejando en sus ojos cansados un ápice de vulnerabilidad, cuand
La segunda noche cayó sobre la cabaña con un silencio pesado. Lia yacía en la cama, su cuerpo pálido temblando bajo las sábanas como una hoja atrapada en la tormenta. Cada estremecimiento la hacía sentir el frío penetrando hasta los huesos, y la fiebre que había combatido durante el día parecía rendirse ante la debilidad que la consumía.El cansancio debilitaba su cuerpo pero no encontraba manera de conciliar el sueño mientras su cuerpo temblaba. Cada respiración era un hilo frágil que sostenía su conciencia, y cada palpitar de su corazón era un eco resonando en el interior de su cuerpo. El veneno, invisible pero implacable, la arrastraba hacia un abismo de debilidad y desasosiego.Tanto Cassian como Dorian se turnaban para cuidarla. Ambos decidieron no mencionar nada respecto a la posibilidad que aún rondaba a su alrededor, no hasta que Lia se encontrara mejor. Habían intentado sacarle información a la cazadora pero no obtuvieron más que silencio.Cassian se encontraba recostado junt
El calor en la habitación era opresivo, mezclándose con el aroma a incienso, hierbas y madera húmeda, envolviendo el aire en una densidad casi tangible.Lia yacía en la cama, su cuerpo estremeciéndose bajo las sábanas, la fiebre ardiendo como brasas encendidas bajo su piel. Sus ojos cerrados apenas dejaban escapar un hilo de conciencia, y cada respiración era un susurro que parecía luchar por mantenerse despierta.Teresa se movía con precisión a su alrededor, humedeciendo paños y colocándolos sobre la frente de Lia mientras le administraba la medicina que había preparado en base a sus amplios conocimientos como curandera de la manada.La mujer no podía descifrar con certeza si se trataba de un envenenamiento o una intoxicación accidental. Solo sabía que aquel malestar súbito no era natural, que había intención en cada síntoma que desfiguraba el rostro de Lia.—¿Qué… está pasando conmigo? —susurró Lia con voz débil, como si el simple acto de hablar consumiera todo su aliento. Su mano s
—Los vampiros no volverán a irrumpir en tu territorio —la voz de Dorian rompió el silencio con una declaración que no dejaba lugar a las dudas—. La contienda de noches atrás no volverá a repetirse, no es un asunto por el que debamos volver a preocuparnos.Lia inhaló profundo mientras los recuerdos de aquella noche regresaban a su mente de manera inevitable. Toda la sangre, el miedo y la tensión seguían aferrados a ella como una tormenta densa. Cassian a su lado le dió un apretón en la mano, recordandole que eso se había terminado.—En este momento tenemos un enemigo en común mucho más grande que no solo viene por nosotros —miró a Cassian y luego a Lia—. Sino también por ella. Sus palabras eran un hecho tan inevitable como la colisión de dos mundos destinados a enfrentarse. El aire en la sala se volvió denso. La calma que los rodeaba no era más que la antesala a un escenario que prometía violencia y peligro. —Por eso, además de la tregua entre vampiros y licántropos, debemos formar u





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