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El Despertar de la Víbora

Valeria arrojó las rosas negras a la basura con un gesto de asco. El mensaje de Sebastián era una declaración de guerra abierta. Él no buscaba una reconciliación; buscaba reclamar una propiedad que creía suya.

¿Juzgado de familia? Valeria soltó una risa amarga mientras marcaba el número de su abogado. Sebastián, todavía no entiendes que ya no soy la mujer que no sabía defenderse.

A las 2:00 p.m., el ambiente en los pasillos del juzgado era denso. Valeria llegó escoltada por dos guardaespaldas y su abogado, luciendo un traje sastre blanco que gritaba pureza y poder. Sebastián ya estaba allí, sentado con su equipo legal, luciendo como un tigre listo para saltar.

Sin embargo, había una tercera persona en el pasillo que no debería estar ahí: Isabella Thorne. Su rostro estaba cubierto por unas gafas de sol de diseñador, pero su lenguaje corporal gritaba ansiedad.

Sebastián, esto es una locura susurró Isabella, apretando el brazo del millonario. ¿Realmente vas a creer que ese niño es tuyo después de lo que ella hizo? ¡Solo quiere tu dinero!

Sebastián se zafó del agarre de Isabella con una frialdad que la dejó helada.

Cállate, Isabella. Vi al niño. Si es un De la Cruz, no dejaré que crezca lejos de mí. Y si Valeria mintió... ella pagará las consecuencias.

En ese momento, Valeria pasó frente a ellos sin siquiera detenerse.

Señor De la Cruz dijo el abogado de Valeria antes de entrar a la sala, mi cliente ha decidido aceptar la prueba de ADN. Pero bajo una condición irrevocable.

Sebastián frunció el ceño, poniéndose de pie.

¿Qué condición?

Si el resultado es negativo, usted firmará un documento cediendo el 20% de las acciones de su empresa matriz a Montes Group como compensación por acoso y difamación. Y si es positivo... el abogado hizo una pausa, mirando a Valeria.

Valeria se giró, mirando a Sebastián directamente a los ojos.

Si es positivo, Sebastián, te permitiré ver al niño solo bajo mi supervisión. Pero a cambio, tendrás que confesar públicamente quién fue la persona que fabricó las pruebas de mi supuesta infidelidad hace cinco años.

Isabella palideció visiblemente. Sus manos comenzaron a temblar. Sebastián, captando la reacción de su prometida por el rabillo del ojo, sintió que una duda oscura comenzaba a crecer en su pecho.

Acepto dijo Sebastián, su voz profunda resonando en el pasillo. No me importa el dinero, ni me importa el escándalo. Solo quiero la verdad.

Mientras los abogados discutían los términos técnicos, Isabella se escabulló al baño. Su respiración era errática.

No puede ser... murmuró frente al espejo. Si se hace la prueba, todo se acaba. Sebastián sabrá que el niño es suyo y volverá con ella. ¡No puedo permitirlo!

Sacó su teléfono y marcó un número privado.

Necesito que alguien entre en el laboratorio central esta noche. No me importa cuánto cueste. Los resultados de la prueba de ADN de Sebastián De la Cruz y el niño de Valeria Montes tienen que ser negativos. ¿Entendido? Destruyan las muestras si es necesario.

Isabella no sabía que, desde una de las cabinas del baño, una grabadora estaba encendida. Valeria había previsto que la "víbora" intentaría sabotear el proceso. Había enviado a una de sus asistentes para vigilar cada movimiento de la antagonista.

Dos horas después, Valeria salió del juzgado. Sebastián la alcanzó en el estacionamiento.

Valeria, espera dijo, agarrando su brazo. Esta vez, su toque no era agresivo, sino casi suplicante. ¿Por qué aceptaste tan fácil? Si el niño es mío, ¿no tienes miedo de que te lo quite?

Valeria se soltó suavemente y se puso sus gafas de sol.

No acepté porque tenga miedo, Sebastián. Acepté porque quiero que tú mismo veas cómo tu mundo se cae a pedazos. El ADN confirmará que eres el padre, sí. Pero ese será el día en que te des cuenta de todo lo que tiraste a la basura por creerle a una mentirosa.

Valeria subió a su coche, dejando a Sebastián solo con sus pensamientos. Él miró hacia la entrada del juzgado, donde Isabella lo esperaba con una sonrisa forzada. Por primera vez en cinco años, Sebastián empezó a preguntarse si la mujer a la que le había prometido matrimonio era en realidad el demonio que había destruido su vida.

La trampa estaba puesta. Y el laboratorio no era el único lugar donde se estaba jugando el destino de los De la Cruz.

Esa noche, Sebastián recibe un sobre anónimo en su mansión. Dentro, no hay documentos de negocios, sino una foto de hace cinco años: Isabella Thorne entregando un fajo de billetes al instructor de gimnasia que supuestamente "sedujo" a Valeria. La verdad ha comenzado a salir a la luz antes de lo esperado.

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