Sofía despertó desnuda en la cama de un desconocido sin recordar nada de lo que había pasado entre ellos. Su vida se derrumbó por completo, pero todo fue a peor cuando descubrió que ese desconocido era su jefe y que encima, esperaba un hijo suyo. El multimillonario CEO Apolo Galanis odiaba a aquella mujer que le tendió una trampa para meterse en su cama, sobre todo al saber que era su empleada y juró destruirla. Pero entonces descubrió que la arpía se había quedado embarazada y se vio obligado a casarse con ella. Ella no ve más allá del frío y cruel griego, él no cree en su inocencia y la castiga con indiferencia, sin embargo, ninguno de los dos puede resistirse a la atracción que sienten por el otro. De día se odian, pero en las noches se dejan llevar por la pasión como dos amantes expertos. ¿Por cuánto tiempo puede durar un matrimonio así? ¿Y qué pasará cuando la verdad salga a la luz?
Ler maisCapítulo uno: ¡Hay alguien en mi cama!
“Narra Sophia Wilson”
El despertador suena como cada mañana, pero mis ojos se niegan a abrirse. Siento como si no hubiera dormido en años, claro que debe ser por la juerga de anoche. Ha sido un cumpleaños bastante... diferente y todo gracias a mi hermana.
Un dolor agudo me recorre el cuerpo y me doy la vuelta sobre la cama para acomodarme mejor. Sin embargo, cuando mi mano tropieza con algo duro, me detengo en el acto. Hay alguien en mi cama...
«Seguro es Archie».
Solo puede ser él. El último recuerdo que tengo de anoche es buscar su habitación y... se me distorsiona la realidad.
Alzo una mano buscando el interruptor de la luz, no obstante, alguien más termina haciéndolo por mí.
—Buenos días, cariño.... —mi boca se congela al mismo tiempo que abro los ojos como platos antes de gritar histérica.
No es mi novio a quien tengo frente a mí con el torso desnudo. Ni siquiera lo conozco.
—Por lo general no suelo tener ese efecto en las mujeres —le escucho gruñir entre dientes.
—¿Quién eres tú? —cuestiono de inmediato—. ¡¿Y por qué estás en mi cama?!
De pronto, reparo en su figura... ¡está desnudo! Y yo... ¡joder, yo también!
Tiro de la sábana a la velocidad de la luz para cubrirme.
«¿Qué demonios sucedió anoche?»
Mi mente es un completo desastre. No consigo recordar lo que pasó en absoluto. No obstante, siento la sangre abandonar mi sistema en cuanto veo las manchitas sobre las sábanas.
«No»
Esto no puede estar pasando. ¡No puedo haber tenido sexo con un desconocido! ¡No puedo haber perdido mi virginidad con él!
—¿Qué pretendes? —la voz del sujeto con acento extraño interrumpe mis pensamientos de manera brusca.
—¿Perdona?
Él simplemente sonríe antes de ponerse en pie para vestirse. Todo cuanto transmite su postura es frialdad, una que me cala los huesos.
«No me gusta».
«Pero tiene un físico de muerte», salta una vocecilla en mi cabeza que apago de inmediato.
Suelto un pequeño gemido al ver un poco más allá de la pelvis y giro sobre mis pies azorada.
—No finjas conmigo, preciosa, que ya has tocado todo esto hace unas horas.
—No, yo no... —soy consciente de que el color regresa a mis mejillas hasta sonrojarme con intensidad—. ¿Qué sucedió exactamente?
—¿No te acuerdas? Déjame refrescarte la memoria...
No veo venir su agarre en la mejilla, ni mucho menos el pellizco en la barbilla.
—¡Déjame ir! —exclamo atemorizada.
Entonces, para mi sorpresa, él me libera como si nada hubiera sucedido antes de mirarme por encima del hombro.
—Patético —murmura, dejándome alucinada—. Te daré dos minutos para que te vistas y dejes mi habitación.
¿Pero qué...?
Sin perder un minuto más recojo mi vestido del suelo para vestirme a toda prisa.
Todo parece indicar que he pasado la noche con un desconocido, pero yo he venido por...
—¿Dónde está Archie?
—¿Quién?
—Mi novio. Mi hermana me dijo que estaba aquí...
Escuchando mis propias palabras me doy cuenta de lo ridículas que suenan.
«Emma», ella tiene la culpa de esto. Estoy casi segura.
—Eres buena actriz, pero yo las he conocido mejores —me quedo clavada en mi sitio como una estatua mientras él saca un bolígrafo y escribir algo para después entregarme un trozo de papel—. ¿Es esto suficiente?
Un cheque. El muy imbécil me ha entregado un cheque. Como si yo fuera una... una p....
Ni siquiera tengo el valor de decirlo.
Recorro al sujeto de pies a cabeza y tras tomar una profunda respiración y contener el aire, le aguanto la mirada, con un valor que jamás he sentido antes.
—No, no es suficiente. Ni con cien de estos —ni siquiera miro la cifra. Sencillamente rompo el cheque en dos trozos y abro mi bolso para sacar el primer billete que encuentro—. Creo que esto cubre tus servicios. De hecho, puedes quedarte el cambio. Agradezco enormemente no recordarlo.
Sin más que decir, doy media vuelta para luego salir disparada de esa habitación del demonio.
Necesito encontrar a mi novio. ¡Dios mío! ¿Cómo demonios voy a explicarle esto?
—¿Qué diablos me has hecho, Emma?
Si mi hermana tiene algo que ver en esto, juro que va a conocer mi peor cara. Esta vez no se la dejaré pasar.
Extra Apolo y Sofía: La felicidad de estar juntos"Narra Sofia Galanis"Estaba tumbada en una hamaca a la sombra y veía a los niños jugar en la nueva piscina. Fabio , el mejor amigo de mi marido, los vigilaba, lo cual era justo porque la mitad de los sobreexcitados críos eran de Sabrina y suyos.Yo había tenido que ponerme pesada para que Apolo accediera a construir una piscina en la casa de campo que habíamos comprado fuera de la ciudad. Él prefería que su vida allí fuera más sencilla y menos lujosa que en Londres o en Atenas.—¡Adonis! —gritó mi esposo de repente al niño de cuatro años que intentaba empujar a su hermana mayor por unas semanas apenas a la piscina—. ¡Para ta!Pero mi hijo sonrió con ojos traviesos y, mientras no lo miraba, Ezzianne, su hermana, lo empujó y cayó al agua.—¡Eso es peligroso! —chilló mi marido.—Los hombres se ponen como locos cuando los niños hacen lo que les sale espontáneamente —comentó Sabrina, tumbada en otra hamaca a mí lado, mientras nuestra peque
Extra Fabio y Sabrina La tradición de San Valentín: Aniversario de reinicio "Narra Fabio Caruso"El catorce de febrero, día de San Valentín, era oficialmente mi día favorito. Lo había sido durante los últimos tres años, desde aquella noche en la que mi mujer me esperó en el despacho de la casa a medianoche para pedirme el divorcio, la misma noche en la que habíamos concebido a nuestros hijos y nuestra historia de amor se había reiniciado. Porque desde entonces todo había cambiado. Y, sobre todo, yo había cambiado. Miré el gran salón familiar de la mansión, con sus preciosos adornos y los juguetes de los niños desparramados por doquier. Ya era hora de dormir y les tocaba recoger todo.Los niños ya estaban protestando, por supuesto, tanto por tener que limpiar el desastre como por dormir. Eran un par de cabritos que adoraban dar guerra.—No quiero irme a la cama —protestó Brina, haciendo uno de esos pucheros que eran a la vez irritantes y adorables. Con tres años, había descubierto
Epílogo: Más que a nada en el mundo "Narra Sabrina Spencer" Siete meses después nacieron Fabio Junior y Brina Caruso. El pequeño bebé era demasiado mañoso y desde su nacimiento, mientras que su hermana era dulce como un pastelito. Yo no podía recordar la última vez que había dormido más de tres horas seguidas. Sí, la maternidad era agotadora, pero con solo una sonrisa de mis bebés mi mundo se iluminaba y hacía que todo valiera la pena. —Mi obsesión por buscar una esposa perfecta me llevo hasta ti, hasta ustedes dos —confesó mi marido de pronto mirándonos a los bebés y a mí—. ¿Quién lo hubiera imaginado? —Las nubes se disiparon y el hermoso rostro de Fabio se iluminó—. Entre el rencor, el miedo y la ignorancia, no he podido pensar en formar una familia. Y, sin embargo, la tengo aquí, ante mis ojos. Percibí la emoción que irradiaba. —Y ni siquiera te he dado las gracias todavía —añadió. —No tienes que darme las gracias, Fabio. —Desde luego que sí. Un millón de gracias por el regal
Capítulo cuarenta y seis: Lo único importante "Narra Sabrina Spencer"—Felicitaciones, chicos —repitió el médico.Yo no hice otra cosa excepto mirar a Fabio, quien estaba pálido como nunca antes en mi vida lo había visto. —Parece que vamos a tener un heredero y uno de reserva a la vez —traté de bromear llena de nervios. —Ninguno de los dos será de reserva —aclaró él con tono fiero. —Lo sé, pero es así como se llama. Y es así como tú llamas a tu hermano. —Voy a prohibir el uso de ese término —anunció él, con los ojos clavados en la pantalla—. Gemelos. ¿Estás absolutamente seguro, O' Connor? —En absoluto. Le ganaste a Apolo sin duda con esto —respondió el médico—. Parece que el sangrado no era nada importante y que la semana pasada era demasiado pronto para detectar los latidos. Fabio se inclinó para besarme en la mejilla. —Estás llena de sorpresas, mi señora Caruso.—Sí, literalmente. Yo, con los ojos clavados en la pantalla, con la prueba de la vida ante mis ojos, suspiré de f
Capítulo cuarenta y cinco: Tu amor me hace más fuerte "Narra Sabrina Spencer"—Tengo que contarte algo —comentó mi marido de pronto mientras me abrazaba—. Nunca he querido hablarte de la noche que mi madre me entregó a mi padre y se marchó, pero fue un momento de capital importancia para mí, la señal de mi gran fracaso, una advertencia contra aquello en lo que podía convertirme. Mi gran debilidad. —Tú no eres débil. Si sé algo seguro sobre ti, es eso. —Pero lo he sido, he tenido miedo. Como tú, me daba miedo volver a sufrir como sufrí entonces. Temía no poder ser lo que se exigía de mí como líder del imperio Caruso. No es que no sienta nada, Sabrina. Siento tan profundamente que llevo casi toda mi vida tratando de no hacerlo. —¿Qué pasó el día que tu madre se marchó? —Me metió engañado a una camioneta, me dio la espalda para marcharse sin mirar atrás ni una sola vez y supe que no volvería a verla nunca. Lo sabía porque siempre supe que me parecía más a ella que a mi padre. Sentía
Capítulo cuarenta y cuatro: No sé lo que es el amor "Narra Fabio Caruso"Sabrina entreabrió los labios como si no pudiera dar crédito a lo que estaba oyendo. —Puedes tener a cualquier mujer que se te antoje. —¡Pero te escogí a ti! —troné—. ¿Es que no lo entiendes? Lo único que yo quería era coleccionar. Ganar. Tú no tenías por qué sentir nada, solo tenías que tomar el dinero. Y yo siempre he tenido el dinero. Pero entonces fuimos a la isla, regresamos a Londres y me dijiste que me querías y ya nada ha vuelto a ser lo mismo desde entonces. —Porque te amo —repitió Sabrina, con aquella misma certidumbre que había exhibido en la fiesta. Aquellas palabras me habían perseguido como un fantasma. Y ella había vuelto a pronunciarlas. —Yo no sé lo que es eso —le confesé, emocionado—. Pero sé que una colección no es una vida. Y yo quiero vivir. Quiero conocer a mi hijo. Quiero criarlo. No como mis padres me criaron a mí, en un ambiente de locura, de miseria y abusos. Quiero vivir, Sabrina.
Último capítulo