Meses después del intento de ritual donde Henry pretendía romper el vínculo y luego deshacerse del bebé híbrido de Lia, la paz se había asentado sobre el bosque, una calma profunda labrada en la sangre de todos aquellos licántropos y vampiros que perecieron protegiendo a su Luna, a su reina, y al heredero de ambos clanes.
La rendición de los cazadores había sido total tras la caída de Henry, el último pilar de un odio ancestral contra los vampiros y los licántropos. La alianza entre ambos clanes se había vuelto inquebrantable y la cabaña, reconstruida y ampliada, ya no era una trinchera, sino un hogar.
Eran las horas muertas de la noche, el velo negro del bosque se alzaba sobre el cristal de la ventana. Lia estaba apoyada en el marco que daba a la sala, mirando en silencio la reconfortante escena.
El fuego de la chimenea se había reducido a un rescoldo carmesí, en el sofá frente a su calor dormía Cassian que, incluso descansando, su cuerpo alto y esbelto imponía un aura fuerte y pode