Los lobos se desvanecieron entre los árboles, sus siluetas fundiéndose con la penumbra del bosque, mientras los hombres que sostenían a la cazadora la llevaban de regreso a su celda.
Mientras el silencio volvía a reinar en la quietud del bosque, casi se podía percibir el ruido de los pensamientos de Cassian y Dorian. Había algo en sus miradas que ni siquiera la oscuridad podía disimular. Una mezcla de duda y premonición.
—¿Crees que se refería…? —las palabras de Cassian se desvanecieron en la brisa, como si temiera invocar aquello que ambos intuían.
—No lo sé —respondió Dorian, girándose hacia él—. Pudo haber encontrado alguna manera de comunicarse con ellos pero, ¿ella cómo podría saberlo?
Cassian frunció el ceño. El peso de la noche parecía más denso en ese momento, como si cada respiración costara un poco más.
—¿Y si solo jugaba con nosotros?
Dorian negó despacio, la mirada perdida en el bosque que se extendía frente a ellos.
—No tendría sentido.
—Debemos preguntárselo a Lia —decla