Mundo ficciónIniciar sesiónSiena nunca pensó que el viajar al corazón de Escocia significaría enfrentarse al pasado que juró olvidar. Su llegada a Ravenshield Manor era solo para acompañar a su hermana Skye en su compromiso con Alexander MacRaven, sin imaginar que allí volvería a ver al único hombre que a podido amar: Franco MacRaven, el heredero que no recuerda nada de ella. Él ha perdido su memoria, pero algo en Siena lo desestabiliza: su voz, su mirada… y esa pequeña niña de ojos miel que despierta en él una ternura inexplicable. Mientras Siena lucha por ocultar el secreto que podría cambiarlo todo, Johanna McLeod, la madre de la prometida de Franco, teje una red de mentiras para mantener el control y evitar el escándalo que amenaza con destruir su ambición.
Leer más༻ LONDRES – INGLATERRA. ༺
༻ 7 AÑOS ATRÁS. ༺ —Negativo, por favor tienen que dar negativo. Siena se encuentra sentada en la tasa de lavabo mientras observa las tres pruebas de embarazo que se encuentran sobre el tocador. La palabra “negativo” sale de su boca como un mantra en el que está colocando todas sus energías. Cuando la alarma de su celular se deja escuchar, rápidamente el sonido se adueña de cada espacio del baño. Al momento de colocar la 5ta de Beethoven como alarma, lo hizo más por su propio gusto que por algún tipo de mensaje subliminal, pero en ese momento le parece irónico que ese sonido represente al destino tocando sus narices para molestarla. Deteniendo la alarma toma un respiro profundo y se pone de pie para ir hasta el tocador. —Por favor, por favor, por favor —suplica mientras toma la primera de las pruebas. Cuando esas dos rayas aparecen ante sus ojos puede sentir como su alma cae al suelo. Descartando la prueba en su mano, revisa las dos pruebas restantes con marcada desesperación, pero el resultado es invariablemente el mismo: positivo. —Carajo —masculla mientras bloquea levemente y retrocede hasta volver a dar con la tasa y tomar asiento. Antes de que pueda hundirse en las emociones que comienzan a golpearla, su celular suena nuevamente, esta vez anunciando la entrada de un mensaje. En cualquier otro momento hubiese ignorado la notificación, pero ese sonido personalizado le deja en claro de quién se trata. “Hoy a las 8:00. Utiliza el regalo sobre la cama.” 《Estoy jodida》 Es su único pensamiento y es que conoce lo suficiente a Franco como para saber que toda esa situación no será de su agrado. ༻ HOTEL GRENUAE ༺ ༻ 8:15 PM ༺ Siena cierra la puerta tras de ella y busca alguna señal de la presencia de Franco, pero solo la recibe el silencio. Mientras camina por el pasillo, su mano afirma el agarre con el que sostiene el sobre que contiene los resultados de su examen de sangre. La verdad es que se los realizó con la esperanza de que estos dieran un resultado distinto, pero no, el resultado fue invariable el mismo, la única diferencia es que ahora tenía un tiempo para sacar las conclusiones sobre el momento exacto en que aquello ocurrió: tres semanas. 《 ¿Cómo pude descuidarme de esta manera? 》 Se cuestiona mientras deja los resultados y su bolso de mano sobre la cama. La caja de terciopelo negro atrae su atención y solo en ese momento recuerda que el mensaje de Franco mencionaba algo sobre un regalo. Tomando asiento al borde de la cama, toma la caja y rápidamente reconoce el logo troquelado sobre el terciopelo, no sabe que hay dentro de la caja, pero lo que sea es costoso. Sin dar más vueltas al asunto abre la caja, la fina lencería blanca aparece ante sus ojos junto a las esposas que le dejan en claro el tipo de situación a la que se enfrentaría esa noche. —Espero que tengas una buena razón para no estar lista. No necesita girarse para reconocer la voz de Franco, tampoco necesita verlo para saber que su rostro debe estar mostrando un gesto de disconformidad, su tono ya le es suficiente. Dejando la caja de regreso sobre la cama, toma el sobre y se gira para encararlo, su respiración se corta al ver lo increíblemente guapo que se ve en el traje a medida que lo viste. —¿Y bien? —inquiere al no recibir una respuesta inmediata. —Tenemos que hablar —responde con un tono tan calmado como puede. —¿No puede esperar? —Sí, supongo que puede esperar, pero cuando sepas de que se trata no creo que te encuentres conforme con el haber esperado —tomando una respiración profunda, camina unos pasos hasta quedar más cerca. Extendiendo la mano que sostiene el sobre, se lo ofrece al pelinegro. —¿Qué es? Sin entender qué pasa, toma el sobre y saca el contenido. Lo primero con lo que se topa su mirada es con el logo y los datos del laboratorio, luego el “PRUEBA DE EMBARAZO” se muestra ante él como el enunciado de una mala broma y finalmente el “POSITIVO” resaltando en la parte baja de los resultados clínicos es el remate final. Sin saber cómo reaccionar ante la noticia, se mantiene en silencio procesando lo que ese papel representa y el cómo esa situación le presenta una encrucijada a sus planes futuros. Y es que desde el principio su relación con Siena ha estado perfectamente delimitada, aquel no es más que un intercambio de placer en el cual los dos ganan, razón por la cual, desde un principio cualquier tipo de complicación estuvo fuera del tablero. —Pensé que te estabas cuidando. —Sí, lo estaba haciendo —admite con un tono bajo, posando momentáneamente su mirada en el suelo, algo común en ella cuando está nerviosa—. Supongo que somos parte de ese uno por ciento que no corre con suerte. Y eso es todo, tras esas palabras el silencio se instala entre ambos como una bruma espesa. Cuando Siena finalmente aparta su mirada del suelo, Franco la observa, intentando descifrar en su rostro algún atisbo de manipulación, pero no encuentra nada de eso. Conoce a Siena, demasiado bien. No es el tipo de mujer que jugaría con algo así, ni mucho menos alguien que usaría una vida inocente como moneda de cambio. Es una mujer con demasiadas virtudes, mismas que lo han conquistado en todo ese tiempo que han compartido juntos. Exhalando lentamente, intenta ordenar rápido y correctamente las ideas que comienzan a atropellarse en su mente. Luego, deja los resultados sobre la mesa cercana y camina hacia el sofá frente a la cama. Sin pensarlo mucho se sienta con la espalda recta, apoyando los codos sobre las rodillas mientras entrelaza las manos. —Está bien —dice después de un par de minutos de silencio, con un tono neutro, pero cargado de gravedad—. Necesito saber qué quieres hacer. Siena escucha la pregunta mientras fija la mirada en él de manera firme, aunque sus dedos tiemblan levemente mientras se cierran sobre el borde de su falda. —¿A qué te refieres? —pero en realidad entiende muy bien a lo que se refiere. —A que si quieres... —hace una pausa, buscando las palabras adecuadas para decirlo— solucionarlo, puedo organizarlo todo. Conozco un buen médico, todo será discreto, nadie tiene que enterarse. Pero si decides tenerlo —alza la vista hacia ella, una efímera esperanza brillando al fondo de sus ojos verdes—, también me encargaré de que al bebé no le falte nada. Tampoco a ti te faltará nada. Solo... es tu decisión. Siena guarda silencio. No hay sorpresa o decepción en su expresión, y es que ya había imaginado ese escenario, incluso su mente había procesado cada una de esas palabras antes de siquiera escucharlas. Volviendo a la cama, toma su bolso y tras revisarlo rápidamente, saca otro sobre, esta vez de color marfil, que levanta en el aire para mostrarlo mientras camina de nuevo hacia Franco. —¿Qué es esto? —pregunta antes de tomarlo. —Léelo. Franco saca los documentos y obedeciéndola comienza a leer. Sus cejas se arquean conforme avanza por las líneas: un contrato legal, con las firmas y sellos pertinentes. En él, Siena declara que llevará adelante el embarazo por decisión propia, que lo libera a él de cualquier responsabilidad legal, emocional o económica. Además, añade una cláusula específica que prohíbe cualquier intento futuro de extorsión o reclamo por parte de ella. —¿De verdad será así de simple? —pregunta finalmente, sin ironía, más bien con una mezcla de desconcierto y respeto. Siena no necesita decir o hacer nada más, sus puntos están claros. —Sí —responde ella con calma—. Lo pensé bien, Franco. Es cierto que ser madre no estaba en mis planes en estos momentos; aun así, bajo ningún concepto voy a acabar con la vida de mi hijo. Pero también sé lo que esto significa. Desde el principio dejamos las reglas claras, y un bebé nunca estuvo dentro de ese acuerdo. No pienso pedirte algo que no quieras dar. Franco la mira fijamente. Hay algo en su voz, en la serenidad con la que pronuncia cada palabra, que lo deja sin argumentos. Frente a él no se encuentra una mujer impulsiva ni vengativa. Es simplemente alguien que ha aceptado su realidad y la enfrenta con la cabeza en alto. —Ya firmé —añade ella, con un leve movimiento de la mano hacia el documento—. Si quieres, puedes revisarlo con tu abogado, firmarlo o cambiar cualquier punto que te parezca necesario. No tengo problema. Franco asiente, sin pronunciar palabra, no porque no quiera hacerlo, sino porque estas se le escapan. Siena toma su bolso y se encamina hacia la puerta. Cuando su mano toca el pomo, él deja escapar una última frase, la única que logra formular con coherencia: —Siena... —ella se detiene, sin girarse—. No sé si eres la mujer más valiente que he conocido... o la más terca. Una sonrisa casi imperceptible se forma en los labios de Siena. Mismas que él no alcanza a distinguir, así como tampoco lo hace con las lágrimas silenciosas que comienzan a bajar por sus mejillas. —Tal vez ambas cosas —responde una vez que ha controlado el nudo de su garganta para que no la traicione quebrando su voz—. Cuídate, Franco —agrega antes de abrir la puerta. El sonido del cierre al encajar es lo último que se escucha antes de que el silencio vuelva a apoderarse de la habitación. Pero esta vez es Franco quien se queda dentro, en total soledad y con el sobre entre las manos, observando la firma de Siena en la parte inferior del documento, sin saber si admirarla o temer la serenidad con la que ha decidido asumir sola el peso de algo tan grande. —Yo, tendré un hijo…El salón se llena con los murmullos provenientes de las conversaciones sostenidas por cada uno de sus ocupantes mientras hacen un poco de sobremesa luego de la cena. Las luces que iluminan el espacio son mucho más suaves y la chimenea encendida crea un ambiente cálido que cada tanto deja escuchar el crujir ocasional de la leña.En la esquina cercana al bar de la estancia, Alexander, Franco y lord Alistair conversan sobre asuntos de la empresa, alternando comentarios técnicos con algún chiste apagado que sólo ellos parecen comprender. En el mueble contiguo, Johanna mantiene una conversación con lady Margaret y Kirsteen sobre detalles del ajuar de novia y la boda, pero Siena no puede evitar notar que Kirsteen parece bastante más interesada en su teléfono y en mirar cada tanto hacia la ventana que en cualquier comentario que Johanna haga. Su incomodidad y premura por salir de allí, aunque disimulada, es evidente.Desde su asiento en uno de los muebles dobles, Siena sostiene una copa de
La cena transcurre envuelta en un ambiente sorprendentemente ameno. Y es qué, desde que comenzaron a cenar pareciese como si, en un consenso silencioso, todos hubieran decidido ignorar a Johanna por completo. Hablan entre ellos con cordialidad y ríen suavemente, mientras, la mujer queda relegada a la periferia de la conversación, aunque intenta intervenir cada tanto sin demasiado éxito. Lady Margaret observa todo desde su posición en la mesa, el brillo en su mirada varía entre atención social y análisis silencioso. Sus ojos, sin embargo, se detienen por un momento con especial interés en Siena, quien conversa animadamente con Alexander acerca de un partido de rugby del que ambos parecen recordar jugadas específicas y debatir quién ganó en realidad la apuesta que parecen haber realizado. Siena ríe, relajada, y ese gesto genuino la hace lucir aún más cálida bajo la luz amarilla de los candelabros. A su lado, Victoria come en completo silencio, concentrada en su plato y con total desin
Siena puede sentir como el piso bajo ella se vuelve inestable, una sensación de vértigo se dispara por todo cuerpo y su cabeza vuelve a pensar y doler. ¿Suegra? Entonces… ¿Franco se casó?“Claro que se casó, ¿de verdad pensaste que él frenaría su vida por ti? Reacciona, si no luchó por ti antes, entonces ¿por qué se frenaría ahora que ni siquiera te recuerda?”Hundirse en esos pensamientos no la ayuda para que el aire se sienta menos tenso.—¡Mami! —La dulce voz de Victoria irrumpió como un rayo de luz en medio del incómodo momento.Por instinto, Siena se aparta de Johanna y Franco para moverse en la dirección de donde viene su pequeña e inclinarse para recibirla entre sus brazos. Alzándola con facilidad, deposita un beso suave en su mejilla. Victoria solo ríe feliz por el gesto de cariño y rodea el cuello de su madre para luego acercarse con total complicidad.—Te ves hermosa mami… como siempre —susurra, o por lo menos eso intenta, ya que Johanna y Franco logran escucharla.Siena no
La cama parece un auténtico campo de batalla. Camisas, pantalones, vestidos, suéteres… todo el contenido de las dos maletas de Siena está regado sin piedad sobre el edredón, mientras ella, con el ceño fruncido y las manos en la cintura, intenta combinar en su cabeza las prendas, y es que jamás pensó que tendría que cenar con… bueno, a una familia noble.—Skye te odio —masculla mientras toma una camisa de lino y la coloca junto a un pantalón para descartarla poco después—. Era muy difícil decir “hey, mi novio vive en un castillo y es de la realeza”, si lo hubiese hecho, habría traído mejor ropa —agrega con fastidio, soltando un bufido.Victoria, sentada en posición de indio al otro lado de la cama, observa a su madre con la seriedad curiosa de sus pocos años. La pequeña está preciosa: vestido sencillo azul a cuadros, calzas blancas hasta las rodillas y sus rojos risos perfectamente arreglados. Parece una muñeca.—Mami es hermosa —dice con convicción—. Te verás linda con lo que elijas.
Los ojos del pelirrojo se cierran por un momento, disfrutando de la sutil caricia que recibe en la mejilla, su mente rápidamente da una vuelta donde dispara por todo su cuerpo la paz de quien vuelve a sentir un toque perdido. La puerta se abre sin previo aviso, cortando el aire intimo que se había comenzado a formar entre ambos. Lord Alistair entra, firme, imponente, con esa autoridad natural que hace que incluso el silencio se enderece.Franco reacciona primero que Siena y se pone de pie de inmediato, casi sobresaltado, soltando la mano de Siena como si recién notara que aún la sostenía.—Señor… —empieza, apresurado, con la voz cargada de la necesidad de explicarlo todo antes de que un mal entendido tuviera siquiera tiempo de gestarse—. Todo esto fue un accidente. Kirsteen me pidió que la enseñase a cazar, pero ninguno notó la presencia de Alexander y sus invitadas. fue un accidente, la señorita perdió el control del caballo, yo solo…Lord Alistair alza una mano. El gesto basta para
༻ Ravenshield Manor. ༺༻ Actualidad. ༺La puerta principal de la casa se abre de manera estruendosa, golpeando la pared de manera seca para luego que resuena por toda la estancia. Los empleados, que hasta ese momento se encontraban preparando la mesa para la cena, detienen de inmediato sus movimientos y conversaciones. La sorpresa los deja observando con ojos abiertos cómo Alexander sostiene la puerta mientras, tras de él, un hombre alto y de porte imponente entra con paso decidido, llevando en brazos a una mujer inconsciente.La escena es tan repentina que nadie alcanza a reaccionar hasta que Alexander da las primeras órdenes:—¡Llamen al médico, rápido! —Su voz resuena con autoridad haciendo que todos reaccionen.El pelirrojo que carga a Siena no dice una palabra, solo sigue avanzando hacia las escaleras. Su respiración es rápida, sus manos firmes, pero en su pecho, el corazón golpea con fuerza y lo hace con un ritmo frenético que no logra comprender. Y es que tras seguir los gritos
Último capítulo