Mundo ficciónIniciar sesión"Cinco años atrás, Valeria fue arrojada a la calle bajo una tormenta, acusada de una traición que nunca cometió por el hombre que juró amarla." Sebastián De la Cruz, el titán de los negocios, la humilló y la obligó a firmar el divorcio para casarse con su "verdadero amor". Lo que él no sabía era que Valeria no se iba sola: llevaba en su vientre el secreto más valioso de los De la Cruz. Ahora, Valeria ha vuelto. Ya no es la esposa sumisa y pobre, sino la poderosa y gélida CEO de Montes Group. Ella no viene a pedir perdón; viene a comprar el imperio de Sebastián y destruirlo pieza por pieza. Pero cuando Sebastián descubre a Mateo, un niño con su misma mirada desafiante, la culpa se convierte en una obsesión peligrosa. "¿Podrá la venganza de ella ser más fuerte que la sed de redención de él? ¿O el secreto del heredero oculto será el puente que los vuelva a unir... o los destruya para siempre?”
Leer másarte 1: El Final (Hace 5 años)
La lluvia golpeaba con furia los ventanales de la mansión De la Cruz, como si el cielo mismo llorara la tragedia que estaba a punto de ocurrir. Valeria sostenía entre sus dedos temblorosos una pequeña prueba de plástico. Dos líneas rosadas. El milagro que había esperado durante tres años de matrimonio finalmente había sucedido. Estaba embarazada.
¡Sebastián! ¡Ha vuelto! exclamó Valeria con una sonrisa radiante, corriendo hacia el salón principal cuando escuchó la puerta abrirse.
Pero su sonrisa se congeló. Sebastián no venía solo. A su lado, envuelta en un abrigo de piel de visón, estaba Isabella Thorne, la mujer que siempre fue la sombra en su matrimonio. La "amiga" de la infancia. El primer amor.
Sebastián ni siquiera la miró a los ojos. Con una frialdad que cortaba como el hielo, lanzó un sobre grueso sobre la mesa de mármol.
Fírmalo, Valeria dijo él. Su voz era monótona, desprovista de cualquier rastro de la ternura que una vez creyó ver en él.
Valeria bajó la mirada al sobre. En letras negras y grandes, las palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago: CONTRATO DE DIVORCIO.
¿Por qué? susurró ella, sintiendo que el aire se escapaba de sus pulmones. Sebastián, yo... tengo algo que decirte. Algo importante.
No me interesa nada de lo que tengas que decir escupió él, finalmente mirándola. Sus ojos, antes cálidos, ahora desbordaban desprecio... He visto las fotos, Valeria. Sé lo que hiciste con ese instructor en el hotel. No voy a permitir que una mujer de tu calaña manche el apellido De la Cruz ni un segundo más.
¿Fotos? ¿De qué hablas? ¡Eso es mentira! ¡Yo nunca te traicionaría! Valeria gritó, sintiendo que el mundo se desmoronaba. Miró a Isabella, quien esbozaba una sonrisa triunfal detrás del hombro de Sebastián.
Basta de dramas intervino Isabella con voz dulce y venenosa... Sebastián merece a alguien a su altura, Valeria. Alguien que no necesite trepar escalas sociales engañando a hombres poderosos.
Sebastián dio un paso adelante, su presencia imponente llenando la habitación.
Te vas hoy mismo. No te llevarás nada. Ni joyas, ni ropa, ni un solo centavo de mi cuenta. Isabella se mudará mañana. Firma ahora si quieres salir de aquí por tu propio pie.
Valeria miró la prueba de embarazo oculta en su bolsillo. Por un segundo, quiso gritarle que llevaba a su hijo. Pero al ver el odio puro en los ojos de Sebastián, se detuvo. Si él creía que ella era una mujer infiel, ¿qué futuro tendría su hijo en esa casa? Sería tratado como un bastardo, un error.
Con el corazón hecho pedazos, pero con una chispa de orgullo naciendo de las cenizas, Valeria tomó la pluma. Su mano no tembló mientras garabateaba su nombre, renunciando a todo. Al amor, a la riqueza y al hombre que ahora despreciaba.
Algún día, Sebastián dijo ella, con una voz extrañamente tranquila que lo hizo vacilar por un momento te darás cuenta de que hoy no solo perdiste a una esposa. Perdiste lo más valioso que jamás habrías tenido.
Esa noche, Valeria Montes salió de la mansión bajo la tormenta, sin nada más que el bebé que crecía en su vientre y una sed de justicia que quemaba más que el frío.
Parte 2: El Regreso (5 años después)
Madrid, España.
El Hotel Ritz estaba iluminado para la gala benéfica más importante del año. La élite empresarial de Europa se reunía para celebrar el éxito de una nueva potencia en el mercado: "Montes Group". Nadie sabía quién era el propietario, solo que en menos de tres años habían absorbido a tres de las principales subsidiarias del Imperio De la Cruz.
Sebastián De la Cruz estaba de pie cerca del bar, bebiendo un whisky puro. A sus treinta y cinco años, era más rico y poderoso que nunca, pero su rostro era una máscara de amargura permanente. Isabella, ahora su prometida oficial tras años de "espera", colgaba de su brazo, presumiendo un diamante que no lograba ocultar su inseguridad.
Dicen que el CEO de Montes Group hará su aparición esta noche murmuró Isabella, ajustándose el vestido. Es un arrogante. Ha estado robándonos clientes durante meses.
Sebastián no respondió. Su mirada estaba fija en la entrada. Por alguna razón, su pecho se sentía oprimido.
De repente, el murmullo de la multitud cesó. El sonido rítmico de unos tacones altos contra el suelo de mármol atrajo todas las miradas.
Una mujer entró al salón. Llevaba un vestido de seda color esmeralda que abrazaba sus curvas a la perfección, con una apertura lateral que revelaba sus piernas largas y elegantes. Su cabello oscuro caía en ondas perfectas y sus labios rojos estaban curvados en una sonrisa gélida y segura.
El vaso de Sebastián se resbaló de su mano, rompiéndose contra el suelo. El estrépito del cristal apenas fue audible comparado con el rugido de la sangre en sus oídos.
¿Valeria? susurró, su voz rota por la incredulidad.
No era la Valeria que él recordaba. No era la mujer sumisa que lloraba por su atención. Esta mujer emanaba poder, peligro y una belleza que cortaba la respiración.
Valeria caminó directamente hacia ellos, ignorando los susurros de asombro. Se detuvo frente a Sebastián. El perfume que usaba era diferente: ya no olía a flores dulces, sino a sándalo y ambición.
Buenas noches, Sr. De la Cruz dijo ella. Su voz era como terciopelo sobre navajas... Ha pasado mucho tiempo.
Tú... ¿cómo es posible? Sebastián finalmente recuperó el habla, dando un paso hacia ella, impulsado por un instinto que no pudo controlar. ¿Dónde has estado? Te busqué por todas partes...
¿Me buscó? Valeria soltó una carcajada cristalina que atrajo aún más atención. Supongo que para asegurarse de que estaba muerta de hambre en alguna calle. Lamentablemente para usted, soy bastante difícil de destruir.
Isabella palideció, apretando el brazo de Sebastián.
Valeria Montes, no tienes derecho a estar aquí. Esto es una reunión de gente importante, no para...
Valeria miró a Isabella como si fuera un insecto molesto.
Srta. Thorne, debería leer las noticias. Yo soy la dueña de este hotel. Y, de hecho, soy la dueña de la deuda que su prometido acaba de adquirir con el Banco Central. Prácticamente, ahora soy su dueña.
Sebastián no podía apartar los ojos de ella. Una extraña obsesión comenzó a arder en su pecho. Quería odiarla, quería gritarle por haber desaparecido, pero sobre todo, quería poseerla. Pero antes de que pudiera decir algo más, el teléfono de Valeria vibró.
Ella lo sacó de su bolso de diseñador y su expresión gélida se transformó instantáneamente en una de ternura absoluta.
Hola, mi amor dijo ella al teléfono, ignorando a los dos frente a ella. Sí, mamá ya casi termina. Púrtate bien con la niñera. Te quiero, Mateo.
¿Mateo? El corazón de Sebastián se detuvo. ¿Tenía un hijo? ¿Con quién? ¿Quién era el hombre que se atrevió a tocar lo que una vez fue suyo?
Tengo que irme dijo Valeria, guardando el teléfono y mirando a Sebastián con una frialdad absoluta. Mañana a las nueve en mi oficina, Sebastián. Si llegas un minuto tarde, ejecutaré la cláusula de embargo contra tu sede principal.
Ella se dio la vuelta y se alejó, dejándolo sumido en el caos. Sebastián sintió un impulso irracional de seguirla, de atraparla y exigir respuestas. Pero lo que más lo atormentaba era la imagen del niño que Valeria mencionó. Un niño que, según sus cálculos, tendría unos cuatro años.
Justo la edad que tendría el hijo que él nunca supo que tuvo.
La sala de conferencias del laboratorio central de Madrid estaba sumida en un silencio sepulcral. El aire acondicionado zumbaba suavemente, pero para Sebastián, el sonido era como el rugido de una tormenta. Estaba sentado frente a una mesa de cristal, sus manos entrelazadas con tanta fuerza que la sangre había dejado de circular en sus dedos.Frente a él, Valeria permanecía de pie junto al ventanal, mirando el tráfico de la ciudad con una indiferencia que lo aterraba. Ella no estaba allí para buscar un padre para su hijo; estaba allí para presenciar su ejecución emocional.El Dr. Méndez, un hombre de cabello canoso y expresión grave, entró en la sala sosteniendo un sobre sellado con el logotipo oficial del laboratorio.Sr. De la Cruz, Sra. Montes dijo el doctor, ajustándose las gafas. Tenemos los resultados de la prueba de histocompatibilidad y ADN mitocondrial. La cadena de custodia ha sido impecable y el margen de error es inexistente.Sebastián sintió que el corazón se le subía a l
Sebastián de la Cruz estaba sentado en su despacho, rodeado de una oscuridad que parecía tragarse la poca cordura que le quedaba. Sobre su escritorio, la fotografía anónima brillaba bajo la luz de la lámpara. En la imagen, Isabella, su futura esposa, entregaba un sobre lleno de dinero al hombre que destruyó su matrimonio hace cinco años.La puerta se abrió de golpe. Isabella entró, luciendo un vestido de encaje rosa, con una sonrisa fingida que ya no lograba engañar a nadie.Sebastián, querido, ¿por qué no bajaste a cenar? La servidumbre dice que has estado encerrado horas dijo ella, acercándose para rodear su cuello con los brazos.Sebastián no se movió. Su cuerpo estaba tan rígido como una estatua de mármol.Isabella, ¿alguna vez te has preguntado por qué Valeria nunca se defendió con pruebas aquel día? preguntó él, su voz era un susurro gélido que hizo que el vello de la nuca de Isabella se erizara.Porque no tenía pruebas, Sebastián. Era una mujer infiel, lo sabes...Sebastián lan
Valeria arrojó las rosas negras a la basura con un gesto de asco. El mensaje de Sebastián era una declaración de guerra abierta. Él no buscaba una reconciliación; buscaba reclamar una propiedad que creía suya.¿Juzgado de familia? Valeria soltó una risa amarga mientras marcaba el número de su abogado. Sebastián, todavía no entiendes que ya no soy la mujer que no sabía defenderse.A las 2:00 p.m., el ambiente en los pasillos del juzgado era denso. Valeria llegó escoltada por dos guardaespaldas y su abogado, luciendo un traje sastre blanco que gritaba pureza y poder. Sebastián ya estaba allí, sentado con su equipo legal, luciendo como un tigre listo para saltar.Sin embargo, había una tercera persona en el pasillo que no debería estar ahí: Isabella Thorne. Su rostro estaba cubierto por unas gafas de sol de diseñador, pero su lenguaje corporal gritaba ansiedad.Sebastián, esto es una locura susurró Isabella, apretando el brazo del millonario. ¿Realmente vas a creer que ese niño es tuyo d
La oscuridad de la noche envolvía la residencia Montes, una villa moderna y blindada en las afueras de Madrid. Valeria se despertó de un salto cuando sintió la pequeña mano de Mateo sacudiendo su hombro.Mamá... hay un hombre afuera susurró el niño, con sus grandes ojos oscuros llenos de una curiosidad que superaba al miedo. Está parado junto al gran roble, mirando hacia aquí.El corazón de Valeria dio un vuelco. Su primer pensamiento fue en Isabella o en algún sicario enviado para amedrentarla, pero una intuición más profunda le dio un nombre: Sebastián.Quédate aquí, mi amor. No te acerques a la ventana instruyó Valeria, su voz firme mientras se ponía una bata de seda negra.Tomó su teléfono y activó las cámaras de seguridad. En la pantalla de alta definición, vio una figura alta y solitaria bajo la luz de la luna. Era él. Sebastián no llevaba su chaqueta de traje; su camisa blanca estaba desabrochada en el cuello y parecía un hombre al borde del colapso. No estaba haciendo nada, so
Sebastián observó desde su Bentley negro, estacionado a una distancia prudente del exclusivo restaurante L'Onyx. Sus manos apretaban el volante con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Ver a Valeria entrar al lugar, luciendo un vestido de seda rojo que parecía fuego líquido, ya era suficiente para herir su orgullo. Pero ver quién la esperaba dentro fue lo que encendió la verdadera furia en su sangre.Dante Alighieri susurró Sebastián, su voz cargada de veneno.Dante no era un desconocido. Era el heredero de una cadena de hoteles en Italia y el rival histórico de los De la Cruz. Pero lo más importante: Dante había sido el hombre que siempre estuvo cerca de Valeria antes de su matrimonio, el que Sebastián siempre sospechó que sentía algo por ella.Dentro del restaurante, la atmósfera era muy diferente a la frialdad de la oficina.Te ves radiante, Valeria dijo Dante, levantándose para besar su mano con una elegancia natural. Madrid te sienta bien, aunque sospecho que es el sabo
Sebastián De la Cruz no durmió esa noche. Cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen de Valeria en ese vestido esmeralda, mirándolo con un desprecio que lo quemaba por dentro. Pero lo que más lo atormentaba era la voz que había escuchado a través del teléfono. Mateo.Busca todo sobre ella ordenó Sebastián a su asistente personal, Marcos, a las tres de la mañana. No me importa cuánto cueste. Quiero saber dónde ha estado cada segundo de estos últimos cinco años. Y sobre todo... quiero saber quién es ese niño.Marcos asintió, visiblemente nervioso por la intensidad en los ojos de su jefe. Sebastián nunca había mostrado tanto interés por nada, ni siquiera por los negocios multimillonarios que solía cerrar con un bostezo.A la mañana siguiente, Valeria se encontraba en su oficina en el piso 40 de la Torre Montes. El sol de Madrid entraba por los ventanales, pero el ambiente dentro era frío. Mateo, su hijo de cuatro años, estaba sentado en el sofá de terciopelo de la oficina, concentrado





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