EL REGRESO DE LA CEO

EL REGRESO DE LA CEOES

Romance
Última actualización: 2025-12-30
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Resumen
Índice

"Cinco años atrás, Valeria fue arrojada a la calle bajo una tormenta, acusada de una traición que nunca cometió por el hombre que juró amarla." Sebastián De la Cruz, el titán de los negocios, la humilló y la obligó a firmar el divorcio para casarse con su "verdadero amor". Lo que él no sabía era que Valeria no se iba sola: llevaba en su vientre el secreto más valioso de los De la Cruz. Ahora, Valeria ha vuelto. Ya no es la esposa sumisa y pobre, sino la poderosa y gélida CEO de Montes Group. Ella no viene a pedir perdón; viene a comprar el imperio de Sebastián y destruirlo pieza por pieza. Pero cuando Sebastián descubre a Mateo, un niño con su misma mirada desafiante, la culpa se convierte en una obsesión peligrosa. "¿Podrá la venganza de ella ser más fuerte que la sed de redención de él? ¿O el secreto del heredero oculto será el puente que los vuelva a unir... o los destruya para siempre?”

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Capítulo 1

El Precio de la Humillación y el Renacer

arte 1: El Final (Hace 5 años)

La lluvia golpeaba con furia los ventanales de la mansión De la Cruz, como si el cielo mismo llorara la tragedia que estaba a punto de ocurrir. Valeria sostenía entre sus dedos temblorosos una pequeña prueba de plástico. Dos líneas rosadas. El milagro que había esperado durante tres años de matrimonio finalmente había sucedido. Estaba embarazada.

¡Sebastián! ¡Ha vuelto! exclamó Valeria con una sonrisa radiante, corriendo hacia el salón principal cuando escuchó la puerta abrirse.

Pero su sonrisa se congeló. Sebastián no venía solo. A su lado, envuelta en un abrigo de piel de visón, estaba Isabella Thorne, la mujer que siempre fue la sombra en su matrimonio. La "amiga" de la infancia. El primer amor.

Sebastián ni siquiera la miró a los ojos. Con una frialdad que cortaba como el hielo, lanzó un sobre grueso sobre la mesa de mármol.

Fírmalo, Valeria dijo él. Su voz era monótona, desprovista de cualquier rastro de la ternura que una vez creyó ver en él.

Valeria bajó la mirada al sobre. En letras negras y grandes, las palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago: CONTRATO DE DIVORCIO.

¿Por qué? susurró ella, sintiendo que el aire se escapaba de sus pulmones. Sebastián, yo... tengo algo que decirte. Algo importante.

No me interesa nada de lo que tengas que decir escupió él, finalmente mirándola. Sus ojos, antes cálidos, ahora desbordaban desprecio... He visto las fotos, Valeria. Sé lo que hiciste con ese instructor en el hotel. No voy a permitir que una mujer de tu calaña manche el apellido De la Cruz ni un segundo más.

¿Fotos? ¿De qué hablas? ¡Eso es mentira! ¡Yo nunca te traicionaría! Valeria gritó, sintiendo que el mundo se desmoronaba. Miró a Isabella, quien esbozaba una sonrisa triunfal detrás del hombro de Sebastián.

Basta de dramas intervino Isabella con voz dulce y venenosa... Sebastián merece a alguien a su altura, Valeria. Alguien que no necesite trepar escalas sociales engañando a hombres poderosos.

Sebastián dio un paso adelante, su presencia imponente llenando la habitación.

Te vas hoy mismo. No te llevarás nada. Ni joyas, ni ropa, ni un solo centavo de mi cuenta. Isabella se mudará mañana. Firma ahora si quieres salir de aquí por tu propio pie.

Valeria miró la prueba de embarazo oculta en su bolsillo. Por un segundo, quiso gritarle que llevaba a su hijo. Pero al ver el odio puro en los ojos de Sebastián, se detuvo. Si él creía que ella era una mujer infiel, ¿qué futuro tendría su hijo en esa casa? Sería tratado como un bastardo, un error.

Con el corazón hecho pedazos, pero con una chispa de orgullo naciendo de las cenizas, Valeria tomó la pluma. Su mano no tembló mientras garabateaba su nombre, renunciando a todo. Al amor, a la riqueza y al hombre que ahora despreciaba.

Algún día, Sebastián dijo ella, con una voz extrañamente tranquila que lo hizo vacilar por un momento te darás cuenta de que hoy no solo perdiste a una esposa. Perdiste lo más valioso que jamás habrías tenido.

Esa noche, Valeria Montes salió de la mansión bajo la tormenta, sin nada más que el bebé que crecía en su vientre y una sed de justicia que quemaba más que el frío.

Parte 2: El Regreso (5 años después)

Madrid, España.

El Hotel Ritz estaba iluminado para la gala benéfica más importante del año. La élite empresarial de Europa se reunía para celebrar el éxito de una nueva potencia en el mercado: "Montes Group". Nadie sabía quién era el propietario, solo que en menos de tres años habían absorbido a tres de las principales subsidiarias del Imperio De la Cruz.

Sebastián De la Cruz estaba de pie cerca del bar, bebiendo un whisky puro. A sus treinta y cinco años, era más rico y poderoso que nunca, pero su rostro era una máscara de amargura permanente. Isabella, ahora su prometida oficial tras años de "espera", colgaba de su brazo, presumiendo un diamante que no lograba ocultar su inseguridad.

Dicen que el CEO de Montes Group hará su aparición esta noche murmuró Isabella, ajustándose el vestido. Es un arrogante. Ha estado robándonos clientes durante meses.

Sebastián no respondió. Su mirada estaba fija en la entrada. Por alguna razón, su pecho se sentía oprimido.

De repente, el murmullo de la multitud cesó. El sonido rítmico de unos tacones altos contra el suelo de mármol atrajo todas las miradas.

Una mujer entró al salón. Llevaba un vestido de seda color esmeralda que abrazaba sus curvas a la perfección, con una apertura lateral que revelaba sus piernas largas y elegantes. Su cabello oscuro caía en ondas perfectas y sus labios rojos estaban curvados en una sonrisa gélida y segura.

El vaso de Sebastián se resbaló de su mano, rompiéndose contra el suelo. El estrépito del cristal apenas fue audible comparado con el rugido de la sangre en sus oídos.

¿Valeria? susurró, su voz rota por la incredulidad.

No era la Valeria que él recordaba. No era la mujer sumisa que lloraba por su atención. Esta mujer emanaba poder, peligro y una belleza que cortaba la respiración.

Valeria caminó directamente hacia ellos, ignorando los susurros de asombro. Se detuvo frente a Sebastián. El perfume que usaba era diferente: ya no olía a flores dulces, sino a sándalo y ambición.

Buenas noches, Sr. De la Cruz dijo ella. Su voz era como terciopelo sobre navajas... Ha pasado mucho tiempo.

Tú... ¿cómo es posible? Sebastián finalmente recuperó el habla, dando un paso hacia ella, impulsado por un instinto que no pudo controlar. ¿Dónde has estado? Te busqué por todas partes...

¿Me buscó? Valeria soltó una carcajada cristalina que atrajo aún más atención. Supongo que para asegurarse de que estaba muerta de hambre en alguna calle. Lamentablemente para usted, soy bastante difícil de destruir.

Isabella palideció, apretando el brazo de Sebastián.

Valeria Montes, no tienes derecho a estar aquí. Esto es una reunión de gente importante, no para...

Valeria miró a Isabella como si fuera un insecto molesto.

Srta. Thorne, debería leer las noticias. Yo soy la dueña de este hotel. Y, de hecho, soy la dueña de la deuda que su prometido acaba de adquirir con el Banco Central. Prácticamente, ahora soy su dueña.

Sebastián no podía apartar los ojos de ella. Una extraña obsesión comenzó a arder en su pecho. Quería odiarla, quería gritarle por haber desaparecido, pero sobre todo, quería poseerla. Pero antes de que pudiera decir algo más, el teléfono de Valeria vibró.

Ella lo sacó de su bolso de diseñador y su expresión gélida se transformó instantáneamente en una de ternura absoluta.

Hola, mi amor dijo ella al teléfono, ignorando a los dos frente a ella. Sí, mamá ya casi termina. Púrtate bien con la niñera. Te quiero, Mateo.

¿Mateo? El corazón de Sebastián se detuvo. ¿Tenía un hijo? ¿Con quién? ¿Quién era el hombre que se atrevió a tocar lo que una vez fue suyo?

Tengo que irme dijo Valeria, guardando el teléfono y mirando a Sebastián con una frialdad absoluta. Mañana a las nueve en mi oficina, Sebastián. Si llegas un minuto tarde, ejecutaré la cláusula de embargo contra tu sede principal.

Ella se dio la vuelta y se alejó, dejándolo sumido en el caos. Sebastián sintió un impulso irracional de seguirla, de atraparla y exigir respuestas. Pero lo que más lo atormentaba era la imagen del niño que Valeria mencionó. Un niño que, según sus cálculos, tendría unos cuatro años.

Justo la edad que tendría el hijo que él nunca supo que tuvo.

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